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María del Carmen Fernández de Córdoba y Pacheco

Biografía

Fernández de Córdova y Pacheco, María del Carmen. Duquesa de Villahermosa (XIII). Madrid, 19.V.1791 – 11.XI.1851. Dama, noble, Grande de España.

Sexta de los hijos habidos en el matrimonio de Manuel Antonio Fernández de Córdova y Pimentel, VIII marqués de Mancera, con grandeza de España, X marqués de Povar, IX marqués de Malpica, VII marqués de Montalbo, VIII conde de Gondomar (Madrid, 13 de junio de 1764 – 26 de septiembre de 1805), y de María del Carmen Teresa Pacheco-Téllez- Girón y Fernández de Velasco y Zúñiga, V duquesa de Arión por su propio derecho (Madrid, 5 de diciembre de 1765 – 5 de abril de 1828). Concertada su boda con el duque de Villahermosa antes de la invasión francesa, el enlace no pudo celebrarse hasta el 14 de septiembre de 1814, pues hasta ese año estuvo cautivo su prometido en Nancy, al haber sido hecho prisionero en la defensa de Zaragoza, cuando luchaba a las órdenes del general Palafox.

En 1823, ausente su esposo por hallarse en Lisboa con una embajada extraordinaria, recibió como huésped en su palacio de Madrid —que más tarde fue arrendado al Liceo— al duque de Angulema, jefe del ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis, quien se negó a residir en el Palacio Real y quedó encantado de las atenciones prodigadas por la duquesa.

El duque de Angulema, espantado por la sed de venganza del Absoluto y sintiéndose en cierto modo responsable de los acontecimientos, procuró marcharse de Madrid antes de la ejecución de Riego.

La duquesa de Villahermosa acompañó a su marido a París en 1825, con motivo de la coronación de Carlos X; esta embajada extraordinaria se convirtió en ordinaria y duró hasta 1827.

De su belleza y alta distinción dan idea las siguientes líneas inéditas escritas en el álbum de su nieta la condesa de Guaqui por el inmortal poeta José Zorrilla a su regreso de América: “Fotografiada llevo aún en mis pupilas la imagen de la Duquesa, madre de Marcelino, y siempre que cruzo solo las estancias de tu palacio, espero verla surgir del fondo de alguno de tus grandes espejos, como una bendita aparición auguradora para mí de perdón, esperanza, redención y ventura.

Yo la adoré cuando era niño, cuando tu padre y yo estábamos en el Seminario de Nobles y nuestros padres iban a visitarnos los jueves y los domingos; esperaba yo en la ventana la llegada de los Duques, para ver a la Duquesa subir y bajar del coche, y cuando con ellos y con mi madre me hallaba en la sala de visitas, dejaba yo de hablar a mi madre por contemplar la fina y nobilísima modelación de aquella cabeza de faz pálida y serenos ojos y aquella belleza escultural impregnada de celestial atractivo. ¿Cómo no he de querer y respetar a la nieta de la madre de Marcelino?”.

 

Bibl.: J. Ezquerra del Bayo y L. Pérez Bueno, Retratos de mujeres españolas del siglo xix, Madrid, Junta de Iconografía Nacional-Imprenta de Julio Corsano, 1924; C. de Marco, La mujer española del romanticismo, vol. I, León, Everest, 1969.

 

María Alexandra Feiler

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