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José Seguí Molas

Biografía

Seguí Molas, José. Camprodón (Gerona), 3.X.1773 baut. – Manila (Filipinas), 4.VII.1845. Agustino (OSA), arzobispo de Manila.

Fue su nombre de pila Pedro Juan José, como consta en el acta de su bautismo, que tuvo lugar en la iglesia de Santa María de Camporrotondo (Gerona) el día 3 de octubre de 1773. Fueron sus progenitores Benito Seguí, de oficio industrial, y Teresa Molas.

Tomó el hábito en el convento agustiniano de La Seo de Urgel el 24 de agosto de 1788, y allí profesó los votos solemnes al año siguiente, el día 4 de octubre.

Animado de espíritu misionero se afilió a la provincia Agustiniana de Filipinas, pasando a estas islas en la misión de 1795.

Su primer campo de apostolado, sin embargo, fueron las misiones de China, en las que trabajó una veintena de años, permaneciendo diez de ellos en la colonia portuguesa de Macao. Personas ajenas a la orden agustiniana han trasmitido testimonios elogiosos de su labor misionera en el Imperio Celeste: “Acercábase la hora de la reconciliación y de la gracia —escriben los padres Ferrando y Fonseca en la Historia de los PP. Dominicos— y la historia no olvidará la parte que tuvo en esta obra el célebre misionero agustino fray José Seguí, que después fue arzobispo de Manila, y que había quedado solo en la cristiandad administrada por su corporación en la provincia de Kuan-tung. Hostigado, finalmente, por la persecución de los cristianos, habíase visto precisado a retirarse a la ciudad de Macao, donde continuó ejerciendo su ministerio apostólico. Es bien conocido el fruto de su celo infatigable en la ciudad portuguesa, en la que abundaban, como ahora, los adoradores de Confucio, y a él se debe la fundación del pueblo de San Lázaro, situado enfrente de la Puerta del Campo”.

Llamado por la obediencia, regresó a Manila en 1818 y se ocupó en la docencia, cabe suponer que de alguna de las lenguas que entendía con facilidad, como eran el francés, inglés e italiano, que estudió y practicó durante su estancia en las misiones de China. Fue nombrado ecónomo general de la provincia (1818-1825) y posteriormente definidor provincial (1825-1829), cargos que ejerció con lucimiento y a satisfacción de todos, con una conducta irreprensible que mereció la aceptación general, tanto de los religiosos como de todos los tribunales, y del pueblo de Manila.

Con la celebración de los comicios provinciales de 1829 reverdeció la Alternativa, pero en esta ocasión con nuevo rótulo: Alternativa entre provincianos, o sea, aquellos que habían tomado el hábito en las provincias de Aragón, Castilla y Andalucía, y colegiales, es decir, los procedentes del Colegio-Seminario de Valladolid. El promotor fue el padre José Seguí, procedente de la provincia de Aragón. El 7 de mayo de 1829 era la fecha fijada para la elección del nuevo prior provincial. Ya en marcha el capítulo, y bien trabajadas por el padre Seguí todas las urdimbres para triunfar, las urnas le fueron contrarias. Verificado el primer escrutinio, el resultado no le pudo ser más decepcionante, pues el padre Rico le venció por la corta mayoría de doce sufragios frente a diez. Tantas idas y venidas, tan ardua y tramada propaganda entre sus adictos fue baldía, sin que aceptara el resultado con la gallardía y entereza debidas.

Respaldado por sus incondicionales, juntos decidieron recurrir a la Corte (Manila, 26 de junio de 1829), denunciando atropellos, injusticias, no sólo contra el padre Seguí, sino contra todos los llamados provincianos, y esto por tiempo de más de cuarenta años.

Cierto que la denuncia era a todas luces infundada, como lo apuntaba el hecho de que el mismo padre Seguí había venido desempeñando uno de los cargos de mayor responsabilidad: ecónomo provincial, durante los últimos tiempos, con derecho a voz y voto en todos los comicios. En la carta remitida a la Corona con las quejas ya apuntadas contra los colegiales de las islas, acompañaban una lista de los miembros con que contaban ambas banderías, provincianos y colegiales.

La parcialidad del padre José Seguí fue más que censurable, pues fue quien firmó dicha lista en abono de su petición, pero falsificando los datos. El embrollo fue descubierto por el padre Francisco Villacorta, comisario- procurador de la provincia en las Cortes de Madrid y Roma, que denunció su mal proceder por el grave daño y desprestigio que causaba a la provincia a que ambos pertenecían. La Corona dispuso por Real Orden (Madrid, 15 de diciembre de 1830) que no existían razones convincentes para alterar el orden tradicional de las elecciones capitulares en la provincia de Filipinas, rechazando de plano lo que pedían los firmantes provincianos. Volvieron a la carga parte de los mismos religiosos y algunos nuevos que se les sumaron a pedir la Alternativa (Manila, 20 de noviembre de 1831), ayudados esta vez por el padre Seguí, ya arzobispo de Manila, y el gobernador general Pascual Enrile, pero nuevamente la Corte reiteró su negativa e impuso perpetuo silencio sobre el asunto con otra Cédula Real (Madrid, 15 de febrero de 1833).

A pesar de todo lo sucedido, fue el padre Francisco Villacorta uno de los que mejor informaron a la Cámara de Indias a favor del padre José Seguí para el episcopado. Pero su mejor valedor, sin duda, fue su paisano e íntimo amigo el gobernador general de las islas, Mariano Ricafort, pues estaba propuesto en segundo lugar para obispo auxiliar del metropolitano fray Hilarión Díez, siendo el primero fray Santos Gómez Marañón. Se ignora el porqué, pero lo cierto es que los señores del Real Consejo de Indias no respetaron las precedencias de la terna remitida y cambiaron el orden a la hora de elevarla a la aprobación regia inscribiendo primero al padre José Seguí, secundado por el padre Gómez Marañón. Naturalmente, el Rey dio su plácet a favor del padre Seguí como prelado auxiliar de Manila. Fue primero preconizado obispo de Hierocesarea in partibus infidelium y luego consagrado en la iglesia de San Agustín de Manila el 28 de octubre de 1830. Por fallecimiento del padre Hilarión Díez, fue presentado el 6 de marzo de 1830 por el soberano para sucederle. El papa Pío VIII le preconizó el 5 de julio y, recibido el palio de manos del obispo de Nueva Segovia, hizo su entrada solemne en Manila el 29 de septiembre de 1831.

Pronto se entregó a las tareas de gobierno y pastoreo, manteniendo frecuentes contactos epistolares con el obispo de Barcelona y con otros prelados por el interés que tomó en la propagación del Evangelio, que no se reducía a los límites de circulares o cartas pastorales, pues se conservan numerosos testimonios de haber visitado casi todas las parroquias de su dilatada diócesis, a pesar de los muchos sinsabores de los caminos, de los tiempos y de los hombres, y haber confirmado 178.873 personas de uno y otro sexo. El contrapunto a su labor eclesial se lo dio el mariscal de campo Andrés G. Camba, en su libro Los diez y seis meses de mando superior de Filipinas, publicado en Cádiz el año 1839, en el que es citado cuatro veces “y siempre para ocupar el sitio más sonrojoso y desagradable”.

Cargado de años y de méritos, murió en Manila el 4 de julio de 1845, asistiendo a sus funerales numeroso concurso de fieles. En marzo de 1888 sus restos fueron trasladados desde el cementerio de Paco a la catedral, siendo depositados junto al altar mayor, al lado del Evangelio, en un mausoleo de mármol de Carrara que la provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas mandó labrar a este objeto en 1880.

Obras de ~: Circular exhortando a sus súbditos a asociarse a la obra de la Propagación de la Fe, seguida de otros escritos relativos a aquella asociación, Manila, 1841; Casaysayan nang pasiong mahal ni Jeucristong, Manila, 1890.

Bibl.: E. Vivet, Oración fúnebre por el Escmo. e Ilmo. Sr. D. Fr. José Seguí, Manila, 1845; J. Lanteri, Eremi Sacrae. Pars altera, Roma, 1875, págs. 130-133; E. Jorde, Catálogo bio-bibliográfico de los religiosos agustinos de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de las Islas Filipinas desde su fundación hasta nuestros días, Manila, Est. Tipográfico del Colegio de Santo Tomás, 1901, págs. 373-374; B. Martínez Noval, Apuntes históricos de la Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas: Filipinas, Madrid, Imp. del Asilo de Huérfanos del S. C. Jesús, 1909, págs. 139-142 y 307-313; G. de Santiago Vela, Ensayo de una biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, vol. VII, Madrid, Impr. Asilo de Huérfanos S. C. de Jesús, 1925, págs. 461-465; M. Merino, Agustinos evangelizadores de Filipinas (1565-1965), Madrid, Archivo Agustiniano, 1965, págs. 289-290; I. Rodríguez, Historia de la Provincia Agustiniana del Smo. Nombre de Jesús de Filipinas: Bibliografía, vol. III, Manila, Estudio Agustiniano, 1967, págs. 417-419; A. Espada, ‘Seguí, José’, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. IV, Madrid, Instituto Enrique Flórez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1975, pág. 2404; I. Rodríguez, y J. Álvarez, Al servicio del evangelio. Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1996, págs. 265-267; “Provincia de Agustinos de Filipinas. La Alternativa de cargos entre Provincianos y Colegiales (1829- 1833)”, en Archivo Agustiniano, 87 (2003), págs. 3-84.

Isacio Rodríguez Rodríguez, OSA

 

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