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Fernando Carrillo

Biografía

Carrillo, Fernando. Córdoba, c. 1560 – Madrid, 3.IV.1622. Magistrado, presidente del Consejo de Hacienda, del Real de Castilla y del Real y Supremo de las Indias.

Hijo de Luis Muñiz de Godoy y de Elvira de Valen­zuela, estudió en el colegio de los jesuitas de su ciudad natal. Comenzó Cánones y Leyes en la Universidad de Osuna y los acabó en la de Salamanca. Casado con Francisca Fajardo tuvo tres hijos, todos ellos caballe­ros de una Orden militar, y una hija. El primogénito, Luis, comenzó a la edad de diecisiete años a servir como entretenido en las galeras, luego llegó a ser ca­pitán de la Patrona de España y falleció el 22 de enero de 1610, a los veinticuatro años. Luis, además de de­dicarse a las armas, también destacó como poeta. El segundo, Pedro, que ingresó de paje en 1601 y luego fue promovido a caballerizo, y el tercero, Alonso, que fue capitán de Infantería, de corazas y de lanzas. Al yerno de Carrillo, Alonso de Loaisa Mexía, le otorgó el rey el oficio de alcaide del Soto de Roma. Tanto sus tres hijos como su yerno fallecieron antes que el pro­pio Carrillo. Las desgracias familiares le acompañaron toda su vida: su único nieto, Juan Diego de Loaisa, también murió antes que él.

Felipe II le designó para ocupar diversas plazas de magistrado de Granada, Valladolid, Sicilia y Nápo­les, pero él no aceptó. Cuando en 1595 falleció el archiduque Ernesto y Felipe II eligió para gobernar los Países Bajos a su hermano Alberto, fue a Flan­des a desempeñar los oficios de justicia, hacienda y consulta de este archiduque con título de superinten­dente. Desde 1597 hasta 1601 se encargó de contro­lar la Hacienda real en Flandes, que logró reformar, contribuyendo a que las arcas públicas se ahorrasen ingentes cantidades en sueldos. Carrillo volvió a Es­paña unos pocos días en 1600, y fue nombrado con­sejero supernumerario de Castilla, cargo que juró el 19 de febrero, pero volvió enseguida a Flandes, donde se le nombró comisario para tratar de las paces con Francia, Inglaterra y Holanda.

El magistrado cordobés, cumpliendo órdenes reales, regresa a España como miembro del Consejo de la Cámara. Además de su trabajo ordinario en los Con­sejos de Castilla y de la Cámara, informaba de con­sultas de otros Consejos que le remitía el Rey sobre materias muy importantes referentes al reino. Pasó a ser en esta etapa una de las personas de confianza de Felipe III y, por ende, del valido Lerma. El 12 de octubre de 1603 le nombró asesor del bureo de la Reina, teniendo derecho cuando iba con el Rey a botica, médico y ración. A finales de ese año fue co­misionado para averiguar la conducta del oidor de la Chancillería de Valladolid Francisco Márquez, que había maltratado de palabra y obra a un oficial de la Inquisición.

En 1603 es nombrado miembro de la Junta de Fac­toría y dos años más tarde se le encomienda que con­trole los tribunales de Hacienda. A finales del año 1606 es designado para inspeccionar a Alonso Ramí­rez de Prado, debiendo investigar cómo se había conducido en el ejercicio del oficio de consejero de Ha­cienda y, a comienzos de 1607, también se encarga de la visita al secretario de Estado Pedro Franqueza y de sus oficiales. Como resultado de todas esas visitas, la Hacienda real se embolsó en concepto de condenas la nada despreciable cantidad de algo más de cuatro­cientos millones de maravedíes.

Carrillo era un juez severo e implacable. Dio prueba de ello en 1607, cuando al propio tiempo que instruía los juicios anteriores, condenó a la horca a dos criados del duque de Lerma, por haber falsificado un decreto suyo destinado al Consejo de Portugal.

Por la destreza y finura que había demostrado en la instrucción de las visitas fue recompensado con la presidencia del Consejo de Hacienda, plaza que es­taba vacante por ascenso de Juan de Acuña a la pre­sidencia del Consejo de Indias y de la que Carrillo tomó posesión el 24 de diciembre de 1609. Bajo su presidencia se establecieron nuevas rentas de alcaba­las, cuyos conciertos reportaron al Rey 324 millones de maravedíes y solamente se labraron 400.000 duca­dos. Por el asunto de las alcabalas, el Rey le concedió una renta vitalicia de 2.000 ducados aplicados a las mismas. Como presidente formó parte de la Junta de Obras y Bosques, así como de la de Reformación de Presidios, Fronteras y Armadas.

En 1617, gracias a la protección de Uceda, tuvo la presidencia del Consejo de Indias, que durante medio año desempeñó conjuntamente con la de Hacienda. En el tiempo que se mantuvo en ella se emitieron tres mil sentencias referentes a pleitos entre partes, visitas, residencias y despachos de expedientes contenciosos y la Hacienda real ingresó en las arcas unos beneficios de más de 500.000 ducados. Asimismo formó parte de la Junta de Guerra de Indias.

Amigo y protegido, primero del valido Lerma, y, después, de su hijo el duque de Uceda, con el tiempo les fue infiel al colaborar con Baltasar de Zúñiga —con quien en 1600 había tratado una tregua o sus­pensión de armas en Flandes— y Olivares. Participó en el complot fallido que pretendía despojar del vali­miento al duque de Uceda y del confesionario al padre Aliaga y atribuir un papel político preferente al príncipe Manuel Filiberto de Saboya. Además, se en­cargó, junto a Ciriza, de redactar el testamento de Felipe III.

Pedro Téllez Girón de Velasco, tercer duque de Osuna y ex virrey de Nápoles, es arrestado siete días después de la muerte de Felipe III, acusado de rebe­lión, prevaricación, malversación de caudales y de fe­lonía. Carrillo presidirá la Junta que juzgue la causa, de la que forman parte, entre otros, los consejeros de Castilla Alonso de Cabrera, Gaspar de Vallejo y Garci Pérez de Araciel. Por las mismas fechas también es comisionado para calificar si los duques de Lerma y Uceda, hijos, nietos y miembros de la servidumbre habían incurrido en alguna figura delictual cuando obtuvieron sus respectivos oficios y mercedes. Los dos ex validos plantearon recusación alegando que el cordobés había recibido de ellos singulares beneficios. Carrillo fue separado del conocimiento de esta causa al prosperar la recusación.

Su muerte se produjo el 3 de abril de 1622. Su cuerpo fue depositado en el convento agustino de San Felipe y más tarde trasladado a una capilla de Córdoba. Dos meses después, su viuda elevó un me­morial al Rey en el que solicitaba alguna ayuda para saldar las deudas pendientes. Fue el Consejo de Indias el que le concedió 6.000 ducados de una vez y otros 600 de renta vitalicia.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Quitaciones de Corte, leg. 14; Archivo Histórico Nacional, Consejos Suprimidos, lib. 724; Archivo del Palacio Real, Exp. Personal, caja 55, n.º 2.L. Cabrera de Córdoba, Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España, desde el año 1600 en adelante, Madrid, 1857; Historia de Felipe II, rey de España, Madrid, 1987, 4 vols.; M. Escagedo y Salmón, “Los Acebedos”, en Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo, 5 (1923), págs. 142-157, 270-278, 361-366; 6 (1924), págs. 108-124, 224-241; 7 (1925), págs. 50-64, 181-188, 211-224; 8 (1926), págs. 15-29, 156-162, 243-263, 333-342; 9 (1927), págs. 72-80 y 144-192; A. González Palencia, La Junta de Reformación, Vallado­lid, 1932; F. de Quevedo y Villegas, Obras completas, ed. de Felicidad Buendía, Madrid, 1960, 2 vols.; F. Benigno, La sombra del rey. Validos y lucha política en la España del siglo xvii, Madrid, Alianza Editorial, 1994; B. J. García García, La pax hispánica. Política exterior del duque de Lerma, Leuven, 1996; J. F. Baltar Rodríguez, Las Juntas de Gobierno en la Monarquía Hispánica (Siglos xvi-xvii), Madrid, Centro de Es­tudios Políticos y Constitucionales, 1998; R. Gómez Rivero, “El juicio al Secretario de Estado Pedro Franqueza, conde de Villalonga”, en Ius Fugit, 10-11 (2001-2003), págs. 401-531; A. Feros, El Duque de Lerma. Realeza y privanza en la España de Felipe III, Madrid, Marcial Pons, 2002.

 

Ricardo mez Rivero

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