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Ángela Calleja Fernández

Biografía

Calleja Fernández, Ángela. Agustina. Valdecañada (León), 27.VII.1905 – San Bernardo de Alcalá de Henares (Madrid), 9.XI.1970. Abadesa de San Bernardo y mística cisterciense (OCist.).

Sus padres, modestos labradores de fe profunda, le impusieron el nombre de Ángela, que cambió por el de Agustina al ingresar como religiosa. Desde muy pequeña sintió la llamada de Dios. La familia, a pesar de ser muy cristiana, no veía con buenos ojos que los abandonase. La madre no se oponía, pero le era casi imposible prescindir de ella por hallarse paralítica.

A los diecinueve años, con gran dolor —por dejar a su madre en aquel estado—, se presentó en San Miguel. Se entregó sin reserva a vivir una honda espiritualidad: “Fue en extremo trabajadora — dice la crónica— humilde, mortificada y muy dada a la penitencia”.

Ahondó cuanto pudo en las virtudes y acabó siendo una religiosa que había de prestar señalados servicios a la Orden. Era aún muy joven cuando la nombraron maestra de novicias, cargo que llevó con gran satisfacción. Llegó a tener catorce novicias. Uno de los mayores sufrimientos de esta religiosa fue indudablemente el estado en que se hallaba su madre, paralítica hasta el punto de no poder mover las manos.

Así permaneció durante unos quince años.

La comunidad de Alcalá quedó falta de personal, a causa de la guerra, y le costaba rehacerse. Ante tal situación, el prelado de la diócesis trató por todos los medios de hallar personal para reforzarla, y puso los ojos en la comunidad cisterciense de San Miguel de las Dueñas, una de las más florecientes de España.

El 17 de noviembre de 1953 llegaba la madre Agustina Calleja a Alcalá, juntamente con otras tres religiosas, del mismo monasterio de San Miguel, las cuales fueron recibidas con singular muestra de cariño y agradecimiento, por el sacrificio que se impusieron de dejar el propio monasterio, para acudir a ayudar a sus hermanas. Inmediatamente, la madre Agustina Calleja fue nombrada abadesa, cargo que conservó hasta su muerte. Su entrega a la comunidad fue total.

Su vida fue una continua ascesis por el sendero de la contemplación, un vivir para Cristo día tras día, entregada en cuerpo y alma a atender a sus hijas, sin que ellas notaran en la madre nada anormal, hasta la Pascua de 1970 en que pronunció un sermón inolvidable en la sala capitular. Las religiosas comentaban: “La madre está en sazón, poco la vamos a tener con nosotras”. Esto sucedía el 29 de marzo, y el 3 de mayo comenzaron a aparecer en ella unos achaques, que bien pronto fueron diagnosticados como cáncer interno y que rápidamente la fueron minando, y al cabo de pocos meses cortó el hilo de su vida, el 9 de noviembre del referido año 1970.

Según el testimonio de una de sus novicias en San Miguel de las Dueñas: “Muchas cosas podían escribirse de Madre Agustina, pero baste decir que era la Regla de San Benito viviente. En la caridad no tenía límites sin perdonar sacrificio, sin acepción de personas, inclinándose siempre a las más necesitadas. Se olvidaba de sus sufrimientos para consolar a las demás.

En la obediencia era ciega sin examinar causas, para ella un deseo de M. Abadesa lo consideraba como un mandato. En el silencio era exacta y así vamos examinando todos los puntos de la Regla”. Una característica suya fue el saber perdonar y disculpar haciendo propio el dicho de un alma grande: “Si mi hermano tuviera 100 caras le miraría siempre por la mejor”.

 

Bibl.: D. Yáñez Neira, El monasterio Cisterciense de San Bernardo de Alcalá de Henares, Alcalá de Henares, Institución de Estudios Complutenses, 1990, págs. 73-77; “Sor Agustina Calleja”, en Tierras de León 89-90 (1993), págs. 73-77.

 

Dam ián Yáñez Neira, OCSO

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