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San José Fernández de Ventosa

Biografía

Fernández de Ventosa, José. San José Fernández. Ventosa de la Cuesta (Valladolid), 26.IX.1775 – Nam-Dinh (Vietnam), 24.VII.1838. Mártir, santo y misionero dominico (OP).

Fue bautizado el 3 de diciembre del mismo año de su nacimiento. Era el menor de los siete hijos que tuvo el matrimonio formado por Antonio Fernández y Manuela de Ventosa. Cuando contaba dieciséis años de edad, y después de superar la oposición paterna, ingresó en el convento de los frailes dominicos de San Pablo de Valladolid y emitió los votos religiosos el 12 de agosto de 1796. Ejerció el ministerio de la predicación por algún tiempo en España, después de ser ordenado sacerdote. A los treinta años de edad partió de Cádiz hacia Oriente el 4 de mayo de 1805. Después de dos meses de navegación, bordeando la costa africana y el océano Índico, llegó a Manila el 3 de julio de 1805. Fue elegido para las misiones de Tonkín, y, después de esperar varios meses en Macao, llegó a Turon, primera ciudad vietnamita, el 18 de febrero de 1806, pero no se encontró en la misión hasta el mes de junio, debido al mal estado de la mar y a los piratas que operaban por allí.

Cuando llegó Fernández Ventosa, el estado de la misión era desolador: cuatro misioneros europeos, cuarenta y tres sacerdotes vietnamitas de los cuales dieciocho eran del clero secular y dominicos los restantes. El Vicariato Apostólico regentado por los dominicos contaba con siete provincias, 297.350 cristianos y un crecido número de catecúmenos diseminados por novecientas poblaciones. José Fernández, después de un accidentado viaje, llegó débil de salud y cayó enfermo. Durante su larga convalecencia estudió la lengua y cultura indochinas. Fue asignado a Kiên-Lao; allí, además de atender al ministerio, dedicó su tiempo a orientar y dirigir el colegio de latinidad (seminario menor), y de catequistas y sacerdotes, para formar buenos educadores en la fe. Su delicada salud no fue óbice para entregarse al apostolado, que era mucho por ser muchos los cristianos y pocos los misioneros.

Los decretos de persecución no habían sido derogados, pero parecía que habían quedado en el olvido, o por lo menos no impedían el apostolado de los misioneros: “A pesar de la persecución, en la que hemos sufrido los efectos de la más rigurosa, actualmente estoy levantando las casas que se derribaron en este Colegio de Nimh-Cuòung, por orden del P. Vicario. Nadie se mete con nosotros”. Esta calma la aprovecha José Fernández para dedicarse de lleno a la evangelización con un celo tal, que el catequista Lorenzo Komo escribe: “Hablé con el P. Fernández por seis meses y tuve ocasión de observar con cuánto celo y diligencia instruía a los feligreses y predicando la religión; él dispuso se evangelizara a Xuan Duc [hombre influyente en el pueblo donde vivía], y por él abrazó todo el pueblo la fe cristiana”. Tuvo que compartir la actividad misionera con la administrativa de la misión al encomendársele el cargo de procurador y regente del Colegio de Moral de la misma (seminario mayor).

En el año 1826, el Capítulo Provincial celebrado en Manila le nombró vicario provincial de la misión.

Este cargo lo ejerció hasta 1829; en 1837 volvió a ser nombrado, pero no pudo asumir el cargo hasta un año después, debido a una grave enfermedad que le tuvo postrado cerca de un año.

El padre Fernández era veterano de treinta años en la misión, vicario provincial, rector del colegio de latinidad (seminario menor) cuando se recrudeció la persecución en 1838 en la que Minh-Manh dio tantos mártires a la Iglesia. El real decreto mandaba a los mandarines y gobernadores que encarcelasen a todos los misioneros europeos y a los vecinos de las casas donde se escondía un misionero. Esto provocó el miedo en los cristianos, que le obligaron a salir de Ninh-Cuòng y lo rechazaron en Côn-Liêu, por lo que tuvo que huir de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, tratando de no caer en manos de sus perseguidores.

En uno de esos refugios, cuando se hallaba solo y abatido, se encontró con el anciano padre Tuan y ya no se separaron hasta el martirio. Estuvo escondido varias semanas en una hoya cubierta con césped, sin otra luz ni ventilación que la del agujero que se puede hacer con una caña de trigo o arroz. Tantas idas y venidas, tantos sobresaltos, quebrantaron su salud. Se recuperaba entre sus cristianos, cuando el sacerdote nativo José Bien escribió unas cartas en español y anamita dirigidas a los obispos Delgado, Henares y Jerónimo Hermosilla, al padre Fernández y a otros sacerdotes vietnamitas. Estas cartas fueron interceptadas en An- Lien. Conocedores los soldados de los refugios de los misioneros, apretaron el cerco hasta que, uno a uno, todos fueron hechos prisioneros.

Presos traidoramente por un mandarín, el 18 de junio de 1838 en el Vicariato Occidental, fueron conducidos ante el tribunal de inmediato. Al día siguiente les llevaron en una gavia o jaula de bambú a Sahn-Vi-Hoan (hoy Nam-dinh, capital de la provincia meridional), adonde llegaron el 22 del mismo mes. Presentados ante los mandarines, confesaron tan gloriosamente la fe que merecieron ser arrojados a la cárcel, donde padecieron muchos trabajos y vejaciones por parte de la soldadesca, bien quitándoles el poco alimento que les daban, bien maldiciéndoles con blasfemias contra lo más santo. Fueron condenados a pena de muerte el 22 de junio. El padre José aguardó la confirmación de la sentencia en su gavia. El 23 de julio de 1838 llegó la confirmación de la sentencia de muerte por degüello, que al día siguiente se ejecutó hacia las dos de la tarde. El padre Tuan sucumbió a los malos tratos y murió el 15 de julio, días antes de llegar la confirmación de la sentencia. Para degollar al padre Fernández tuvieron que sacarle de la jaula, pues el mártir no podía valerse por sí mismo. Apoyado en un soldado, dobló las rodillas, ofreció el cuello y el verdugo le cortó la cabeza de un solo tajo. Allí mismo enterraron su cadáver, mientras su cabeza, después de ser expuesta al público por tres días, fue arrojada a lo más profundo del río, de donde no fue posible recuperarla.

Meses después el cuerpo fue trasladado al oratorio del colegio. El padre José Fernández fue beatificado por León XIII, el 27 de mayo de 1900, y canonizado por Juan Pablo II, el 9 de junio de 1988.

 

Bibl.: Fr. F. Recoder (OP), Vida y martirio de los XVI mártires de la Misión Dominicana en el Tung-Kin, Manila, Imprenta del Colegio de Santo Tomás, 1900, págs. 125-146; M. B. Cothonay (OP), Lives of Twenty Six Martyrs of Tonkin, beatified on May 7, 1900, Dublin, 1913, págs. 41-50; P. Álvarez, Santos, Venerables de la Orden de Predicadores, vol. 2, Vergara, Santísimo Rosario, 1921, págs. 408-423; M. Gisper (OP), Historia de las Misiones Dominicanas en Tungkin, Ávila, Sigirano Díaz, 1928, págs. 220-236; M. J. González, “Fernández, José”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 915; F. Zurzo, Sangre en Vietnam, Los 60 Mártires de las Misiones Dominicanas, Hong Kong, 1988, págs. 36-38 (separata de Testigos de la Fe en Oriente, Hong Kong, Secretariado Provincial de Misiones, Provincia Dominicana de Nuestra Señora del Rosario, 1987; J. M.ª Arévalo Arévalo, Misioneros vallisoletanos con la Biografía de San José Fernández de Ventosa, Valladolid, Sever-Cuesta, 1988; H. Ocio y E. Neira, Misioneros dominicos en el Extremo Oriente, 1587-1835, vol. 1, Manila, Life Today Editions, 2000, págs. 311-312.

 

Maximiliano Rebollo, OP