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Rafael Bauzá

Biografía

Bauzá, Rafael. Mallorca (Islas Baleares), 1778 – Rusia, 1828. Ingeniero de caminos.

Primo del maquinista y artesano Bartolomé Sureda y posiblemente familiar del marino y cartógrafo Felipe Bauzá y Cañas, también mallorquín, Rafael Bauzá se trasladó a Madrid, donde se había abierto en 1802 la Escuela de Caminos. Ésta se encontraba adscrita a la Inspección de caminos establecida tres años antes bajo el mando del conde de Guzmán, en el palacio del Buen Retiro madrileño. En ella, bajo el patrocinio político y corporativo de Agustín de Betancourt y la dirección académica de José María de Lanz, se formaron hasta 1808 las primeras promociones de ingenieros de caminos españoles, cuya vida profesional quedó regulada en 1803 por la preceptiva ordenanza, de clara inspiración betancouriana. Bauzá formó parte de la primera, pues ingresó en la Escuela en noviembre de 1802 y se incorporó a la Inspección de caminos el 10 de agosto de 1804 junto a Antonio Gutiérrez, Joaquín Monasterio, Gabriel Gómez Herrador y Julián Rodríguez de Medina. Designado primer ayudante, fue destinado a Lorca, donde trabajó en canales y regadíos. En 1803, como ingeniero de la máxima confianza de Betancourt, dirigió por orden suya unas obras en la vega de Granada y en el Soto de Roma, que no fueron del agrado del Príncipe de la Paz, Manuel Godoy.

El estallido de la Guerra de la Independencia en 1808 no alteró su carrera, pues permaneció adscrito a la dirección de caminos en Madrid, vinculada a la primera división del Ministerio del Interior josefino, dirigida por José María de Lanz, marino, ingeniero y antiguo profesor de Bauzá en la Escuela. Cuando éste organizó por primera vez en España un cuerpo de ingenieros civiles con el fin de que llevara a la práctica la demarcación provincial en la que trabajaba, nombró a Bauzá ingeniero de sección. Hacia 1812, éste optó por exiliarse en Francia, donde el industrial y relojero Abraham Louis Breguèt, amigo y colaborador tanto de Betancourt como de Lanz, propuso al ministro de Manufacturas y Comercio, conde de Sussy, que se sirviera de su talento en beneficio de la industria francesa.

En 1816 se encontraba en Rusia, donde Agustín de Betancourt, que residía allí desde 1809, lo había atraído a San Petersburgo con el fin de consolidar en el cuerpo de ingenieros de vías de comunicación a un grupo de españoles, entre ingenieros de otras nacionalidades, del que también formaron parte Joaquín y Miguel Espejo, Agustín Monteverde y Joaquín Viado, caracterizados todos ellos por su especialización en mecánica y construcción. A ellos se añadieron personajes tan peculiares como el teniente coronel de caballería, liberal y masón Juan Van Halen, a quien el gran Pío Baroja dedicó la novela El oficial aventurero. Como señaló el propio Godoy en sus célebres Memorias, “Betancourt y Bauzá fueron buscados para adornar la Rusia, tal como en las ruinas de una gran ciudad derruida por los bárbaros se entresacan después por los amantes de las artes las estatuas mutiladas y caídas”. En el imperio ruso, Bauzá fue responsable de la ejecución de los proyectos inspirados y diseñados por Betancourt. Entre sus obras destacaron la Casa de la Moneda de Varsovia, puesta en marcha para sustituir el papel moneda circulante y poner fin a las falsificaciones, con maquinaria británica y rusa, en la que introdujeron la máquina de vapor, y la feria de Nizhni Nóvgorod, levantada entre 1818 y 1821.

En la capital polaca, Bauzá también realizó un puente colgante famoso por su atrevido diseño.

En 1823, fuera por cansancio o para defenderse de la caída en desgracia ante el zar de su amigo y patrón Betancourt, Bauzá pidió retornar a España con plenos derechos de ciudadano mediante una instancia que presentó en las Cortes del Trienio Liberal su esposa, Josefa Sánchez. “Los brillantes conocimientos que tenía en el ramo de caminos y canales” fueron valorados en su justa medida, de modo que aprobaron la petición, publicada en la Gaceta el 4 de marzo de 1823. Sirvió de poco, pues el comienzo de la década ominosa, con el retorno del absolutismo fernandino, lo obligaron a permanecer en Rusia, donde murió en 1828.

Bibl.: A. Rumeu de Armas, Ciencia y tecnología en la España ilustrada: la escuela de caminos y canales, Madrid, Turner, 1980; F. Sáenz Ridruejo, Los ingenieros de caminos del siglo xix, Madrid, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 1990; J. M. Gentil Baldrich, “La Dirección General de Caminos, y otros personajes, en 1823”, en Revista de Obras Públicas n.º 144 (3365) (1997); J. López Tabar, Los famosos traidores. Los afrancesados durante la crisis del antiguo régimen (1808-1833), Madrid, Biblioteca Nueva, 2001; I. Gouzévitch, “Agustín de Betancourt: el modelo de la comunicación profesional de los ingenieros a finales del siglo xviii y principios del xix”, en J. Montesinos, J. Ordóñez y S. Toledo (eds.), Ciencia y Romanticismo, Maspalomas, Fundación Canaria- Orotava de Historia de la Ciencia, 2002; M. Lucena Giraldo, Historia de un cosmopolita. José María de Lanz y la fundación de los ingenieros de caminos en España y América, Madrid, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 2005.

Manuel Lucena Giraldo

Relación con otros personajes del DBE

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