Ayuda

Lorenzo Suárez de Figueroa

Biografía

Suárez de Figueroa, Lorenzo. ¿Sevilla?, 1344 – Alhambra (Ciudad Real), 19.V.1409. Trigesimotercer maestre de la Orden de Santiago.

Fue hijo de Gómez Suárez de Figueroa, freire santiaguista y comendador mayor de León, que murió en la decisiva derrota castellana de Araviana (1359), en el contexto de la “guerra de los dos Pedros”. Su madre fue Teresa de Córdoba. Su vinculación con la orden de Santiago iba más allá de su filiación. Fue primo de García Fernández Mejía, su predecesor en el maestrazgo, y cuando accedió a esta alta dignidad en septiembre de 1387, ocupaba la de comendador mayor de Castilla. Su elección fue fruto de una decisión política del rey Juan I quien, de este modo, aplicaba una vez más la excepcional prerrogativa papal que le había concedido en 1383 Clemente VII en materia de nombramientos maestrales.

Son tres los aspectos fundamentales que cabe destacar en el largo gobierno del maestre de más de veinte años de duración: su contribución a la estabilidad política del reino, su participación en la ofensiva reconquistadora frente a Granada y su fructífera gestión institucional al frente de la orden.

Desde el punto de vista estrictamente político, el maestre vivió una etapa crítica que incluye la minoría de Enrique III, su problemático reinado y los primeros años de la regencia de Juan II. En todo caso, Lorenzo Suárez de Figueroa mostró ciertamente vocación estabilizadora, no exenta, desde luego, de un decidido interés por preservar los derechos y privilegios de su orden. En esta perspectiva, conviene situar el juramento de mutua colaboración que se prestaron en Ocaña él y el poderoso maestre Gonzalo Núñez de Guzmán, a raíz de la muerte de Juan I, en los últimos meses de 1390.

Pero esa vocación se manifestó de manera particular al servicio de Enrique III con motivo de la guerra lusocastellana de 1396-1399, consecuencia de las heridas aún abiertas desde los días de Aljubarrota. El maestre tomó parte activa en la neutralización del cerco de Badajoz con el que se inician las hostilidades en mayo de 1396, y antes de finalizar el año, nombrado responsable de la defensa del sector meridional de la frontera, saqueaba en compañía del maestre de Alcántara, Fernando Rodríguez de Villalobos, las comarcas de Beja, Serpa, Moura y el Campo de Ourique. En la primavera del año siguiente, cuando la guerra entre los dos reinos era un hecho generalizado, el condestable portugués Nuño Álvarez Pereira desafiaba a Lorenzo Suárez de Figueroa, y penetraba en tierras pacenses hasta Villalba de los Barros; en todo momento el maestre santiaguista se vio asistido por el de Alcántara en las escaramuzas que siguieron. Las treguas negociadas desde finales de 1398 con la activa participación de Lorenzo Suárez de Figueroa, no se aplicaron más allá de la primavera-verano de 1400, pero la reanudación de la guerra ya sólo ofreció episodios aislados hasta la pronta finalización de las hostilidades. Pero, además de en estos episodios fronterizos, el maestre de Santiago tuvo otras ocasiones de mostrar su deseo de colaborar con la estabilidad del trono. Así ocurrió cuando, a raíz de la muerte de Enrique III, el gobierno de la regencia lo envió en 1407, junto a Alfonso Enríquez, a reprimir la nostálgica revuelta concejil sevillana que reclamaba la vuelta a la estructura tradicional de los gobiernos municipales, profundamente renovados por el monarca fallecido.

La participación en la ofensiva contra Granada es otro aspecto esencial del maestrazgo de Lorenzo Suárez de Figueroa. Ciertamente no se puede decir que el maestre fuera un incondicional partidario de la guerra contra el emirato nazarí; más bien procuró esforzarse en la medida de sus posibilidades por mantener las treguas con él, intentando incluso restañar las heridas que hubieran podido derivarse de la inútil e imprudente hazaña protagonizada en 1394 por el maestre de Alcántara, Martín Yánez de Barbudo. Pera esta actitud pacificadora no era incompatible con una buena disposición hacia la defensa del reino que ya había mostrado en las Cortes de Guadalajara de 1390 en las que, junto al maestre de Calatrava, Gonzalo Núñez de Guzmán, asumió un papel de cierta responsabilidad en la confección del “ordenamiento de lanzas” que entonces se promulgó. Esa buena disposición se puso a prueba a partir de 1404, cuando el emir Muhammad VII empezó a dar probadas muestras de no conformarse con la inactividad bélica. Después de una importante razzia contra Morón, en 1406 sufrieron ataques las encomiendas santiaguistas de Estepa, Bédmar y Caravaca. La respuesta cristiana lo fue ya del gobierno de la regencia de Juan II, concretamente del infante don Fernando, hombre inclinado al espíritu de cruzada, que empezó por mantener al maestre de Santiago en el cargo de frontero de Écija para el que había sido nombrado por Enrique III. Desde tal responsabilidad coordinó las operaciones que el comendador mayor alcantarino llevó a cabo para la ocupación del estratégico castillo de Pruna, en el borde septentrional de la Sierra de Ronda, y también se preocupó del abastecimiento del enclave fronterizo de Teba que llevó concretamente a cabo el comendador mayor santiaguista de León, su primo Lorenzo Suárez de Figueroa. Estas acciones no impidieron la toma y saqueo de Bédmar, que los granadinos abandonaron a continuación permitiendo que el maestre acometiera definitivas obras de refortificación. También estuvieron los freires santiaguistas en la infructuosa campaña de Setenil en otoño de 1407, pero su éxito fue completo al ocupar Ortegícar. Lorenzo Suárez de Figueroa se aplicó entonces a campañas de depredación que confió, entre otros, a su propio hijo Gómez Suárez de Figueroa, quien, tras arrasar el arrabal de Cártama, obtuvo un impresionante botín en cautivos musulmanes y, sobre todo, en cabezas de ganado.

La actividad bélica del maestre se completó de manera eficaz con el tercero de los argumentos que articulan sus fructíferos años de gobierno, de su activa gestión institucional al frente de la orden que le valió el apelativo del buen maestre. En este sentido, a él se deben los primeros grandes establecimientos de signo reformador para el regimiento de la orden y de sus pueblos, los de 1403, de los que tomarían ejemplo algunos de sus sucesores. Las preocupaciones del maestre fueron las de preservar la autoridad maestral de los abusos de la propia oligarquía comendataria, especialmente patentes en materia de administración de justicia y de cobro de derechos e impuestos, y fomentar la riqueza ganadera de la orden como fuente saneada de ingresos para el conjunto de la institución. La buena imagen proyectada se consolidó en la memoria de generaciones posteriores a través de su notable labor constructora: reparó y reconstruyó fortalezas (Montiel, Montizón, Alhambra, Uclés, Jerez, Fuente del Maestre, Estepa y los castillos de la frontera murciana), realizó obras de acondicionamiento en las residencias de Ocaña y Aranjuez, y acondicionó los bastimentos de Llerena, Guadalcanal, Corral de Almaguer, Villarrubia y Santa Cruz, entre otros; fundó, finalmente, nuevos monasterios como el priorato de Santiago del Espada en Sevilla donde ordenaría ser sepultado.

Pero esta buena imagen no tiene en cuenta la irrefrenable inclinación del maestre a favorecer a sus herederos utilizando para ello bienes y rentas de la propia Mesa Maestral. Lorenzo Suárez de Figueroa casó en dos ocasiones, con Isabel Mejía y con María de Orozco. Tuvo una prole considerable pero sólo dos varones.

Al mayor, Gómez Suárez de Figueroa, le entregó en mayorazgo un conjunto de bienes en tierras pacenses (Nogales, Villalba de Barros, Valencia de Ventosa y Villarta de Barros) a los que se sumaría el señorío de Feria con Zagra y La Parra, origen del conocido condado de Feria, más tarde ducado. Al otro hijo varón, Lorenzo, lo convirtió en obispo de Badajoz, y una de sus hijas, Catalina de Figueroa, casaría con Íñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana.

El maestre murió a los sesenta y cinco años en Alhambra (Ciudad Real) —el cronista Rades afirma que en Ocaña— en mayo de 1409, y fue enterrado en la capilla mayor de su fundación sevillana de Santiago del Espada, hasta que en el siglo xix sus restos fueron trasladados al panteón de sevillanos ilustres, bajo la iglesia de la Anunciación.

 

Bibl.: F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara, Toledo, 1572 (ed. facs. Barcelona, 1980), Chronica de Sanctiago, fols. 53v.- 55r.; A. F. Aguado de Cordova, A. A. Alemán y Rosales y J. López Agurleta, Bullarium Equestris Ordinis S.Iacobi de Spatha, Madrid, 1719, págs. 356-372; E. Rodríguez Amaya, Don Lorenzo Suárez de Figueroa, Badajoz, 1958; P. de Orozco y J.de la Parra, Comendadores de la Orden de Santiago, [Primera] Historia de la Orden de Santiago. Manuscrito del siglo XV, de la Real Academia de la Historia, pról. de D. de Angulo, intr., transcripción, notas y apéndice del Marqués de Siete Iglesias, Badajoz, 1978, págs. 382-386; F. Mazo Romero, El condado de Feria (1394-1505). Contribución al estudio del proceso señorializador en Extremadura durante la Edad Media, Badajoz, 1980; C. de Ayala Martínez, Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos xii-xv), Madrid, 2003, págs. 159, 224- 225, 242, 372, 397, 468, 576, 658 y 737.

 

Carlos de Ayala Martínez