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Arturo Fernández-Cruz Liñán

Biografía

Fernández-Cruz Liñán, Arturo. Peñaflor (Sevilla), 10.VII.1910 – Madrid, 13.VII.1981. Médico, catedrático, internista.

Cursó los estudios de Medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla, donde destacó como buen estudiante siendo alumno interno por oposición. Acabada la carrera, ingresó por oposición en el Cuerpo de Sanidad del Ejército del Aire.

Trasladado a Madrid, en 1932 comenzó a trabajar en el Hospital Provincial en el Servicio que regentaba Gregorio Marañón, donde se orientó su vocación hacia las enfermedades endocrinológicas y del metabolismo.

Su atracción por Marañón fue muy importante y lo consideró siempre su maestro. Imbuido profundamente por la Universidad y cuanto ella significaba en la Medicina y la sociedad, decidió incorporarse plenamente a la docencia, asistencia e investigación, teniendo en 1940 la posibilidad de desempeñar una plaza de profesor ayudante en la cátedra de Patología y Clínica médica que regentaba Fernando Enríquez de Salamanca, uno de los catedráticos con más poder e influencia en aquel entonces. En 1941 alcanzó el grado de doctor por la Universidad Central tras la lectura y defensa de la tesis Quimiopatología del músculo distrófico.

En 1943 ganó la cátedra de Patología general de la Universidad de Santiago de Compostela, solicitando el cambio en la misma Facultad para desempeñar la cátedra de Patología y Clínica médicas. En 1955 pasó por concurso de traslado a la Facultad de Medicina de Barcelona a la cátedra de Patología general y Propedéutica clínica, ocupando la vacante dejada por Lorenzo Gironés y Navarro. En 1967, nuevamente por concurso de traslado, obtuvo la cátedra de Patología general de la Universidad Complutense de Madrid, sustituyendo a Manuel Bermejillo Martínez. Durante su estancia en Barcelona reorganizó la cátedra que estaba muy abandonada y trató de desarrollar en ella dos especialidades que no se incluían en el organigrama del Hospital Provincial y Clínico: la Reumatología y la Medicina aeronáutica. Durante muchos años escribió una página semanal de divulgación médica en el diario La Vanguardia, el de más difusión en Barcelona.

Su llegada a Madrid llenó de entusiasmo a un grupo de colaboradores que se encontraba en la cátedra de Patología General. Reorganizó la cátedra dando especial importancia al desarrollo de diversas especialidades, fundamentalmente la Endocrinología y la Cardiología. El profesor Fernández-Cruz fue un magnífico docente con enorme capacidad didáctica y generador de entusiasmo en quienes le seguían. Siempre buscaba el equilibrio y resolvía los problemas cotidianos con una gran elegancia y soltura. Clínico completo y sagaz, cultivó con especial profundidad, siempre como consecuencia de la influencia que en su formación tuvo Gregorio Marañón, el campo de las enfermedades endocrinas y, más concretamente, el estudio de la diabetes, con aportaciones relevantes muy citadas en este campo. Efectuó una gran contribución en relación con la lucha antidiabética, que fue reconocida con la Medalla de Oro de Paul Berg y Hagedorn, una de las más prestigiosas en ese ámbito. Su dedicación a la especialidad le llevó a crear en Madrid la Escuela Profesional de Endocrinología, Nutrición y Diabetes, de la cual salió un grupo de discípulos muy bien formados. Además de lo anterior, realizó meritorios trabajos sobre alergia que fueron reconocidos con el nombramiento de miembro de honor de la Academia de Alergia de Nueva York, y estudió las relaciones entre el metabolismo muscular y las vitaminas; llamaron la atención ante todo sus estudios experimentales en los que demostró cómo una dosis elevada de vitamina D originaba una disminución de fosfágeno y una elevación del fósforo inorgánico sin modificar el fósforo total. Con independencia de su dedicación a la endocrinología, formó una importante escuela de internistas y especialistas entre los que destacaron su hijo Arturo Fernández-Cruz Pérez, Felipe Casanueva, José Cabezas Cerrato, Aniceto Charro Salgado, Manuel Luque Otero y Julio de la Morena.

Muy concienciado con la necesidad de transmitir conocimientos, realizó numerosas publicaciones entre las que cabe resaltar, por su importancia y magnitud, el Tratado de Patología General, editado en dos volúmenes, que fue seguido por multitud de estudiantes y médicos de España, así como su libro Enfermedades musculares. Escribió un importante número de artículos en revistas nacionales e internacionales, sobre todo de aspectos relacionados con la endocrinología. Además de ellos, son destacables sus aportaciones sobre subalimentación y metabolismo mineral, las formas clínicas de la infección —haciendo especial hincapié en las de presentación maligna—, sobre las anemias hemolíticas y sobre la clínica y tratamiento de la insuficiencia coronaria. En su haber queda la dirección de la Enciclopedia Larouse de Medicina, obra de gran difusión entre la población, y de la revista Práctica Internista, dirigida a médicos.

Fue decano de la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela durante varios años, y en Madrid, decano-comisario de Medicina de la Universidad Autónoma, donde fue responsable de poner en marcha dicha Facultad. Fue también director médico del Hospital Clínico de San Carlos de Madrid, en una época de transición en el fenómeno de incorporación de las especialidades a la Universidad. Fue presidente de la Asociación Nacional de Endocrinología y de la Sociedad Nacional de Medicina Psicosomática, así como miembro de honor de las academias médicas de La Coruña, Vigo y Alicante, y también de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Vigo. Ostentó la presidencia de diversos congresos de Medicina interna, Aparato digestivo y Medicina psicosomática.

Recibió multitud de honores y distinciones entre los que cabe destacar los doctorados honoris causa por las universidades de Barcelona y Sevilla. Estaba en posesión de diversas condecoraciones, entre ellas las Grandes Cruces del Mérito Civil, Alfonso X el Sabio, la del Mérito Militar y la del Mérito Aeronáutico. Fue igualmente nombrado miembro de honor de la Sociedad de Patología General de París. Académico de número de las reales academias de Medicina de Galicia y Asturias, en 1977 ingresó como académico de número en la Real Academia Nacional de Medicina con el discurso El riñón como órgano endocrino y fue contestado por Benigno Lorenzo Velázquez. Ocupó el Sillón número 15, vacante tras el fallecimiento de Manuel Díaz Rubio.

 

Obras de ~: Enfermedades musculares, Madrid, S.A.E.T.A., 1942; La teoría y la sabiduría médica como problemática de la Universidad, Santiago de Compostela, Imprenta Paredes, 1953; Los grandes síndromes de la Medicina Interna, Barcelona, Científico-Técnico, 1957; “Aspectos clínicos y patológicos de la andropausia”, en Revista Ibérica de Endocrinología (RIE), 19 (1957), págs. 89-99; Tratado de Patología General, Barcelona, Editorial Científico-Médica, 1959; Síndrome diabético tardío, Barcelona, Laboratorios Boehringer, Quintilla y Cardona, 1964; “Pluralidad clínica de la cardiopatía diabética”, en RIE, 79 (1967), págs. 11-37; Hombre, sociedad y naturaleza: ambiente, civilización y patología, Madrid, Gredos, 1967; Fisiopatología clínica y diagnóstico semiológico: patología general, Barcelona, Editorial Científico-Médica, 1968; Fisiopatología básica general: patología general, Barcelona, Editorial Científico- Médica, 1970; “Relación médico-enfermo”, en VV. AA., I Congreso Nacional de Reales Academias de Medicina y Cirugía de España, La Coruña, Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia, 1978; Los enseñantes, los alumnos y la Universidad en la sociedad de hoy, Madrid, Universidad Complutense, 1981.

 

Bibl.: B. Lorenzo Velázquez, Contestación al discurso de ingreso del Excmo. Sr. D. Arturo Fernández Cruz, Madrid, Real Academia Nacional de Medicina, 22 de febrero de 1977; V. Matilla Gómez, “Sesión necrológica en memoria del Excmo. Sr. D. Arturo Fernández Cruz”, en Anales de la Real Academia Nacional de Medicina, 98 (1981), págs. 507-513; M. Díaz-Rubio, 100 médicos españoles del siglo xx, Madrid, You & Us, 2000.

 

Manuel Díaz-Rubio García

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