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Ismail IV

Biografía

Ismācīl IV. Granada, p. s. XV – Íllora (Granada), ¿1463? Emir de al-Andalus (1462-1463), vigesimoprimer sultán de la dinastía de los Nazaríes de Granada (precedido y sucedido por Sacd).

Son muy escasas las noticias que sobre la identidad y vida de este emir se conocen. Anteriormente, la investigación lo había identificado con diversos emires y personajes, pero la información que aporta el cadí supremo, secretario y visir Ibn cĀṣim (m. 857/1453) sobre los emires Yūsuf V (1445-1446) e Ismācīl III (1446-1447) permite afirmar que no se trata de ninguno de estos dos ni tampoco de ningún “Aben Ismael”, Yūsuf VI ni Abū l-Ḥasan (1464-1482 y 1483-1485).

Las crónicas castellanas lo llaman Ysmael, adaptación del nombre árabe Ismācīl, y le dan el tratamiento de infante, que indica que era un príncipe nazarí, aunque no se sabe cuál era su ascendencia personal o su específica vinculación genealógica con la dinastía andalusí. También informan estas fuentes que había permanecido largo tiempo en Castilla, por lo que era ya de edad madura cuando a mediados del siglo XV aparece en la escena política.

Sin duda, se trata de otro de los muchos miembros de la amplia familia real nazarí que se cobijaban en la corte castellana, donde eran acogidos y mantenidos por los reyes cristianos con el fin de disponer de un candidato para la disputa del trono de la Alhambra cuando surgiera la ocasión. Con ello, además de contar con un emir vasallo si alcanzaba el poder, fomentaban las discordias y guerra civil en el emirato.

Su primera aparición y el inicio de su actividad política es posible que se produjera ya en 1453, cuando Muḥammad IX al-Aysar, el Izquierdo o el Zurdo (1419-1427, 1430-1431, 1432-1445 y 1447-1453), murió y le sucedió Muḥammad X al-Ṣagīr, el Chiquito (1453-1454 y 1455). Un grupo de la población apoyó y proclamó entonces a cierto Ismācīl, personaje residente en la corte de Juan II desde hacía mucho y que podría ser el biografiado aquí. En cualquier caso, se impuso Muḥammad X, mucho más joven.

Un decenio después, se inició la campaña que lo llevaría al trono. Aprovechando las protestas de la población por los ataques castellanos, el emir Sacd (1454-1455, 1455-1462 y 1463-1464) culpó a la poderosa familia de los Banū l-Sarrāŷ (nombre castellanizado como Abencerrajes) y ejecutó a varios de sus principales dirigentes, como su gran visir Mufarriŷ y Yūsuf b. al-Sarrāŷ, en julio de 1462. Pero los demás miembros del clan abencerraje, como Muḥammad, cAlī, al-Balansī, al-Qabṣānī o al-cAṭṭār, consiguieron escapar y se refugiaron en Málaga. Allí proclamaron a Ismācīl, que se encontraba en Castilla, y solicitaron el apoyo de Enrique IV. Se repetía así, una vez más, la dinámica de sublevaciones nazaríes anteriores, con tres factores: protagonismo abencerraje, aspirante al trono nazarí enviado desde la corte de Castilla e injerencia del rey cristiano.

Así pues, con el patrocinio de Enrique IV, Ismācīl se trasladó pronto a Málaga acompañado de doscientos caballeros castellanos. Para reforzar su rebelión, los Banū l-Sarrāŷ convocaron desde Málaga a todos sus familiares y partidarios diseminados por el resto de al-Andalus. A la llamada acudieron las fuerzas de Gibraltar, dejando la plaza desguarnecida, lo que fue descubierto a los cristianos por un traidor; el duque de Medina Sidonia, Juan de Guzmán, y el conde de Arcos, Rodrigo Ponce de León, aprovecharon para rendir la plaza sin grandes dificultades en agosto de 1462.

Por su parte, Ismācīl, que contaba con el doble apoyo de sus partidarios abencerrajes y de la ayuda castellana que había solicitado y obtenido, pudo extender su dominio sobre la región occidental del emirato nazarí y controlar importantes ciudades como la citada Málaga, Ronda y Setenil.

Mientras Ismācīl ganaba partidarios y territorio, Sacd perdía apoyo y plazas, por lo que no es de extrañar que el doble frente de presión que ejercían los castellanos por un lado y el propio Ismācīl por otro provocara el descontento y malestar de la población. El propio Sacd era consciente de ello, especialmente en la capital, por lo que cuando el condestable Miguel Lucas de Iranzo entró en la Vega de Granada en agosto de 1462, el emir no salió a combatirlo personalmente para no abandonar la Alhambra, por temor a una rebelión que le arrebatara la sede del trono y lo derrocase.

La desmoralización e impotencia llegó al punto de que las gentes del pueblo llano en el Albaicín y la Alcazaba estaban dispuestas a convertirse en mudéjares de Castilla como única forma de escapar a las continuas agresiones, rapiñas y estragos de los cristianos.

Todo ello favorecía enormemente a Ismācīl y así, cuando la desesperación de la población alcanzó su punto álgido, los granadinos destronaron a Sacd y proclamaron a Ismācīl con la esperanza de librarse de las penalidades de la guerra permanente.

La fecha de estos acontecimientos y la consiguiente entronización del ya Ismācīl IV puede situarse hacia septiembre de 1462.

El nuevo emir inició su gobierno con mal pie pues a los pocos días se produjo un desastroso acontecimiento: la pérdida de la importante y estratégica ciudad de Archidona, que cayó en manos de los cristianos el 30 de septiembre causando una gran consternación entre los andalusíes. El asedio a la ciudad había comenzado dos meses antes, en julio, durante el emirato de Sacd, pero a los castellanos no les importó que este emir hubiera sido destronado ya por el candidato de Enrique IV y mantuvieron el cerco hasta apoderarse de la plaza.

La misma actitud agresiva se repitió a los pocos días por los nobles castellanos a pesar de que Ismācīl IV estaba apoyado y reconocía como señor al soberano de Castilla. El maestre de Calatrava, Pedro Girón, y el condestable Miguel Lucas de Iranzo, ávidos de empresas bélicas, fuente de fama y botín fácil ante un emirato nazarí debilitado y dividido por entonces, emprendieron una algarada desde Jaén el 11 de octubre de 1462 que les llevó a talar y saquear la fértil Vega de Granada y comarcas circundantes hasta llegar cerca del palacio de Alcázar Genil, en las inmediaciones de la capital, pretendiendo desafiar al emir recién entronizado, según las crónicas castellanas.

Ismācīl IV, lejos de enzarzarse en una escaramuza, envió una carta carmesí (color diplomático de la cancillería nazarí) para iniciar conversaciones, que llevó a cabo un pariente suyo. El emir recordó a los jefes cristianos que acababa de instalarse en el trono gracias precisamente a su rey y les pedía que no le atacaran mientras formalizaba las treguas y asentaba su vasallaje con el monarca castellano. Al mismo tiempo, les hacía ver que esos ataques podrían provocar que la población retornara con el destronado Sacd, mientras que con él, Ismācīl IV, el emirato estaría al servicio de Enrique IV. De nada sirvieron las razones para el maestre y el condestable, que prosiguieron la destrucción y el pillaje de todo cuanto encontraron a su paso ya en el camino de vuelta a Jaén.

A pesar de este incidente, la tregua con Castilla fue acordada. Enrique IV no pudo aprovecharse de la debilidad y división interna en la que se hallaba al-Andalus y aceptó la paz porque los conflictos con Navarra reclamaban todo su esfuerzo y por los ingresos que le proporcionaban las parias nazaríes. Junto a ello, la concesión desde el punto de vista castellano era mínima: la duración de la tregua era tan escasa que no llegaba a los siete meses (20 de noviembre de 1462 a 1 de junio de 1463).

En cambio, la consecución de la paz no sirvió a Ismācīl IV para consolidarse en el trono, probablemente por el elevado precio que impondría Castilla y que la sociedad andalusí no podía pagar. A finales de ese mismo año, en los últimos días de 1462 o en los primeros de 1463, fue derrocado y el depuesto Sacd recuperó el trono.

Sin embargo, Ismācīl IV no se dio por vencido y se refugió en Íllora junto con sus partidarios los Banū l-Sarrāŷ, entre ellos el alcaide de Moclín, al-Qabṣānī. Allí mantenía su beligerancia contra Sacd a primeros de noviembre de 1463, pero probablemente a finales de ese año murió, pues desde esa fecha no se vuelve a tener noticias suyas.

 

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