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Farag Ibn Farag

Biografía

Ibn Farağ. Farağ. Ferz-Abenfaraz o Farax Aben Farax. ?, p. m. s. XVI – Granada, ú. t. s. XVI. Alguacil mayor de Ibn Umayya y gobernador mayor de los moros.

Desempeñó el oficio de tintorero de tinta de arrebol en la ciudad de Granada, en el Rabal Albaida, junto a Santa Isabel de los Abades, donde tenía su residencia. Encabezó el levantamiento del reino de Granada  con la ayuda del alguacil de Cádiar, Hernando el Zaguer, conocido también como Ibn Jubar, con  Muley ‘Abd Allāh Ibn Abū, conocido como Aben Abóo —bautizado con el nombre de Diego López—, y con Miguel de Rojas vecino de Ujíjar de Albacete. Concertó con todos ellos y con otros moriscos principales de la Alpujarra, la rebelión del reino para el jueves santo del año de 1568. Esta primera empresa fue abortada por el marqués de Mondéjar y el conde de Tendilla, su hijo, quienes, conocedores del plan de la rebelión, consiguieron contener a los habitantes del Albaicín durante un tiempo.

Farağ b. Farağ, descendiente de la dinastía de los Abencerrajes (Banū Sarrāğ), entró en el Albaicín provocando un primer levantamiento que, pese a la ayuda de los genoveses, turcos y moros de Berbería, fue sofocado. Seguidamente se dirigió a la Alpujarra para hacer valer ante los moriscos sus derechos al poder, frente a Ibn Umayya. 

En su condición de descendiente de los Abencerrajes mantuvo una pugna por el reinado de Granada con Ibn Umayya, si bien, con el fin de no provocar escisiones entre los moriscos, acató su sino y aceptó el nombramiento de alguacil mayor, rindiéndole pleitesía como Rey de Granada y de Córdoba. Ibn Umayya le encomendó reunir a las gentes de la Alpujarra y las joyas requisadas a los cristianos para poder comprar armas en Berbería. Además de realizar lo encomendado levantó los lugares por los que pasaba con los monfíes que le acompañaban, ordenando matar a los clérigos y legos que halló cautivos, y amenazando a quienes escondieran a los cristianos.

Entre los días 24 y 30 del mes de diciembre de 1568 y la pascua de Navidad del siguiente año propició el levantamiento de las tahas de Poqueira y Ferreira, Jubiles, Ceheles, Ujíjar, Berja, Andarax, Dalias en la Alpujarra, asolando y destruyendo aquellos lugares, y prendiendo a los cristianos que se resistían. A sus órdenes se encontraba Luis el Hardon y Miguel de Granada Xaba, que eran quienes ejecutaban sus mandatos.

Se hizo con el mando de las tropas de alpujarreños y mercenarios turcos y africanos, aún a pesar de la opinión en contra del rey de los moriscos. Ante la situación desencadenada, Felipe II encomendó la defensa del reino al marqués de Mondéjar, situándole al frente de un ejército que partió de Granada en 1569, y poco más tarde hizo lo mismo con el marqués de Los Vélez. La falta de entendimiento y la expansión de la sublevación propiciaron fricciones entre estos dos caudillos. El 17 de marzo de 1569 Felipe II mandó al marqués de Mondéjar que dejara dos mil infantes y trescientos caballos a las órdenes de Francisco de Córdoba, Juan de Mendoza o Antonio de Luna y se dirigiera a Granada. Con el fin de constituir un Consejo de Guerra en Granada Felipe II envió entonces a don Juan de Austria, como Generalísimo de la mar y a don Luis de Requesens —comendador mayor de la orden de Santiago y teniente de capitán general de la mar por don Juan de Austria—, con una escuadra para impedir a los moriscos los auxilios por el mar.

El acuerdo entre los cabecillas de la rebelión, Farağ b. Farağ, Tagarí, Mofarrix, Alatar y Salas, confabulados con los moriscos de Jauría, del Gatucín, hasta Canjáyar de la Jarquía, dio lugar al apercibiendo de todos ellos y de otros muchos de lugares próximos, y del otro lado del mar, durante el mes de octubre de 1569. Sus métodos crueles, el martirio y las intimidaciones hacia los mismos moriscos le hicieron valedor del odio entre sus propios seguidores, y ante Ibn Umayya, considerando que con sus procedimientos alteraba el orden interno y alejaba a los alcaides moderados.

La falta de dirección y coordinación en esta empresa fue motivo de la efectiva intervención por parte del marqués de Mondejar y del conde de Tendilla, quienes se beneficiaron de las denuncias efectuadas por Ibn Umayya e Ibn Jubar. El rey de los moriscos, descontento con la situación de desorden reinante, y amenazado por el propio Farğ b. Farağ, entre cuyos planes estaba destronar al propio rey de los moriscos,  amenazado por la extrema necesidad y desventura de los alpujarreños, se vio obligado a someterse de nuevo al poder cristiano, siendo así como se redujo la Alpujarra.

El primer día de pascua de Navidad de 1570 Farağ b. Farağ concertó con los capitanes de monfíes, Nacoz de Nigüeles, Seniz de Bérchul reclutar nuevos contingentes en Güejar, Pinós, Cénes, Quéntar y Dúdar  con el fin de atravesar la sierra  y alzar el Albaicín, como se había hecho en la Alpujarra. Los planes de este cabecilla fueron calificados de desmesurados por sus secuaces, iniciándose así un proceso de infidelidades y abandono. Desalentado por las deserciones renegó de los habitantes del Albaicín, acusándoles de haberle engañado.

Farağ b. Farağ fue considerado un traidor a la causa morisca por las insolencias y crueldades que con cristianos y musulmanes había cometido. Se retiró a Güejar, dónde permaneció oculto de Ibn Umayya, quien proyectaba resucitar la guerra. Farağ decidió entonces presentarse ante el Santo Oficio de la Inquisición y pedir misericordia de sus culpas; pretendía así evitar la muerte y soportar tan solo alguna pena corporal por sus desmanes. Para ello urdió un plan consistente en enviar a un secuaz ante la Inquisición, para evitar ser reconocido en Granada y ser prendido sin darle audiencia. Su plan consistió en solicitar al Santo oficio que mandara a algún familiar que fuera a por él, para ir seguro hasta la ciudad. Pero su confidente, aprovechando el sueño del traidor, optó por herirlo y dejarle en la cueva dónde se escondía. Creyendo que le había dado muerte, fue hasta Granada donde solicitó audiencia con el Arzobispo, y mediando confesión pidió fueran a buscarlo. Ibn Farağ estuvo dos noches y un día en la cueva sin sentido, hasta que llegaron por allí unos moros de Güejar, le procuraron todos los cuidados hasta su curación y cuando don Juan de Austria ganó Güejar, sabiendo de su presencia, huyó con otros moros y anduvo durante un tiempo por la Alpujarra pidiendo limosna. Finalmente fue reducido con el resto de los moros del valle de Lecrín, siendo desterrado tierra adentro. Desde aquel momento no hubo más datos sobre su paradero.

Farağ fue autor de una carta dirigida a los moros de las Alpujarras para que le siguieran en la noche de Navidad de 1568 en el asalto a la ciudad de Granada, fue interceptada y presentada ante el marqués de Mondéjar, quien la remitió ante el Santo Oficio para su conocimiento y actuación.

 

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María Magdalena Martínez Almira

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