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Carlos Aragón Gurrea y Borja

Biografía

Aragón Gurrea y Borja, Carlos. Duque de Villahermosa (IX). Pedrola (Aragón), 18.VIII.1634 – Zaragoza, 13.VIII.1692. Gobernador de los Países Bajos, virrey de Cataluña y consejero de Estado bajo el reinado de Carlos II.

Hijo de Fernando de Aragón Gurrea, VII duque de Villahermosa, y de Juana de Aragón y Alagón, condesa de Luna, llegó a heredar los estados señoriales de sus padres tras diversas rupturas de sucesión de quienes le antecedían —fue también V conde de Luna y IX conde de Sástago—. A parte de los ya mencionados, ostentó los cargos y títulos de conde de Morata, conde de Fincalho, caballero del Toisón de Oro, gentilhombre de cámara del rey y comendador mayor de Alcañiz perteneciente a la prestigiosa orden militar de Calatrava. Se casó con María Enríquez de Guzmán, hija del IX conde de Alba de Liste y de Hipólita de Córdoba. Como virrey de Cataluña, su mandato fue breve, circunscrito entre los años 1688 y 1690. Obtenía la credencial regia de su nombramiento el día 4 de diciembre de 1688, con carácter trienal, siendo nombrado también capitán general de Cataluña. Para entonces, el duque de Villahermosa ya contaba con la experiencia de la gobernación de los Países Bajos, donde había permanecido entre 1675 y 1678. Su virreinato coincidió con el desarrollo de la contienda bélica entre Holanda y Francia, que quedó sancionada por la paz de Nimega, por la que España, aliada de Holanda, perdía diversas plazas flamencas. No faltaron tampoco para entonces, en Cataluña, acuciantes problemas sociales y políticos, que venían arrastrándose desde hacía largo tiempo.

Con su llegada al Principado, se aspiraba a consolidar la pacificación rural. La población campesina, sometida a los insidiosos alojamientos de las tropas españolas pendientes de una inminente contienda con la vecina Francia, y sumergida en una crisis económica y permanente lucha antiseñorial, a la que se sumó una plaga de langosta, había estallado en una revuelta en 1687, cuya movilización se iba extendiendo cada vez más por todo el territorio catalán. Era la conocida revuelta de los “gorretes” o los “barretines”. Así pues, al poco tiempo de tomar posesión del cargo, el duque de Villahermosa asistía a la reanudación de una nueva guerra contra Francia. En abril de 1689, los franceses, bajo el mando del duque de Noailles, invadían el territorio del norte del Principado, apoderándose de poblaciones enteras como Camprodón, Ripoll o San Juan de las Abadesas.

De las marchas y operaciones militares comandadas por el duque de Villahermosa dan buena cuenta las relaciones y opúsculos publicados y difundidos en su momento. La tensión en el campo se acrecentó y los caudillos de la revuelta se apresuraron a incitar al campesinado contra las contribuciones. En el mes de noviembre del mismo año, los rebeldes alcanzaron a cercar la ciudad de Barcelona, enfrentándose contra el ejército. La tensión iba en aumento: al comienzo de la revuelta fueron encarcelados los dirigentes políticos catalanes que aprobaban las demandas del campesinado.

Había llegado, pues, el momento de actuar.

El virrey Villahermosa no dudó en acometer una importante campaña de represión contra los insurgentes.

Pero sus intentos por forzar el alejamiento de la clase dirigente catalana respecto de los revoltosos no habían tenido éxito, tal como sucedió cuando se propuso desplazar de la sede episcopal de Vic a su obispo por interceder del lado de los campesinos de Centellas.

Con todo, su política represiva conseguiría atemperar la revuelta, pero no por ello dejaron de aparecer rebrotes localizados incluso unos años después.

Como consecuencia de ello, significados cabecillas de la insurrección se exiliaron al país vecino pasando al servicio del monarca francés Luis XIV, a través del intendente del Rosellón, con el objetivo de volver a movilizar desde aquel territorio al campesinado catalán y acelerar la cesión del Principado a manos de Francia. Pese a las críticas, no faltaron prominentes ciudadanos catalanes que loaran el quehacer del virrey.

La pluma de Narcís Feliu de la Penya quiso dejar constancia del sentido de la justicia de Villahermosa.

De hecho, la nobleza y la burguesía pudieron ver peligrar sus intereses y privilegios con la radicalización de la revuelta.

Poco más de un año después, transcurridos estos acontecimientos, el duque de Villahermosa abandonaba el cargo. Falleció sin sucesión legítima, dejando gravosas dificultades en sus Estados, el señorío de Pedrola y Alcalá de Ebro, por lo que se suscitaron inacabables litigios entre las casas de Villahermosa y de Luna. Por el mismo motivo, antes de su fallecimiento, consta que el duque de Villahermosa se tuvo que enfrentar a un costoso pleito ante las pretensiones patrimoniales de los condes de Aranda.

Numerosas obras le rindieron homenaje y le fueron dedicadas. Entre ellas, cabe notar la oración fúnebre dedicada por el padre de la Compañía de Jesús Tomás Muniesa, publicada en 1693. De su legado, permanecen unas memorias que redactó a lo largo de diecisiete tomos, sobre su correspondencia con los secretarios y ministros del rey Carlos II, las cuales recogió Blas Antonio Nasarre, bibliotecario mayor de la Casa del rey. Los restos mortales del duque de Villahermosa fueron trasladados al real monasterio cisterciense de Nuestra Señora de Veruela, en la provincia de Zaragoza, en el panteón familiar, junto con algunos antiguos miembros de su linaje, los condes de Ribagorza.

 

Bibl.: J. Mateu i Ibars, Los virreyes de los estados de la antigua Corona de Aragón. Repertorio biobibliográfico, iconográfico y documental, vol. I, tesis doctoral, Barcelona, Universidad, 1960; J. Reglà i Campistol, Els virreis de Catalunya: els segles xvi i xvii, Barcelona, Vicens Vives, 1961; F. Soldevila, Història de Catalunya, vol. II, Barcelona, Alpha, 1962; J. Lalinde, La institución virreinal en Cataluña, 1471-1716, Barcelona, Instituto de Estudios Mediterráneos, 1964; J. Dantí i Riu, Aixecaments populars als Països Catalans: 1687-1693, Barcelona, Curial, 1990; J. Albareda, “Catalunya a finals del segle xvii: la continuïtat de la revolta”, en E. Serra i Puig (ed.), La revolució catalana de 1640, Barcelona, Crítica, 1991, págs. 291- 317; A. Espino López, Cataluña durante el reinado de Carlos II: política y guerra en la frontera catalana, 1679-1697, Cerdanyola del Vallés, Universidad Autónoma de Barcelona, 1999 (col. Monografías Manuscrits, vol. 5); J. M. Sans i Travé (dir.), Dietaris de la Generalitat de Catalunya, vol. VIII, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 2003.

 

Mariela Fargas Peñarrocha