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Atanasio Fernández Iglesias

Biografía

Fernández Iglesias, Atanasio. Espino de la Orbada (Salamanca), 1891 – Salamanca, 8.IX.1982. Ganadero.

Nació en el seno de una familia relacionada con la industria ferroviaria, en la que llegó a trabajar como ayudante de factor y desde la que se introdujo en el negocio del carbón, en que hizo fortuna. Fortuna que vio ampliada con la herencia de la finca “Los Porcines”, proveniente de un tío suyo y que le introdujo en la vida social de los ganaderos del campo charro. Esto le permitió casarse con Natividad Cobaleda, hija del ganadero salmantino Bernabé Cobaleda.

Al fallecimiento de éste, la herencia de Natividad Cobaleda pasó a ser gestionada por su marido y fue a partir de ese momento, en 1929, cuando el nombre de Atanasio Fernández se unió a un encaste bravo.

Su finca salmantina, de nombre “Campocerrado”, se convirtió en el laboratorio de pruebas para la formación de un tipo de toro, paradigma de la nobleza y la calidad en las embestidas, que no se parecerá en nada a su origen, ni en lo morfológico ni en el comportamiento.

Atanasio Fernández recibió en herencia una vacada compuesta por distintos orígenes: navarros, albaserradas y conde de la Corte (dos lotes de becerras y el toro Treinta que su suegro había comprado al conde de la Corte). Pero fue a partir de la compra que hizo en 1930 de dos lotes de becerras y el semental Carabella cuando empezó todo el trabajo de alquimia, selección e intuición para hacer un toro distinto y personal, logrando que fuera preferido por todas las figuras del toreo de la segunda mitad del siglo xx.

Con esta materia prima, Atanasio Fernández empezó a descartar aquello que no le parecía adecuado a los derroteros que el futuro de la tauromaquia parecía apuntar, buscando un toro que llegase con la frescura necesaria al tercio de muleta. Para ello, eliminó los animales de origen navarro y albaserrada.

El toro de Atanasio Fernández es un animal de cornamenta menos aparatosa que los del Conde de la Corte, aun sin perder la seriedad. Es un toro basto de piel, descolgado de carnes, con poco desarrollo del morrillo y altos de agujas. Los colores de sus pintas son todos aquellos que derivan del negro, si bien merced a una cesión de sementales entre Juan Pedro Domecq y Díez y Atanasio Fernández, de vez en cuando salta algún toro colorado o castaño.

El comportamiento del toro de Atanasio es el de un animal frío de salida, pero que conforme va sintiendo la lidia se entona y gana en acometividad, con una embestida noble, humillada, profunda, larga y con la capacidad de planear con las astas tras los vuelos de la muleta.

La historia de Atanasio Fernández es, pues, la historia de su ganadería. Una ganadería con la que debutó en la plaza de toros de Madrid el 10 de abril de 1934 con el toro Gamito al que el diestro Fortuna cortó las dos orejas. Pero los grandes éxitos de Fernández como ganadero llegaron después de la Guerra Civil española, gracias sobre todo a su gran amistad con los toreros Manolete y Antonio Ordóñez y a los grandes resultados que sus toros proporcionaban a los diestros en las plazas importantes, de ahí que Atanasio Fernández fuera el ganadero favorito para otros criadores que necesitaban dotar a sus toradas de las características de toreabilidad que Don Ata (como se le conocía en la intimidad) imprimía a sus pupilos. La venta de vacas y sementales fue una parte más de los éxitos de este ganadero y, al mismo tiempo, parte de su leyenda negra (se hablaba de un libro falso de tientas con el que Fernández vendía las eralas de desecho, cambiándoles la nota de tienta).

Atanasio Fernández llegó a ser diputado a Cortes por Salamanca, algo que nunca pudo ensombrecer su labor ganadera, labor que llegó a su cenit el 22 de mayo de 1972, cuando el toro Cigarrón permitió al diestro Palomo Linares cortar el último rabo que se ha concedido en la plaza de toros de Las Ventas, dentro de un festejo en el que se cortaron cinco orejas más (cuatro Curro Rivera y una Andrés Vázquez).

Desde entonces, la inestabilidad en los resultados y la falta de fuerzas se apoderaron del ganado, y Atanasio Fernández, un hombre (según quien fue su mano derecha, el mayoral Fidel Rivas) razonable, asentado, inteligente, exigente, trabajador, dedicado y gran conocedor de su ganadería, murió en Salamanca, en plena feria de 1982, el día antes de que se lidiara en su plaza de toros una corrida de su hierro.

 

Bibl.: Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL), Guía Temporada 2009, Madrid, UCTL, 2009.

 

Álvaro Ignacio Muñoz Cardona

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