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Benito Silveira

Biografía

Silveira, Benito. San Juan de Cabaleiros, Tordoia (La Coruña), p. t. s. XVIII c. 1800. Escultor.

En primer lugar, al hablar de Benito Silveira, es necesario recoger una nueva teoría sobre el mismo vertida por los profesores José Manuel López Vázquez y M.ª del Carmen Folgar de la Calle. Éstos, basándose en el hecho de que el nombre de Benito Silveira no aparece citado en documentación alguna, ni siquiera cuando en las obras de los retablos de San Martín Pinario se citan a otros discípulos de Romay, les hace cuestionarse la existencia real de este escultor, hasta apuntar que tal vez sea simplemente una invención de Ceán Bermúdez, o el fruto de una confusión suya a la hora de citar al operario del taller de Romay que acompañó a Felipe de Castro en su viaje de formación.

En cualquier caso, lo que no parece discutible es la presencia de una serie de obras con unas características estilísticas determinadas y en las que se ve el influjo de maestros andaluces del último Barroco así como de los artistas franceses al servicio de Felipe V. Los profesores citados explican este estilo bien por el posible viaje de un discípulo de Romay a Portugal y Andalucía, o bien por la propia evolución del taller, propiciada por el paso de los años y la circulación de grabados.

Ateniéndose a la historiografía tradicional, Benito Silveira habría sido uno de los más destacados discípulos del círculo de Miguel de Romay. Sobre su vida, de haber existido, como quedó dicho líneas arriba, las únicas notas que los autores apuntan es que procuró pasar desapercibido en su momento, trabajando lo justo para poder sobrevivir, y dando, en limosna, gran parte de lo que ganaba. Por otro lado, se dice que nunca tomó discípulos a su cargo. Sobre su obra, parece que trabajó con su maestro Romay en el hoy trasladado retablo mayor de Santa Salomé de Santiago. Tradicionalmente, se le atribuye gran amistad con Felipe de Castro, con quien estuvo en Portugal estudiando las obras de los escultores italianos allí establecidos. Desde allí, con él se trasladó a Sevilla, donde se debió de poner en contacto con Duque Cornejo, máximo exponente de una escultura que se mueve entre el Barroco y los primeros reflejos del rococó. Allí se bifurcan sus caminos, ya que al parecer, según estas noticias tradicionales, Felipe de Castro marchó a Roma, mientras que Benito Silveira encaminaría sus pasos hacia el palacio de la Granja de San Ildefonso, donde estaría en contacto con los escultores franceses al servicio del rey Felipe V. De regreso a Santiago, trabajó junto a los más grandes y universales artistas del Barroco español, imprimiendo a sus obras el gusto del rococó que había adquirido en la Corte.

Entre 1733 y 1742 lleva a cabo los primeros encargos en Compostela: son las imágenes para el impresionante retablo mayor de San Martín Pinario. Entre ellas se encuentran tres esculturas ecuestres (Santiago, san Martín y san Millán de la Cogolla); además de un san Martín obispo y un san José. Aquél mira hacia la nave de la iglesia, mientras que éste lo hace hacia el coro, en la parte posterior, ya que la “maquina” presenta estos dos frentes. Según el profesor Otero Túñez, el san Martín Obispo refleja el barroquismo del momento, dotando de gran riqueza las vestiduras pontificales por medio del estofado (que recuerdan además el magisterio de Romay), y la búsqueda de la sensación de movimiento. Por su parte, en el san José, el mismo profesor señala el origen andaluz de una iconografía en la que el santo lleva al niño en brazos, que parte de Alonso Cano y que sin duda Silveira conocía, habida cuenta de su estancia en Sevilla.

Por otro lado, en las tres figuras ecuestres de este retablo se ve el recuerdo de Mateo de Prado, quien realizaba por la misma época la sillería del coro. Evocan también al tabernáculo de la Catedral de Santiago, con la representación del apóstol y de san Millán como matamoros. El san Martín partiendo su manto con el pobre recalca la caridad del santo titular.

Apenas terminada su labor en este retablo principal, los mismos monjes benedictinos de San Martín Pinario acuerdan con él en julio de 1742 la realización, con la máxima premura (debía estar rematado en octubre de 1743) el retablo de san Benito. Lo lleva a cabo Francisco de Casas, según diseño de Fernando de Casas, y se establece la condición de que las esculturas fueran “del mejor primor e imitación del natural, sin defecto de ninguna clase”. Preside el conjunto el patriarca san Benito, flanqueado por san Plácido y san Mauro; y sobre las hornacinas de éstos, las que acogen a san Anselmo de la Cogolla y santo Tomás de Aquino. En el segundo cuerpo, centrado por un relieve de san Benito en éxtasis sobre el que están la Trinidad y san Miguel, también, en los extremos, se ve a san Agustín y san Francisco con el cesto de peces que pagaban los franciscanos a los benedictinos por el lugar de su monasterio, en terrenos de San Martín Pinario. Así pues, se veneran en este retablo a los santos benedictinos canonizados hasta la fecha, incluido además santo Tomás, que se había formado con los benedictinos, antes de tomar los hábitos dominicos.

Similar es el retablo del otro brazo del crucero de San Martín Pinario. Dedicado a la Virgen, presenta análogo diseño y autoría que el de san Benito. De nuevo se han atribuido reiteradamente sus imágenes a Silveira. Preside todo el conjunto una deliciosa imagen de la Virgen con el niño, traída por los católicos ingleses al huir de la persecución protestante de Enrique VIII, y que contaba con un retablo anterior a éste. A su alrededor se disponen, en las hornacinas inferiores de las calles laterales, san Juan Bautista y san José; sobre éstas, las que acogen a san Joaquín y santa Ana. Encima de estas calles laterales, a los lados del segundo cuerpo, que acoge un relieve de la Imposición de la Casulla a san Ildefonso (que no es obra de Silveira), se presentan una efigie de santo Domingo y otra de san Ignacio. Culminan el conjunto otro relieve, éste representando la Coronación de la Virgen (también de otra mano), y una imagen de san Rafael en la cúspide del retablo.

Aunque algunas características de las imágenes de estos dos retablos pueden, a primera vista, despistar sobre la atribución a Benito Silveira de todas ellas, un análisis profundo no deja lugar a dudas. Así lo afirmará Ceán Bermúdez, y aunque Murguía lo puso en entredicho, el profesor Otero Túñez no deja lugar a dudas en su autoría, a excepción, claro está, de la citada Virgen: “Todas ellas comparten rasgos como el desarrollo de los arcos supraorbitarios, la gran separación de los ojos, saltones y redondos, exageración del ángulo nasolabial [...], la típica manera de hacer las orejas [...], las manos, de dedos cortos, uñas anchas y cuadradas, la típica vena transversal muy saliente y la técnica del gubiazo”.

Tras esta etapa de productivo trabajo en el monasterio de San Martín Pinario, realiza diversas esculturas para parroquias compostelanas. Así, en colaboración con Manuel de Leis hace en 1758 para la Iglesia de Santa María del Camino la imaginería del retablo mayor, a saber: el padre eterno (que aparecerá luego en muchos retablos santiagueses), en la cúspide; san Juan Bautista (que representa el bautismo) y san Juan Nepomuceno (representa la penitencia) en el primer cuerpo; y san José y san Antonio de Padua en el segundo, flanqueando a la Virgen de la Asunción. El san Juan Nepomuceno será posteriormente trasladado a otro retablo del templo, sustituyéndolo por un Santiago Peregrino. En las imágenes de este retablo son dignos de reseñar el tratamiento de las telas, imitando diferentes texturas, que revelan la anatomía subyacente por medio de un plegado menudo. Hay que destacar el sentido iconológico de este retablo, al colocar a los lados del sagrario (que representa a la comunión) al Bautista (representa el bautismo), y a san Juan Nepomuceno (que representa la penitencia).

Quedan así reflejados los tres sacramentos fundamentales de la fe cristiana.

De este momento de trabajo en Santa María del Camino deben de ser otras imágenes que hizo para el mismo templo parroquial: un san Antonio Abad (hoy en colección particular) y una santa Bárbara procesional.

A su misma mano se debe un san Juan Bautista — que se puede considerar una obra maestra— que talló para la iglesia de la Compañía en Santiago, en el que Otero Túñez ve influencias andaluzas, fruto sin duda de su estancia en la corte de Felipe V. Alcanza en esta obra un perfecta caracterización del personaje, aislado en su vida eremítica.

Fuera de Santiago se le atribuyen otras imágenes, como una imagen de vestir de san Antonio Abad de la Iglesia de San Bartolomé de Pontevedra.

Su presunta larga vida y la difusión de sus formas harán que su influencia se extienda rápido en el segundo tercio del xviii en muchas parroquias gallegas, especialmente del arzobispado de Santiago. Parece que murió anciano hacia 1800.

 

Obras de ~: Imágenes para el retablo, el retablo mayor y el de la Virgen de San Martín Pinario, Santiago de Compostela, 1733- 1742; con M. de Leis, Imágenes para el retablo mayor de Santa María del Camino, Santiago de Compostela, 1758; San Juan Bautista, Iglesia de la Compañía de Santiago, s. f.; San Antonio Abad, San Bartolomé de Pontevedra, s. f.

 

Bibl.: M. M. Murguía, El arte en Santiago durante el siglo xviii y noticia de los artistas que florecieron en dicha ciudad y centuria, Madrid, Estudio Tipográfico De Ricardo Fé, 1885; J. Couselo Bouzas, Galicia artística en el siglo xviii y primer tercio del xix, Santiago de Compostela, Imprenta-Librería y Encuadernación del Seminario, 1932; R. Otero Túñez, “Los retablos de la Iglesia de la Compañía en Santiago”, en Cuadernos de Estudios Gallegos (CEG) (Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, Santiago de Compostela), XXVI (1953); “¿Benito Silveira o José Ferreiro?”, en CEG, XXIV (1953); “Los retablos del crucero de San Martín Pinario”, en Boletín de la Universidad Compostelana (Universidad de Santiago), 64 (1956); “El retablo mayor de San Martín Pinario”, en CEG, XXXIV (1956); VV. AA., Gran Enciclopedia Gallega, vol. XXVIII, Vitoria, Benito Silveira, 1974; R. Otero Túñez, El “legado” artístico de la Compañía de Jesús a la Universidad de Santiago, Santiago de Compostela, Universidad, 1986; VV. AA., Galicia no Tempo, Madrid, 1990; R. Otero Túñez, “El San Francisco Forero de San Martín Pinario”, en Homenaje al profesor Hernández Perera, Madrid, Universidad Complutense, 1992; J. M. García Iglesias, Galicia Arte, XIV. El Barroco (II), La Coruña, Hércules de Ediciones, 1993; R. Otero Túñez, “Santa María del Camino”, en II Semana Mariana en Compostela, Santiago de Compostela, Cofradía Numeraria del Rosario de Santiago, 1996; J. M. López Vázquez y M.ª C. Folgar de la Calle, Santiago: San Martín Pinario, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 1999.

 

Salvador Yzquierdo Peiró