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Beato Nivardo de Fontaines

Biografía

Nivardo de Fontaines, Beato. Castillo de Fontaines (Borgoña), c. 1100 – La Espina (Valladolid), s. m. s. XII. Monje cisterciense (OCist.) y fundador del Monasterio de La Espina, muerto en loor de santidad.

Fue el hermano menor de san Bernardo, nacido en el castillo de Fontaines, del matrimonio formado por Tescelín el Moreno y Alicia de Montbard. Fue el menor de la familia de Bernardo de Claraval, quien arrastró consigo al Císter a un cortejo de treinta compañeros, entre los cuales se contaban cuatro hermanos suyos y un tío materno.

De muy diversas maneras ha sido interpretado este hecho. Los estudios históricos documentados, disponibles hoy día, se salen más de la leyenda y se atienen más a la realidad. La Abadía de Claraval, de la que Bernardo iba a ser el fundador, fue una fundación del Císter que muy pronto caminaría por sí sola e imprimiría a la expansión cisterciense un sesgo muy particular, de modo que las filiales de este monasterio se extendieron por toda Europa con mayor rapidez y número que las de las otras casas hijas del Císter: La Ferté, Ponrigny y Morimond.

Nivardo parece que se encaminó a Claraval una vez que alcanzó la edad para ello. Y por algunas fuentes se sabe que era una persona y un monje ferviente y entregado, buscando una ocasión para dejar sentir su valía.

Se presentó ésta cuando la princesa Sancha, hermana de Alfonso VII, planeó la fundación de La Espina, a mediados del siglo XII. San Bernardo le llamó para confiarle la misión de llevar el nombre del Císter a España, fundando la Abadía de La Santa Espina (Valladolid), para satisfacer los ruegos de la princesa Sancha. Como todas las fundaciones, los principios fueron muy costosos, pero acertó a superar todas las pruebas que se fueron presentando, logrando echar los cimientos de esta abadía, que llegaría a ser una de las más célebres de la Orden. Él, por su parte, se contentó con vivir en el anonimato total, sin ostentar cargo alguno de importancia (y aquí no se sabe hasta qué punto se cae en las suposiciones o en la historia verdadera). Yerran cuantos le quieren hacer primer abad del monasterio. Nunca ostentó ese título: el Señor le llamó a su seno en fecha que es desconocida, aunque se supone que debió de suceder hacia 1160.

Se habla de que en La Espina existía un repostero antiguo con el blasón de los fundadores y una orla con esta inscripción: “Petit: aedificat: didat: protegit: aperit: Sanctia: Bernardus: per Nivardum: Alphonsus: Spinea: Corona Petrus”, cuya interpretación viene a ser: “Doña Sancha pide religiosos; Bernardo edifica el Monasterio por medio de Nivardo; Alfonso el emperador lo dota y enriquece, la Corona de Espinas le protege, San Pedro le abre las puertas”. La opinión más generalizada de los autores cree que se trata del propio hermano del santo, pero desde que el padre Cocheril intentó negar esta tradición multisecular de los españoles —confirmada en el siglo XVII por el testimonio de los propios monjes de Claraval— se puede dar casi por segura la puesta en marcha por él del monasterio, donde murió y fue sepultado, pero se ignora el lugar de enterramiento. En una visita que un historiador español hizo a Claraval en el siglo XVII, con objeto de sondear la opinión de los monjes de aquella casa respecto al hermano menor de san Bernardo, encontró que la creencia general era que había venido a España a fundar y en España se había quedado.

Hay material más que suficiente para probar que vino a La Espina. El padre Damián Yáñez aporta una idea que nadie ha empleado, y es “que vino a España enviado por san Bernardo, para dar pruebas de afecto a la princesa, que puso en marcha la fundación de la Espina en 1147 es totalmente seguro. Si pensamos que los comienzos de toda fundación suelen ser muy penosos y saturados de privaciones de todo género, la Espina debió tener por lo menos ocho o diez años para cobrar cierta seguridad y arraigo. En aquellos tiempos no se movía a los monjes con la misma facilidad que ahora, y el grupo de fundadores solía permanecer en la fundación hasta la muerte”.

Los cistercienses de La Espina celebraban su fiesta, todavía en el siglo XVII, el día 7 de febrero.

 

Bibl.: C. Henríquez, Menologium Cisterciense, Antuerpiae, 1654, págs. 46-47; A. Manrique, Anales Cistercienses, t. IV, Lugduni, 1659, págs. 414-416; A. de Yepes, Corónica general de la Orden de San Benito, t. VII, Madrid, 1675, fol. 329 (Madrid, Atlas, 1960); A. de Heredia, Vidas de Santos, Bienaventurados y personas venerables [...] de la Orden de San Benito, t. I, Madrid, 1683, pág. 543; A. Gutiérrez Cuñado, Un rincón de Castilla, Madrid, Imprenta Ibéria, 1913, pág. 34; H. Antón, Monasterios medievales en la prov. de Valladolid, Valladolid, 1942, pág. 119; E. Martín, “La entrada del Císter en España y san Bernardo”, en Cistercium, V (1953), pág. 284, nota 11; J. P. Migne, Patrología Latina, Ridgewood, n.º 1, Gregg Press, 1965; D. Yáñez Neira, “El Monasterio de la Espina y sus abades”, en Archivos Leoneses, XXV (1972), págs. 77 y ss.; J. l. Rodríguez de Diego, El Tumbo del Monasterio Cisterciense de la Espina, Valladolid, Universidad, 1982.

 

Francisco Rafael de Pascual, OCist.

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