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Juan Bautista Aguirre

Biografía

Aguirre, Juan Bautista. Daule, Guayas (Ecuador), 11.IV.1725 – Tívoli (Italia), 15.VI.1786. Jesuita (SI) expulso, teólogo, filósofo y poeta.

Nacido de familia ilustre, oriunda de Guayaquil, fueron sus padres Carlos Aguirre y Ponce de Solís y Teresa Carbo y Cerezo. Hechos los estudios primarios en el Colegio-Seminario de San Luis de Quito, ciudad en la que permaneció más de treinta años, fue recibido en la Compañía de Jesús el 11 de abril de 1740 en Pichincha (Quito), donde fue ordenado sacerdote en 1754.

Desde 1756 fue profesor de Retórica, Derecho Canónico y Filosofía en la Universidad de San Gregorio de Quito. Entre 1757 y 1759 escribió tres tratados de Filosofía, y en 1761 uno de Derecho Canónico.

Fue uno de los primeros en afirmar que todas las enfermedades están causadas por los malignos “vermículos o gusanillos” que se ven en el microscopio.

Fue prefecto de la congregación de San Francisco Javier y destacó como orador y poeta.

Hizo los últimos votos el 15 de agosto de 1758 en Quito. El 17 de marzo de 1760 predicó en la catedral de esa ciudad la Oración fúnebre en recuerdo del Juan Nieto Polo del Águila, en la que Aguirre aparece como “catedrático que fue de Philosophía y actualmente de Theología en la Real Universidad de San Gregorio Magno de Quito”. Socio del provincial Miguel de Manosalvas desde 1765, y consultor de Provincia, vivía en el Colegio de Quito cuando se promulgó el decreto de expulsión (abril de 1767). Fue embarcado en Guayaquil el 3 de octubre, en unión de otros setenta y siete jesuitas, en una mala fragata mercante, llamada Santa Bárbara. Al llegar al Panamá fallece el provincial Manosalvas. El 22 de abril de 1768 parten de La Habana rumbo a Cádiz en la fragata Venganza.

Establecido en los Estados Pontificios, tras una breve estancia en Faenza y Rávena, residió en Ferrara, de cuyo colegio fue rector hasta la supresión de la Compañía (agosto de 1773), y se dio a conocer como hombre de ciencia y prudente; el arzobispo lo nombró examinador sinodal. Recorrió varias ciudades de Italia y acabó por pasar a Roma en 1775, donde permaneció cinco años continuos y gozó de estima y fue ocasionalmente consultor del Santo Oficio y de Propaganda Fide. En 1780, por razones de salud, pasó a Tívoli, donde fue amigo y consejero (1782- 1785) de Barnaba Chiaramonti, obispo de la diócesis (Pío VII desde 1800, quien restableció la Compañía en 1814). Excelente religioso, se guió siempre por los principios ignacianos.

Hervás, amigo del joven Chiaramonti en Cesena, da detalles de su etapa en Tívoli: “[Aguirre] ha sido teólogo de monseñor Nadal, obispo de Tívoli, y de sus dos sucesores, el eminentísimo señor cardenal Chiaramonti y monseñor Manni, y al mismo tiempo examinador sinodal, presidente de las resoluciones morales y maestro de teología dogmática de los estudios públicos de Tívoli. El señor cardenal Chiaramonti (que aún vive) y los monseñores Nadal y Manni respetaron al señor Aguirre como a uno de los primeros teólogos de Italia, y en esta ciudad de Roma hicieron notorio su mérito. El señor Aguirre, oprimido del estudio de sus tareas eclesiásticas, murió en Tívoli el día 15 de junio 1786.” Otros testimonios contemporáneos confirman que Aguirre era tenido por los jesuitas españoles, italianos y portugueses “como a uno de los más doctos de la Compañía en las disputas teológicas y filosóficas, y ocurrían a él y le llamaban para resolver las cuestiones más intrincadas, y cedían a su parecer”.

Sin especificar títulos, Hervás anota la amplitud de temas abordados por Aguirre: un curso filosófico en tres volúmenes, de los que uno es de elementos físico-matemáticos; una obra latina sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús; varios tomos de tratados de teología dogmática; otros de resoluciones públicas de casos morales; un tomo latino contra los puros deístas; y otro de poesías latinas y españolas.

Son las cuestiones poéticas las que casi exclusivamente atraen la atención de los estudiosos actuales de Aguirre. Así, Patrizia Di Patre y Mercedes Mafla encuadran al jesuita en los patrones épico-amorosos en la poesía ecuatoriana tardo barroca; la tradición mística con fuerte ascendencia culterana y raíces hondamente renacentistas se disuelve en Juan Bautista Aguirre. Una mística subvertida y un heroísmo deshecho son los rasgos salientes de la literatura creada por Aguirre. En el interior de todo se agazapa ocultamente, listo para efectuar el salto decisivo, “un existencialismo in nuce digno de Kierkegaard, con su angustia ontológica, que anticipa a Leopardi”. Este dolor universal recuerda también -presagia- al muy hermético Ungaretti. Mas con igual legitimidad podríamos hablar de Montale, paseante solitario con la mirada siempre fija en “la pena de vivir”; o pensar en Marcel Proust bajo la obsesión heracliteana de una forma mutante: “para una vida duplicada muerte”, exclama Aguirre desconsolado. El “grito” del desencantado Aguirre rompe las barreras de la poética tradicional, porque ha destruido ya los confines del ser admitido. En Aguirre, la pena es de tal suerte, que “con el alma se ha unido” y “no la puede separar la muerte, / pues cuanto a mitigarla se apercibe / en ella muere, y ella en todo vive” (Llanto de la naturaleza humana). No se muere por vivir; se vive, sufriendo, para contagiar una muerte universal. Tales excesos de pesimismo, inmersos pese a todo en el universo verbal de Góngora, retornan lentamente al intimismo de su precursor y se reapropian de Petrarca. En la Caída de Luzbel podríamos encontrar atisbos del antiguo y ortodoxo heroísmo, así como de la lucha perenne con el enemigo mortal; desgraciadamente, todo termina en manera marcadamente antiépica, incluso, podríamos decir, psicoanalítica: “y así [Luzbel] padece, aún más que en el abismo, / horrible infierno dentro de sí mismo”. El verdadero enemigo del ser descrito por Aguirre es su propia naturaleza. En el soneto gongorino, A la rigurosa acción con que San Ignacio redujo un picador, es calificado como “algo absolutamente teatral, pomposo, barroco, temible”.

En resumen, Aguirre es un notable escritor de la literatura ecuatoriana, en cuyas obras se refleja una añeja influencia de Góngora, definido por Batllori como “buen poeta, aunque retrasado gongorino”. Por su parte, Menéndez y Pelayo destaca sus “resabios conceptistas”. Son conocidas sus décimas en las que se burla de Quito y elogia a Guayaquil. La crítica ecuatoriana actual lo considera un gran poeta, el mejor de su siglo XVIII, con derecho a figurar honrosamente en la literatura colonial americana.

 

Obras de ~: Poesías y obras oratorias, ed. de G. Zaldumbide y A. Espinosa Pólit, Quito, 1943; Nuevas poesías, ed. de J. G. Bravo, Quito, 1979; Tratado de Filosofía: De Logica, De Physica, De Metaphysica, s. l., s. f. (ms. inéd. en el Colegio de los Jesuitas de Quito); Tratado polémico dogmático, s. l., s. f. (inéd.); Poema heroico sobre las acciones y vida de San Ignacio, s. l., s. f. (inconcluso e inéd.); De impedimentis matrimonii, s. l., s. f. (inéd.) (Biblioteca de la Universidad de Salamanca, ms. 1234-1235).

 

Bibl.: G. Zaldumbide, “El único gran poeta de nuestro pobre siglo XVIII”, en Revista de las Indias, 16 (1942-1943), págs. 145-189; E. Carilla, Un olvidado poeta colonial, Buenos Aires, 1943; G. Zaldumbide, “El mejor poeta de nuestro siglo XVIII”, en Cuatro clásicos americanos, Madrid, Cultura Hispánica, 1951, págs. 221-269; L. A. Sánchez, Escritores representativos de América, vol. I, Madrid, Gredos, 1957, págs. 149-160; I. J. Barrera, Historia de la literatura ecuatoriana, Quito, 1959; A. Espinosa Polit, Los dos primeros poetas coloniales ecuatorianos: Antonio Bastidas, Juan Bautista Aguirre, Puebla (México), J. M. Cajica, 1959; F. Yépez Arboleda, “Juan Bautista de Aguirre, filósofo”, en Cultura, 4 (mayo-agosto de 1979), págs. 95-113; F. J. Cevallos, Juan Bautista Aguirre y el Barroco colonial, Madrid, Edi-6, 1983; G. Zaldumbide, “Estudio y selecciones del padre Juan Bautista Aguirre, S.I.”, en Los dos primeros poetas coloniales ecuatorianos. Biblioteca Ecuatoriana Clásica, Quito, Corporación de Estudios y Publicaciones, 1989; “Juan Bautista Aguirre y la poética colonial”, en Calíope: journal of the Society for Renaissance and Baroque Hispanic Society, 4, 1-2 (1998), págs. 215-226; F. Yépez, “Aguirre, Juan Bautista”, en Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu-Universidad Pontificia de Comillas, 2001, pág. 23; L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española, ed. de A. Astorgano, Madrid, Libris Asociación de Libreros de Viejo, 2007, págs. 569-570; P. di Patre y M. Mafla, “Disolución de patrones épico-amorosos en la poesía ecuatoriana tardobarroca (Velasco, Aguirre)”, en Espéculo: Revista de Estudios Literarios, 40 (2008).

 

Antonio Astorgano Abajo

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