Enríquez de Ribera, Fadrique. Marqués de Villanueva del Río (I). ?, p. t. s. XVI – ú. t. s. XVI. Mayordomo real y presidente del Consejo de Órdenes.
El hijo de Fernando Enríquez de Ribera e Inés Portocarrero, hija del señor del estado de Moguer y Villanueva del Fresno, pertenecía, por tanto, a la casa de los marqueses de Tarifa, adelantados y notarios mayores de Andalucía. Estos orígenes familiares, a los que habría que añadir su vinculación con el patriarca Ribera, facilitaron a Fadrique Enríquez la ideología religiosa mística que caracterizara especialmente a su antepasado del mismo nombre. De él heredó también su predilección por la Orden de Santiago, cuyo hábito ganó en 1543, siendo encomendadas las informaciones por el Consejo de Órdenes al maestro Isla, capellán real. Por otro lado, sus importantes contactos familiares le granjearon su provisión como mayordomo mayor de Felipe II, el cual, satisfecho por su actuación en la Casa real, dotó a su servidor de rango institucional, potenciando con ello su peso político en la Corte, al nombrarlo presidente del Consejo de Órdenes, algo que el Rey había hecho ya con Pedro de Córdoba. Semejante espaldarazo fue reforzado con la casi simultánea concesión del título de marqués de Villanueva del Río. A pesar de todo esto, la situación política de mediados de 1564, debilitamiento ebolista en la Corte e inicio del proceso confesionalizador que inmediatamente iba a encabezar Diego de Espinosa ayudado por la dirección simultánea de la Suprema y del Consejo Real, hacían poco aconsejable mostrar una tendencia espiritual mística. Enríquez se unió a este proceso sin embargo, implementándolo en la jurisdicción de las Órdenes militares, mediante la validación en ella de las medidas arbitradas por el inminente cardenal. Entre las reformas administrativas estuvieron las medidas alentadas por el nuevo presidente como la institución de un abogado fiscal en el Consejo de Órdenes y, más relevante aún, la supresión de la jurisdicción civil y criminal en los pueblos en territorio de Órdenes por cédula de 8 de febrero de 1566, mediante la que se buscaba una mayor centralización de las decisiones y el castigo de sus transgresiones. Enríquez disfrutó de la gracia real mientras el dominio de Espinosa fue sólido. Pero la situación se alteró cuando se fueron haciendo evidentes los costes políticos, económicos y sociales de la rígida estrategia confesionalizadora. En este contexto, fue factible magnificar algunas irregularidades que Enríquez había cometido en la compra al Rey de las villas de Constantina y las alcabalas de Villanueva del Río y San Nicolás del Puerto, irregularidades que fueron advertidas por Contreras, el regente de Sevilla, y que suponían un importante fraude al erario real. Hechos semejantes favorecieron su salida del Consejo, que tuvo lugar en 1572.
Bibl.: I. J. Ezquerra Revilla, “Enríquez de Ribera, Fadrique”, en J. Martínez Millán y C. J. de Carlos Morales (dirs.), Felipe II, 1527-1598. La configuración de la Monarquía hispana, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1998, págs. 366- 367; El Consejo Real de Castilla bajo Felipe II, Madrid, Sociedad estatal para la conmemoración de los centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, págs. 32 y 96; M. A. Ladero Quesada, “La Armada de Vizcaya” (1492-1493): nuevos datos documentales, en En la España Medieval (24) (2001), págs. 365-394; “Recursos militares y guerras de los Reyes Católicos”, en Revista de Historia Militar, 45 extra (2001), págs. 383-420; “Ejércitos y Armadas de los Reyes Católicos. Algunos Presupuestos y cuentas de gastos entre 1493 y 1500”, en Revista de Historia Militar, 46 (92) (2002), págs. 43-110; M. Calderón Ortega, El Almirantazgo de Castilla: Historia de una institución conflictiva (1250-1560), Alcalá de Henares, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá de Henares, 2003.
Alejandro López Álvarez
