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Vicente Alemany Mengual

Biografía

Alemany Mengual, Vicente. Alcalá de la Jovada (Alicante), 16.V.1729 – Murcia, 1817. Jesuita (SI) y escritor.

En el otoño del año 1753, el padre Pedro Murillo Velarde, con veintitrés religiosos de la Compañía de Jesús llegados desde casas y colegios de las distintas provincias jesuíticas españolas, se encontraba en el Hospicio del Puerto de Santa María en Cádiz. Hacía tres años que el padre Murillo había viajado a España, como Procurador General de la provincia de San Ignacio en las Islas Filipinas, donde estaba destinado desde el año 1723, con el fin de solicitar al rey Fernando VI el envío de misioneros de la Compañía, pues uno de los principales problemas que tuvieron los jesuitas en Filipinas a lo largo del siglo XVIII fue la escasez de sus efectivos. La petición fue sometida a consulta del Consejo de Indias (12 de abril de 1752) y el 30 de septiembre de 1752, por Cédula Real, expedida en el Buen Retiro, el Rey concedió a esa provincia jesuítica una misión de cuarenta religiosos de coro, incluidos cinco coadjutores, “costeada del ramo de mesadas eclesiásticas del Reino de la Nueva España –al que pertenecía la provincia de Filipinas-, o en su defecto de otro cualquiera de mi real hacienda”. En el Archivo General de Indias de Sevilla [Legajo Contratación 5550], se encuentran los documentos relativos a esta concesión y a los sucesivos trámites reglamentarios hasta que el grupo de jesuitas pudo embarcar en Cádiz rumbo al puerto de Veracruz. En la Cédula Real se especifican, con todo detalle, las condiciones económicas de la concesión. Murillo Velarde, sin que consten las razones, reunió solamente veinticinco misioneros. En el legajo se encuentran varias relaciones de todos los sujetos que integran la misión, con nombres y apellidos, lugar de nacimiento, procedencia, situación en la Compañía, fecha de salida y de llegada a Cádiz y señas personales, refrendadas bajo juramento por el padre Procurador, la última con fecha de 8 de septiembre de 1753.

La partida para Filipinas se complicó. El navío Sagrado Corazón de Jesús, alias el Conde, en el que el marqués de la Ensenada había dispuesto que viajaran los religiosos, sufrió un retraso de meses, por lo que, mediante la oportuna solicitud del padre Murillo, fue sustituido por el navío de guerra el Asia que llevaba azogue a Nueva España. Parten de Cádiz el 25 de noviembre, pero en Puerto de Santa María quedó gravemente enfermo el padre Murillo que murió cinco días más tarde, el 30 de noviembre. Sin esta importante figura de la Compañía, la expedición de jesuitas desembarcó en Filipinas en el año 1755.

Uno de los integrantes de esta misión fue Vicente Alemany –en algunos documentos figura como apellido Alemán– que salió de la casa de la Compañía de Manresa el 18 de abril de 1753, anduvo 221 leguas y llegó a Cádiz el 18 de mayo. Nació Vicente Alemany, hijo de Pedro Alemany y de Francisca Ana Mengual, el 16 de mayo de 1729 en Alcalá de la Jovada (Alicante). En 1750 ingresó en la Compañía de Jesús y, tres años más tarde, siendo estudiante de Teología, fue destinado a la misión de Filipinas. Desde mayo de 1753 se encontraba Alemany en Puerto de Santa María, en Cádiz, esperando, con sus compañeros, ser embarcado para Filipinas. De sus señas personales, se dice que “el teólogo Alemany era de buen cuerpo, moreno, delgado, hoyoso de viruelas, nariz afilada, ojos y pelo negros”. Se embarcó en Cádiz el 25 de diciembre de 1753 en el navío Asia, que salía para Veracruz; desde aquí, por tierra, a la ciudad de México, y más tarde, cuando se recibió en la capital la noticia de la llegada del galeón de Manila al puerto de Acapulco, se dirigió a este puerto para embarcarse hacia Filipinas. El navío Asia debió de llegar a Veracruz en los últimos días de febrero, demasiado tarde para que pudieran estar los religiosos en Acapulco a mediados de marzo, que era cuando tenía lugar la salida del galeón para el archipiélago. Así que debieron esperar al año siguiente, porque el hecho es que llegaron a Manila en el año 1755. Una vez allí, Vicente Alemany fue destinado a la misión de Zamboanga, capital de la isla de Mindanao, donde desempeñó el cargo de Rector del Colegio de la Concepción. Durante la guerra con los ingleses (1762-1764) se distinguió por su patriótica actitud, lo que le valió el elogio del capitán general, el oidor Simón de Anda y Salazar. En el Colegio de la Concepción se encontraba Alemany el 17 de mayo de 1768 cuando el gobernador y capitán general de Filipinas, José de Raón y Gutiérrez (1765-1770) recibió el pliego oficial de instrucciones para la expulsión de los jesuitas de Filipinas, según la conocida Pragmática Sanción de Carlos III.

En muy pocos días todos los padres de la isla de Luzón fueron reunidos en el Colegio Máximo de San Ignacio, en Manila, sin que pudieran comunicarse con el exterior, fueron ocupadas todas sus temporalidades y, lo que era muy importante para las autoridades filipinas, sin que se produjeran altercados populares ante el arresto de los religiosos, que fueron sustituidos en sus parroquias por curas nativos y mestizos. Pronto se decidió expulsar a ese primer contingente compuesto de sesenta y cuatro padres que salieron del puerto de Cavite en la fragata San Carlos Borromeo el 3 de agosto de 1768. Cerca de las islas Marianas, una violenta tormenta dejó la fragata tan maltrecha que no pudo seguir su camino y tuvo que dar la vuelta. En ese viaje de regreso murieron dos padres, uno de ellos el Provincial Juan Silverio Prieto. Este contratiempo creó malestar en Madrid, pues el Conde de Aranda había dado órdenes de actuar con rapidez y de informar cuanto antes de la marcha de las actuaciones. Raón debió excusarse con Aranda por la tardanza y explicar las razones que habían hecho fracasar la misión del San Carlos. Surgió así la sospecha de la falta de celo en las autoridades filipinas a la hora de cumplir el Real Decreto, lo que aumentó la inquietud y nerviosismo del gobernador Raón, quien tenía, además, pendiente la recogida de todos los jesuitas dispersos por las islas del archipiélago. Los de las lejanas y peligrosas islas de Bohol y Mindanao –donde se encontraba el padre Vicente Alemany-, no llegaron a Manila hasta julio de 1769, y los tres que se encontraban en la Misión de las Marianas no lo hicieron hasta el 28 de noviembre.

El 4 de agosto de 1769 salió el San Carlos, ya reparado, con veintiún jesuitas a bordo, los primeros que el gobernador logró enviar a España. Entre ellos, viajaba, como superior, el padre Francisco Javier Puig, autor de un Diario, por el que se conocen algunos de estos detalles de la expulsión. Tras casi cinco meses de viaje, llegaron a Acapulco el día de Navidad. En Acapulco tuvieron noticia de la muerte del Papa Clemente XIII, acaecida once meses antes, el 2 de febrero de 1769, y la elección de su sucesor (Clemente XIV: el 19 de mayo de ese año). Hasta el 9 de agosto de 1770 no llegaron a Puerto de Santa María los primeros jesuitas de Filipinas, entre ellos, solamente cuatro de los que hacía diecisiete años habían formado parte de la expedición de Vicente Alemany. Este, con el resto de religiosos, aún permanecía en Manila. Salió, junto con veintitrés padres más, el 20 de enero de 1770 a bordo de la fragata Venus, que comenzó la derrota del Cabo de Buena Esperanza, seguida de la Santa Rosa de Lima, con sesenta y ocho jesuitas. Tras un duro viaje de casi siete meses, Vicente Alemany y demás jesuitas desembarcaron en Cádiz el 10 de agosto de 1770, tan sólo un día después del navío San Carlos que salió con los primeros religiosos expulsados de Filipinas.

En Puerto de Santa María permaneció Alemany durante dos meses, hasta que el 14 de octubre, junto con otros ciento cuarenta jesuitas –todos los filipinos y algunos americanos– salió en el navío sueco La Navegación hacia el puerto italiano de La Spezia. Allí se distribuyeron territorialmente conforme a las instrucciones de Madrid: los filipinos fueron asignados a las localidades de Bagnacavallo y Lugo, cerca de Rávena, legación de Ferrara. Vicente Alemany fue uno de los que debieron ir a Lugo y allí permaneció, sin acogerse (al menos no he encontrado ninguna noticia documental), como hicieron otros, al regreso temporal a España que permitió Carlos IV, del que se retractó poco después, decretando en marzo de 1801 la denominada “segunda expulsión”. Los que se habían acogido a esta licencia hubieron de repetir la peregrinación rumbo al destierro. El padre Vicente Alemany fue uno de los pocos jesuitas filipinos que vivió la restauración canónica universal de la Orden, sancionada por la Bula de Pío VII, “Sollicitudo omnium Ecclesiarum...”, de 7 de agosto de 1814. Regresó entonces a España y murió en Murcia en enero de 1817.

Esta indagación acerca de las circunstancias vitales del escritor, además de rectificar datos que erróneamente se venían repitiendo, arroja luz sobre el contenido e intención de su obra. Vicente Alemany escribió durante su estancia en las islas una obra que titula Tercera parte de la vida del Gran Tacaño, en la que retoma la historia del buscón Pablos allí donde la había dejado Francisco de Quevedo: con la determinación del pícaro de pasar a las Indias. México y Filipinas serán ahora el escenario de sus andanzas, siguiendo el mismo itinerario del viaje de Alemany. Se trata de una obra que, con tono satírico, pone de relieve la deplorable situación en que se encontraba la administración colonial española en la segunda mitad del siglo XVIII. Escrita en forma autobiográfica, el autor distribuye la narración en dieciséis cortos capítulos que encabeza, siguiendo el modelo del Buscón de Quevedo, con un titulillo en el que resume el contenido de cada uno de ellos. Alemany, como se puede deducir de varios pasajes del texto, escribe la Tercera parte de la vida del Buscón en Filipinas. En cuanto a la fecha, debo ampliar la que había propuesto en el estudio introductorio a la edición de la obra. Escribo allí que “si se tienen en cuenta ciertas alusiones que hay en el texto al arzobispo don Basilio Sancho, que tomó posesión de la silla diocesana el 22 de julio de 1767, y la fecha [en que llegó] la orden de expulsión de los jesuitas, mayo de 1768, se deducía que tuvo que escribirse en los primeros meses de este último año” o, como mucho, “entre finales de 1754 o 1755, fecha de la llegada de Alemany, y 1768”. Si bien la orden de expulsión llegó en mayo de 1768, por las circunstancias que he referido anteriormente, fruto de investigaciones posteriores, la expulsión se demoró y Alemany no salió de Filipinas hasta enero de 1770, después de pasar más de seis meses retenido e inactivo en el Colegio Máximo de San Ignacio de la capital. En ese tiempo de obligado ocio, con la desazón de lo que estaban viviendo él y sus compañeros, es probable que Alemany pergeñase el texto, sin detenerse demasiado en el aspecto estílistico, centrado únicamente en lo que quería contar y utilizando técnicas narrativas que le permitieran eludir, si se presentaba el caso, la censura. Los jesuitas se vieron obligados a salir de las islas con lo puesto, así que el original de la obra se quedó en manos del oidor, que fue quien se hizo cargo de cuanto los jesuitas poseían; a partir de ese momento el texto sufrió diversos avatares. La primera noticia que se tiene de esta obra y del nombre de su autor la proporciona el diplomático español Sinibaldo de Mas y de Sanz que, en su Informe sobre el estado de las islas Filipinas en 1842, cita textualmente algunos fragmentos del texto original de Alemany, pero, desdichadamente, la obra de Sinibaldo de Mas fue de escasa difusión porque en ella el autor preconiza la independencia de Filipinas y, aunque hizo una tirada corta destinada solo a altos personajes, se vio obligado a destruir la mayor parte de ejemplares. Setenta años más tarde, en 1912, Pedro Alejandro Paterno, en Historia de Filipinas, reproduce los textos transcritos por Sinibaldo de Mas sin mencionar la fuente. En 1922, Wenceslao E. Retana transcribe, en Revue Hispanique, el texto de un manuscrito cuyo título coincide con el de Alemany, pero cuyo texto es distinto. Hasta tal punto se diferencian los dos textos que Retana incluye, en su prólogo, los fragmentos del Informe de Sinibaldo de Mas, que coinciden con el original de Alemany, comparándolo, a doble columna, con el texto que él transcribe, “para dar una idea de cómo en aquel país [Filipinas] se corrompen los textos a medida que se van reproduciendo”. La copia adulterada que Retana tiene a la vista aún no se había hecho cuando escribe Sinibaldo de Mas. Retana, que no conoció el texto original de Alemany, reprocha al autor defectos de forma e incoherencias que no le pertenecen; en ocasiones, él mismo reconoce que aquellos dislates no pueden deberse a manos del autor y anota: “estas palabras fueron ingeridas muchos años después de escrito el original” o “estas palabras fueron ingeridas por algún copista”. Así que Sinibaldo de Mas y Paterno son las únicas noticias que teníamos de la obra de Alemany, cuyo texto original o una copia muy cercana a este se encuentra custodiado en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Papeles de Jesuitas. Son 38 folios numerados, con un amplio margen a la izquierda, escritos con letra clara, letra y ortografía del siglo XVIII. Se trata de una copia en limpio, con escasas correcciones. Este es el texto que he publicado en 1998, con notas y un estudio preliminar. Los resultados de posteriores investigaciones quedan recogidos en un artículo del año 2008.

Esta es la trayectoria de la obra de un jesuita que escribe en Filipinas en tiempos de “turbación y mudanza”, según el título de Manchado; aprovecha la forzada reclusión anterior a su extrañamiento para dejar constancia, con anécdotas y casos concretos, de los conflictos de competencia entre el clero regular y secular, de la deplorable situación en que se encontraba la administración civil, de la escandalosa arbitrariedad con que actuaban las autoridades en el desempeño de sus funciones, de la pésima gestión de los recursos enviados desde la metropoli. Alemany, como Quevedo, cuya obra demuestra conocer muy bien, refleja una realidad concreta, pero a diferencia del gran satírico, no la deforma ni caricaturiza. Por ello la Tercera parte de la vida del gran Tacaño, del padre Vicente Alemany, sin tener la altura literaria de su modelo, debe ser considerada como un inapreciable documento histórico.

 

Obras de ~: Tercera parte de la vida del Gran Tacaño, Biblioteca de la Real Academia de la Historia, col. Jesuitas, MSS. 9/7165, (ed. de C. C. García Valdés, Andanzas del buscón don Pablos por México y Filipinas: estudio y edición de la “Tercera parte de la vida del Gran Tacaño”, de Vicente Alemany, presentación del Excmo. Sr. Delfín Colomé, Embajador de España en Filipinas, Pamplona, Eunsa, 1998).

 

Bibl.: S. de Mas y de Sanz, Informe sobre el estado de las islas Filipinas en 1842, vol. I, Madrid, Imprenta de F. Sánchez, 1843, págs. 197-198, nota; P. A. Paterno, Historia de Filipinas, t. VII, Manila, 1912, págs. 378-380; W. E. Retana, “Tercera parte de La vida del Gran Tacaño”, en Revue Hispanique, t. LIV (1922), págs. 417-558; N. P. Cushner, Philippine Jesuits in exile, Roma, 1964 [Incluye el Arresto y viaje de los jesuitas de Filipinas, escrito por el Padre Francisco Xavier Puig, individuo de dicha provincia]; F. de Quevedo, Obras completas, II. Obras en verso, ed. de F. Buendía, Madrid, Aguilar, 1986, págs. 1181 y 1271; F. de Quevedo, El Buscón, en Quevedo esencial, ed. de C. C. García Valdés, Madrid, Taurus, 1990; L. Gutiérrez, Historia de la Iglesia en Filipinas (1565-1900), Madrid, Mapfre, 1992; C. C. García Valdés [“Estudio”], en V. Alemany, Andanzas del buscón don Pablos por México y Filipinas, op. cit.; S. Lorenzo, La expulsión de los jesuitas de Filipinas, Alicante, Universidad, 1999; I. Fernández Arrillaga, Éxodo y exilio de los jesuitas españoles según el diario inédito del P. Luengo (1767-1814), Tesis doctoral, Universidad de Alicante, 2002; M. M. Manchado, Tiempos de turbación y mudanza: la iglesia en Filipinas tras la expulsión de los jesuitas, Córdoba, Muñoz Moya editores, 2002; C. C. García Valdés, “Tras los pasos del jesuita Vicente Alemany. La sociedad Filipina a mediados del siglo XVIII”, en I. Arellano y D. Mendonça (eds.), Misión y aventura. San Francisco Javier, sol en Oriente, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2008, págs. 184-196; E. Descalzo Yuste, La compañía de Jesús en Filipinas (1581-1768): realidad y representación, Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Barcelona, Bellaterra, 2015.

 

Celsa Carmen García Valdés