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Manuel Blas Rodríguez Castellano de la Parra

Biografía

Rodríguez Castellano de la Parra, Manuel Blas. Manuel Castellano. Madrid, 3.II.1826 – 3.IV.1880. Pintor de historia y coleccionista.

Perteneciente a una familia que dio también nombres en la música y el teatro, su localización cronológica se da en la llamada primera generación de pintores de historia, ofreciendo por otro lado una evolución estilística que va desde el tradicional discipulado directo con Juan Antonio y Carlos Luis de Ribera (trabajando incluso a las órdenes directas de éste en los encargos del Congreso de los Diputados) a un final en la órbita del arte realista de Casado del Alisal. De su perfil humano cabe decir que, reaccionario en política, era un tipo madrileño muy conocido, gran aficionado al teatro y a los toros, y con una vena muy castiza y popular. Pero fue también un importante coleccionista de manuscritos, dibujos, láminas y retratos fotográficos, hasta el punto de que su colección de dibujos constituye uno de los cuatro fondos principales de la Biblioteca Nacional, que adquirió cerca de mil quinientos de su procedencia; en cuanto a las fotografías, más de veinte mil de ellas configuran los veintidós álbumes de esa misma primera Biblioteca.

No resulta muy copiosa su producción pictórica, al menos en comparación con los numerosísimos dibujos de factura propia que reflejan la laboriosidad depositada en sus grandes cuadros. Son 657 los guardados en la Biblioteca Nacional, a los que hay que sumar los del Museo del Prado donados por sus nietas y que finalmente se han comenzado a dar a conocer, y algunos bien que significativos en lugares como el Museo Municipal de Madrid. Es así como la década de 1840 resulta ser la de un laborioso aprendizaje con abundantes primeros dibujos: en algún caso copias como las de las imágenes regias de la Sala de los Reyes del Alcázar segoviano, probablemente buscando introducirse en ese gran encargo, de hacia 1852, que hizo el Estado español de una serie o galería de reyes de España, para la que, en efecto, realizó el Alfonso I el Católico. Y en esa misma línea iconográfica se encargó, tras el incendio de 1862 que destruyó el presbiterio de las Descalzas Reales de Madrid, de los dos grandes retratos de la emperatriz María y la princesa Juana imitando los originales perdidos de Pantoja de la Cruz. Pero volviendo a su etapa inicial, otro gran grupo de esos dibujos primeros lo constituyen retratos a lápiz de parientes y amigos que, o bien reflejan ya su pasión por recopilar y coleccionar, o bien responden a prácticas de aprendizaje como retratista, y desde luego es perceptible la huella de Ingres a través de su maestro Carlos Luis de Ribera; pero aunque dejen testimonio en retratos del momento como el de José Castellano (1847) o posteriores como el del torero Paquiro (de la década de 1850) e incluso en los ya naturalistas de Martínez Villergas (1872) o Vicenta Cruzada Villaamil (c. 1878-1880), lo cierto es que no convierten a Castellano en especialista del retrato, pese a tan prometedores y significativos comienzos.

La década de 1850 suponen ya una primera proyección pública de su arte: su conocido cuadro Patio de caballos de la antigua plaza de Madrid antes de la corrida (1853), aún buscando un sello de trascendencia al ofrecer los retratos de toreros y aficionados del momento (alguno de los primeros incluso ya fallecido en esa fecha), sirvió sobre todo para un encasillamiento del pintor como costumbrista en una cierta historiografía posterior, cuando lo cierto es que aquí —como en el caso de determinados pintores andaluces de la época— lo cuidado de la composición y lo ambicioso de sus proporciones busca asemejar el cuadro costumbrista al cuadro de historia (el más noble género según la establecida jerarquización de asuntos); por ello la siguiente década de 1860 será en el pintor la de sus cuadros de historia. Ello no obstante, su afición le llevó a pintar otras escenas taurinas —además de abundantes dibujos de toros— que en algunas ocasiones acabaron en Londres por compra del embajador inglés.

Pero también rindió tributo a la pintura decorativa en el desaparecido Techo del teatro de la Zarzuela (1856), encargo que refleja su proximidad por parientes y amigos a ese mundo de la música y del teatro lírico.

En cuanto a los cuadros de historia de la década de 1860 —precisamente de iconografías madrileñas o de personajes que favorecen a Madrid—, inicialmente son episodios del Dos de Mayo en la Guerra de la Independencia (las Muertes de Daoiz y Velarde) para pasar luego a la captura o Prisión de Valenzuela, personaje de claros tintes populistas para la población madrileña, y llegar así a su más conocida obra de este género, la Muerte del conde de Villamediana, interesante figura que arraiga por su misterioso asesinato en la literatura popular madrileña y con perfiles —poeta, coleccionista de pinturas, aficionado a correr los toros y de turbulenta vida, con una arrogancia equiparable a la de Valenzuela— que habían de satisfacer las aficiones castizas del pintor, el cual consigue en esa pintura un fuerte sabor de época.

Pensionado a Roma en la década siguiente (1875- 1878), la reglamentaria copia del primer envío (1875) es de Los embajadores ingleses ante el rey Mauro, del ciclo de santa Úrsula por el veneciano Carpaccio, pintor poco conocido entonces en España según se argumenta para la elección de la obra. Pese a que le acompaña una memoria escrita sobre Carpaccio y sus obras, obtiene calificación de segundo orden (o sea, la de haber cumplido sin más con el reglamento). Su segundo y último envío es el boceto y cuadro definitivo de un asunto nuevamente de la guerra napoleónica, El juramento de las tropas del marqués de la Romana (1878), que sigue fielmente el arte realista de Casado del Alisal, entonces director de la Academia en Roma.

La última época de este Castellano pintor casi actor, que desde las tres en adelante vivía en el teatro —al decir de Blasco en su necrológica, donde también recuerda sus conocimientos taurinos, sus aficiones gastronómicas, su popularidad y bonhomía—, resultaría así algo más cosmopolita, y de hecho el ataque al corazón cuya repetición en Madrid le ocasionó la muerte, le había sobrevenido en Roma, en nuevo viaje realizado pocos días antes de ese fallecimiento.

 

Obras de ~: Huida a Egipto (copia de otro dibujo de su maestro C. L. de Ribera), 1844; Serie de retratos a lápiz de familiares y amigos, 1845-1846; Copias a lápiz de las efigies reales de la Sala de los Reyes del Alcázar de Segovia, 1846; Retrato de José Castellano, 1847; Retrato a lápiz de su hermano Ramón en el papel de príncipe de “La Cenerentola”, c. 1850; El rey Alfonso I el Católico, c. 1852; Patio de caballos de la antigua plaza de Madrid antes de la corrida, 1853; Serie de dibujos taurinos de toros y toreros (cuatro álbumes), 1854-1855; Serie de pinturas taurinas, c. 1855; Retrato del torero Francisco Montes “Paquiro”, c. 1855; Pintura decorativa: techo del teatro de la Zarzuela, 1856 (desapar.); Muerte de D. Luis Daoiz y D. Pedro Velarde y defensa del Parque de Artillería por el pueblo de Madrid, el día 2 de Mayo de 1808, 1862; Retrato de la emperatriz María, c. 1862; Retrato de la princesa doña Juana, c. 1862; Muerte de Velarde, 1864; con F. de Madrazo, Figurines (dibujos) para el estreno de la zarzuela [de F. Asenjo Barbieri] “Pan y toros”, 1864; Prisión de D. Fernando de Valenzuela, 1866; Interior de sacristía, 1866; Muerte del conde de Villamediana, 1868; Los embajadores ingleses ante el rey Mauro de Bretaña 1875 (copia de Carpaccio); El juramento que el marqués de la Romana y su ejército hacen ante sus banderas, de abandonar las playas del Norte (Dinamarca) y volar al socorro de la patria en 1808 (cuadro y boceto), 1878; San Isidro hace brotar el agua del suelo (dibujo), c. 1880; Proyecto de decoración mural para capilla de San Isidro (dos dibujos), c. 1880.

Escritos: “Carpaccio y sus obras”, en La Ilustración Española y Americana, 8 de enero de 1877, Suplemento, pág. 18, y 22 de enero de 1877, págs. 51-54.

 

Bibl.: E. Blasco, “Manuel Castellano”, en Día de moda (Madrid), I, n.º 9 (5 de abril de 1880), págs. 3-4; M. Ossorio y Bernard, Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, Madrid, Moreno y Rojas, 1884 (2.ª ed.), págs. 146-147; A. M.ª de Barcia, Catálogo de los retratos de personajes españoles que se conservan en la Sección de Estampas y de Bellas Artes de la Biblioteca Nacional, Madrid, Viuda e Hijos de Tello, 1901, pág. 761; Catálogo de la colección de dibujos originales de la Biblioteca Nacional, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1906, págs. 6-7; M. Bru Romo, La Academia Española de Bellas Artes en Roma (1873-1914), Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1971; E. Pardo Canalís, “Toreros y aficionados de la Villa y Corte en un lienzo de Castellano”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños (1975), págs. 211-220; R. Carrillo, “Manuel Castellano”, en Academia, n.º 53 (segundo semestre de 1981), págs. 205- 215; E. Casado Alcalde, “Iconografías madrileñas del pintor Manuel Castellano”, en Archivo Español de Arte, LVIII (1985), págs. 115-126; La Academia Española en Roma y los pintores de la primera promoción, vol. I, Madrid, Universidad Complutense, 1987, págs. 494-606; J. M. Arnaiz et al. (dirs.), Cien Años de Pintura en España y Portugal (1830-1930), t. II, Madrid, Antiqvaria, 1988, págs. 67-70; J. L. Díez García, “‘La muerte del Conde de Villamediana’, de Manuel Castellano (1826-1880) y sus dibujos preparatorios”, en Boletín del Museo del Prado (BMP), IX (1988), págs. 96-109; “Dibujos de teatro de Manuel Castellano en el Museo del Prado”, en BMP, X (1989), págs. 87-100; G. F. Kurtz e I. Ortega (coords.), 150 años de fotografía en la Biblioteca Nacional, Madrid, Ministerio de Cultura-Ediciones El Viso, 1989, págs. 186-187; R. Cabrera Bonet, Los Toros de Castellano, t. I, Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1990; E. Casado Alcalde, Pintores de la Academia de Roma. La primera promoción, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores-Lunwerg, 1990, págs. 29-37.

 

Esteban Casado Alcalde

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