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Julián Rafael Ordóñez Falcón

Biografía

Ordóñez Falcón, Julián Rafael. Covarrubias (Burgos), 28.I.1845 – Cavite (Islas Filipinas), 20.I.1872. Marino de Guerra.

Nació en el seno de una familia de clase media en la villa de Covarrubias, en la que su abuelo paterno ejercía como médico titular. Sus padres, Casimiro Ordóñez Marrón, viceconsultor y ayudante médico del Cuerpo de Sanidad Militar en Valladolid, y su madre, Clara Falcón González, natural de Bayona (Francia), le bautizaron en la iglesia de San Juan Bautista de Covarrubias (4 de febrero de 1845); fue apadrinado por Leopoldo Falcón y Natalia Falcón.

A los dieciséis años ingresó como aspirante en el Colegio Naval Militar (1 de julio de 1861) después de haber superado el examen de plazas extraordinarias recientemente convocado. Las Cortes acababan de votar un crédito extraordinario para la construcción de buques de guerra. En la prensa se debatía la necesidad de que España dispusiera de buques blindados para defender Cuba. La Junta Consultiva de la Armada decidió la construcción de dos fragatas blindadas.

Concluidos los estudios de primer curso, superado el correspondiente examen, ascendió a guardiamarina de 2.ª clase (20 de junio de 1862). Destacó en maniobra. Intercaló períodos de embarco con licencias oficiales que pasó fundamentalmente en Valladolid. Embarcó sucesivamente en la fragata Esperanza, navío Isabel II y Francisco de Asís. Navegó por aguas nacionales. Se habituó a la difícil vida a bordo de un buque de esa época, practicó la navegación, las comunicaciones y la maniobra.

Un año después embarcó de transporte en la orca Pinta (10 de octubre de 1863) con rumbo a La Habana. Su primer destino fue la fragata de hélice Concepción, con la que navegó y entró en Puerto Príncipe, Guarico y Santiago de Cuba. Participó en los desembarcos y toma de la población de Montecristo. Cumplidos dos años de embarco, conforme el reglamento de estudios en vigor, se examinó a bordo de dicha fragata; presidió la junta calificadora su comandante el capitán de navío Antonio Durán.

Regresó a la Península. Llegó a Vigo, después se trasladó a Ferrol y Cádiz. Nada más comenzar 1865, solicitó y embarcó en la fragata blindada Numancia, uno de los mejores barcos de la Armada española del momento. Trabajó a las órdenes directas del segundo comandante, el capitán de fragata Antequera, como oficial de maniobra del castillo de la fragata. Participó en la gloriosa campaña del Pacífico y la posterior vuelta al mundo realizada por primera vez por una fragata blindada.

Embarcados los cargos, caudales y víveres para seis meses, relleno de carbón salió de Cádiz (4 de febrero). Hizo escala en el fondeadero de Puerto Grande de la isla de San Vicente del archipiélago de Cabo Verde, donde se aprovisionó de carbón y víveres frescos. La navegación la hicieron con la máquina ayudados con la vela. En el puerto de Montevideo, siguiente escala, se juntaron con el transporte Marqués de la Victoria, que le iba a acompañar y aprovisionar el resto del viaje. Cruzaron el estrecho de Magallanes. Arribaron a Callao (9 de mayo) y la fragata se incorporó a la escuadra del Pacífico mandada por el general Pareja. Estando fondeada la fragata en Callao, embarcó un mes en comisión de servicio en el Marqués de la Victoria, sin dejar de pertenecer a la dotación de la Numancia.

Ascendió a guardiamarina de 1.ª (25 de junio de 1865), superado el correspondiente examen. El tribunal lo presidió su comandante, Casto Méndez Núñez, unos días antes de ascender a brigadier y ser nombrado comandante de la Numancia, el segundo comandante, que conocía bien a Ordóñez. Se perfilaban ya en él esas buenas formas y costumbres que caracterizaban a un buen oficial de marina. Siguió destacando en maniobra.

Salió a la mar con la escuadra con la misión de bloquear la costa de Chile. Cruzaron los estrechos de las islas Chinchas, fito de Calaveras y combatieron a la escuadra chilena.

Perú proclamó su declaración de guerra contra España (14 de enero de 1866). La escuadra se concentró en Valparaíso (14 de marzo). Méndez Núñez transmitió a las autoridades chilenas un ultimátum, comunicando que en cuatro días bombardearía la ciudad si no se avenían a razones. Como eso no ocurrió, participó en el bombardeo de Valparaíso (1 de abril de 1866) llevado a cabo por los navíosVilla de Madrid, Blanca, Resolución y Vencedora. La Numancia ocupó una posición retrasada y efectuó dos cañonazos de salva para indicar el comienzo de las operaciones.

Finalizadas las actuaciones, la escuadra se dirigió a Callao. Reunidos todos los barcos, comenzó el ataque y destrucción de las baterías de Callao (2 de mayo de 1866) después del comunicado emitido por Méndez Núñez a las autoridades peruanas. La Numancia estrenó sus cañones. El combate se inició al mediodía con disparos de la fragata, que efectuó mil cinco disparos; sólo tuvieron diecinueve heridos. Un impacto atravesó la coraza metálica.

Finalizado el ataque, la escuadra reparó averías en el fondeadero de la isla de San Lorenzo próxima a Callao. Una semana después abandonaron el fondeadero. La Numancia, junto con la Berenguela, la corbeta Vencedora, los transportes Marqués de la Victoria, Uncle Sam y Mataura formando parte de la segunda división, se dirigieron al fondeadero del puerto de Papahito (10 de mayo) en las islas de Otahiti (actual Tahití). Fondearon (23 de junio) con ciento diez enfermos a bordo. Las autoridades civiles les dieron un buen recibimiento y trato. En correspondencia hubo una recepción a bordo. Hicieron víveres y carbón, repararon y limpiaron fondos con la ayuda de buceadores de perlas. Un mes más tarde salieron para fondear en Manila junto con la Vencedora, navegando principalmente a vela para ahorrar carbón. Se le concedió la Cruz del Mérito Naval y el derecho al uso del distintivo de alférez de navío por su buen comportamiento durante el ataque de Callao.

Salieron de Manila (17 de enero de 1867) para Batavia en el mar de Java, para carbonear (actual Yakarta). Fondearon el último día del mes. Nueva singladura, (17 de febrero), esta vez con dirección al fondeadero de la bahía de San Simón (6 de abril) del cabo de Buena Esperanza. El comandante de la fragata recibió orden de incorporarse a la escuadra de Méndez Núñez en Río de Janeiro retrasando su regreso a la Península. Dos días después levaron y se dirigieron al fondeadero de la isla de Santa Elena, quedando incomunicada la dotación por tener viruela a bordo. La siguiente escala fue el fondeadero de Río Janeiro, desde donde se dirigieron al puerto argentino del Río de la Plata. Regresaron de arribada a Río Janeiro por avería en la máquina.

Ordóñez solicitó, cumplidos los cinco años de embarco, trasladarse a la Península y estar los últimos seis meses de su etapa de alumno en el Colegio Naval, conforme al reglamento en vigor. Su comandante se lo denegó ante la situación del estado de guerra en la que se encontraba el buque.

Méndez Núñez, a la vista de que habían desaparecido las amenazas de ataque y las numerosas enfermedades existentes a bordo, ordenó que la Numancia regresase a España. Salieron de Río Janeiro (19 de agosto), hicieron escalas en Bahía de Todos los Santos y Puerto Grande de San Vicente. En el tránsito, ascendió a alférez de navío, sin antigüedad hasta superar el examen reglamentario (29 de julio de 1867). Después de casi dos años y medio de ausencia de la Península, fondearon en Cádiz (21 de septiembre). La dotación permaneció incomunicada quince días por razones sanitarias. Pasada la cuarentena, se le dio licencia. Se trasladó al Colegio Naval examinándose con éxito. Se le asignó la antigüedad de 23 de junio de 1867, quedó escalafonado inmediatamente después del alférez de navío Justo Arjuela y Pelejero. Posteriormente, se trasladó a Valladolid para disfrutar de cuatro meses de licencia para restablecer su salud, prorrogada dos meses más.

Comenzó su corta etapa de oficial. Su primer destino fue el de ayudante del arsenal de Cartagena, aunque pronto volvió a embarcar, esta vez en la corbeta Ferrolana, con la que hizo varias singladuras. Se produjo el pronunciamiento de 1868 a bordo de la fragata Zaragoza (17 de septiembre), fondeada en la bahía de Cádiz, el derrocamiento de Isabel II, la proclamación de la Primera República y la salida de España de la Reina.

Ordóñez trasbordó a la fragata Resolución (23 de enero de 1869). Por orden del Almirantazgo pasó destinado al apostadero de Filipinas. Salió de Cartagena e hizo escala en Cádiz para embarcar en el vapor Nuestra Señora de la Asunción. La siguiente escala fue Hong-Kong, donde embarcó en el bergantín español San Lorenzo, que le transportó a Manila. A su llegada formó parte de la dotación de la fragata de hélice Navarra (2 de agosto). Navegó por el mar de China con arribada por mal tiempo en Seúl, costa occidental de Luzón, regresando en todas ellas a Cavite. Al año siguiente entró varias veces en Hong-Kong llevando la correspondencia. Trasbordó por orden de la mayoría general a la fragata Berenguela (15 de junio), poco después embarcó en la Narváez para volver a Cavite y embarcar en el cañonero Cavitano. Se retrasó su embarque al cruzarse ambos buques en el tránsito. En ese viaje, divisó la Narváez, dos embarcaciones con moros, y el comandante encargó a Ordóñez su apresamiento. Lo hizo con dos botes a sus órdenes.

Con el Cavitano, primer y único mando, pasó destinado a la División Naval del Sur. Cesó en el mando (1 de septiembre de 1871) por orden del mando, al formársele sumaria por falta de subordinación cometida al comandante de la División de Fuerzas Sutiles del Norte, el capitán de fragata José Osteret y Godos. Se trasladó a la capital en su nueva condición de arrestado, embarcando en la fragata Berenguela. Trasbordó en la misma situación a la goleta Animosa. Visto el proceso en Consejo de Guerra de oficiales generales (18 de diciembre de 1871), se determinó que, si bien el procesado nunca debió traspasar los límites de la mesura, prudencia, subordinación y respeto hacia un superior, fuera absuelto de todo cargo por mayoría de votos. Desembarcado, fue nombrado ayudante de la Mayoría General del arsenal de Cavite (8 de enero de 1872).

El general Izquierdo mandó en Filipinas desde 1871. Los acontecimientos políticos en Filipinas se complicaron. Las reformas que Moret trató de imponer en la administración de las islas fueron boicoteadas por las Ó rdenes religiosas que temían los efectos de cualquier modificación en el sistema dominante.

A las 20.30 horas (20 de enero de 1872), se sublevó la fuerza de Artillería indígena que guarnecía la fuerza de San Felipe y poco después lo hizo la Infantería de Marina que se hallaba en el cuartel, preparada y con sus oficiales para asistir a la defensa del arsenal, dirigiéndose a unirse con los primeros, desde la cual empezó el fuego de fusil y cañón dirigido fundamentalmente contra el arsenal. La guardia de la puerta exterior del arsenal abandonó su puesto, que quedó incomunicado, pues los sublevados desde las murallas abrieron fuego. Se enviaron varios comisionados a noticiar a la autoridad superior lo que sucedía y pedir auxilio, dos de los cuales fueron asesinados; esto no evitó que el capitán general Espinar, con algunas fuerzas, saliera a sofocar tan grave insurrección no aislada, pues en el inmediato pueblo de Bacoor aparecieron cuatrocientos hombres que se dirigían a Cavite Viejo, de acuerdo con los insurrectos de Cavite.

Dispuesto el asalto, las tropas españolas pasaron a cuchillo a los insurrectos que no se rindieron a la primera intimación. El gobernador de la plaza, a la cabeza del Regimiento n.º 7, intentó penetrar en el arsenal creyéndolo también sublevado, pero el primer contramaestre graduado de alférez de fragata José Fernández Acebedo, que guardaba la puerta exterior, con heroico arrojo y levantado patriotismo, salió al encuentro de las tropas y, dando un viva a España, intentó asaltar la muralla que los sublevados coronaban, cayendo muerto en el acto. Acto seguido el alférez de navío Rafael Ordóñez, que acompañaba al gobernador de la plaza, trepó al parapeto con heroica y sublime abnegación y allí encima de la muralla cayó herido de muerte de tres balazos. Esa noche (20 de enero de 1872) falleció a consecuencia de las heridas recibidas. La insurrección pudo contenerse por la prontitud con que se actuó.

Los que dirigieron la sublevación de Cavite fueron dos cabos de Infantería de Marina, a los que se redujo a prisión por haber sido acusados el día antes por medio de un anónimo que avisaba la revolución que se preparaba en Manila y Cavite. La insurrección debió haber estallado en tres puntos distintos, aprovechando la estancia de la escuadra y tropas en Joló al mando del contralmirante Mac Crohon. El general Izquierdo fue sustituido por el general Alaminos (enero de 1973).

Los actos de arrojo de Ordóñez y Acevedo son dignos de epopeya. Estos dos nombres han quedado gravados con letras de oro en las brillantes páginas de nuestra historia. El informe que eleva el jefe accidental CF. Carballo, encargado del despacho de la Comandancia General, destaca con las siguientes palabras la ilustre memoria de Ordóñez: “Solo al frente de las tropas de la guarnición asaltó las murallas y se colocó sobre el parapeto donde el plomo traidor acabó con su vida”.

Los cadáveres, dado el estado de descomposición, fueron enterrados en grupo, al cuidado del hospital de la plaza y del inspector de sanidad del apostadero.

El Almirantazgo (26 de marzo de 1972), por mandato del Rey, dio orden de inscribir en el Panteón de Marinos Ilustres, entre otros, el nombre del alférez de navío Rafael Ordóñez como recuerdo de imperecederas glorias de la Armada.

Se celebraron a las ocho de la mañana (8 de junio de 1972) las exequias, honras y sufragios por el eterno descanso de los jefes y oficiales de los distintos cuerpos de la Armada, marineros y soldados, tanto insulares como peninsulares, que tan gloriosamente murieron en la noche triste y eternamente memorable del 20 de enero último y los días 21 y 22 siguientes en la iglesia de Santo Domingo de la plaza de Cavite.

Su Majestad el Rey (12 de diciembre de 1884) tuvo a bien resolver que uno de los dos torpederos Rhomicroff que se construían en la casa Yarrow fuera bautizado con el nombre Julián Ordóñez en recuerdo de su muerte heroica en Cavite en los citados sucesos de 1872.

El cuarto patrullero de la clase Barceló, construido en La Carraca y botado el 10 de octubre de 1976, dado de alta en la lista oficial de buques el 7 de junio de 1977, lleva el nombre Ordóñez por orden del jefe del Estado Mayor de la Armada en recuerdo de los hechos anteriormente relatados.

 

Fuentes y bibl.: Archivo-Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), leg. n.º 620/853; Archivo del Museo Naval, exp. 4530, Informe del Jefe encargado del despacho de la Comandancia General de Marina del Apostadero de Filipinas, 5 de febrero de 1872.

G. Maura y Gamazo, Historia General de España, ts. XXIII y XXIV, Barcelona, Montaner y Simón, 1930, págs. 277-279 y págs. 396-397, respect.; J. E. Rivas Fabal, Historia de la Infantería de Marina Española, vol. II, Madrid, Editorial Naval, 1985 (3.ª ed.).

 

Alfonso Rivero de Torrejón

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