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Luis González de Guzmán

Biografía

González de Guzmán, Luis. ?, f. s. xiv – 24.II.1443. XXVI maestre de la Orden de Calatrava.

Muy probablemente fue hijo del maestre calatravo Gonzalo Núñez de Guzmán y de su matrimonio secreto habido con doña Isabel, una hija natural de Enrique II. En cualquier caso, desde muy joven era caballero de la Orden de Calatrava, alcanzando la elevada dignidad de comendador mayor antes del fallecimiento de su presunto padre en 1404. Cuando éste se produjo, Luis González de Guzmán tenía probablemente los apoyos capitulares suficientes para acceder al maestrazgo, pero ello no fue posible dada la anticanónica intervención del rey Enrique III que situó al frente de la Orden a Enrique de Villena, un familiar cercano a su entorno político, laico y casado. El comendador mayor decidió entonces —últimos días de 1404— marchar a tierras de la Corona de Aragón, a la encomienda de Alcañiz concretamente, desde donde libremente pensaba impugnar ante la propia Sede Apostólica la irregular elección del candidato regio.

La muerte de Enrique III en diciembre de 1406 hizo que se precipitaran los acontecimientos. En un clima de menor presión política, a instancias de Luis González de Guzmán y antes de que hubiese pronunciamiento alguno por parte de las autoridades eclesiásticas acerca de la ilicitud de la elección de Enrique de Villena, una cualificada mayoría del Capítulo General de la Orden decidió retirar su obediencia al maestre y proceder a la elección del “exiliado” de Alcañiz. De este modo, quedó abierto un cisma no exento de eventuales confrontaciones bélicas que se prolongaría durante ocho años, hasta que en 1414 el Capítulo General del Císter, con el acuerdo del Papa, declaraba definitivamente nula la elección de Enrique de Villena y confirmaba al frente del maestrazgo a Luis González de Guzmán.

A partir de aquel momento —en 1416 se vencían las últimas resistencias de los partidarios de Enrique de Villena—, el largo gobierno maestral de Luis González de Guzmán, de casi treinta años de duración, debe analizarse desde una triple perspectiva: la de su contribución a la estabilidad del reino en el complejo marco del reinado de Juan II, la de su activa participación en la ofensiva reconquistadora frente a Granada, y la de su gestión normativa y disciplinaria al frente de la milicia.

La intervención del maestre en el complejo tablero de intereses políticos que es el reinado de Juan II atravesaba, fundamentalmente, por dos fases bien distintas, dentro de las cuales un análisis más profundo permitiría incluso establecer algunos cambios, aunque más de matiz que de fondo. La consolidación de posiciones al frente del maestrazgo, coincidente con los últimos años de la regencia de Juan II, le hizo aliarse claramente con los sectores nobiliarios más cercanos a un modelo de gobierno aristocrático y pactista. Ese alineamiento se tradujo en una cercanía estratégica respecto a uno de los principales líderes de tal opción, el infante don Enrique, maestre de Santiago, y, en consecuencia, en distanciamiento crítico con relación al principal representante del autoritarismo regio, el condestable Álvaro de Luna. Esta primera fase en el planteamiento político de Luis González de Guzmán, que obviamente comprometía al conjunto de la institución calatrava, se desarrolló entre 1419, año del formal reconocimiento de la mayoría de Juan II, y 1428 en que las posiciones del maestre iniciaron un patente viraje hacia la órbita del “monarquismo” lunista.

En este primer período, desde luego, el papel de González de Guzmán en la constitución de la liga nobiliaria, en la solicitud de intervención del monarca aragonés en apoyo de sus aristocráticos hermanos “los infantes de Aragón”, y en la exigente solicitud de que el Rey apartara de su lado a don Álvaro de Luna, fue sencillamente decisivo.

Don Álvaro fue ciertamente alejado de la Corte y del gobierno, pero su ausencia, acompañada del descontrol político de que hizo gala en el poder la heterogénea y no bien trabada liga nobiliaria, apenas duró unos meses, los suficientes para hacer caer en la cuenta al maestre de Calatrava de la necesidad de apostar por fórmulas más estabilizadoras que garantizasen el efectivo funcionamiento de la Monarquía.

Por eso cuando don Álvaro de Luna recuperó el poder en 1429, lo hizo con el apoyo de Luis González de Guzmán. La recompensa fue inmediata; en los meses finales de aquel mismo año la Orden recibía un extraordinario privilegio que afectaba a su más sólida fuente de ingresos, la exención de servicio y montazgo, roda, asadura, peaje y otros impuestos para un total de dieciséis mil cabezas de ganado al año: doce mil de ganado lanar, dos mil de porcino y dos mil de bovino, probablemente la totalidad de la cabaña de la Orden por aquellas fechas. Pocos años después, en 1432, Luis González de Guzmán recibiría en calidad de patrimonio personal la villa de Andújar, confiscada al infante don Enrique.

Pero no fueron este tipo de compensaciones los únicos argumentos que movieron al maestre a esta nueva adhesión al programa autoritario de don Álvaro. A lo largo de los nueve siguientes años de gobierno efectivo del valido (1429-1437), la Monarquía quiso comprometerse en una intensificada ofensiva reconquistadora y que, sin duda, supo captar, por lo que significaba y por las posibilidades que ofrecía, la benevolencia del maestre de Calatrava. Lo cierto es que Luis González de Guzmán ya no se apartaría de las posiciones realistas, ni siquiera cuando a finales de 1439 Álvaro de Luna volvió a caer temporalmente en desgracia. Uno de los últimos episodios del maestre, no protagonizado directamente por él, ilustran bien la situación.

En efecto, desde 1440 la enfermedad había apartado a Luis González de Guzmán de la directa responsabilidad del gobierno del maestrazgo, que ejercía en su nombre el clavero de la Orden, Fernando de Padilla.

Pues bien, contra él y la legitimidad maestral que representaba, se alzó el comendador mayor Juan Ramírez de Guzmán, primo del maestre y aliado del sector nobiliario afecto al infante don Enrique. Con la ayuda de éste pretendió ocupar el maestrazgo, pero el clavero, sin duda interpretando la voluntad de su titular, se opuso a él con las armas en el campo de Barajas, cerca de Daimiel, en los últimos meses de 1442. El comendador mayor y sus seguidores fueron vencidos y hechos prisioneros. El gobierno de Juan II, en manos de la facción aristocrática de los “infantes de Aragón” exigió su puesta en libertad, a lo que el clavero se opuso apelando a la autoridad maestral y papal. El maestre ya no tuvo tiempo de intervenir. Moría en los últimos días de febrero de 1443.

El segundo hilo argumental de la gestión de Luis González de Guzmán al frente del maestrazgo es el de su compromiso reconquistador. Ya en los lejanos días de la regencia de Fernando de Antequera había participado, desde la precariedad de su discutida posición maestral, en las campañas desplegadas entre 1406 y 1410, destacando concretamente en el sitio de Setenil (1407), no obstante su resultado desfavorable. Pero donde el genio militar del maestre se desplegó con toda contundencia y efectividad fue en la ofensiva de indiscutible sabor cruzadista que el gobierno de Álvaro de Luna lanzó contra Granada y que culminó en 1431 con la batalla de La Higueruela, sin duda magnificada por la propaganda lunista, y que tanto contribuyó a acercar a las tesis realistas del condestable al propio Luis González de Guzmán. Fue el cronista Rades quien describió la intervención del maestre de Calatrava en aquel marco circunstancial con todos los elementos propios de una importante contribución militar de inequívoco carácter cruzado. Parece que se puso en movimiento con una hueste integrada por ciento sesenta caballeros de la Orden y otros vasallos de su jurisdicción procedentes del Campo de Calatrava y de los señoríos jiennenses de Martos y Porcuna. En esta última localidad hizo el correspondiente alarde en el que pudieron contabilizarse finalmente ochocientos caballeros y mil peones. Tras la bendición de su pendón, con toda seguridad en la iglesia prioral de San Benito, el contingente calatravo se unió a la hueste real, siendo situado su maestre al frente de una de las batallas en que quedó dividido el conjunto del ejército cristiano. Su contribución a la victoria fue decisiva. Los calatravos igualmente estarían presentes en la guerra de baja intensidad que, tras La Higueruela, se prolongó hasta 1439. Concretamente su comendador mayor, en compañía de otros nobles, taló sistemáticamente la vega de Guadix en mayo de 1435.

Finalmente, hay que aludir, aunque de manera breve, a la significativa labor que el maestre supo desplegar en relación al gobierno interno de la milicia calatrava. En este sentido, sus iniciativas tendían fundamentalmente a cubrir dos objetivos: la protección del patrimonio de la Orden, sin duda maltrecho por la situación cismática que, de hecho, padecía su maestrazgo entre 1407 y 1414, y la vuelta a una normalización disciplinaria que, por otra parte, tuviera presente el contexto sociológico correspondiente a la primera mitad del siglo xv.

La defensa del patrimonio se tradujo en el aluvión de documentos de origen real y pontificio que en los primeros años del maestrazgo indiscutido de Luis González de Guzmán tendían a confirmar privilegios y propiedades de la institución, pero sobre todo vino determinada por la política del maestre conducente a controlar y revocar enajenaciones verificadas por sus antecesores, en especial en lo que a la mesa maestral se refería. En este sentido, debió de estimular la aplicación de las definiciones promulgadas en 1418 por el abad Juan IV de Morimond en las que se estipulaba que cuando se produjera una vacante, el futuro maestre, antes de tomar posesión de su dignidad, debía comprometerse a recobrar los bienes pertenecientes a la mesa maestral que hubieran sido enajenados o incorporados a las encomiendas en períodos anteriores.

Del mismo modo, suya debió de ser la iniciativa que, convertida en la bula papal de Eugenio IV de agosto de 1431, declaraba nulos los contratos de censo que se hubieran efectuado en condiciones desfavorables para la Orden. Pero no siempre Luis González de Guzmán obró con prudencia en este campo. El principal problema lo constituyó haber intentado restañar las heridas abiertas en la base patrimonial de su propia dignidad con abusivas medidas confiscatorias que implicaban la ilegal incorporación de encomiendas a su cámara o mesa. El abad visitador Guido III prohibió expresamente al maestre esta práctica cuando en 1433 promulgaba nuevas definiciones conventuales y, como consecuencia de ello, el Capítulo corporativamente se comprometía a entregar a los comendadores todas las encomiendas injustamente anexionadas por el maestre.

En el tema de la normalización y actualización disciplinaria el maestre se mostró más afortunado, aunque ello supusiera perder algunos enteros en el ejercicio de su autoridad personal. Se sabe, por ejemplo, que desde el inicio mismo de su gestión, antes incluso de que su maestrazgo recibiera el formal espaldarazo del Capítulo General del Císter, hubo de aceptar en 1407 la confirmación de la antigua norma que contemplaba el nombramiento de prior y subprior calatravos por parte del monasterio de Morimond en las personas de dos monjes del mismo, y ello pese al estatuto que había sido promulgado por el maestre Gonzalo Núñez de Guzmán, que ahora quedaba anulado.

Unas definiciones posteriores, las promulgadas por Juan IV de Morimond en 1418, volverían sobre este delicado punto.

Por lo demás, el maestrazgo de Luis González de Guzmán constituye un hito importante en el inevitable proceso de secularización que experimenta la Orden en el transcurso del siglo xv. El mismo abad morimundense que volvía a revitalizar en 1418 la vieja normativa sobre elecciones priorales, autorizaba aquel mismo año al maestre y a otras dignidades de la milicia a disponer con prudencia en vida y para después de su muerte de los bienes que hubieran adquirido.

Más adelante, en 1435 concretamente, era el papa Eugenio IV quien, al hilo de disposiciones pontificias anteriores, autorizaba a los freires calatravos a utilizar ropas que tradicionalmente les estaban vedadas y a disminuir sus obligaciones devocionales diarias, al menos en períodos de combate con los musulmanes.

Pero, sobre todo, fue durante el maestrazgo de Luis González de Guzmán cuando el mismo Papa dio licencia en 1439 para que los freires pudieran contraer matrimonio conmutándoles de este modo el acostumbrado voto perpetuo de castidad por el de castidad conyugal.

El balance del largo y complejísimo maestrazgo de Luis González de Guzmán resulta hasta cierto punto contradictorio. No quiso en ningún caso hacer dejación de su autoridad al frente de la milicia y para ello, como se ha visto, defendió no siempre con métodos lícitos la plataforma rentista de su mesa maestral. Incluso, en línea con actuaciones precedentes, conseguiría del Papa, sin duda a destiempo, la devolución de sus derechos de primacía disciplinaria sobre las Órdenes filiales de Alcántara, Avis y Montesa. Pero al mismo tiempo Luis González de Guzmán fue ante todo un noble que participaba del aristocrático recelo hacia fórmulas de poder autoritario; así lo demostró fehacientemente con su propia trayectoria el laberíntico reinado de Juan II al identificarse, bien es verdad que sólo temporalmente, con el oligárquico ideario de los “infantes de Aragón”. Quizá nada más plástico para ilustrar esta permanente ambivalencia que su nobiliario patronazgo de la más que costosa edición de la llamada Biblia de la Casa de Alba, cuya traducción fue obra del judío Moisés Arragel, y en la que en una de sus coloristas representaciones aparece el propio maestre en actitud mayestática iconográficamente cercana a la realeza.

El maestre, después de una larga enfermedad que le impidió el gobierno directo de la Orden al final de su vida, murió el 24 de febrero de 1443 recibiendo sepultura en el convento de Calatrava. Acogiéndose a la correspondiente licencia papal, contrajo matrimonio y dejó al menos cinco hijos: Juan, Pedro, Luis, Fernando e Inés. De ellos, el primero, Juan de Guzmán, heredó el señorío de Arjona, que acabó permutando por la villa de La Algaba; él será el fundador de la rama del linaje de los Guzmanes llamada precisamente “de La Algaba”.

 

Bibl.: F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara, parte Chronica de Calatraua, Toledo, 1572 (ed. facs. Barcelona, 1980), fols. 68r.-70v.; I. J. de Ortega y Cotes, J. F. Álvarez de Baquedano y P. de Ortega Zúñiga y Aranda, Bullarium Ordinis Militiae de Calatrava, Madrid, 1761 (ed. facs. Barcelona, 1981), págs. 231-251; E. Solano Ruiz, La Orden de Calatrava en el siglo xv. Los señoríos castellanos de la Orden al fin de la Edad Media, Sevilla, Universidad, 1978, págs. 63-81; C. de Ayala Martínez, Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos xii-xv), Madrid, Marcial Pons Historia, 2003, págs. 155, 210, 227-228, 230, 368-369, 476, 522, 737, 740 y 742; E. Rodríguez-Picavea Matilla, “La nobleza y la Orden de Calatrava en tiempos de Juan II de Castilla”, en I. C. F. Fernandes (ed.), As Ordens Militares e as Ordens de Cavalaria na Construçao do Mundo Ocidental. Actas do IV Encontro sobre Ordens Militares, Lisboa-Palmela, 2005, págs. 667- 702; “Linaje y poder en la Castilla Trastámara. El ejemplo de la Orden de Calatrava”, en Anuario de Estudios Medievales, 35/1 (2005), págs. 91-130.

 

Carlos de Ayala Martínez