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Santo Domingo Henares

Biografía

Henares, Domingo. Baena (Córdoba), 19.XII.1766 – Sanh-Vi-Hoanh (Vietnam), 25.VI.1838. Dominico (OP), obispo, mártir, santo.

Domingo Vicente Nemesio es el nombre que recibió en la pila bautismal el hijo de Pablo Henares Vázquez y de Francisca de Zafra Cubero y Roldán. Nació el 19 de diciembre de 1766 en la villa de Baena, tal y como consta de la partida de bautismo firmada por el párroco Pedro Faustino de Heredia.

Muy niño pasó con sus padres y hermanos a vivir a Granada, donde comenzó a estudiar los rudimentos escolares y progresar en latinidad. Sólo con estas cualidades podría acceder al hábito dominicano en el convento de Santa Cruz la Real de Granada.

No contaba todavía diecisiete años cuando vistió el hábito dominicano. Según el Acta de tomas de hábito, se sabe que el 30 de agosto de 1783 tomó el hábito “para religioso de coro y como hijo del Real Convento de N. P. S. Domingo de la ciudad de Guadix el hermano Fray Domingo Vicente Henares, alias de San Carlos Borromeo”. Pasado el año de noviciado, fue examinado el 19 de julio de 1784 y aprobado para que pudiera emitir la profesión religiosa, acto que se realizó el 31 de agosto de ese mismo año, dando así inicio a su formación escolástica. Un año más tarde, mientras continuaba sus estudios de Artes, abandonó aquel convento y se incorporará a la 41.ª misión de dominicos rumbo al Oriente.

Fray Domingo Henares partió con su grupo del Hospicio de Puerto Real el 19 de septiembre de 1785.

Diez días más tarde se embarcó en el navío San Felipe para iniciar una travesía que, en sus propias palabras fue “una navegación feliz. No hemos tenido ninguna tormenta, ni calma considerable. Siempre hemos ido viento en popa”. Por negocios encomendados al capitán, el viaje hizo escalas en San Juan de Puerto Rico (8 de noviembre) y La Habana (10 de diciembre), hasta llegar el 15 de enero de 1786 al puerto de Veracruz.

Allí mismo recibieron el aviso de que en Acapulco el galeón filipino se aprestaba para salir a principios del mes siguiente rumbo a Manila. Sin dilación se procuró que la expedición se encaminase a Acapulco.

Llegaron el 23 de febrero de 1786 y, tras unos pocos días para restablecer fuerzas y ultimar algunos preparativos, se hacían a la mar el 7 de marzo en la fragata San José, y tras cuatro meses de navegación, llegaron a Cavite el 9 de julio.

Tras unos días de descanso, el 21 de julio de 1786 fray Domingo entró en el convento de Santo Domingo de Manila. Seguía siendo un joven estudiante.

La Universidad de Santo Tomás se ocupó de formarle en Artes y Teología. Vio partir a sus compañeros de expedición, pero él tuvo que dedicarse a estudiar, orar y prepararse a conciencia para el recto desempeño de sus funciones misioneras. Por una carta a su padre, escrita el 10 de enero de 1787, fray Domingo dice que le quedaban todavía cuatro años de estudios.

Fue ordenado sacerdote en Vigan (Ilocos Sur) en septiembre de 1789 y cantó su primera misa en Lingayen (Pangasinan). Es posible que en ese verano concluyera su carrera, pues de inmediato aparece su asignación a las misiones de la región norte del actual Vietnam. Fray Domingo Henares tenía una mente clara, con una notoria capacidad para el estudio.

Confirma esa capacidad el hecho de ser nombrado profesor de Humanidades en Santo Tomás, al tiempo que concluía sus estudios de Teología. La elección y destino a la docencia requería una preparación sólida y una excelencia en el cultivo de las letras humanas.

Pero su destino eran las misiones del Vietnam. El 20 de septiembre de 1789 fue enviado a aquel país. Pocos días más tarde llegó a Macao. Desde allí escribió a su padre el 11 de marzo de 1790: Macao era la antesala de China y el Tunkin, pero también era el lugar donde se probaba la paciencia de los misioneros. Las comunicaciones eran raras, aparte que la prohibición de entrada en el país y la vigilancia sobre los puertos y costas era estricta. La cerrazón a admitir pasaje con tal destino hacía infranqueable el muro del Tunkin.

El 10 de octubre de 1790 abandonó Macao, y tras 18 días de navegación, llegó a las costas del país.

Aprendida la lengua, se dedicó con entusiasmo al apostolado en una misión siempre comprometida.

Su sensibilidad apostólica se manifestó especialmente con los marginados y pobres, pero de una manera práctica y efectiva: se desprendía de cuanto tenía algún valor para comprar telas que por la noche cosía y remendaba para vestir a los pobres. Pero donde se encuentra la piedra de toque de su sensibilidad social es en los extremos más débiles: los niños y los ancianos.

De él dice su ilustre biógrafo (el santo obispo y mártir, fray Jerónimo Hermosilla): “Era de una extremada pureza de vida, de un celo incansable por la salvación de las almas, de una singular piedad [...], de una pobreza verdaderamente evangélica para sí, y de una prodigiosa liberalidad para con los desgraciados”.

Vietnam vivía una paz tímida durante los años 1790-1825, paz que contribuyó poderosamente al crecimiento de la Iglesia. La difusión de la fe cristiana contrastaba con la pobreza de sacerdotes. Su Santidad Pío VII le nombró el 9 de septiembre de 1800 vicario de monseñor Ignacio Delgado y obispo titular de Fez.

Este nombramiento fue una gracia especial del Papa, sin intervención o recomendación de nadie. Las bulas fueron recibidas el 28 de septiembre de 1802, pero tardó en aceptar la eminencia que se le otorgaba. Finalmente, el 9 de enero de 1803, “después de hacer ejercicios espirituales por tres veces y sujetándome al parecer del vicario provincial, juzgo necesario arrimar el hombro y someterse, no sin mucho temor, a tan pesada carga”. Fue consagrado obispo en Phu-Nhay.

Aprovechando el clima que se respiraba en Tunkin, fray Domingo, como misionero no se dispensaba el menor sacrificio: cruzaba el vicariato en todas las direcciones, llegando a pasar meses enteros acompañado de los que él llamaba “sus familiares”, internado en los lugares más inhóspitos de la montaña. De octubre de 1815 a mayo de 1816 convivió con las gentes de la montaña en una continua misión apostólica, que se hubiera prolongado de no caer enfermo de “anasarca”, como él mismo la denominó. La enfermedad era indolora y no le impedía realizar las funciones normales, pero exigía un tratamiento prolongado. De repente se agravó, y el 17 de septiembre estuvo a las puertas de la muerte.

Las consecuencias de la enfermedad le acompañaron ya siempre, pero no por ello cejó en su tarea pastoral ni en sus estudios. Durante esa época andaba metido en investigaciones astrológicas, con tablas y ruedas de eclipses, elaboradas por él, con algunos procedimientos muy simples (carta del 14 de febrero de 1819). También ocupaba su tiempo en la lectura de tratados de medicina.

A Tien-Chu, su residencia habitual, llegaron noticias de persecución. El año 1823 amaneció con síntomas de tormenta. A oídos de fray Domingo llegaron los ecos de las maquinaciones del rey Minh-Manh (conocido como el Nerón vietnamita): quería terminar con la religión extranjera y para ello se propuso localizar a los misioneros europeos, convocarlos con cualquier pretexto y expulsarlos del país y prohibir la creencia y práctica del cristianismo. En un primer momento, estos propósitos fueron frenados por la reina madre.

Así lo escribió Domingo Henares en la carta de 21 de agosto-11 de septiembre de 1823, pero no pasó mucho tiempo antes que la persecución se desató. El 4 de abril de 1827 se enviaba a los mandarines un edicto en el que se ordenaba detener a todos los sacerdotes y catequistas. A aquéllos se les condenaba al destierro, a éstos se les castigaba con ochenta azotes.

Ante el peligro que suponía para los cristianos, los misioneros optaron por la sabia precaución de mudar constantemente de residencia, a veces escondiéndose en los lugares más inverosímiles y ocupándose en tareas humildes para así acercarse a sus fieles. Los refiere Henares en carta del 24 de mayo de 1827: “Después de dos días, busqué otra guarida entre cristianos.

Desde enero he mudado ya de mansión once veces, y, según va la cosa en poco tiempo excederán a las que hicieron los Israelitas en el Desierto”.

Aún estaba por desencadenarse lo más crudo. Los decretos de 8 de enero de 1833 van preparando el camino a la gran persecución estipulada el 23 de enero de 1836 y que habría de ser el final del dominico.

Para no comprometer a los cristianos de Kien-Loao trató de navegar hacia otra provincia, pensando que el mar le ocultaría, pero se encontró con un recio temporal que le devolvió a la costa. Allí fue apresado el 9 de junio de 1838, encerrado en una jaula de cañas y llevado a Sanh-Vi-Hoanh. El 11 de junio el prisionero declaraba en un primer interrogatorio, tras el que fue declarado culpable y condenado: “Que este europeo, que es Domingo, maestro principal de la religión, llamado Danh-Trum-Hai, sea sacado fuera de la ciudad, le sea cortada la cabeza sin remisión, y que ésta se ponga después en una pica y sea expuesta al público, para que la gente lo sepa y se arranque de raíz aquella religión”. La sentencia fue confirmada por el Rey el día 19, y ejecutada en Sanh-Vi-Hoanh el 25 de junio de 1838. Fue decapitado.

Enterrado el cuerpo, su cabeza fue colocada en lo alto de una pica para que sirviera de escarmiento. Algunos días después fue arrojada al río en un cesto conpiedras, pero la Providencia quiso que tres días después apareciera enganchada en la red de un pescador cristiano.

Durante cuarenta y ocho años se había entregado por completo al servicio de Dios y de aquellas gentes.

Se ocupó de la formación del clero indígena y de los jóvenes dominicos nativos, al tiempo que realizó las tareas apostólicas. Identificado plenamente con los naturales de la extensa región, pasó con ellos los atroces azotes de las inundaciones, epidemias y guerras, con sus secuelas de hambre y pillaje. Sus bastos conocimientos médicos prestaron excelentes servicios a los tonquinos y le merecieron ser respetado por la clase intelectual y los mismos mandarines del país.

León XIII lo declaró beato el 27 de mayo de 1900.

Más tarde, Juan Pablo II lo proclamó santo el 19 de junio de 1988.

 

Obras de ~: Cartas a familiares y religiosos, escritas entre 1785 y 1836 (Archivo Provincial Dominicano de Manila, t. 72. Algunas en P. Álvarez, Santos, bienaventurados, venerables de la Orden de Predicadores, II, Vergara, 1921, págs. 391-395); Oración compuesta para su sobrina (M. Gispert, Historia de las misiones dominicanas en Tonkin, Ávila, 1928, pág. 396); Relación de la persecución suscitada el año 1827 en los estados de Annam contra la religión cristiana (Archivo provincial dominicano de Manila, t. 72); Libro de los novísimos, Manila, 1875.

 

Bibl.: M. guglielmoti, Memoria de las misiones católicas en Tunkín, Madrid, Imprenta de D. Eusebio Aguado, 1846, págs. 65-67, 77-78 y 94-102; M. Rivas, Ideal del imperio de Annam, Manila, 1858, pág. 182; M. Gispert, Historia de las misiones dominicanas en Tonkin, Ávila, 1928, págs. 301, 315- 320 y 391-398; A. Turrado, “Henares, Domindo”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 1081-1082; F. Aporta, Santo Domingo Henares, O.P. Epistolario, Salamanca, San Esteban, 1998; H. Ocio y E. Neira, Misioneros dominicos en el extremo oriente 1587- 1835, I, Manila, Life Today Editions, 2000, pág. 399.

 

Miguel Ángel Medina Escudero, OP

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