Mendoza, Mencía de. Marquesa del Cenete (II). ¿Jadraque (Guadalajara)?, 1.XII.1508 – Valencia, 4.I.1554. Mecenas de las Artes y las Letras del Renacimiento español.
Hija primogénita de Rodrigo de Díaz de Vivar y Mendoza, marqués del Cenete, y de María de Fonseca, nació, probablemente, en el castillo de Jadraque (Guadalajara).
A la muerte del padre, en 1523, Mencía de Mendoza heredó el título nobiliario, al no tener ningún hermano varón. Un año después contrajo matrimonio con Enrique III de Nassau, camarero mayor y consejero de Carlos V. Este matrimonio la llevó finalmente a la patria de su esposo, donde residió en 1530-1533 y 1535-1539. En Flandes estableció un estrecho contacto, entre otros intelectuales, con Luis Vives, a quien contrató como profesor, y con quien estudió Latín y Cultura clásica. Fue allí donde inició una importante labor de mecenazgo que se prolongaría toda su vida. También destacó como coleccionista de obras de arte y joyas y como apasionada bibliófila, dueña de una nutrida biblioteca. Después de la muerte de Enrique de Nassau (1538), regresó a España.
Tras una temporada en el castillo de Ayora, se trasladó a Valencia, al casarse, el 13 de enero de 1541, con Fernando de Aragón, duque de Calabria y virrey de Valencia, un enlace en el que éste no tenía mayor interés y al que terminó accediendo por insistencia del propio Carlos V. A pesar de las apetencias culturales compartidas, no hubo, sin embargo, gran armonía en el matrimonio.
Mencía de Mendoza sólo sobrevivió cuatro años a su segundo marido, período de tiempo en el que permaneció en Valencia, donde desarrolló una intensa actividad como mecenas y estableció estrechos contactos con varios humanistas.
Con algunos de éstos planeó la creación de un colegio trilingüe que, sin embargo, no pudo llevarse a término.
Sus inquietudes intelectuales explican que hiciera gestiones para conseguir semillas de plantas exóticas americanas para su jardín en Valencia. Mencía de Mendoza murió, sin descendencia, el 4 de enero de 1554 en la ciudad del Turia, y allí fue enterrada, por voluntad suya, en la capilla de los Reyes del Convento de los Predicadores.
Su erudición y su apoyo a la cultura —ayudó económicamente incluso a estudiantes españoles en el extranjero— explican que fuera elogiada por numerosos intelectuales de su época, una imagen que contrasta con el caricaturesco retrato que de su figura —por lo visto, algo obesa— hizo Francesillo de Zúñiga.
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Santiago López-Ríos Moreno
