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Francisco Patricio de Berguizas

Biografía

Berguizas, Francisco Patricio de. Valle de Santa Ana (Badajoz), 1748 – Cádiz, 15.X.1810. Presbítero, miembro de número de la Real Academia Española, doctor en Teología y abreviador de la Nunciatura y bibliotecario real, traductor.

Políglota, gran conocedor de las lenguas clásicas, como lo demuestran las versiones y comentarios que hizo del texto bíblico y de Píndaro, Francisco Patricio de Berguizas nació en Valle de Santa Ana (Badajoz), en el año 1748, tal y como queda notificado en las primeras páginas de la mejor de sus obras publicadas, las Obras poéticas de Píndaro en metro castellano con el texto griego y notas críticas (t. I, 1798).

J. Cañas Murillo, en uno de los escasos trabajos sobre este traductor ilustrado, certifica con acierto que Berguizas no compuso ningún texto original y que su labor como escritor quedó reducida a traducciones de autores hebreos, griegos y latinos. Con todo, cabe señalar que éstas fueron ciertamente excelentes y la crítica actual es unánime al respecto. Por lo demás, en la Bibliografía de autores españoles del siglo xviii (F. Aguilar Piñal, 1981, I: 605-606) se halla un elenco de otros manuscritos e impresos del autor, al margen de la traducción pindárica a la que se hará referencia in extenso.

Berguizas pertenece a la nómina de neoclásicos intelectuales y eruditos que Extremadura aportó al siglo xviii español. Nómina, quizá, bastante nutrida en lo relativo a la literatura en lengua vernácula, como Meléndez Valdés, Forner, García de la Huerta, pero menos abultada en lo relativo a filólogos clásicos oriundos de esta región o a humanistas que conocieran el latín y, mucho menos, el griego.

La obra de Berguizas es una muestra paradigmática de la ingente tarea de los traductores dieciochescos españoles. Con todo, para valorar en su justa manera su traducción, se debería evitar el prejuicio de abordar sus méritos con una mentalidad actual, con los parámetros con los que se juzgan las modernas traducciones filológicas. En efecto, el criterio de la fidelidad al texto original no siempre es patente en esta traducción. La práctica del uertere se concebía como una reescritura del original, elaborada con espíritu de emulación aunque con la idea de superar al modelo (cfr. M. Valverde Sánchez, 2001, y A. Lefevere, 1997, en donde se recuerda, asimismo, que desde los albores de la Antigüedad grecolatina, la exercitatio ya era un concepto frecuente que definía a la traducción en el campo de la retórica).

En el prólogo de las Obras poéticas de Píndaro en metro castellano con el texto griego y notas críticas, el mismo Berguizas explica la naturaleza de su traducción: “La traducción presente fue producción prematura del anhelo y ansia con que en edad menos madura y ocupada me entregué á la lectura y observación de los autores Latinos, Griegos y Hebreos. Siguiendo la máxima de Tulio ejercitaba el estilo, traduciendo de unos a otros lo que mas hería y avivaba mi curiosidad y gusto, ó era mas conforme y análogo á mi genio. Así me hallé insensiblemente con la traducción hecha de los Profetas menores, los Trenos de Jeremías, varios Cánticos y Salmos. Oraciones de S. Basilio y S. Juan Crisóstomo, de Tulio y Demóstenes: las Odas de Píndaro, varias de Horacio, &c” (págs. VI-VII).

En este mismo lugar afirma que nunca pensó dar a la imprenta sus traducciones, hechas tan sólo para su propia complacencia. No obstante, continúa, varias de ellas fueron editadas anónimas y obtuvieron buenos elogios. Ante ello, explica, se decidió a dar a la luz una versión completa de un texto clásico. Fruto de este impulso fue la publicación de las Obras poéticas de Píndaro en 1798.

En el tomo primero y, al parecer, único de esas Obras impreso, incluye el autor una edición bilingüe, griego-castellano, de las Olímpicas. El libro va encabezado por un lema, igualmente bilingüe (latín-castellano), extraído de la Oda Primera de Horacio, y se dedica “Al Príncipe, nuestro señor”, a quien solicita comprensión para su obra. Continúa con un “Prólogo” (págs. V-XX), en el que se observa una buena carga de autobiografismo, un deseo de exponer los móviles y criterios de su trabajo, un interés especial por rebatir las posibles críticas que éste pudiera suscitar, y una explicación de la labor realizada y su dificultad.

Afirma, por ejemplo, en tono exculpatorio, no contar con antecedentes que pudieran servir de base a su versión, pues en castellano tan sólo Fray Luis tradujo la Olímpicas, y únicamente la primera. Sitúa tras él un “Discurso sobre el carácter de Píndaro”, en el que menciona, y enjuicia, a los traductores de la producción del escritor griego, los problemas de comprensión, traducción e interpretación que conllevan sus escritos, y vuelve a pedir benevolencia a la hora de juzgar su trabajo, dadas, insiste, sus dificultades, prometiendo, en el caso de tener buena acogida el volumen, una continuación. Las Olímpicas, las “Notas para la mejor inteligencia y justificación de la traducción castellana de las Olimpíacas Pindáricas”, y las “Adiciones a las notas” cierran el tomo.

Desde la fecha de publicación de éste su primer libro, el respeto que Berguizas supo granjearse le devengó encargos regios y académicos. Un año más tarde, en 1799, publicó en Madrid una traducción del latín al castellano titulada Dios inmortal padeciendo en carne mortal o la Pasión de Cristo ilustrada con doctrinas y reflexiones morales, y en 1802 una Oración fúnebre que en las exequias que celebró la Real Academia Española por el alma del Excmo. Sr. Marqués de Santa Cruz, su difunto Director el día 29 de marzo de 1802 en la iglesia de los PP. Basilios de esta Corte.

También tradujo del hebreo el Cántico de Habacuc, actualmente en la Biblioteca Nacional.

Francisco Patricio de Berguizas murió en Cádiz en 1810 tras haber tenido cargos diversos y servicios reales, religiosos y académicos que le propiciaron una reputación bien merecida ya en vida.

 

Obras de ~: Obras poéticas de Píndaro en metro castellano con el texto griego y notas críticas, t. I, Madrid, en la Imprenta Real, por D. Pedro Pereyra, impresor de la Cámara de S. M., año de 1798 (Francisco Patricio de Berguizas. Obras poéticas de Píndaro, ed. de J. A. Clúa Serena, Editora Regional de Extremadura [en prensa]); Cántico de Habacuc, traducido del Hebreo por ~, [s. a.] Una hoja. (BNE, ms. 12963 [63]; Dios inmortal padeciendo en carne mortal o la Pasión de Cristo ilustrada con doctrinas y reflexiones morales. Traducida del latín por D. ~, Madrid, Imprenta Real, 1799; Oración fúnebre que en las exequias que celebró la Real Academia Española por el alma del Excmo. Sr. Marqués de Santa Cruz, su difunto Director el día 29 de marzo de 1802 en la iglesia de los PP. Basilios de esta Corte, dixo Don ~ Doctor en Sagrada Teología, Bibliotecario de S. M., Abreviador de la Nunciatura y Académico de Número de la misma Real Academia, Madrid, Viuda de Ibarra [1802].

 

Bibl.: J. López Prudencio, “Francisco Patricio Berguizas”, en Notas literarias de Extremadura, Badajoz, Artes Gráficas, 1932; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo xviii, t. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1981, págs. 605-606; J. Cañas Murillo, “Francisco Patricio de Berguizas, traductor español del siglo xviii”, en Residencia. Cuadernos de Cultura, época IV, vol. V, n.º 12 (1985); “Berguizas, Francisco Patricio de”, en F. J. Mayans Joffre (dir.), Gran Enciclopedia Extremeña, vol. 2. Mérida, Edex, 1990, pág. 126; E. Barajas Salas, “Francisco Patricio Berguizas (1759-1810)”, en Revista de Extremadura, n.º 4, 2.ª época (enero de 1991), págs. 81-92; A. Lefèvre, Traducción, reescritura y la manipulación del canon literario, trad. de C. A. Vidal, Salamanca, Editorial Colegio de España, 1997; A. Zamora Vicente, Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa Calpe, 1999, págs. 155-156; M. Valverde Sánchez, “Cienfuegos y la tradición anacreóntica”, en Eclás, 119 (2001), págs. 67 ss.

 

Josep Antoni Clúa Serena

 

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