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Francisco Hurtado de Mendoza y Cárdenas

Biografía

Hurtado de Mendoza y Cárdenas, Francisco. Marqués de Almazán (II). ?, m. s. xvi-s. m. s. xvi – Barcelona, 14.X.1615. Virrey de Cataluña bajo el reinado de Felipe III.

Descendiente de una de las más prominentes familias nobles castellanas, su padre, el primer marqués de Almazán, título concedido por merced del rey Felipe II, ya ocupó cargos relevantes en su Corte y en las principales instituciones del gobierno polisinodial de la Monarquía española. Francisco Hurtado de Mendoza se casó con Ana Portocarrero. El 1 de septiembre de 1611, quien fuera II marqués de Almazán, tomaba posesión como virrey del Principado de Cataluña. La credencial como tal estaba firmada en Madrid en la fecha de 4 de febrero del mismo año y volvería a repetirse el 9 de agosto de 1614, en cada ocasión con carácter trienal. Al llegar, contaba ya entonces con una respetable experiencia política en el gobierno de Milán y como anterior virrey de Valencia, pero su gobierno en Cataluña, que se prolongó hasta que aconteció su traspaso, el 14 de octubre de 1615, fue el tiempo durante el cual se forjaron los cruciales condicionantes que provocarían la crisis política y diplomática entre Cataluña y la Monarquía de los Austrias.

La vertiginosa presión del bandolerismo, que el mismo virrey atribuía a la magnanimidad de sus antecesores en el cargo, como también a ellos se refería en relación a la crisis monetaria que acuciaba a la provincia, provocó reiteradas medidas de fuerza, cifradas en casi cien sentencias condenatorias de personas acusadas de colaborar con bandos, que tuvieron lugar durante los primeros seis meses de su gobierno. Pero en algunos aspectos estas medidas ejecutorias contrariaban la observancia de las constituciones propias de Cataluña, consiguiendo el cuestionamiento de su labor y capacidad política por parte de la Diputación del General. Una de estas medidas fue la orden de derribo de todos los castillos y edificios donde se sospechaba que se refugiaban los más significados cabecillas de las cuadrillas de bandoleros y malhechores. Asimismo, la prohibición de portar ciertas armas de fuego como los llamados pedreñales cortos, a partir de la promulgación de una pragmática el 14 de abril de 1612, tenía agraviado a lo más influyente del estamento militar. Las quejas de la clase dirigente catalana llegaron a oídos del Rey, hasta el punto de que éste ordenó investigar dichas acusaciones a Pérez de Banyatos; a la sazón se efectuaba en Barcelona la visita preceptiva de oficiales reales que le exoneraría de toda culpabilidad sin evitar, no obstante, que, en adelante, la labor del virrey fuera a ser ignorada por el gobierno de la ciudad de Barcelona, el Consell de Cent, y por los diputados del General. Mientras, el bandolerismo seguía acampando libremente por doquier. En el mes de enero de 1612, el célebre bandido Trucafort hizo caer en una emboscada que tuvo lugar en los alrededores de la ciudad de Igualada, a un convoy procedente de Zaragoza que portaba moneda y oro pertenecientes a particulares y extranjeros. No tardarían en repetirse incidentes similares en enclaves estratégicos de la geografía catalana, como el acaecido aproximadamente en el mismo lugar en diciembre de 1613, de la mano de la banda de Barbeta. Todos estos acontecimientos, en definitiva, iban alarmando y alertando a la Corte de Felipe III y al Consejo de Aragón, acerca de la inviabilidad e inseguridad de la ruta de la plata por la vía de Barcelona, pero las dificultades financieras de la Corona impedían en aquellos momentos ejecutar cualquier nueva solución.

El bandolerismo constituyó, pues, una de las peores pesadillas del virrey, máxime cuando se trataba de un problema que hundía sus tentáculos clientelares en los círculos de poder y hasta en los tribunales reales, polarizando las instituciones de gobierno en dos sectores o bandos, los llamados entonces nyerros y los cadells. En los momentos finales del virreinato del marqués de Almazán, que desde hacía tiempo se hallaba aquejado de una pésima salud, que en no pocas ocasiones había constituido una auténtica rémora a su actividad, los hombres de gobierno, tanto los de las instituciones catalanas como los de la Corte real y del círculo del valido duque de Lerma, eran conscientes de que la situación de Cataluña era peor que nunca, conscientes de que sólo existía una posible respuesta a las depredaciones bandoleras, el intervencionismo del gobierno central. El marqués de Almazán enfermó durante su ejercicio en Barcelona como virrey desde el mes de octubre, y poco tiempo después fallecía. Fue enterrado en el monasterio extramuros de Jesús.

 

Bibl.: F. Schwartz y F. Carreras i Candi (dirs.), Manual de Novells Ardits vulgarment apellat Dietari del Antich Consell Barceloní, vol. X, Barcelona, Imprenta Henrich y Compañía, 1902; J. Mateu i Ibars, Los virreyes de los estados de la antigua Corona de Aragón. Repertorio biobibliográfico, iconográfico y documental, vol. I, tesis doctoral, Barcelona, Universidad, 1960; J. Reglà i Campistol, Els virreis de Catalunya: els segles xvi i xvii, Barcelona, Vicens Vives, 1961; F. Soldevila, Història de Catalunya, vol. II, Barcelona, Alpha, 1962; J. Lalinde, La institución virreinal en Cataluña, 1417-1716, Barcelona, Instituto de Estudios Mediterráneos, 1964; J. H. Elliott, La rebelión de los catalanes. Un estudio sobre la decadencia de España (1598- 1640), Madrid, Siglo XXI, 1986; X. Torres, Nyerros i Cadells: bàndols i bandolerisme a la Catalunya moderna (1590-1640), Barcelona, Quaderns Crema, Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona, 1993; J. M. Sans i Travé (dir.), Dietaris de la Generalitat de Catalunya, vol. IV, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 1997.

 

Mariela Fargas Peñarrocha