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Bartolomé Rajoy y Losada

Biografía

Rajoy y Losada, Bartolomé. Puentedeume (La Coruña), 25.VIII.1690 – Santiago de Compostela (La Coruña), 17.VII.1772. Canónigo, comisario general de Cruzada, abogado, arzobispo de Santiago, filántropo, mecenas.

Fue este prelado uno de los pocos gallegos que durante la Edad Moderna ocuparon la sede compostelana, lo que junto con su importante labor filantrópica y de mecenazgo, lo convierten en una referencia de la Galicia del siglo xviii. Hijo de Nicolás Rajoy, su familia pertenecía a la hidalguía. Tras sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago, inició su carrera en 1711 ejerciendo la abogacía en la Real Audiencia de Galicia; pero en 1724 se graduó en Cánones y se ordenó sacerdote, dirigiendo sus pasos a la Iglesia, empleando para esto la vía de las canonjías de oficio: fue canónigo penitenciario en la Catedral de Ourense, doctoral en la de Lugo —además de ser arcediano de Sarria y ocupar el cargo de provisor y vicario—, penitenciario también en Santiago (oposita en 1730) y doctoral después (1734). En ese contexto fue decisivo su paso a Madrid, en donde estuvo entre 1737 y 1744 para resolver diversos asuntos jurídicos del Cabildo compostelano. Allí pudo relacionarse con relevantes personajes de la Corte, como José del Campillo —a quien recomendó que no prosiguieran los proyectos de recorte de la inmunidad de la Iglesia— y, sobre todo, el marqués de La Ensenada, con quien mantuvo un estrecho contacto. En Madrid, Rajoy colaboró también en la creación de la Congregación de Naturales del Reino de Galicia (1741), pero su prolongada ausencia fue muy protestada en el Cabildo, por lo que hubo de regresar a Compostela. Sin embargo, Ensenada reclamó su presencia de nuevo en la Corte en 1750: su destino era el cargo de comisario general de Santa Cruzada. Estando allí, Fernando VI lo propuso como gobernador del Consejo de Castilla, nombramiento que Rajoy no aceptó, aunque sí el de arzobispo de Santiago (24 de junio de 1751), con todos los cargos honoríficos anejos.

Está claro que su larga presencia en Madrid, su carrera a lo largo de canonicatos de oficio, su amistad con el marqués de La Ensenada y su militancia progubernamental en situaciones como la imposición de la Única Contribución o la negociación del patronato universal en el concordato con Roma, le sirvieron para esos ascensos y explican su acceso a la riquísima sede compostelana sin pasar por otra diócesis menor, como era lo normal. Sin embargo, su renuncia a ser gobernador del Consejo, alegando incompatibilidad, se comprende porque Rajoy lo interpretó como una maniobra para ponerlo en el dilema de tener que aplicar las reformas que concluirían precisamente con el Concordato de 1753. Lo cierto es que siempre fue un colaborador leal en los mandatos del Gobierno —se advierte en su alianza con el Intendente de Galicia frente al Cabildo catedralicio y a otros poderes— o no se opuso a otros —por ejemplo, con ocasión de la expulsión de los jesuitas, aunque los socorrió—.

Su escasa beligerancia contra el Gobierno —fue un “obispo funcionario”— no era compartida con los capitulares compostelanos, con quienes no compartió posición en temas como el patronato universal o la Única Contribución, y eso se tradujo en los obstáculos que se pusieron a varias de sus iniciativas.

Rajoy no se distinguió como autor y apenas dejó obra escrita, aunque al principio de su carrera inició un Thesaurum juridicum y aparece como editor de varios textos religiosos impresos en Santiago. Su biblioteca era buena —en el inventario de 1751, hecho en Madrid, se contabilizaron cuatrocientos setenta y un títulos en ochocientos ochenta y ocho volúmenes y seiscientos veintiocho títulos en 1384 volúmenes en 1772— y en todo revela la personalidad de un jurista: su importancia posterior radica en que obedeciendo al decreto de creación de las bibliotecas episcopales, fue transformada en pública por su sucesor.

Rajoy fue, en cambio, un hombre de cierta sensibilidad artística, como revela su labor de mecenazgo, y un hombre de acción, movida ésta por una honda preocupación por la pobreza —y el desorden social que conllevaba—, y por el interés en la formación del clero diocesano. Esas facetas iban a la par porque, aún invirtiendo en obras importantes en la Catedral compostelana —en la que financió la reedificación de capillas y diversos donativos suntuarios—, en la mejora del palacio arzobispal y en la construcción de la casa de verano en Lestrove, los edificios que mandó construir se dedicaron en su mayoría a la asistencia pública o a residencia de clérigos en formación; el formidable “palacio de Rajoy” con el que cerró la plaza del Obradoiro era en realidad un edificio multifuncional en el que se instalarían las casas consistoriales, la cárcel, la residencia y estudio de los niños seises, mozos de coro, misarios y acólitos de la Catedral, y sobre todo el Seminario de Confesores, que el arzobispo consideraba esencial dentro de un sistema formativo completo y de promoción social basado sólo en la capacidad de los individuos; el proyecto fue presentado a la Cámara de Castilla por Rajoy en 1769.

Esas actuaciones no obstan para que, como era habitual entre los obispos, financiase la reedificación de la iglesia de su villa de origen, a lo que acompañó con la fundación de escuelas en Puentedeume ligadas en su mantenimiento al beneficio de los almacenes del puerto, cuya construcción también se le atribuyen.

Sin duda, de Rajoy destaca en especial su labor asistencial, extraordinaria, aunque no poco dificultada por los otros poderes compostelanos. Partía de la base de que la mendicidad retardaba el desarrollo de Galicia, de modo que su solución equivalía a resolver las anómalas estructuras sociales y a potenciar la economía; para esto, como era común en su época, propuso un denso plan de formación y reinserción social de pobres y desheredados, de racionalización del problema de la mendicidad facilitando soluciones a los que no podían valerse por sí mismos, y de empleo positivo de quienes sí podían hacerlo, tal como se transmite en los documentos fundacionales y normativos de las instituciones que él creó. Su plan preveía cubrir todas las facetas de la pobreza y sustituir el sistema tradicional de limosnas, y se puso en marcha en 1764 con el proyecto de una casa para la acogida de tullidos —funcionará ésta desde 1770— y la creación del fondo económico para la construcción de la casagalera de recogida de mujeres. Paralelamente, contribuyó a la ampliación del hospital de sifilíticos de San Roque y se implicó en otras iniciativas de impulso social y económico —incluso en obras públicas—, pero su idea clave fue la creación del Hospicio de Pobres (1769), destinado a la acogida de mendigos, vagos, expósitos, etc., con el que se cerraría el círculo asistencial ideado por él; esperaba así reducir la mendicidad e incluso la emigración al facilitar a aquellos el aprendizaje de la lectura y la escritura y el dominio de un oficio. Ese sería el paso previo para que, sobre la formación profesional, se pudieran establecer industrias de hilado, sombreros, salazón, de jabón, etc., que entraban también en el proyecto del arzobispo.

Su visión “ilustrada” de la acción social no se contradecía con que mantuviera abierta la vía tradicional, de modo que Rajoy era generoso en sus limosnas. Lo fue en especial durante la durísima crisis de 1768- 1769, en la que incrementó sus repartos —socorrió a unos trece mil pobres— y desplegó una operación que pasó por concentrar a los miles de personas llegadas a Santiago en hospitales de campaña y en centros destinados a las tropas, y por la compra masiva de cereal en Francia —dieciocho barcos con 1885 toneladas por valor de 1.431.145 reales, de los que se financió 600.000 con un fondo formado por el Cabildo y el prelado— y en Castilla —por valor de 607.880 reales—.

Fue el impacto de esta crisis lo que convenció a Rajoy de que su actuación debía encauzarse hacia un proyecto económico global, que se frustró finalmente a causa de la oposición de los sectores partidarios de las viejas fórmulas de asistencia y de los conflictos de su testamentaría.

 

Obras de ~: Thesaurum juridicum, (ms. 1711 en Archivo de la Catedral de Santiago).

 

Bibl.: A. López Ferreiro, Historia de la Santa Apostólica Metropolitana Iglesia de Santiago de Compostela, vol. X, Santiago, Imprenta y Enc. del Seminario Conciliar Central, 1905; M. R. Pazos, El Episcopado gallego a la luz de documentos romanos, vol. I, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1946; J. Palomares Ibáñez, “El arzobispo Rajoy y los orígenes del Hospicio de Pobres de Santiago”, en Compostellanum, 1977; C. de Castro Álvarez, “Rajoy ilustrado: una asignatura pendiente”, en Cátedra, 1993, pág. 45; A. Vigo Trasancos, “El arzobispo compostelano Bartolomé Rajoy y Losada (1751-1772). Gusto artístico y mecenazgo arquitectónico”, en Norba-Arte, XIII (1993), pág. 115; B. Barreiro Mallón y O. Rey Castelao, Pobres, peregrinos y enfermos. La red asistencial gallega en el Antiguo Régimen, Santiago de Compostela-Vigo, Consorcio de Santiago-Nigra, 1998.

 

Ofelia Rey Castelao