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Julián Melitón Huelves Sol Díaz Nofre

Biografía

Huelves Sol Díaz Nofre, Julián Melitón. Ocaña (Toledo), 10.III.1804 – ?, 1865. Ministro, abogado.

Bautizado al día siguiente de su nacimiento en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Ocaña (Toledo), Julián Huelves era hijo del madrileño de Vicálvaro, Manuel Cecilio Huelves, y de Benita del Sol Díaz Nofre, natural de la misma villa toledana que él, y nieto, por parte paterna, de Anastasio Huelves, nacido en Vicálvaro, y de Manuela del Río, natural de Torrejón de Velasco (Madrid), y, por la materna, de Bernardino del Sol Díaz Nofre, oriundo de Ocaña, y de Antonia Ramírez Aguirre, que lo era de Ciruelos (Toledo). De esta cabecera del árbol genealógico tiene especial importancia el apellido Sol Díaz Nofre, por su condición nobiliaria, pero sobre todo por la posesión de un considerable patrimonio rústico, que revertiría a Julián Huelves en calidad de primogénito.

Antes de ello, al igual que su hermano Ramón, estudió Leyes en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), donde alcanzó el grado de bachiller en junio de 1822. Durante los cuatro años siguientes estuvo realizando prácticas en el estudio del abogado de Madrid Manuel María Pascual Hernández. Pues bien, con la certificación de pasantía y la información de su conducta política —requisito imprescindible durante la década de cruento absolutismo, imperante en la Monarquía de Fernando VII tras el Trienio Liberal—, después de superar el pertinente examen, en abril de 1826 le fue conferido el título de abogado de los Reales Consejos.

Fue en la siguiente etapa de Monarquía constitucional, abierta bajo la Regencia de María Cristina con el Estatuto Real, cuando Julián Huelves comenzó su actividad pública. Lo hizo en el tiempo en que la opción política a la que estaba estrechamente vinculado, la liberal progresista, de la mano de Juan Álvarez Mendizábal, se encontraba en el poder. Así, en los comicios de febrero de 1836 obtuvo escaño de procurador por Toledo y, sumándose a la mayoría mendizabalista, en este estreno parlamentario fue elegido segundo secretario. Apoyó las iniciativas de ese ejecutivo y se enfrentó a su sustitución en mayo por el moderado de Francisco Javier Istúriz, sumándose al voto de censura contra éste aprobado por el Estamento. Como es sabido, el respaldo de la Regente al mencionado gobierno conservador, concediéndole el decreto de disolución, acabó ocasionando a la postre una movilización revolucionaria que, contando con los progresistas como principales animadores, concluyó en agosto con el restablecimiento provisional de la Constitución gaditana.

El nuevo tiempo entonces inaugurado confirmó su anterior situación, al resultar elegido en octubre por su provincia natal diputado a las Cortes Constituyentes. En ellas fue de nuevo secretario (3.º para octubre y noviembre) y miembro del Tribunal de Cortes, participó en los principales debates (particularmente en los relacionados con la Desamortización) y avaló el nuevo código político transaccional, que en junio de 1837 reemplazó al restaurado. Sin embargo, las cosas cambiaron con las siguientes elecciones de octubre, ya que, aunque a diferencia del grueso de sus correligionarios que perdieron sus escaños a favor de los moderados, él pudo mantenerlo, pero no contó con apoyos suficientes para seguir formando parte de la mesa del Congreso. No ocupó cargo alguno durante las dos legislaturas que se sucedieron y tampoco brilló especialmente en la labor parlamentaria, con excepción quizá de los asuntos relativos a Toledo. Pues bien, a pesar de la mayoría alcanzada por los progresistas en los subsiguientes comicios de julio de 1839, a los que Julián Huelves sumó el acta de diputado por esa provincia, se prolongó esa trayectoria estacionaria debido al corto mandato de las Cortes. Y es que el gobierno moderado de Evaristo Pérez de Castro, nombrado en diciembre de 1838, al no contar con el apoyo parlamentario, obtuvo de la Reina Gobernadora el decreto de disolución. El lógico malestar que esta decisión produjo en los progresistas se acrecentó, primero, con las controvertidas elecciones de enero de 1840, en las que Julián Huelves se tuvo que contentar con un acta de diputado suplente, y, después, cuando la nueva mayoría moderada quiso reformar de manera conservadora del sistema político. El resultado: un enfrentamiento en toda regla entre las dos tendencias liberales y de las respectivas autoridades que las respaldaban —la regente María Cristina a los moderados y el general Baldomero Espartero a los progresistas—, que con la movilización revolucionaria del verano se saldó a favor de éstos.

La nueva hegemonía del liberalismo avanzado, que perduró tres años, la inició Julián Huelves recuperando el escaño de diputado por Toledo en los comicios de febrero de 1841 y al mes siguiente el asiento en la mesa del Congreso, como secretario 2.º. La competente labor desarrollada en este cargo, pero sobre todo el apoyo a la regencia única en manos de Baldomero Espartero, sirvieron para auparle en la siguiente legislatura al puesto de 1.er secretario y para que desde abril de 1842 se le integrara en la comisión establecida en el Ministerio de Hacienda para tratar sobre las indemnizaciones por daños causados por los facciosos. Y es que el prócer toledano, cuando menos durante una primera etapa, respaldó a este general y su política. Así lo puso de manifiesto su rechazo a la moción de censura aprobada en mayo por el Congreso contra el ejecutivo esparterista de Antonio González. Pero esta adhesión no fue incondicional, y el excesivo militarismo y autoritarismo le acabó alejando del regente. De ahí que, tras revalidar en los comicios de febrero de 1843 el acta de diputado por su provincia natal, aparte de no participar en la mesa del Congreso, avalara el voto de confianza suscrito en mayo a favor del ejecutivo de Joaquín María López, cesado por Baldomero Espartero. Con todo, no se sumó a la subsiguiente insurrección de amplio espectro contra ese general y sus adeptos.

Esta actuación, primero, con el éxito de esa movilización y, después, con la férrea afirmación de los moderados en el poder al comienzo del reinado efectivo de Isabel II, abrió para Julián Huelves un tiempo de exclusión de la escena pública. Fue la política de conciliación promovida desde el otoño de 1846 por los puritanos, el sector más avanzado de los conservadores, la que le facilitó el retorno a la actividad parlamentaria.

Así, el Congreso formado en diciembre contó con su presencia como diputado por el distrito de Lillo (Toledo) y desde la legislatura iniciada en noviembre de 1847 estuvo en la mesa como 4.º secretario. Esto en modo alguno significó su vinculación a los moderados, razón por la que en marzo de 1848, con la minoría progresista, rechazó la concesión de poderes excepcionales al general Ramón María Narváez para hacer frente al contagio a España del ciclo revolucionario de este año. Pero tampoco supuso su adscripción al ideal democrático de esta movilización, sino al del “liberalismo respetable” del progresismo templado. Por eso pudo seguir como secretario, ya 3.º, hasta que con la disolución de las Cortes en el verano de 1850 se convirtió en dominante la tendencia más conservadora de los moderados.

Agotadas cuatro años después las soluciones autoritarias arbitradas por este sector, fue cuando, con el triunfo final de la Vicalvarada, la carrera política de Julián Huelves llegó a la culminación. La nueva hegemonía de los progresistas, prolongada durante un bienio, le deparó en agosto de 1854 su primer puesto gubernativo, el de director general de la Administración Civil del Ministerio de la Gobernación. Por supuesto, desde noviembre también participó en las Cortes Constituyentes como diputado electo por Toledo y ostentó el cargo que parecía adherido a su persona, el de secretario, que ya sería 1.º. Pues bien, compatibilizando ambas responsabilidades se mantuvo hasta que con la amplia remodelación ministerial efectuada el 6 de junio de 1855 en el ejecutivo de Baldomero Espartero- Leopoldo O’Donnell sustituyó a Francisco Santa Cruz como titular de Gobernación. No era el mejor momento para asumir este cometido, cuando las Cortes ante la creciente conflictividad social a principios de ese mes habían aprobado una ley autorizando al gobierno para suspender las garantías constitucionales y suspender las publicaciones subversivas. Pues bien, Julián Huelves se involucró perfectamente en esta política de orden y aceptó de buena gana que, declarado el estado de guerra en Cataluña para hacer frente a un importante desarrollo huelguístico, se procediera a la militarización del gobierno civil y, seguidamente, a la depuración de la milicia nacional de la Ciudad Condal. Compartía esta actuación porque este instituto, los ayuntamientos y un amplio espectro de la prensa se habían popularizado en exceso y estaban siendo captados por las tendencias democráticas y republicanas. Si desde el Ministerio de la Gobernación se pudo contrarrestar esta penetración en la última, prescindiendo o complicando la labor de los jurados incrementando las denuncias, y en las corporaciones municipales, suspendiendo las elecciones hasta la aprobación de la nueva normativa local, con relación a la milicia era nulo su margen de maniobra, ya que en el tajante rechazo a la reforma, que la supeditaba al ejecutivo y limitaba la inscripción sólo a los contribuyentes, se hallaba el origen de la crisis ministerial de junio que incorporó a Julián Huelves al gobierno. Y ahí también se encontró la causa de su salida, porque este instituto no sólo no cumplía con su función, neutralizando los tumultos populares contra el cólera, las quintas y los impuestos o la carestía, como sucedió en noviembre en Zaragoza, sino que se convertía en protagonista de alborotos, como ocurrió el 7 de enero de 1856 con la compañía de este cuerpo que custodiaba el Congreso. Ante la impunidad por estos hechos, el 15, Julián Huelves y los titulares de Gracia y Justicia y Fomento, respectivamente, Manuel de la Fuente Andrés y Manuel Alonso Martínez, presentaron y les fueron admitidas sus dimisiones.

De este paso por el ejecutivo, al prócer toledano le quedó una cesantía de 30.000 y también una adecuada ubicación política para el futuro, porque su defensa del orden le situó bajo la estela del general Leopoldo O’Donnell, por quien finalmente optó la reina Isabel II, terminando con el bienio progresista. Pues bien, si esta primera experiencia de gobierno de la Unión Liberal liderado por ese general no prosperó, sí lo haría la segunda, iniciada después de dos años de dominio del moderantismo histórico en junio de 1858. En septiembre del siguiente año, de la mano del alma de este partido, José Posada Herrera, Julián Huelves era integrado como senador vitalicio en la Cámara Alta.

Ausente desde la legislatura comenzada en noviembre de 1863, la que lo hizo en diciembre de 1865 ya no pudo contar con él. Con todo, antes de su muerte, pudo tener la satisfacción de ver cómo su hijo, Joaquín Huelves Temprado, alcanzaba el título de doctor en Derecho Administrativo por la Universidad Central de Madrid, quien, después del fallecimiento de su padre, pudo constatar la alta consideración en que le tenía la villa de Ocaña, al dedicarle una de sus calles.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Senado, exps. personales, HIS-0226-05; Archivo del Congreso de los Diputados, Serie documentación electoral, 13 n.º 5, 14 n.º 11, 15 n.º 20, 17 n.º 17, 20 n.º 4, 21 n.º 12, 23 n.º 10, 27 n.º 9, 38 n.º 49.

M. S ánchez Silva, Semblanzas de los 340 Diputados a Cortes que han figurado en la legislatura de 1849 a 1850, Madrid, Imprenta de D. Gabriel Gil, 1850, pág. 99; Los Ministros en España desde 1800 a 1869. Historia contemporánea por Uno que siendo español no cobra del presupuesto, vol. III, Madrid, J. Castro y Cía., 1869-1870, págs. 782-783; V. G. Kiernan, La revolución de 1854 en España, Madrid, Aguilar, 1970; J. R. Urquijo y Goitia, La revolución de 1854 en Madrid, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1984; J. Rodríguez Rodríguez y F. Gascó Pedraza, El Archivo de Ocaña. Una parte de la historia vista a través de sus documentos, Ocaña, Ayuntamiento, 1996.

 

Javier Pérez Núñez

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