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Gaspar de Carvajal

Biografía

Carvajal, Gaspar de. Trujillo (Cáceres), 1500 – Lima (Perú), 12.VII.1584. Dominico (OP), evange­lizador, descubridor del Amazonas y hombre de go­bierno.

Nacido en Trujillo hacia 1500, fecha que cabe de­ducir de su Declaración en favor de los hijos de Ata­hualpa, firmada de su propia mano el 5 de octubre de 1555. En ella afirma tener “edad de cincuenta y cinco años, poco más o menos”. Se desconoce todo de su niñez y juventud. Ingresó en la Orden de Pre­dicadores, pero es imposible certificar si lo hizo en el convento de su ciudad natal o en el de San Pablo de Valladolid. La vestición del hábito de la Orden im­plicaba cumplir un año de noviciado y los correspon­dientes a los dos cursos de Artes y cuatro de Teología, estudios exigidos antes de la ordenación sacerdotal.

Los primeros datos precisos se encuentran a partir de 1536. De espíritu aventurero y ánimo generoso, se apunta a la expedición que prepara el obispo Vicente Valverde. Los registros de la Casa de Contratación de Sevilla informan de que el 9 de diciembre de 1536 se embarca en la nave Santiago de Ginés de Carrión. Entre mayo y junio de 1537 llega a Perú. Desde Lima despliega sus afanes evangelizadores y establece el convento del Rosario. Allí se encuentra el 2 de abril de 1538: las actas del cabildo de Lima relatan que fray Vicente Valverde presentó sus Ejecutoriales ante los regidores de la ciudad, y el padre Gaspar de Car­vajal fue el encargado de traducir al castellano el texto latino de la bula pontificia. Poco más adelante, du­rante el mes de noviembre, ejerce el oficio de vicario provincial en la defensa de los derechos del convento contra un teniente que quería llevarse a un preso que se había acogido al asilo conventual.

Con la llegada de nuevos dominicos a Lima, fray Gaspar se traslada a Cuzco en 1539. En aquella ciu­dad, Atahualpa le pide que cuide de sus hijos: Fran­cisco Ninancuro y Diego de Illaquita. Así lo expresa Carvajal, el 5 de octubre de 1555, en la Declaración antes aludida. En Cuzco permanecerá hasta mediados de 1540. Durante el verano de ese año viaja a Quito como representante del obispo Valverde y de las auto­ridades de la Orden: el obispo le había nombrado vi­cario general de las iglesias de aquella provincia, y las autoridades dominicanas le confían la tarea de esta­blecer la Orden. Las actas del cabildo de la ciudad de Quito registran su presencia el 25 de febrero de 1541, reconociéndole como vicario general del obispo. En el ejercicio de este cargo nombra algunos párrocos durante los primeros días de marzo. Pocos días más tarde partirá (8-10 de marzo) hacia la región oriental de la Canela con Gonzalo Pizarro.

Llegados al territorio de los Quijos, se encontraron con altísimas montañas y profundos valles; lluvias to­rrenciales que pudrieron bastimentos y ropas; calo­res sofocantes y vientos helados en las elevadas pla­nicies. Al cabo de largas y rudas jornadas llegaron al anhelado país de la Canela. Pizarro necesitó ochenta días para recorrer el bosque de los árboles de la canela y ver cómo se hacían añicos sus sueños de riqueza. Mientras tanto, fray Gaspar enseñaba los rudimentos de la doctrina cristiana a los naturales de Zumaco, la Canela y del Coca, entre quienes dejó un inmejorable recuerdo. Años más tarde, el franciscano fray Martín de Plasencia quedará sorprendido al hallar entre los naturales del Coca vivos recuerdos de Carvajal y su labor.

Sin bastimentos, Pizarro ordenó a Orellana que sa­liera en busca de comida, pero éste, dejándose llevar por la impetuosa corriente del Coca, llegó en tres días a la confluencia de este río con el Amazonas. Así co­menzaba, el 26 de diciembre de 1541, la expedición de descubrimiento del Amazonas. Entre los cincuenta y siete hombres que acompañan a Orellana se encuen­tra el aventurero fray Gaspar de Carvajal. La travesía, llena de peligros y aventuras, se completará el 24 de agosto de 1542 con la llegada a la desembocadura del río; dos días más tarde se adentraban en el Atlántico rumbo a la isla de Cubagua, adonde llegaron el 11 de septiembre. La narración de las peripecias y peligros mortales ha llegado hasta hoy gracias a la Relación de fray Gaspar, quien sin detenerse en Cubagua volvió a Lima de inmediato. Después de tres años de ausencia, fray Gaspar regresaba a su convento con el rostro de­macrado, el cabello encanecido y lamentando la pér­dida de un ojo como consecuencia de un flechazo.

En Lima fue elegido prior del convento hasta 1545. Bien por el cargo o por las cualidades que atesoraba, se verá envuelto en las refriegas entre el virrey Blasco Núñez de Vela —encargado de ejecutar las Leyes Nuevas— y los funcionarios de la Audiencia. Éstos acudieron al dominico para que se allegara al virrey y lo convenciera de que hiciera dejación de sus poderes. Los buenos oficios del dominico no fueron bastantes para impedir que la situación se enrareciera hasta con­cluir en la revolución de Gonzalo Pizarro. Para sofo­car esta insurrección fue enviado Pedro de La Gasca. En apoyo del enviado real, fray Gaspar participó en la batalla de las llanuras de Huarina (26 de octubre de 1547), donde estuvo a punto de morir.

Los años siguientes son de gran movilidad. En abril de 1548 ocupa el cargo de prior del convento del Cuzco y consejero de La Gasca. Pocos meses más tarde se encaminará a Lima, obedeciendo la asignación del Capítulo Provincial, celebrado durante el mes de ju­lio de 1548. Un año más tarde, a mediados de 1549, parte para Tucumán. El presidente La Gasca le había nombrado protector general de los indios de Tucu­mán, título confirmado por Felipe II en carta de 16 de julio de 1550: “Con poder de Protector y para que con su consejo y parecer se hiciese la pacificación y población de Tucumán a Fr. Gaspar de Carvajal de la Orden de Santo Domingo, predicador y hombre de letras, y de experiencia en las cosas de Indias”.

Es innegable la tarea realizada por Carvajal en aque­llas regiones. Como protector de los naturales, y para que la población del Tucumán se hiciera del modo menos violento posible, hubo de enfrentarse a Núñez del Prado y Francisco de Aguirre. Como vicario, sus esfuerzos tendieron a lograr la evangelización de los indígenas. El Capítulo Provincial, celebrado en Lima en julio de 1553, reconoce la tarea realizada y le re­viste de nuevos poderes “con plenitud y potestad so­bre todas las casas y conventos edificados y por edifi­car y religiosos a ellos pertenecientes”. Y en Tucumán seguirá ejerciendo las tareas de protector de los natu­rales y vicario nacional hasta julio de 1557, fecha de su elección como nuevo prior provincial de los domi­nicos de Perú. Lizárraga afirma que gozaba de gran prestigio en Perú Como provincial afianzó el Estudio General del convento del Rosario de Lima y la Universidad (estable­cida en el mismo convento), proveyendo de catedrá­ticos a uno y otro centro, y relevando a los estudiantes de toda ocupación que pudiese impedirles la atención adecuada a los estudios. También reiteró la orden para que todos los religiosos que tuvieran cura de almas aprendieran la lengua de los naturales. En septiembre de 1559 celebró Capítulo intermedio y ratificó las ordenaciones relativas a la uniformidad en el modo de enseñar la doctrina a los naturales de Perú y a la pru­dencia del trato con los seglares, evitando inmiscuirse en pleitos extraños a los intereses de la Orden. En este mismo Capítulo se estableció, por primera vez, que todos los conventos pudieran recibir aspirantes al há­bito, a fin de contar con vocaciones criollas.

En agosto de 1561 concluyó su tarea de provincial y se dedicó a la enseñanza. Por ello, el Capítulo de 1565 le otorgó el grado de presentado; años después fue nombrado definidor general y procurador ante la Corte de España, cargos que nunca llegó a desempe­ñar. Retirado en su celda del convento de Lima, no se vuelve a escuchar su voz hasta el 17 de marzo de 1575, fecha del Memorial dirigido al Monarca, donde solicita que “mire por los desvalidos indios” obligados a trabajar en las minas por orden de Francisco de To­ledo. Después de una virtuosa y ejemplar ancianidad, entregó su vida el 12 de julio de 1584.

 

Obras de ~: Relación que escribió fray Gaspar de Carvajal, frayle de la orden de Santo Domingo de Guzmán, del nuevo des­cubrimiento del famoso río grande que descubrió por muy gran ventura el Capitán Francisco de Orellana desde su nacimiento hasta salir a la mar, s. l., s. f. (ed. en Sevilla, Imprenta de E. Rasco, 1894, a expensas del duque de T’Serclaes de Tilly; en G. Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 121, 1959).

 

Bibl.: G. Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, 2.ª parte, Valladolid, 1557 (reimp., Madrid, Bi­blioteca de Autores Españoles, 117-121, 1959); R. de Lizá­rraga, Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile, s. l., [1605] (Lima, 1908); A. de Re­mesal, Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, vol. II, Madrid, 1620 (reimp., Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 189, 1966); J. Meléndez, Tesoros verdaderos de las Indias en la Historia de la gran Provincia de San Juan Bautista del Perú, del Orden de Predicadores, vol. I, Roma, Imprenta de Nicolás Ángel Tinas­sio, 1681; F. González Suárez, Historia eclesiástica del Ecua­dor, vol. II, Quito, Imprenta del Clero, 1890; D. Angulo, La Orden de Santo Domingo en el Perú, Lima, Sanmartí y Cía., 1908; A. Torres, El Padre Valverde. Ensayo biográfico y crítico, Quito, Editorial Ecuatoriana, 1932; A. Millé, Itinerario de la Orden dominicana en la conquista del Perú, Chile, el Tucumán y su convento del antiguo Buenos Aires, 1216-1807, Buenos Ai­res, Emecé Editores, 1964; J. M. Arévalo, Los dominicos en el Perú, Lima, Editorial San Antonio, 1970; I. Pérez Fernán­dez, Bartolomé de Las Casas en el Perú. El espíritu lascasiano en la primera evangelización del imperio incaico (1531-1573), Cuzco, Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolomé de Las Casas, 1988.

 

Miguel Ángel Medina Escudero, OP

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