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Alfonso de Ulloa

Biografía

Ulloa, Alfonso de. Cáceres, c. 1529 – Venecia (Italia), 16.VI.1570. Traductor, editor e historiador.

Nació en el seno de una familia de hidalgos extremeños oriundos de Galicia; por declaración propia en las interpolaciones de enaltecimiento de los suyos y en las dedicatorias, se conoce el nombre de su padre, Francisco, que debió de participar en la expedición de Carlos V contra Argel (1541), así como también su cercano parentesco con el coronel de los tercios Álvaro de Sande y Paredes, a quien menciona como tío en un encuentro en el Milanesado cuando el propio Alfonso de Ulloa militaba a las órdenes de Ferrante Gonzaga en la campaña de Piacenza (1551). Una nota de comparecencia en un proceso judicial de 3 de marzo de 1558, conservada en el Archivio di Stato de Venecia (B.14), afina el año de nacimiento, además de ofrecer noticias de su aspecto y usanza indumentaria: “Un giovene vestito a la forastiera, di bassa statura, di età di anni 29”. Debió de aprovechar la esmerada educación y sólida formación humanista que le procuró su padre en algún colegio señorial de Toledo, en donde se encontraba durante los últimos días de vida de la esposa de Carlos V, la emperatriz Isabel (1539). Otra afirmación circunstancial en su obra lo sitúa al servicio de Hernán Cortés entre 1542 y 1545, año éste en que se puede situar su llegada a Italia, probablemente en el séquito de algún mandatario español, para acabar estableciéndose al siguiente en Venecia, como escribiente de la embajada de Carlos V, que desempeñaba a la sazón el poeta e historiador Diego Hurtado de Mendoza; es muy probable que en la copiosa biblioteca de este prócer cuajara su vocación literaria y publicista. También entonces debieron de surgir los motivos de la antipatía que guardó contra los Mendoza, según se insinúa en su biografía de Carlos V al respecto, entre otros lances, la incompetente gestión en Siena de don Diego, que el Emperador condenó.

Desde 1547, continuó en el mismo puesto bajo un sobrino del anterior embajador, y después del breve hiato de soldado mercenario antes citado, bajo las banderas del gobernador imperial de Milán, retornó a la escribanía de la misma embajada (1552). Por esta época Ulloa se vio envuelto en un enmarañado caso de espionaje entre correveidiles y delatores, que acabó por dejarlo sin ese medio de vida en suelo extranjero. Fue entonces cuando aparecen los primeros contactos con el círculo literario e intelectual en torno a la imprenta de Gabriel Giolito de’ Ferrari, que actuó como conducto de comunicación cultural entre Italia y España, y cuyo dinámico exponente fue precisamente este autor. Desde entonces hasta su temprana y desdichada muerte en prisión, desarrolló una incansable e ininterrumpida labor literaria que habría de ampliar a partir de 1556 con otros impresores establecidos en Venecia. En esas prensas y en menos de dos décadas, publicó, en su mayor parte traducido por él mismo, lo de mayor impacto lector de las letras españolas (Fernando de Rojas, Diego de San Pedro, Boscán y Garcilaso, Antonio de Guevara, Pedro Mejía, Gonzalo Pérez, Jerónimo Ximénez de Urrea, Hernán Pérez de Oliva, Jorge de Montemayor, Díaz Tanco de Fregenal, Jerónimo Sempere, Juan de Segura, Cristóbal de Castillejo, Blasco de Garay, Agustín de Zárate, Antón Beuter, Juan de Jarava, Saravia de la Calle, Pedro de Covarrubias, Alfonso de Fuentes, Furió Ceriol, Felipe de la Torre, López de Hoyos, Hernando Colón) e italianas (Petrarca, Ariosto, Niccoló Liburnio, Paolo Giovio, Gerolamo Muzio, Matteo Bandello), además de crónicas de viajes portuguesas (João de Barros, Fernão Lopes de Castanheda), y esta tarea editorial se insertaba en la organización del espacio bibliográfico italiano y en el debate literario que aparejaba. En 1560, una vez publicada su primera y más famosa obra original, la biografía de Carlos V, se intenta situar un apresurado viaje a España, bien fuese en el séquito del nuncio, Prospero Publicola, o llamado por el mismo Rey, según quiso magnificar él mismo en la carta nuncupatoria de la edición de 1564 del espurio libro tercero de las Epístolas familiares de Guevara. Estas y otras imprecisas alusiones a los servicios que prestó a las dos ramas de los Habsburgo debieron de sentar la idea, apuntada por Nicolás Antonio, de que en esa década pudo haber actuado como agente de negocios de Felipe II, del emperador Maximiliano II y del archiduque Fernando de Austria. Pero el procesamiento y condena que habría de acabar con su vida y las dilaciones en la mediación por su caso vienen a indicar que el cometido que desempeñó en la administración hubo de ser necesariamente eventual y subalterno, más bien reducido a la tarea de mero intérprete o abocado a la más peligrosa de informador clandestino, pese a la impagable labor propagandística de la Monarquía católica e imperial y, aún más, de la cultura española, cuyo canon de autores contemporáneos se encargó de traducir o editar incluso desde su encarcelamiento. Según la correspondencia conservada, en 1563 Ulloa falsificó la orden para poder imprimir un libro en lengua hebrea; descubierto el delito a principios de 1568, lo sentenciaron a muerte, pero días después le fue conmutada la condena por prisión perpetua al denunciar a los instigadores de la falsificación.

Además de la cuestión religiosa promovida por los inquisidores venecianos y la de lo estrictamente penal por falsificación de documento público, subyacen en el rigor de la condena motivaciones políticas orientadas sin duda por la exacerbada hispanofobia que entonces recorría Italia y acaso también por sus negocios de presunto espía. La severidad judicial se vio mitigada por un flexible régimen carcelario que no le impedía las comunicaciones externas ni el trabajo intelectual al que se dedicaba. Así, ya desde febrero de 1568, empezó a enviar a Felipe II varias cartas en demanda de intercesión, en las cuales, aludiendo apenas a aquellos otros servicios, ponía de manifiesto una conciencia moderna de su quehacer literario: “Merezco se me haga piedad por lo mucho que en mi vida he trabajado en cosas de letras por servicio de Dios y honrra de mi naçión”. Llegó a traducir y publicar la relación de las exequias del desdichado príncipe don Carlos (1568), que preparó un conocido especialista del tema, el humanista madrileño Juan López de Hoyos, maestro de Cervantes. La súplica fue atendida finalmente, pero la carta del Rey al Dux, retenida en la valija diplomática, no llegó a tiempo de hallarlo con vida al haberse tenido que demorar en Génova el nuevo embajador que la portaba. Que mencionara en su testamento sólo al representante diplomático español, ni siquiera a Duarte Gomes, acaudalado mercader luso cuya mansión había frecuentado, ni a ningún otro de la colonia hispana, indica el grado de aislamiento en que se encontró, no obstante sus relaciones profesionales con destacados escritores como Dolce, Domenichi, Ruscelli, que no dejaron de reconocer su valía, y pese a su reputada competencia, que hizo que ya desde sus primeros años de actividad literaria revelara una “completa padronanza della nostra lingua”, al decir de Annamaria Gallina, la estudiosa italiana que dio a conocer los documentos de su prisión. Un indicio de la amplia difusión de las obras de Ulloa es el incidente cancilleresco con el noble belga Pierre-Ernest de Mansfelt, quien leyó en una traducción francesa de la campaña del duque de Alba en los Países Bajos, Commentaire premier et second du seign. Alphonse d’Ulloe, contenant le voyage du duc d’Alba en Flandres (París, Jean Dalier, 1570), un pasaje en que se cuestionaba, sin razón, su lealtad a Felipe II. No menos significativo es que, cumpliendo ya la condena, se le buscara para verter al italiano el escandaloso montaje que urdió Luis Colón a costa del buen nombre de su tío el bibliófilo y de su abuelo el descubridor. Pero el más sólido logro de su pluma fue el haber dado a la luz pública la más temprana biografía de Carlos V. Frente a la densa narración a lo largo de 752 páginas que presentó Ulloa a poco más de un año de su fallecimiento (1558), si bien retirado desde 1556, la biografía de casi cien páginas de Ludovico Dolce (Venecia, Giolito, 1561) no es más que un ejercicio de estilo, según señaló Alfred Morel-Fatio, quien, asimismo, pese a tildar la exitosa biografía de compilación apresurada, con interpolaciones de carácter muy personal y, a veces, datos erróneos, no deja de ponderar la singularidad de que gozó esta obra hasta finales del siglo XVI y la consideración que mereció del historiador británico William Robertson (1769) gracias al declarado manejo de sus fuentes. Por otro lado, Ulloa muestra una independencia de criterio que lo diferencia de la cronística cortesana o del encomio propagandístico, como el trato respetuoso que da a Lutero cuando apeló a la libertad de conciencia ante el poder eclesiástico e imperial (1521), o al introducir alusiones a los desmanes de las tropas españolas en la narración del tumulto genovés durante la visita del príncipe Felipe (1548), en donde, a todas luces, utiliza además otras informaciones distintas de la fuente que declara, El felicíssimo viage de Calvete de Estrella. También siguió recogiendo en las sucesivas ediciones alabanzas a personajes luego condenados por la Inquisición española, como Constantino Ponce de la Fuente, otrora predicador real.  A la recelosa Corte de Felipe II debió de parecerle sospechoso de heterodoxia por traducir la Filosofía natural de Juan de Jarava, probable seudónimo del protestante burgalés Francisco de Enzinas, y la teoría política de otros erasmistas del círculo de Lovaina (Felipe de la Torre, Fadrique Furió). Tal vez por esto, la versión española de la biografía de Carlos V quedó inédita en su momento, y no ha recibido la atención que pueda merecer aún después de acrecentarse la bibliografía carlina. Tampoco se ha estudiado el resto de su obra histórica, que versa casi toda, salvo la biografía del sucesor de Carlos V en el Imperio, sobre acontecimientos coetáneos, que Ulloa aborda con un carácter de actualidad análogo al periodismo moderno. Esa facilidad de sus prolíficos escritos junto con la diversidad temática de su producción editorial han podido granjearle el calificativo a veces no muy halagüeño de polígrafo, en alusión a la falta de rigor, sospecha de plagio y, asimismo, manifiesta superchería en que incurren de modo especial algunas de sus traducciones, como la falsificada ampliación en otros dos libros de las Epístolas de Guevara, o las interpolaciones apócrifas en Las empresas militares y amorosas de Giovio. También se le ha regateado su propia aportación en los glosarios que incluyó en sus ediciones de La Celestina y de la traducción en verso castellano del Orlando, labor lexicográfica que se anticipaba en algunos años al Vocabulario de Cristóbal de las Casas (1570). Pero insistir en el reproche de adulación que ostentaba en sus dedicatorias a mandatarios y potentados es desatender los condicionantes sociales de la literatura de la época. Mérito incuestionable de Alfonso de Ulloa será el haber dado tan abundante curso al patriótico fervor que sintió por su gente y su lengua vernácula y por los soberanos de su nación, conjugado con una profunda admiración por la cultura italiana. A falta de un registro crítico de la totalidad de su bibliografía, se ordenan a continuación las primeras ediciones sólo de sus obras originales, remitiéndose a los repertorios habituales para el resto de los autores mencionados en las otras dos facetas de su actividad productora.

 

Obras de ~: “Breve introducción para saber pronunciar la lengua castellana, con una exposición en la Thoscana de todos los vocablos difficultosos contenidos en el presente libro”, en Orlando Furioso de M. Ludovico Ariosto, traduzido en romance castellano por Jerónimo de Urrea, Venecia, Giolito, 1553; “Introdutione del Signor Alphonso di Uglioa, nella quale s’insegna pronunciare la lingua spagnuola”, en Tragicomedia de Calisto y Melibea, Venecia, Giolito, 1553; “Introductione che mostra il Signor Alfonso de Ulloa a proferire la lingua castigliana”, en Questión de amor de dos enamorados, Venecia, Giolito, 1553; La vita dell’invittissimo Imperator Carlo Quinto, Venecia, Vincenzo Valgrisi, 1560; Successo de la jornada que se començó para Tripol, año de 1559, y se acabó en los Gelves el de 1560, Venecia, Giovanni Griffo, 1562; Vita del valorosissimo e gran capitano Don Ferrante Gonzaga, Principe di Molfetta, Venecia, Niccolò Bevilacqua, 1563; Vita del potentissimo e christianissimo Imperatore Ferdinando Primo nella quale vengono comprese [...] le guerre di Europa [...] dall’anno MDXX fino al MDLXIIII, Venecia, Camillo & Francesco Franceschini Fratelli, 1565; Aviso de’ gioveni e riprobatione dell’amor del mondo, Venecia, Camillo Franceschini, 1565; La Historia dell’impresa di Tripoli di’Barbaria, della presa del Pegnon di Velez della Gomera in Africa, et del successo della potentissima armata Turchesca venuta sopra l’isola di Malta l’anno 1565. La descrittione dell’Isola di Malta. Il disegno dell’Isola delle Zerbe, & del Forte, fatto vi da Christiani, & la sua descrittione, Venecia, Francesco Rampazetto, 1566; “Le cose fatte in Ungheria l’anno MDLXVI da sultan Solimano, con la narratione della morte di esso sotto Seghetto et la creatione di Selim, suo figliuolo”, en Historia dell’impresa di Tripoli di’Barbaria, Venecia, Marchio Sessa, 1569; Comentarios del S. Alonso de Vlloa, de la guerra, que el [...] Principe don Hernando Aluarez de Toledo, Duque de Alua [...] ha hecho contra Guillermo de Nansau, Principe de Oranges, y contra el Conde Ludouico su ermano, y otros rebeldes de su Magestad Catolica en las tierras baxas, que comunmente se llaman Flandes: el año 1568, Venecia, Domingo de Farris, 1569; Carta al lector, en Dialoghi di Massimo Troiano [...] Tradotti nella lingua castigliana da m. Giouanni Miranda, Venecia, Bolognino Zaltieri, 1569; Le Historie di Europa del Sig. Alfonso Ulloa [...] la guerra ultimamente fatta in Ungheria tra Massimiliano [...] et sultan Solimano [...] molti altri avenimenti occorsi in diverse parti del mondo fino all’anno MDLXVIII, Venecia, B. Zaltieri, 1570; 10 cartas a Felipe II (Archivo General de Simancas, Estado, Venecia, leg. 1326), en A. Rumeu de Armas, Alfonso de Ulloa, introductor de la cultura española en Italia, Madrid, Gredos, 1973, págs. 145-159.

 

Bibl.: N. Antonio, Bibliotheca Hispana Nova sive Hispanorum scriptorum qui ab anno MD ad MDCLXXXIV floruere notitia, t. I, Madrid, Ibarra, 1783, págs. 55-56; S. Bongi, Annali di Gabriel Giolito de’ Ferrari da Trino di Monferrato, t. I, Roma, Presso i principali librai, 1890; A. Morel-Fatio, Historiographie de Charles- Quint, Paris, Honoré Champion, 1913; “Alfonso de Ulloa et le comte Pierre Ernest de Mansfelt”, en Bulletin Hispanique, 15 (1913), págs. 445-450; E. Toda y Güell, Bibliografia Espanyola d’Italia: dels origens de la imprempta fins a l’any 1900, t. IV, Barcelona, Vidal-Güell, 1931; A. Palau y Dulcet, Manual del librero hispano-americano, Barcelona, Librería Anticuaria de A. Palau, 1948-1990 (2.ª ed., corr. y aum.), t. XXIV, págs. 271-274; A. Alonso, De la pronunciación medieval a la moderna en español, Madrid, Gredos, 1955, págs. 136 y 420; A. M. Gallina, “Un intermediario fra la cultura italiana e spagnola nel sec. XVI: Alfonso de Ulloa”, en Quaderni Ibero-Americani, 17 (1955), págs. 4-12; O. Arróniz, “Alfonso de Ulloa, servidor de don Juan Hurtado de Mendoza”, en Bulletin Hispanique, 70 (1968), págs. 437-457; L. Nieto Jiménez, “Los glosarios de 1553 de A. Ulloa”, en Revista de Filología Española, 71 (1971), págs. 253-285; A. Rumeu de Armas, Alfonso de Ulloa, introductor de la cultura española en Italia, op. cit., 1973; Hernando Colón, historiador del descubrimiento de América, Madrid, Instituto de Cultura Hispánica, 1973; C. di Filippo Bareggi, Il mestiere di scrivere. Lavoro intellettuale e mercato librario a Venezia nel Cinquecento, Roma, Bulzoni editore, 1988; I. J. García Pinilla, “On the identity of ‘Juan de Jarava, medico y philosopho’”, en Bibliothèque d’Humanisme et Renaissance, 57 (1995), págs. 45-66; L. Binotti, “Alfonso de Ulloa’s Editorial Project. Translating, Writing and Marketing Spanish Best-Sellers in Venice”, en Allegorica, 17 (1996), págs. 7-34.

 

José Solís de los Santos

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