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Ángela Tabares Martínez

Biografía

Tabares Martínez, Ángela. Ángela María de la Concepción. Cantalapiedra (Salamanca), 1.III.1649 – El Toboso (Toledo), 13.IV.1690. Monja trinitaria (OSTD), reformadora de monjas y escritora mística.

Sus padres, Alonso Tabares Velasco y María Martínez Santos, agricultores acomodados, llegaron a tener diez hijos, de los que sobrevivieron cinco; y de estos últimos, cuatro se consagraron al Señor: dos sacerdotes, una carmelita descalza y Ángela María de la Concepción. Ésta, la más pequeña, desde niña quiso ser monja. Entró en las carmelitas de Valladolid (25 de septiembre de 1668), pero, por falta de salud, dejó el hábito de Santa Teresa antes de la profesión.

Poco después, a la edad de veinte años, ingresó como trinitaria calzada en el Monasterio de Medina del Campo (Valladolid), profesando allí el 21 de septiembre de 1671.

No tardó en sentirse inspirada por Dios para trabajar por la reforma del estilo de vida de las trinitarias, restituyéndolo a la observancia primitiva. Como recordará ella misma en una carta al nuncio (1681), alimentaba la idea, y así lo expresó a sus superiores, de efectuar “esta reforma debajo de la jurisdicción de los padres Descalzos” de la Santísima Trinidad, pero topó con “la oposición de los padres Calzados, en orden a que esto no pasara a la Descalcez”. Por ello —dice—, “suspendí el solicitarlo por esta vía, aunque siempre fiada en que, si este mi deseo era del agrado de Dios nuestro Señor, Su Majestad lo dispondría cuando y como lo tenía determinado”. En 1676 obtuvo de fray Baltasar Álvarez, ministro provincial de la provincia trinitaria de Castilla, la licencia para una nueva fundación. Pero ya antes, al menos desde hacía tres años, como se refleja en sus cartas, trató de la fundación, sobre todo con su director espiritual Juan Marroquino Paradinas, e hizo tentativas de búsqueda de lugar en Medina del Campo, donde vivía, y en otras localidades no muy lejanas: Cantalapiedra y Medina de Rioseco. El licenciado Cipriano García, cura vicario de Cantalapiedra, la apoyó con entusiasmo e incluso legó 12.000 ducados para la futura fundación.

De entre los frailes de la Trinidad, se distinguió por su apoyo incansable, para la fallida fundación en Rioseco primero y para la definitiva y lograda después, el padre M. Antonio de Olivera. Los trinitarios castellanos supieron de un convento a medio hacer en El Toboso (Toledo), que había sido proyectado para monjas clarisas y hubo de ser abandonado por motivos pecuniarios; aprovecharon la oportunidad y, tras entenderse con el protector del inacabado convento, Carlos de Villamayor y Vivero, el provincial padre Salazar, en nombre de la Orden y de la propia sor Ángela de la Concepción, solicitó del Consejo Real la autorización para establecer en el inmueble un Monasterio de Trinitarias Recoletas. La licencia fue concedida el 20 de diciembre de 1679, no sin antes haber vencido la oposición de los capuchinos y carmelitas del lugar y las reticencias del municipio toboseño, que veía la nueva fundación como una carga innecesaria para el pueblo. La deuda contraída con el protector (16.000 ducados) fue saldada por sor Ángela de la Concepción gracias a la ayuda recibida de su hermano Alonso Tabares y de Cipriano García, vicario de Cantalapiedra.

De paso para El Toboso, Ángela de la Concepción y varias hermanas más, algunas provenientes de Medina del Campo y otras agregadas en Madrid, vistieron el nuevo hábito de trinitarias recoletas en el Convento de los Trinitarios Calzados de Madrid el 20 de mayo de 1680. El grupo llegó a la localidad toledana el 24 del mismo mes, donde fueron recibidas solemne y alborozadamente por las autoridades y el pueblo entero. Esta última (24 de mayo de 1680) es considerada la fecha fundacional del primer Convento de monjas Trinitarias Recoletas en El Toboso y, con ello, la data histórica del inicio de la reforma.

El 11 de abril de 1681, después de haber vivido los primeros once meses en la casa de las Memorias, las dieciocho primeras monjas entraron en el monasterio, construido aún sólo en parte (la iglesia sería inaugurada en febrero de 1687). El 10 de junio siguiente Ángela de la Concepción renovó su profesión comprometiéndose a la observancia de la regla primitiva de la Orden de la Santísima Trinidad; desde entonces se llamó Ángela María de la Concepción.

Nada más instalarse en el Monasterio, con toda su comunidad, emprendió las diligencias necesarias para poder realizar su permanente deseo de pasar a la jurisdicción de los trinitarios descalzos o reformados. Primero, con el máximo sigilo para que no se enteraran los padres calzados, mediante los servicios de fray Pedro de la Asunción, ministro del Convento romano de San Carlino y procurador general de los trinitarios descalzos, hizo llegar al papa Inocencio XI la petición de que tuviera a bien encomendar al nuncio en Madrid, que era Savo Millino, la ejecución del cambio de jurisdicción; las monjas se basaban en que “la perfecta observancia que deseaban sólo la tendrían bajo la jurisdicción y dirección de los Padres Descalzos de la Orden de la Santísima Trinidad, entre los cuales florece la perfecta observancia”. Con carta del 11 de agosto de 1681 Ángela María de la Concepción, priora, y sus hermanas de comunidad (veinticinco en total: cinco profesas y veinte novicias) suplicaron al nuncio “que por sí o con su patrocinio ante Su Santidad, nos dé el consuelo de que nos separen de esta Congregación, aunque santa, de Padres Calzados, sujetándonos a los Padres Descalzos de nuestra sagrada Religión de la Santísima Trinidad y su General”. Millino remitió a Roma el informe que desde allí se le había solicitado adhiriéndose personalmente al deseo expresado por las religiosas (11 de septiembre de 1681). Pero he aquí que, enterados de todo ello, los trinitarios calzados consiguieron abortar las diligencias y cerrar las puertas a los descalzos. A sor Ángela de la Concepción no le quedó otra salida más que la de plegarse y formalizar su dependencia de los trinitarios calzados de la provincia de Castilla. En virtud de un poder otorgado por las monjas (20 de febrero de 1683) el padre Antonio de Olivera fue el que las representó a la hora de firmar la escritura de acuerdo o concierto, que lleva la fecha de 26 de mayo de 1683 (la ratificación de parte de la comunidad es del 9 de junio). En tal acuerdo se precisa que las religiosas son trinitarias recoletas sujetas para siempre a la jurisdicción de los trinitarios calzados. El padre Olivera permaneció como vicario del Monasterio desde 1681 hasta 1693.

Los primeros tiempos de la fundación fueron difíciles.

Ángela de la Concepción se acordaba de su venerada madre Teresa de Jesús y se sentía “muy gustosa de que se pareciese en algo esta fundación a las que ella hacía”. Sus constituciones para las trinitarias recoletas fueron aprobadas por Inocencio XI el 22 de febrero de 1685, por lo que es considerada definitivamente la reformadora de las religiosas trinitarias contemplativas.

En 1687 tuvo la oportunidad de fundar un nuevo Monasterio, esta vez en Almonacid de Zorita (Guadalajara), pero ni ella ni sus hijas lograron obtener la licencia correspondiente del arzobispo de Toledo, cardenal Luis M. Fernández Portocarrero. Tras nueve meses de dolorosa enfermedad, que la tuvo postrada en cama, murió en El Toboso el 13 de abril de 1690. El año 1903 dio comienzo su proceso de beatificación.

Entre sus escritos, destacan su autobiografía, completada por notas de sus primeras compañeras, que fue editada por primera vez en 1854 (gozó de una segunda edición en 1901), y una obra espiritual sobre el camino de la santidad, intitulada Riego espiritual, que ha contado con tres ediciones desde 1691. Son textos que, por su estilo y contenido, hacen pensar en dos libros de santa Teresa de Jesús: Vida y Camino de perfección.

 

Obras de ~: Desafío espiritual, c. 1685 (inéd.); Tratado de las virtudes teologales, c. 1686 (inéd.); La oración mental, c. 1686 (inéd.); Riego espiritual para nuevas plantas, sacado y recogido de la doctrina de Padres de la Iglesia y Doctores místicos, Madrid, 1691; Vida de la venerable madre sor Ángela María de la Concepción, Reformadora [...], y Fundadora del convento de Religiosas Trinitarias de la villa de Toboso, escrita por la misma [...], Quintanar de la Orden, 1854; No perdamos tus pisadas, El Toboso, 1991; Cartas, Andújar, 1994.

 

Bibl.: A. de la Asunción, Diccionario de escritores trinitarios de España y Portugal, t. I, Roma, Fernando Kleinbub, 1898- 1899, págs. 157-165; M. Olábarri, En un sosegado silencio, Salamanca, 1978; P. Zabaleta, Dios me sedujo, Salamanca, Secretariado Trinitario, 1979; R. Castaño, Solamente quise a Dios. Ángela María de la Concepción, trinitaria contemplativa, El Toboso, 1980-1991; J. Gamarra, Ángela María de la Concepción, maestra y modelo de fidelidad, Salamanca, Secretariado Trinitario, 1991; P. Peñas Serrano, Convento de las trinitarias recoletas de El Toboso, Toledo, Diputación Provincial, 1998; J. M.ª de Miguel González, “Ángela María de la Concepción, testigo y maestra de oración”, en Juan Bautista de la Concepción: su figura y su obra, Córdoba, Obra Social y Cultural Cajasur, 2000, págs. 477-505.

 

Juan Pujana Ascorbeitia, OSTD

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