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José Gil Palomar

Biografía

Palomar, José Gil. Zaragoza, p. m. s. XVIII – 23.VII.1796. Compositor y organista.

No debe confundirse a este compositor con otros músicos contemporáneos del mismo nombre, como el segorbino José Gil, que llegó a ser maestro de la Colegiata de Rubielos (Teruel), de la Catedral de Teruel y de la Catedral de Orihuela (Alicante); o como el José Gil que fue primer organista de la Catedral de Mondoñedo (Lugo) en 1778 y falleció en 1821.

En el caso del músico que nos ocupa, su apellido era Palomar y José Gil sus nombres de pila. Según los datos que proporciona Antonio Ezquerro, ejerció el cargo de maestro de capilla y organista de la Catedral de Huesca desde octubre de 1763 hasta el 30 de abril de 1781, sucediendo a Francisco Salas. En la Catedral de Jaca (Huesca) se conservaba un impreso de 1768 con el texto de unos villancicos de Palomar, a quien se cita como “racionero maestro de capilla y organista de Huesca”. Por otra parte, en el Libro primero de prepositura de 1754 a 1770 de la Seo de Huesca aparece citado en varias ocasiones hasta 1769, cuando cobró entonces “por templar el órgano, 6 libras” y “por las misas de infantes, 5 libras, 16 sueldos”. Según la información obtenida de las actas capitulares de la Catedral de Huesca, el 9 de noviembre de 1770 presentó al Cabildo un memorial “en que pide la perpetuación, aumentando la congrua para ordenarse, y se le concedió uno y otro, aumentando la congrua hasta 40 libras, y al mismo tiempo, se le dio carta de favor del Cabildo para el arzobispo, pidiéndole se digne darle a este obispo las facultades para ordenarle”. De todo ello se obtiene como conclusión que Palomar procedía del arzobispado de Zaragoza; siguen refiriendo las citadas actas cómo “se determinó por voluntad del Cabildo, se le dé como pide veinte libras jaquesas de la mensa canónica todos los años, atendiendo a su mucha aplicación, y aprovechamiento de los chicos, y que concurriendo a la contaduría con el número hoy decretado, se le satisfaga todos los años”.

En 1777 intervino como examinador en las oposiciones al puesto de organista de la Catedral de Lérida, convocadas tras la vacante originada por la renuncia de José Ferrer, el cual asumió la organistía de la Catedral de Pamplona. Los opositores fueron Manuel Noguera (organista de la Catedral de Vic, Barcelona), Miguel Castelló (organista de la iglesia de Alforja, Tarragona) y Juan Prenafeta (organista de la iglesia de San Juan de Lleida), siendo el primero de ellos el elegido. Desde aquel contacto con Lérida, las relaciones de Palomar con el Cabildo de la Catedral debieron de ser amistosas también muy enriquecedoras, ya que de nuevo en 1778 se le encargó para que dictaminara sobre las obras de los nuevos órganos que había preparado el organero Scherrer para esa Catedral (1773- 1776), como consta por una “Plica comprensiva de la copia auténtica de la contrata del órgano de la nueva Catedral de Lérida otorgada por los señores canónigos comisionados del muy ilustre Cabildo de la citada iglesia; con Luis Scherrer organero”. El dictamen de Palomar sobre el órgano está firmado en “Lérida 12 de julio de 78” y Ezquerro lo reproduce parcialmente en su artículo del Diccionario de la Música Española: en él Palomar dice haber “empleado largos ratos en examinar” la obra del órgano y declara que “en la primera prueba general que hice, habiendo visto la contrata donde se admira multitud de registros y gran multitud en algunos, de que debía esperar una armonía grande, más de la que hasta entonces había experimentado en otros órganos no tan grandes, me hallé defraudado según la gran idea que tenía formada, y casi convencido de que en dicha obra había defectos muy notables, que impedían la sonoridad y valentía que yo esperaba en sus voces, y particularmente en los flautados, contras y registros de lengüetería, Mas reflexionando sobre la gran distancia y altura, que es preciso que haya desde los teclados a los secretos, y por consiguiente a la colocación de muchos de los mencionados registros, a causa de la mucha obra; y habiendo procurado oírlos todos diferentes veces, a distintas y más convenientes distancias para hacerme cargo de ellos, he visto que todos generalmente tienen las voces bastante iguales, y propias de lo que cada uno debe, sin que haya notado especial diferencia en el cuerpo y sonoridad a la que he experimentado en otros órganos en los mismos registros; ni menos tardanza en responder los caños, aun de los flautados, siendo éstos tan grandes, y su colocación tan remota; antes mucha puntualidad, y igualmente la lengüetería donde regularmente se suele ver más este defecto. También he hecho varias pruebas por conocer la buena construcción de los secretos, y ver si por alguna parte puede salir el viento, y si a éste le dan igual los fuelles de nueva invención; la que he visto es particular para obviar los embiones [= evitar los golpes de aire], y movimientos violentos (que puede causar el descuido de los que manejan las que no están dispuestas con este artificio); y útiles para su mayor duración, y así mismo para la afinación del órgano. Con estas, y otras muchas diligencias que he practicado para el conocimiento de esta obra, puedo decir a V. S. I. es admirable en toda su disposición, y que manifiesta el gran esmero con que el artífice ha procurado desempeñar lo que ofreció en la contrata, para lo que también he hecho visura especial de todos los registros con arreglo a ella; y he encontrado ha puesto cuatro sobre los que debía. No dejo de hacer particular mención del acierto que el artífice ha tenido en la distribución de las consonancias, disponiéndolas con primor para todas las posturas, y tonos; y si algún escrúpulo disimulable le he propuesto en esta parte, ha ofrecido perfeccionarlo más en la afinación precisa, y que me asegura ha de hacer en adelante, no habiéndolo hecho en mi presencia como con algunos caños defectuosos lo ha practicado, porque habiendo de mover los flautados y fundamentos en algunos signos, por consiguiente ha de afinar y mover los mismos signos en todos los registros, y es obra para largos ratos. Del organito para acompañar, digo: me parece ha cumplido con lo ofrecido, y que está bien dispuesto; pero atendiendo al destino, no omito acordar a V. S. I. que hay lugar en su caja para añadir dos octavas de flautados de catorce, por bajo, con que sería mucho más apreciable para el acompañamiento de la capilla”.

Tres años más tarde, el 30 de abril de 1781, Palomar se despidió pues había sido elegido el 29 de marzo de 1781 maestro de capilla del Pilar en Zaragoza, sucediendo en el cargo a Manuel Álvarez. Palomar ejerció el magisterio zaragozano del Pilar hasta su fallecimiento y en el transcurso de su mandato fue maestro del que sería posteriormente compositor Francisco Secanilla. El 29 de noviembre de 1782 emitió en Zaragoza su dictamen sobre la jubilación del organista del Pilar Tomás Soriano. El Cabildo concedió la jubilación solicitada, con toda la renta, y “que las 12 libras que se le daban por afinar y componer el órgano se le den a un diestro y hábil organista, que tenga ese cuidado, como se hace en la Seo. Que en cuanto al organista 2°, siendo peculiar del 1° ponerlo y quitarlo, se deja a disposición del maestro de capilla [Palomar], para que por los medios más prudentes ponga otro que desempeñe y sea de mejor gusto en el tañer, y respecto a lo demás que dice el dictamen, se conformó el Cabildo con el dictamen del memorial original”. Ezquerro afirma que pese a su prestigio como organista, su personalidad como maestro del Pilar debió de quedar eclipsada en buena parte por la de su compañero en el magisterio de la Seo, Francisco Javier García Fajer Sobre su fama, Hilarión Eslava en su Museo orgánico escribe lo siguiente: “Además de los organistas de quienes acabo de dar noticias, hubo en el mismo siglo xviii otros varios que gozaron de muy buena reputación. Para no defraudar su fama, ni hacer demasiado larga esta memoria, me contentaré con poner aquí sus apellidos, como se encuentran citados en varias obras y manuscritos; y que son los siguientes: Brocarte, Espona, Ferrer, Lombida, Iribarren, Eguiguren, Pueyo, Ustarroz, Palomar, Murguía, Vigaray y Sabatán”. No se han conservado obras de José Gil Palomar para tecla. Juan José Mur le atribuye una Misa a 4 con violines que carece de Benedictus y que se conserva incompleta en el archivo de música de la Catedral de Huesca, “porque la caligrafía de esta composición es idéntica a la de un oficio dirigido por José Gil de Palomar al Cabildo de Huesca dando cuenta del resultado de unas oposiciones para sochantre, firmado por él”. Según afirma Baltasar Saldoni, “en 1859 se conservaba de este maestro [en los archivos catedralicios zaragozanos] una Misa de réquiem a ocho riguroso con bajones, de un mérito notable”, lo que era confirmado en 1895 por A. Lozano (“el archivo conserva una Misa de réquiem a ocho voces con acompañamiento de bajones”).

 

Obras de ~: Catedral de Astorga: Domine et Dixit Dominus; Salves y motetes a Nuestra Señora, Catedral de Huesca: Misa a 4 con violines; Catedral de Jaca: Agitada de tristes; Recitado a dúo al Santísimo. Archivo de las Catedrales de Zaragoza: Gozo Altos héroes perdonadnos.

 

Bibl.: F. Pedrell, Documentos inéditos para su Diccionario, Barcelona, s. f., Biblioteca de Cataluña, Ms. 942; F. de Latassa, Biblioteca nueva de escritores aragoneses que florecieron desde el año de 1753 hasta el de 1795, Pamplona, 1801; H. Eslava, “Breve memoria histórica de los organistas españoles”, en Museo orgánico español, Madrid, 1854; A. Lozano, La música popular, religiosa y dramática en Zaragoza, desde el siglo xvi hasta nuestros días, Zaragoza, Tipografía de J. Sanz y Navarro, 1895; N. Álvarez Solar-Quintes, “El compositor español José de Nebra († 11-VII-1768). Nuevas aportaciones para su biografía”, en Anuario Musical, IX (1954); P. Calahorra, “Cien años de la historia del órgano de San Pablo de Zaragoza”, en Anuario Musical, XXV (1971), págs. 143-167; J. Mujal, Lérida. Historia de la música, Lérida, Dilagro, 1975; D. Preciado, “Joaquín Nebra (1709-1782). 52 años largos de organista en la Seo de Zaragoza (1730-1782)”, en Tesoro sacro-musical, 1 (1977), págs. 12-17 y 2 (1977), págs. 40-45; J. V. González Valle, “Tradición y progreso en los maestros de música de las catedrales de Zaragoza durante el siglo xviii’”, en Estudios de Musicología Aragonesa, Zaragoza, Pórtico, 1977, págs. 39-40; J. V. González Valle, Organistas de las catedrales de Zaragoza, Madrid, Real Musical, 1978; B. Calle, Órganos y organistas de la Catedral de Lérida, Madrid, Alpuerto, 1980; J. J. Carreras, La música en las catedrales durante el siglo xviii. F. J. García (1730-1809), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1983; D. Preciado, Doce compositores aragoneses de tecla (s. xviii), Madrid, Editora Nacional, 1983; B. Calle, Catálogo de música y documentos musicales del archivo de la Catedral de Lérida, Lérida, Dilagro, 1984; A. Martín Moreno, Historia de la música española. 4. Siglo xviii, Madrid, Alianza, 1985; J. J. de Mur, Catálogo del archivo de música de la Catedral de Huesca, Huesca, Gráficas Alós, 1993; A. Ezquerro, “Memoria de actividades de RISM-España. 1994. III. Archivo de música de la Catedral de Barbastro (Huesca), E:BAR”, en Anuario Musical, L (1995), págs. 286-293; A. Ezquerro, “Gil Palomar, José”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, t. V, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 2000.

 

Paulino Capdepón Verdú