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Juan Vázquez de Molina

Biografía

Vázquez de Molina, Juan. Señor de Payo y de la Eliseda. Úbeda (Jaén), 1510-1515 – 28.VI.1570. Comendador de Guadalcanal, trece de la Orden de Santiago, alférez mayor de Úbeda, miembro del Consejo de Estado, secretario de Estado de Carlos V y de Felipe II.

Nació en Úbeda en el seno de una familia de la baja nobleza, que ascendió socialmente por los servicios prestados a los reyes en labores administrativas y en misiones militares. No se conserva su partida de bautismo, pero se puede deducir la fecha aproximada de nacimiento por las referencias cronológicas documentadas que aluden a los servicios que desde muy joven prestaba desde su ciudad natal a su primo segundo Francisco de los Cobos, que fue secretario de Estado del emperador Carlos V. Es probable que fuera bautizado entre los años 1510-1515, en la Iglesia parroquial de Santo Domingo de Silos, próxima a la Colegial de Santa María de los Reales Alcázares, pues en tal colación estaba ubicada la casa solariega de sus progenitores.

Su padre fue Jorge Molina de los Cobos, alférez Mayor y escribano del Concejo de Úbeda desde 1507, quien estaba vinculado a dos de los linajes nobiliarios de Úbeda: el de los Molinas por vía paterna —pues su padre fue Pedro Hernández de Molina, mayorazgo de su linaje y escribano del Concejo desde mediados del siglo XV—, y al de los Cobos por línea materna —en la persona de Leonor de los Cobos, prima de Francisco de los Cobos—. La madre fue Catalina Vázquez de Perea, bautizada en Alcaraz, hija de Juan Vázquez de Bustos, alcaide de Huelma y de Roa, y de Aldonza de Perea y Ortega. El testamento de la madre (Úbeda, 1528), y el de Vázquez de Molina (Úbeda, 1570), ratifican la vinculación de este matrimonio con el Convento de la Merced de Úbeda (Collación de San Millán), en cuya capilla mayor fueron enterrados Jorge Molina de los Cobos y Catalina Vázquez de Perea. De su unión nacieron, además de Juan Vázquez de Molina, los siguientes hijos: Diego de los Cobos, obispo de Jaén; Beatriz Molina de los Cobos, madre de Vázquez de Salazar, secretario de Felipe II; Aldonza de Perea llamada “la ciega”, que ingresó en un beaterio; y Leonor Molina de los Cobos, esposa de Sancho de Viedma y Quesada, natural y vecino de Baeza.

Casó en primeras nupcias con Antonia del Águila, hija única de Francisco del Águila, señor de Payo y de la Aliseda, alcaide de Ciudad Rodrigo, y de María Pacheco, hermana del Señor de Cerralvo. A la primera esposa de Juan Vázquez la llaman las crónicas antiguas “la mentecata”. Este matrimonio, que no tuvo descendencia, fue anulado. Su segunda esposa fue Luisa Carrillo y Mendoza, hija del sexto conde de Priego, prima de la esposa de Francisco de los Cobos. Tampoco nacieron hijos de este matrimonio, por lo que los títulos del linaje y gran parte de los bienes vinculados los legaron en testamento a Juan Vázquez de Salazar, su sobrino, en quien Juan Vázquez de Molina depositó gran confianza, situándolo en la Corte, como antes había hecho con él Francisco de los Cobos, que entró al servicio de la Administración en 1503 como ayudante de Hernando de Zafra Su carrera profesional comenzó muy pronto en Úbeda, ayudando a Cobos en asuntos diversos. En consecuencia, su rápido ascenso político se explica por el apoyo en la Corte que tuvo siempre de este pariente, pues cuando Juan Vázquez de Molina nació Francisco de los Cobos ya había conseguido el nombramiento de secretario del rey Carlos I, desde enero de 1517. Los secretarios reales de Carlos V y Felipe II asumían las funciones que en ellos delegaba el Rey. Esta delegación de atribuciones no era equiparable a la omnipotencia que tuvieron los validos del siglo siguiente. El monarca valoraba en ellos la fidelidad y capacidad de trabajo, sin exigirles ni una gran formación intelectual ni la pertenencia a linajes de la alta nobleza. Su ascenso en la corte dependía en gran medida de que contaran con el apoyo de familiares o amigos que los introdujeran en el oficio. Su inteligencia, conocimiento de los asuntos de Estado y capacidad para captar la confianza del monarca eran determinantes a la hora de lograr una rápida promoción burocrática, una vez que el clientelismo previo les había colocado en el punto de partida. El caso de Juan Vázquez de Molina es un buen ejemplo de ello.

Vivió desde pequeño en la casa natal de su primo Francisco de los Cobos, ubicada en la parroquia de Santo Tomás de Úbeda. En el año 1522 ya era regidor de su ciudad. Una de las primeras responsabilidades que desempeñó fue firmar como testigo para otorgar un poder que facilitara a Francisco de los Cobos el deseado hábito de comendador de Santiago, en 1523.

Por entonces Francisco de los Cobos, que considera “ayudante” al pequeño Juan Vázquez de Molina —le llama cariñosamente sobrino— ya tenía cuarenta años y se había casado con María de Mendoza, de catorce años, quien tuvo su primer hijo en 1523. Al año siguiente, Vázquez de Molina estaba en Toledo y en algunos documentos se le llama “secretario”. Fue en esos años cuando contrajo su primer matrimonio, que le facilitó cierta promoción social.

En 1526, el Emperador y la Emperatriz visitan Úbeda y se alojan en casa de Francisco de los Cobos.

Esta ocasión fue utilizada por la familia para acelerar la carrera burocrática de Vázquez de Molina, que formó parte al séquito que atendió a los monarcas en su ciudad. El 17 de diciembre, Carlos V juró guardar los privilegios de Úbeda, estando como testigos del acto, entre otros, el secretario Cobos y el regidor Juan Vázquez de Molina. El 22 de abril de 1528 fue nombrado caballero de Santiago. Poco después, la víspera de la marcha del Rey hacia Italia, a principios de 1529, se le nombró secretario de la Emperatriz, con un sueldo de 65.000 maravedís. Entre sus responsabilidades estaban algunas de las que Cobos no podía asumir. Por ello, se le asignaron 45.000 maravedís más al año como caballero de la Casa de la Reina.

Desde entonces, fue la mano derecha del secretario de Carlos V, quien le encomendaba las tareas de confianza.

Así, en 1529, por mandato de Cobos, visitó a la anciana reina doña Juana para pedirle que dotara a una pariente, Beatriz de la Cueva, quien casó con Pedro Alvarado, gobernador de Guatemala y amigo personal de Francisco de los Cobos.

En adelante, la carrera política de Vázquez de Molina fue imparable. La Emperatriz, en ausencia de Carlos V, ejerce la regencia, y Vázquez de Molina redacta gran parte de los documentos que se tramitan en la corte y responde a todas las cartas que le llegan de Francisco de los Cobos, unas de carácter oficial y otras con asuntos privados, caso de los relativos al incremento de su patrimonio, a la construcción de su palacio y capilla funeraria en Úbeda (El Salvador), y al cuidado de los sucesivos privilegios y mercedes que la familia recibe, de los que Juan Vázquez participa como miembro del linaje. En 1531, por iniciativa de Cobos y con el apoyo de la Emperatriz, Juan Vázquez de Molina fue nombrado comendador de la Orden de Santiago en Estriana, y, más tarde, en Peñaranda.

En el año 1533, tras una larga estancia fuera de España, vuelven el Emperador y su secretario Cobos.

Hay remodelaciones en los cargos de la Corte y Juan Vázquez de Molina asume nuevas responsabilidades, al frente del Consejo de Guerra, sustituyendo a Zuazola, el 20 de mayo de ese año, cuando desaparece el Consejo de Estado de la Emperatriz. Con el paso de los años las dolencias físicas que padece Francisco de los Cobos, y sus frecuentes viajes fuera de España, acentúan las responsabilidades de su primo, quien le sustituye en los asuntos castellanos en 1535, 1536 y 1538. Vázquez de Molina, agradeciéndole a Cobos los muchos favores que le debe, se afanó por facilitarle el largo camino que le llevara a ser adelantado de Cazorla.

En 1539, fallecida la Emperatriz y ausente Carlos V en Flandes, Felipe II, con doce años, asume tareas de gobierno en Castilla. Por entonces, se producen frecuentes viajes de Juan Vázquez fuera de España, en sustitución de Cobos, que cada vez acusa más los achaques de la edad; entre 1541 y 1543 acompañó al Emperador a Francia, Flandes y a Italia, en calidad de secretario. En 1544, asiste a los asuntos reales en Flandes, desde donde manda numerosas cartas a Cobos para informarle de todo. A principios de ese año, Juan Vázquez sufrió una larga enfermedad, siendo sustituido en algunos de sus cometidos de Flandes por Francisco de Madrid, y también por otro oficial preparado por Cobos, Francisco de Eraso, que era amigo personal de Juan Vázquez, quien influyó para que Eraso fuera nombrado secretario permanente a principios de 1546. Este detalle prueba grado de influencia alcanzado en la Corte por este político ubetense.

En 1545, superada su enfermedad, volvió a España, acaso preocupado por la salud de su pariente Cobos, quien, pese a sus achaques, trabaja para solucionar la grave situación de las finanzas reales. Ese año nació el infante Carlos y murió la princesa María, que residía en el palacio de Cobos en Valladolid. Al año siguiente, se convirtió Cobos en el único consejero de Felipe II, tras la muerte de Juan de Zúñiga. Este hecho repercutió en sus mermadas fuerzas y afianza el protagonismo de Juan Vázquez, pues Cobos, que convalecía a finales de 1546 en el Monasterio de San Jerónimo, delegó en su pariente parte de las tareas que no podía asumir. En 1547 Francisco de los Cobos, cansado y enfermo, decidió pasar una temporada en Úbeda. Sus últimas cartas desde la patria nativa las dirigió a Juan Vázquez, que vivía en la casa de Cobos en Madrid y estaba cada vez más desbordado por nuevas responsabilidades. Acaso por ello no pudo acompañar a Francisco de los Cobos en la hora de su muerte, el 10 de mayo de 1547. Poco después, en 1548, el Emperador redactó los consejos a su hijo Felipe II, advirtiéndole de que no otorgara demasiadas atribuciones a ningún secretario. Felipe II atendió esta recomendación y nunca se fió totalmente de nadie. En adelante, comenzaba otra etapa en la vida de este secretario, sin la sombra de Cobos.

En los últimos años de gobierno de Carlos V y en el período que sigue a la abdicación y retiro del Emperador al Monasterio de Yuste, en 1558, Juan Vázquez de Molina sigue siendo uno de los personajes más influyentes en los asuntos de Estado, aunque nunca otro secretario llegó a acaparar el poder que tuvo Francisco de los Cobos. Sin embargo, la confianza del Emperador en este ubetense es notoria: en el mes de marzo de 1552 ordenó guardar en un cofre treinta mil ducados destinados a pagar sus Descargos [obras pías] tras su muerte. El cofre, que se depositó en el castillo de Simancas, tenía tres llaves, siendo Vázquez de Molina el depositario de una de ellas. Cuando Carlos V otorgó testamento en Bruselas, el 6 de junio de 1554, uno de los testamentarios nombrados fue Juan Vázquez.

El 10 de octubre de 1556, en Gante, Juan Vázquez recibe el título de secretario de Estado y de Guerra para asuntos de España; ese mismo día recibió el de secretario de Cámara.

Su ascenso político le dio muchas posibilidades de enriquecimiento personal. Una de las partidas de sus ingresos provenía de los derechos que la Corona le concedió para explotar numerosos yacimientos mineros: en el valle de Liébana, Talavera, Laredo, León, y en diversos lugares de los obispados de Pamplona, Calahorra, Bayona, arzobispado de Granada y abadía de Baza, entre otros. Gran parte de las riquezas que atesoró las destinó a comprar propiedades en Úbeda, especialmente a la construcción de su grandioso palacio, ubicado frente a la fachada principal de la Iglesia mayor colegial de Santa María. Algunos procesos judiciales seguidos en Úbeda aluden a las presiones que ejerció Juan Vázquez, y otros miembros de su linaje, sobre el médico judeoconverso Juan de Úbeda, quien fue castigado por la Inquisición en 1553, perdiendo su libertad, su hacienda y el derecho a ejercer su profesión posiblemente por negarse a vender a Vázquez de Molina unas casas linderas a su palacio. Una muestra más de las grandes influencias que tenía este secretario real en todas las instancias de poder de su época, y de la ambición y el deseo de pasar a la posteridad que dominaba a esta nobleza de servicio, cuya virtud principal residió en servir con eficacia y fidelidad a los Reyes, sin cuestionar ni rozar nunca su indiscutible autoridad.

La fidelidad de Juan Vázquez hacia el Emperador tras su abdicación se manifiesta en la correspondencia que mantenía con sus directos colaboradores en el Monasterio de Yuste, caso de Luis Méndez Quijada, quien le informaba cumplidamente de su estado de ánimo y salud. Sin embargo, Carlos V no eligió a Juan Vázquez como secretario personal para que le sirviera en la última etapa de su vida, designando para ello a Gáztelu, “albacea de sus bienes y de su alma”; acaso porque pensaba que Vázquez sería de gran utilidad en la Corte para Felipe II, porque intelectualmente sentía más afinidades con el secretario Gaztelu, y porque le consideraba de mayor confianza, nombrándolo escribano imperial para que firmara el codicilo de 9 de septiembre de 1558, que recoge las últimas voluntades del Cesar, en el que no tuvo protagonismo Vázquez de Molina. Es posible que Carlos V pudiera tener algún recelo hacia Vázquez de Molina cuando él, y hasta la princesa gobernadora, sugirieron al Emperador en 1557 la posibilidad de que se tomaran “prestados” los ducados guardados en el citado cofre de Simancas en momentos de apuro financiero.

Gaztelu, que estuvo en contacto epistolar con Vázquez de Molina en el tiempo que fue la persona de mayor confianza de Carlos V, cumplió con la responsabilidad adquirida con el Emperador tras su muerte, pese a que encontró impedimentos para realizar los pagos de conciencia que ordenó Carlos en ciertos cargos de la Corte, entre los que estaba Vázquez de Molina.

Por ello Felipe II, en septiembre de 1561, tuvo que dar una Real Cédula ratificando a Gaztelu en sus responsabilidades como testamentario del Emperador.

Estos impedimentos no cesaron pese a la orden real. Pero cuando en 1573 se reúnen los testamentarios del Emperador y se pretende, sin éxito, abrir el cofre de Simancas, Juan Vázquez de Molina había muerto.

Para entonces ya estaba bien colocado en la Corte su sobrino Juan Vázquez de Salazar, que le sucedió en la Secretaría de Guerra. Así se ratificaba el clientelismo cortesano abierto por Cobos, siendo este caso un claro ejemplo de la endogamia burocrática de la época, muy frecuente en el grupo de los secretarios.

En 1567, el Rey le dio licencia para abandonar la Corte y retirarse a Úbeda en atención a sus continuas indisposiciones, instalándose en su ciudad el 8 de diciembre.

Durante algunos años disfrutó de las posesiones que allí había acumulado, pues antes de instalarse en Úbeda, hacia 1563, ya habían concluido las obras del palacio que lleva su nombre, una de las mejores obras del cantero Andrés de Vandelvira. El año anterior a su llegada, en 1566, se había inaugurado el convento de religiosas Dominicas, ubicado en el mismo edificio del palacio y muy bien dotado de rentas y privilegios por iniciativa de los fundadores, Vázquez de Molina y su esposa, quienes concibieron esa fundación y patronato como una obra pía para que ingresaran preferentemente monjas de Úbeda, del linaje de los Molina. La ceremonia de consagración del monasterio la ofició su hermano Diego de los Cobos, obispo de Jaén. Al no tener hijos, los fundadores hicieron escritura y firma de los estatutos que regiría en monasterio de la Madre de Dios, cediendo su palacio a las monjas con la condición de conservar ellos y sus descendientes el patronato perpetuo, tener lugar de enterramiento para su linaje en la capilla mayor del convento, y mantener a perpetuidad unas dependencias privadas dentro del monasterio para su residencia. En estas dependencias vivió Juan Vázquez, con su esposa, hasta el día de su muerte, el 28 de junio de 1570. Poco antes testó ante el escribano Juan Ortiz, el 25 de junio de 1570, dejando como primera heredera del patronato a su esposa, y tras ella a su sobrino, Juan Vázquez de Salazar, secretario de Felipe II desde el 26 de marzo de 1561 y señor del Mármol, quien heredó la mayor parte de sus bienes y privilegios.

Sus restos mortales reposan en la capilla mayor del que fuera monasterio de Madre de Dios, hoy conocido como Palacio Vázquez de Molina, o “de las Cadenas”. La supresión de este convento en 1868 convirtió esta tumba en un vertedero, hasta que el edificio se recuperó para convertirlo en sede del archivo histórico y del actual Ayuntamiento de Úbeda.

Vázquez de Molina desempeñó en esta ciudad su último cargo público, como alférez mayor, pues en Úbeda él y su familia habían creado un imperio de riquezas, obras de arte y obras pías al amparo del poder adquirido en la Corte por los secretarios reales. Es pues un perfecto prototipo de funcionario cortesano del siglo XVI que goza de la confianza real, y que usa su poder para reforzar el prestigio y las riquezas del linaje al que pertenece.

 

Bibl.: G. Argote de Molina, Nobleza de Andalucía, Sevilla, 1588 (ed. Jaén, Est. Tip. de Francisco López Vizcaíno, 1866; ed. facs. de esta ed., Jaén, Riquelme y Vargas, 1991); “Documento curioso. Testamento de Juan Vázquez de Molina”, en Por los Cerros, n.º 7, 8 y 10 (1914-1925); A. Cazabán Laguna, “Los poderosos mineros D. Francisco de los Cobos y D. Juan Vázquez de Molina”, en Don Lope de Sosa, n.º 32 (1915), págs. 252-253; Anónimo, “Las monjas demoledoras. Un desahucio curioso”, en Don Lope de Sosa (DLS), n.º 18 (1916), pág. 167; “Sic transit”, en DLS, n.º 45 (1916), pág. 262; J. S. Gallego Díaz, “Testamento de Juan Vázquez de Molina”, en De tiempos ya pasados (recuerdos históricos), vol. I, Madrid, 1919, págs. 71-111; J. Pasquau Guerrero, “Claros varones de Úbeda”, en Fiesta de la Poesía, Úbeda, G. Bellón, 1947, págs. 75-99; F. Pinero Jiménez y J. Martínez Romero, Giennenses ilustres (Reseñas biográficas), t. I, Jaén, Imp. Palomino, 1954; A. Marichalar, Los Descargos del Emperador (discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, contestación de A. González de Amezua), Madrid, Real Academia de la Historia, 1956; J. A. Escudero, Los Secretarios de Estado y del Despacho (1474-1724), Madrid, Instituto de Estudios Administrativos, 1969, 4 vols.; M. Fernández Álvarez (ed., dir., pról. y notas), Hábeas documental de Carlos V, Salamanca, Universidad, 1973-1981, 5 vols.; E. Toral Peñaranda, Úbeda (1442-1510), Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1975; H. Keniston, Francisco de los Cobos, Secretario de Carlos V, Madrid, Castalia, 1980; R. Quesada, Úbeda: Hombres y Nombres, Granada, Gavellar, 1982; Marqués de Valparaíso, El perfecto desengaño, ed., intr., y selec. de grabados de M.ª D. Cabra Laredo, Madrid, El M. Universal, 1983; J. Pasquau Guerrero, Biografía de Úbeda, Úbeda, Artes Gráficas, 1984; M. Avilés Fernández, “Estudio socioestadístico de la represión ideológica en un ámbito local: la inquisición en Úbeda”, en Códice, n.º 1 (1987), págs. 9-27; A. Domínguez Ortiz, El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias, en M. Artola (dir.), Historia de España, vol. 3, Madrid, Alianza, 1988; G. Torres Navarrete, Historia de Úbeda en sus Documentos, Úbeda, Minerva, 1990, 7 vols.; M. de Jimena Jurado, Catálogo de los Obispos de las Iglesias Catedrales de la Diócesis de Jaén y Annales Eclesiásticos del obispado, ed. facs., est. prel. e índices de J. Rodríguez Molina y M.ª J. Osorio, Granada, Universidad, 1991; A. Valladares Reguero, Temas y autores de Úbeda. Ensayo bibliográfico, Úbeda, Asociación Alfredo Cazabán, 1992; G. Sena Medina, “ Los secretarios del rey de Úbeda”, en Ibiut, año XIV, n.º 77 y 79 (1995), págs. 2-3 y 23; G. Parker, Felipe II, Barcelona, Altaya, 1996; L. Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Lara, Madrid, 1996, 6 vols.; R. Altamira, Felipe II, hombre de Estado: su psicología general y su individualidad humana, ed. de J. Martínez Millán, Alicante, Asociación Española de Historia Moderna-Fundación Rafael Altamira, 1997; M. Ruiz Prieto, Historia de Úbeda, est. prelim. e ilustr. de A. Tarifa, Granada, Universidad, 1999; A. Tarifa Fernández y M. J. Parejo, “Carlos I y la ciudad de Úbeda”, en Actas IX Jornadas de Historia Militar, Sevilla, Cátedra General Castaños, 1999, págs. 81-99; J. Barranco Delgado, Escudos heráldicos de Úbeda, Úbeda, Gráficas Minerva, 2001; J. L. Castellano Castellano y F. Sánchez-Montes (coord.), Carlos V. Europeísmo y Universalidad, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001, 5 vols.; A. Tarifa Fernández, “La tercera Cultura. Baeza y Úbeda, dos ciudades para el Patrimonio de la Humanidad”, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (especial cincuentenario), n.º 185 (2003), págs. 559-482; Breve historia de Úbeda, Málaga, Sarriá, 2004 (3.º ed.).

 

Adela Tarifa Fernández

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