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Pedro Fajardo

Biografía

Fajardo, Pedro. ?, c. 1431 – Murcia, 30.XII.1482. Adelantado mayor del reino de Murcia.

Hijo de Alfonso Yáñez Fajardo y de María de Quesada, Pedro Fajardo descendía, por parte de padre, de los Fajardo, un linaje paradigmático dentro de la nobleza trastamarista. Por parte de madre, destacaba su abuelo materno, Pedro Díez de Quesada, señor de Garcíez, casado con Juana de Carcano.

Pedro Fajardo conoció tres reinados, once años los vivió durante el tiempo de Juan II, el reinado de Enrique IV lo cubrió enteramente y aun gobernó ocho años en Murcia durante la época de los Reyes Católicos.

Puede afirmarse sin duda que, durante todo ese tiempo, con mayor o menor intensidad, y una vez superadas las dificultades que le impedían tener el poder absoluto, Pedro Fajardo actuó, en Murcia, como un verdadero virrey.

Cuando falleció su padre, en 1444, Pedro que aún no había cumplido los catorce años, quedó bajo la tutoría de su madre. Heredó las posesiones de su progenitor así como el título y cargo de adelantado mayor del reino de Murcia. María de Quesada defendió de manera ejemplar y enérgica los derechos de su hijo frente a las pretensiones de su pariente Alonso Fajardo, alcaide de Lorca. Por aquellos entonces, el reino se debatía en lucha encarnizada entre los partidarios de los infantes de Aragón y los del condestable Álvaro de Luna. Dentro de un contexto más inmediato, en Murcia la vida política estaba caracterizada por la presencia del citado Alonso Fajardo, denominado el Bravo, que aspiraba a que ese reino, frontera de Aragón, estuviera prácticamente fuera de la obediencia oficial. También, durante los primeros años de juventud de Pedro Fajardo se produjeron constantes luchas en la frontera granadina y así, junto con el conde de Arcos, su tío Fajardo el Bravo —victoria de Los Alporchones— habían conseguido finalmente imponer a Muűammad X una tregua de cinco años desde el primero de septiembre de 1452.

Dos años después, comenzaba el tortuoso reinado de Enrique IV de Castilla que, en la primavera de 1455, hubo de desautorizar una tregua del Bravo con la autoridad nazarita, ya que en los enfrentamientos eran utilizados mercenarios granadinos contra su sobrino Pedro y su aliado, el marqués de Villena, Juan Pacheco. El final de Fajardo el Bravo, en permanente enfrentamiento con su sobrino, fue épico. El alcaide, convertido en árbitro del reino, llevaba a cabo una sistemática actuación arbitraria y sanguinaria, como se comprueba en la represión a los mudéjares de Lorca en 1453, o el saqueo de Mojácar. Dueño de Alhama y Mula, este frontero legendario se dispuso a completar sus hazañas, aprovechando la debilidad de su sobrino Pedro, conquistando la capital, Murcia. En aquella guerra sin cuartel entre parientes, el Rey, aunque reacio a intervenir, se vio obligado a tomar partido para restablecer la autoridad, pero, influido por el marqués de Villena, que defendía a Pedro, por una carta fechada en 1457, perdonaba al adelantado todas sus tropelías y le permitía, además, que combatiera a su tío a fin de recuperar varias ciudades. Para supervisar aquella operación, el Rey nombró un corregidor en Murcia —un Portocarrero— pariente de Pacheco, todopoderoso del Rey. El regimiento murciano protestó, porque veía en el favoritismo hacia Pedro Fajardo una circunstancia que podía aumentar aún más los males para la ciudad. El adelantado, entonces, estaba acusado de todo tipo de tropelías —incluyendo el asalto a las casas del corregidor Diego de Ribera, el robo de pertrechos de guerra o actos de piratería contra un comerciante genovés—, pero el marqués de Villena le necesitaba para defender su patrimonio justo en la frontera murciana. Enrique IV había redondeado su favor a Pedro Fajardo conminando al regimiento murciano para que fuera designado como uno de sus dos representantes, por la ciudad, para las Cortes de Córdoba. Fue un tremendo error que colocaba la autoridad real en entredicho. Pedro Fajardo de día en día se iba haciendo más independiente sobre todo cuando, en aquella guerra entre Fajardos, el adelantado venció a su pariente en la batalla de Molinaseca.

Enrique IV comunicó al reino que la guerra había concluido y que el vencido podía conservar los señoríos de Xiquena y Caravaca, entre otros bienes.

Los hermanos Pacheco-Girón y, por supuesto, Pedro Fajardo, habían sido los vencedores pero el concejo de Murcia se sintió como el verdadero perdedor. Todavía el Bravo se resistió y tomando Caravaca, que aún le obedecía, volvió a la lucha. Murió, probablemente, durante el asedio a la citada villa, a finales del año 1461. Un año después, Enrique IV concedía a Juan Pacheco los alumbres que hubiese y se encontrasen en el reino de Murcia. Villena cedió la mitad a Fajardo y el Rey lo confirmó.

Pedro fue uno de los nobles que, como no podía ser de otra manera, apoyó la rebelión nobiliaria que, capitaneada por Pacheco, llevó al trono al príncipe heredero Alfonso el 5 de junio de 1465. Sin embargo, el reino no alzó pendones por el joven Rey, de manera oficial, hasta el 1 de febrero de 1466 a pesar de que las relaciones entre el adelantado y el jovencísimo Monarca no pudieron ser más cordiales. Murcia fue beneficiada, a petición del propio Fajardo, con exenciones varias y se le concedió, asimismo, una casa de moneda. Como el adelantado consiguió que la villa de Lorca pasara a la obediencia alfonsina, el Rey la premió con un mercado franco. Una vez que Pedro Fajardo consiguió el señorío sobre Cartagena —a costa de Beltrán de la Cueva— y Lorca, proclamó, en sesión extraordinaria y con el ritual establecido, a Alfonso (XII) como rey de Castilla.

Pedro Fajardo recibió del rey Alfonso mercedes importantes, desde el citado señorío de la ciudad de Cartagena, la tenencia perpetua del alcázar de Murcia, la alcaidía de Monteagudo, las rentas reales de la ciudad de Murcia y varias cantidades situadas en rentas varias de localidades murcianas. Durante los años de dominación alfonsina, el reino de Murcia llevó una vida independiente con Pedro Fajardo al frente de un gobierno totalmente en sus manos. En algún momento, como el episodio de los comendadores de la Orden de Santiago de Moratalla y de Mula que intentaron un levantamiento del antiguo partido del Bravo, se produjo una resistencia a ese poder omnímodo. Pero el intento se saldó con un sonoro fracaso.

A Fajardo, que gozaba de excelentes relaciones con el marqués de Villena —con quien tenía establecido un convenio económico para el abono de rentas— todo le iba saliendo a su antojo: era como si aquel espacio territorial se hubiera desprendido del reino.

El adelantado fue uno de los primeros nobles que acató a la futura Reina Católica, heredera de su hermano Alfonso, en sus aspiraciones legítimas al trono de Castilla. En Murcia, la insuficiencia documental de estos años nos indica una situación, tras el acto de Guisando (1468), que parece demostrar un intento de golpe de estado. Pedro Fajardo se había hecho nombrar regidor perpetuo de la ciudad y, a todos los lugares que estaban bajo su autoridad les ordenó que, en adelante, debían abstenerse de dar “obediencia alguna a rey alguno”.

Hay autores que hablan de un “gobierno independiente” del adelantado desde 1468 a 1475.

No obstante, el adelantado fue un fiel seguidor de la causa de Isabel y Fernando, como se comprobó en la guerra civil. Los Monarcas no tuvieron más opción que confirmar la donación de Cartagena con todos sus derechos —el 1 de abril de 1477— por juro de heredad para no perder la lealtad del reino de Murcia, si bien no expidieron la concesión con el título de conde. El hecho de no respetarse la concesión del título mostraba la poca disposición de los Reyes Católicos a que la ciudad fuera enajenada del patrimonio real a perpetuidad como luego se demostraría al recuperarla. En otras cuestiones tampoco cedieron los Monarcas a las pretensiones de Fajardo caso del episodio del desafío con Diego López de Haro (1480), un reto que los Reyes Católicos hubieron de prohibir.

Pero independientemente de algunos roces, durante los años del reinado de los Reyes Católicos, Fajardo se distinguió defendiendo su bandera, no sólo en la citada guerra de sucesión, sino en otras empresas caso de la llamada “Guerra del Marquesado” contra Diego López Pacheco, defensor de los derechos de doña Juana lo que le obligó a batallar contra el obispo de Toledo. Asimismo, el adelantado constituyó un firme apoyo en la defensa de la candidatura de su suegro, Rodrigo Manrique, al maestrazgo de Santiago, por el que no dudó en pelear y, además, se enfrentó a los granadinos, que en 1477 habían invadido el reino. Finalmente, aunque los datos no están suficientemente contrastados, Pedro Fajardo intervino en la última de sus acciones bélicas: la guerra de Granada.

Pedro Fajardo se había casado con una hija del conde de Paredes, Rodrigo Manrique, Leonor, con la que tuvo cuatro hijas y un varón. Las hijas fueron Luisa, la primogénita, Juana, casada con el conde de Concentaina que no tuvo sucesión, Mencía, dama de Isabel I, casada con un regidor de Baeza, veinticuatro de Sevilla y juez de cambios en Sevilla y, finalmente, Catalina, que profesó como monja. El único hijo varón de Pedro Fajardo y Leonor Manrique, Juan, nacido en 1474 y fallecido tres años después, ostentó el título de comendador de Caravaca por concesión de su abuelo materno, entonces maestre de Santiago. La prematura desaparición del heredero varón provocó un vivo interés de los Monarcas para intervenir en la futura herencia del adelantado. Se imponía, inevitablemente, la herencia por vía femenina, y la primogénita, Luisa, habría de suceder a su padre en el cargo de adelantado y en todos sus señoríos. Los Reyes Católicos impusieron a Pedro Fajardo, en 1477, un candidato discreto y de modesta condición pero fiel a los Reyes, que les permitía controlar el poder y evitar la independencia de Murcia. De esta forma se pactó el matrimonio de Luisa Fajardo con Juan Chacón. Éste era hijo de Gonzalo Chacón, un noble modesto pero políticamente importante en la ejecución del programa político de Isabel. Chacón, un hombre del entorno del condestable Álvaro de Luna, había sido tutor de los infantes Isabel y su hermano Alfonso cuando eran niños, y con el tiempo se convirtió en contador mayor. Bajo la protección de los Reyes Católicos, la heredera de Pedro Fajardo y su marido se convirtieron en un linaje preferente del reino.

El adelantado falleció el 30 de diciembre de 1482 en su palacio murciano. Los regidores, en señal de luto, ordenaron que no se hiciera la fiesta de Año Nuevo. Su nieto, que también llevaba su nombre, Pedro, acabó convirtiéndose en el primer marqués de Los Vélez, ostentando un sólido estado señorial que incluía parte del antiguo reino de Granada.

 

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Dolores Carmen Morales Muñiz