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José Ignacio de Uranga Azcune

Biografía

Uranga y Azcune, José Ignacio de. Azpeitia (Guipúzcoa), 7.X.1788 – Vitoria (Álava), 17.XII.1860. General carlista y caballero Gran Cruz de San Fernando.

Fueron sus padres Cristóbal de Uranga y Gurruchaga y Nicolasa Azcune Oyarzábal. Tras realizar sus estudios en el Colegio de Azpeitia, Uranga se presentó en Oviedo al general Mahy para combatir contra los franceses, siendo admitido en su guardia de honor, en clase de soldado distinguido, el 20 de octubre de 1809. De allí pasó al regimiento de Ibernia, con el que se retiró a Galicia al penetrar los franceses en Asturias. En 1810 recibió la charretera de oficial y participó en la expedición del general Renovales sobre Santander. En noviembre de 1811 el general Mendizábal le destinó al primer batallón de voluntarios de Guipúzcoa. Ascendido a subteniente el 24 de marzo de 1813, durante la Guerra de la Independencia participó en treinta y dos acciones y numerosos encuentros parciales, destacando en los bloqueos de las plazas de Santoña y San Sebastián.

Tras permanecer retirado un par de años, el 17 de junio de 1817 se incorporó al resguardo de rentas, destino que desempeñó en la costa de Cantabria hasta que el 19 de abril de 1821 se pronunció en Salvatierra contra el gobierno constitucional, creando una división de dos batallones y un escuadrón, de dos mil hombres con la que se aprestó a defender la causa de Fernando VII y con los que sostuvo la guerra en la provincia de Álava, donde trabó veinticuatro acciones de guerra contra jefes tales como López Ballesteros, Espinosa y Torrijos. Durante esta campaña obtuvo los grados de teniente (10 de junio de 1822), capitán (4 de julio), teniente coronel (13 de octubre) y coronel (3 de febrero de 1823). El 10 de diciembre fue nombrado comandante general del resguardo de la provincia de Álava, con residencia en Vitoria. En 1830 se puso al frente de la columna organizada por la diputación de Álava para rechazar la invasión liberal de los generales Mina y Jáuregui, a los que derrotó y obligó a refugiarse en Francia, por lo que fue ascendido a brigadier de Infantería el 2 de marzo de 1831, obteniendo la Cruz de 1.ª Clase de San Fernando.

El 7 de octubre de 1833 Uranga se sublevó en Salvatierra a favor de don Carlos, pasándose al Ejército carlista y organizando cinco batallones de voluntarios realistas. A finales de mes, cuando disponían de cerca de dos mil hombres, se reunió con Zabala y Simón de la Torre para tratar de ponerse de acuerdo en las operaciones pero, como no llegaron a un acuerdo, las tropas se dispersaron, si bien Uranga formó enseguida un sexto batallón de Álava y un par de escuadrones. Instalada la Junta de Álava fue nombrado presidente de la misma y comandante general de la provincia. Participó en 1833 en las acciones de Los Arcos y Peñacerrada y el 15 de diciembre don Carlos le nombró mariscal de campo, y ya desde antes colaboraba estrechamente con Zumalacárregui, a quien envió noventa y dos jinetes a las órdenes del coronel Amusquivar, que fueron el núcleo de los lanceros de Navarra. Al entrar el pretendiente en las provincias de Uranga, que hasta entonces había participado en numerosos combates, fue nombrado miembro de la Junta Suprema consultiva y poco después, en el mes de julio de 1834, su ayudante de campo, con la misión de velar por la seguridad de su persona. Su permanencia en el cuartel real no impidió que participase en numerosos combates, distinguiéndose el 5 de diciembre de 1835 en la toma de una de las fortificaciones exteriores de San Sebastián, junto con Sagastibelza.

El 16 de mayo de 1837, con motivo de la salida de la expedición real, Uranga fue ascendido a teniente general y designado capitán general de Navarra y Provincias Vascongadas, lo que le convertía en la máxima autoridad del territorio controlado por los carlistas en el norte. El 29 de mayo de 1837 se apoderó de Lerín y demolió sus fortificaciones, aunque no trató de conservar la plaza por no disponer de hombres suficientes para ello. Con el fin de distraer algunas de las fuerzas que marchaban en persecución de don Carlos envió una expedición a Castilla al mando del general Zaratiegui. El 2 de junio se enfrentó a Espartero en Lecumberri, en compañía de Zaratiegui, quien días después iniciaría su expedición, marchando entonces Uranga a Estella. El 24 de agosto logró apoderarse de Peñacerrada, plaza llave para la comunicación entre La Rioja y el interior de las provincias vascas, donde hizo cerca de cuatrocientos prisioneros y consiguió gran número de armas y pertrechos.

El 10 de septiembre recibió un despacho extraordinario desde Tolosa en que se le comunicaba que las fuerzas carlistas se veían precisadas a abandonar las líneas de Urnieta y Andoain debido a una incursión del general O’Donnell “incendiando todo cuanto hallaba al paso, las villas, las chozas, y destruyéndolo todo a hierro y fuego”. Uranga reunió sus fuerzas y con el apoyo de los naturales armados cargó el 11 contra los isabelinos, concentrados en Andoain, a los que infligió una dura derrota, obligándoles a retirarse bajo los muros de Hernani, haciendo más de cien prisioneros y causando gran número de muertos, unas seiscientas cincuenta bajas, sobre todo entre las tropas de la división auxiliar británica. La acción fue muy celebrada en las filas carlistas, hasta el punto de que don Carlos ordenó crear una medalla de distinción para premiar a quienes habían asistido a la misma. En ese mismo año recibió en recompensa la Cruz de San Fernando de 5ª Clase, o Gran Cruz.

Dueño de la línea de Andoain, Uranga procedió a fortificarla. Apoderose después de la villa de Peralta, cuya guarnición capituló al ser derrotada la columna que acudió en su socorro, si bien la plaza no tardó en volver a ser recuperada por las armas cristinas. Asimismo, y con el objeto de proteger la ocupación de los valles de Aezcoa y Salazar, Uranga emprendió acciones sobre el fuerte de El Perdón, que no tardó en caer en sus manos, al igual que las demás fortificaciones que cubrían la línea de Zubiri. En opinión de Chamorro “el sistema y orden de economía que había establecido, le facilitaba el poder cubrir las atenciones de sus tropas, y como no recibía de su gobierno el menor recurso pecuniario, cuantos resultados obtuvo fueron el fruto de su celo y de su acertada dirección, consiguiendo no solamente sostener las fuerzas que encontró, sino que procuró el armamento de tres batallones y dos escuadrones, así como que siempre hubiese repuesto de uniformes, fornituras y otros efectos”. A pesar de sus éxitos, el 25 de noviembre de 1837, poco después de su regreso de la expedición real, don Carlos le removió de su puesto volviéndolo a nombrar su ayudante de campo. En ello influyó sin duda el enfrentamiento que Uranga había mantenido en la Real Junta Gubernativa de Navarra sobre el ámbito de las respectivas atribuciones.

Dadas su afección a don Carlos y su amistad con los fusilados en Estella, Uranga fue incluido en la lista de desterrados impuesta por Maroto, marchando primero a Francia y luego a Alemania, donde acompañó a los infantes Juan y Fernando. En 1840 regresó a Francia y allí permaneció hasta 1848, “aumentando las penalidades de su destierro la poca salud que disfrutaba, padeciendo agudos dolores reumáticos”, hasta que se acogió al decreto de amnistía de 17 de abril de 1848 y se estableció en Vitoria, revalidándosele por el Gobierno isabelino su empleo de teniente general.

Estuvo casado con doña Josefa Antonia de Aguirre y Zubía. Según Vicente de Cadenas, don Carlos le concedió los títulos de conde de Elciego y de Uranga.

Pese a sus éxitos, Uranga ha sido presentado habitualmente de forma poco favorable por la historiografía decimonónica, sin duda por haber pertenecido dentro del carlismo al bando denominado “apostólico”. Por ello resulta de interés reproducir el juicio que de su persona hizo Chamorro Baquerizo en su Estado Mayor General: “El teniente general José de Uranga ha sido siempre constante defensor de las ideas que adoptó desde su infancia, militar organizador y bizarro como prueban sus expediciones en Navarra, apto para el mando, según se demostró en la misma provincia, y al mismo tiempo justificado y probo en extremo. Como particular además de su honradez, de la moderación de su carácter y de su delicadeza, resaltan en él una rigidez de principios y una fe religiosa tan firme, que vienen a hacerle uno de aquellos antiguos y honrosos tipos más conocidos de nuestros padres que de nosotros”.

 

Obras de ~: Diario de guerra del teniente general D. José Ignacio de Uranga, ed. de F. Camarero-Núñez, San Sebastián, Diputación de Guipúzcoa, 1959.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Secc. 1.ª, leg. U-211.

F. Camarero Núñez, Suplemento histórico o episodio nacional para servir de continuación a las memorias sobre la guerra de Navarra y Provincias Vascongadas, del vizconde de Barrés du Molard, coronel de Estado Mayor del Ejército carlista, o sea, simple rectificación que el teniente general don José de Uranga, nombrado capitán general de aquel Reino y provincias, mandó en jefe el Ejército Vasco-Navarro; precedido de una carta del mismo general al mariscal de campo D. Juan Antonio Zaratiegui, Nantes, Imprenta de Carlos Gailmard, 1846; P. Chamorro Baquerizo, Estado Mayor General del Ejército Español, Madrid, R. Santacana, 1852, secc. Tenientes Generales, págs. 389-392; A. Pirala, Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista, t. III, Madrid, 1890, págs. 746-754; V. de Cadenas, Títulos del reino concedidos por los monarcas carlistas, Madrid, Hidalguía, 1956, págs. 87 y 137; F. Camarero Núñez, Diario del Teniente General Don José Ignacio de Uranga, San Sebastián, Diputación de Guipúzcoa, 1959; M. Ossorio y Bernard, Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, Madrid, Giner, 1975; J. L. Isabel Sánchez, Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando. Infantería, t. I, Madrid, Ministerio de Defensa, 2001; A. de Ceballos-Escalera y Gila, J. L. Isabel Sánchez y L. Ceballos-Escalera y Gila, La Real y Militar Orden de San Fernando, Madrid, Palafox & Pezuela, 2003.

 

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