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Agustín de Silva Fernández de Híjar y Rebolledo de Palafox Abarca de Bolea

Biografía

Silva Fernández de Híjar y Rebolledo de Palafox Abarca de Bolea, Agustín de. Duque de Aliaga, duque de Híjar (X). Madrid, 14.IV.1773 – 12.IX.1817. Académico de San Fernando, director de la Real Sociedad Económica Matritense y dramaturgo.

Era hijo de los duques de Híjar, Pedro Pablo Alcántara de Silva Fernández de Híjar y Abarca de Bolea Portocarrero y Pons de Mendoza, IX duque de Híjar (1758-1808) y presidente del Consejo de Órdenes, y de Rafaela de Palafox Rebolledo y Croy de Havré Lante della Rovere. Era, por tanto, nieto de la hermana del conde de Aranda, Engracia Abarca de Bolea, casada con Joaquín Diego de Silva Fernández de Híjar y Portocarrero Funes de Villalpando, VIII duque de Híjar (1749-1758). En algunos documentos sus apellidos aparecen como Fernández de Híjar y Silva. Antes de heredar el ducado de Híjar tenía el título de duque de Aliaga, Grande de España de primera clase y Gran Cruz de Carlos III, en cuyo expediente de ingreso (1795) aparece con el nombre completo de Agustín Pedro Gonzalo Telmo de Silva Fernández de Híjar o, algo simplificado, Agustín de Silva y Palafox Abarca de Bolea.

El bautizo de Agustín Pedro, duque de Aliaga y futuro duque de Híjar, se celebró en el monasterio benedictino de San Martín, a manos del general de la orden, el mismo día en que nació, el 14 de abril de 1773, en las casas que habitaban los duques de Híjar, propias del conde de Aguilar, sitas en la calle del Almirante, cuando los padres llevaban doce años de matrimonio, que se había celebrado el día 16 de julio de 1761 en la propia mansión de la novia, en la madrileña calle de Alcalá. Fue su padrino el conde de Santa Eufemia (Fausto de Palafox Guzmán, tío carnal).

Agustín quedó huérfano de madre a los cuatro años, pues la duquesa de Híjar, Rafaela de Palafox, después de haber traído al mundo en los dieciséis años de vida marital ocho hijos, cuatro de los cuales murieron en edad de pupilo, falleció a los treinta y tres años de su edad, el 11 de junio de 1777.

Recibió una enseñanza pública adecuada en humanidades, pues destacaba entre los jóvenes de la nobleza española por una esmerada educación, recibida en los Reales Estudios de San Isidro, en la madrileña calle de Toledo, anterior sede del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús. El día 15 de julio de 1786, cuando apenas contaba trece años de edad, fue uno de los pocos alumnos que se sometieron a unos exámenes públicos de Retórica y Poética, asistidos por su catedrático, José Muruzábal. De todo ello dio cumplida noticia el periódico de Madrid Memorial literario, el día 15 de ese mismo mes. El jovencito Aliaga tuvo exámenes de Retórica (traducir un texto de Tito Livio) por la mañana, y de Poética por la tarde, presididos por el catedrático Ignacio López de Ayala (tradujo a Virgilio y compuso un elogio de Homero). Ese mismo año (1786), y como fruto de su esmerada educación, siendo todavía estudiante, publicó una elegía, en latín y castellano, al cumpleaños de la infanta Carlota Joaquina, hija del príncipe de Asturias, nacida en abril de 1775 y casada, a los diez años, con el futuro Rey de Portugal. Al año siguiente (1787) se repitió el examen público con temas de Lógica, Ontología, Psicología y Teología.

Pero su dedicación a la poesía no se limita a poemas de circunstancias, exigidos por su formación humanística, sino que el joven duque era un gran aficionado al teatro, y debutó como actor en una representación de La Raquel de Vicente García de la Huerta, siguiendo la huella de su padre, el IX duque de Híjar, quien fue autor de una tragedia titulada Amigo de su enemigo, representada en su palacio durante el carnaval de 1782.

El duque de Aliaga contrajo matrimonio en 1790, a los diecisiete años, con María Fernanda Fitz-James Stuart, hija de los duques de Liria, al mismo tiempo que su hermana Teresa lo hacía con Jacobo, heredero del ducado de Liria. Este doble enlace entre parientes, tan frecuentes en el siglo xviii, contribuyó a fortalecer el parentesco íntimo y endogámico de las casas de Híjar, Aranda, Liria y Alba.

En las pruebas para la concesión de la orden de Carlos III a favor del duque de Aliaga (1795) depusieron como testigos cuatro Grandes de España de primera clase: el duque del Arco, el marqués de Astorga, el marqués de Valmediano y el conde de Cervellón. Ese mismo año (1795) también actuó en una pequeña pieza cómica, en casa del príncipe de Maserano.

En el carnaval de 1797, el duque de Aliaga reconoce como suyo el drama Mahomet segundo o el Fanatismo de la gloria, representado en su propia casa. Se trata de una adaptación de una tragedia francesa, Mahomet II (1739), de Jean Baptiste de La Noue. El duque actuó de Bajá Acmet y fue acompañado en el escenario por otros nobles como el duque del Infantado o la duquesa de Liria. El duque, según confesión propia, “pretendía colocar mi nombre entre los poetas dramáticos”.

La tragedia, escrita en versos endecasílabos asonantados, aunque pueda parecer teñida de pasiones románticas, es manifiestamente neoclásica. En la misma sesión se representó una pequeña pieza compuesta por el mismo duque de Aliaga titulada La noche de las aventuras o El hidalgo de la Espernada.

Pronto fue socio de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, la cual le encargará, el 23 de marzo de 1798, redactar un elogio sobre su tío el conde de Aranda, que es leído en el seno de la misma por el chantre de Pilar, Jorge de Río, en el mes de marzo de 1799. El duque de Aliaga tenía veinticinco años y a la sazón residía en Valencia.

La muerte del tío y cuñado, el conde de Aranda (se había casado en 1784 con su hermana María del Pilar de Silva y Palafox), a principios de 1798, no impidió que en el carnaval de 1799 se siguieran organizando festejos teatrales en el palacio del duque de Híjar, en cuyo teatro particular se volvió a escenificar otra tragedia del duque de Aliaga, titulada Las troyanas, que se imprimió en la mejor imprenta de Madrid, la de Antonio Sancha.

A principios del siglo xix, el duque-poeta era ya miembro de la Real Academia Española de Bellas Artes de San Fernando y director de la Económica Matritense.

En esta última institución destacó por sus actividades caritativas en favor de los necesitados, formando parte de la comisión que distribuía por barrios las “sopas económicas” (especie de olla común, compuesta de ingredientes baratos pero nutritivos, como la denostada patata) del conde de Rumford.

Con el nuevo siglo, el duque de Aliaga tuvo que dedicarse plenamente a los negocios familiares, en especial a la fábrica de Alcora, heredada de su tío el conde de Aranda, que le obligó a residir algún tiempo en Valencia. Por ello, el duque suspendió temporalmente sus aficiones dramáticas hasta 1806, año en que compuso la comedia en prosa titulada Un sermón sin ser Cuaresma, conservada autógrafa en el Instituto de Teatro de Barcelona, y la tragedia, sin fecha, Los celtíberos, en la Biblioteca Nacional de Madrid. De 1811 es la tragedia Las bodas de Bradamonte o el modelo de la amistad, conservada en la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander El drama heroico en cuatro actos en verso, El templo del destino o El tiempo futuro (1812), ya aparece firmado como duque de Híjar, después de la muerte de su padre en 1808, año en que Pedro Agustín heredó dicho título. Fue representado en el teatro de Cádiz, el día 30 de mayo de 1812, en celebridad de los días de Fernando VII, y después en Madrid, a la vuelta del Deseado. Es un drama de neto carácter político, ya que está dedicado a Fernando VII durante su cautiverio, y fue impreso en Cádiz en el año de la Constitución. Lleva un prólogo al lector en el que Aliaga expone tanto sus ideas políticas como las dramáticas, que se ajustan a lo que Aguilar Piñal ha calificado como un “neoclasicismo sentimental”. Así, piensa que “el drama fue consagrado desde su origen a hablar al corazón del hombre y dirigirlo a la virtud, poniendo el movimiento los afectos”. Reconoce el influjo de Metastasio y su amor a Fernando VII, “a quien conozco y he tratado”. La acción transcurre en la antigua Cantabria, y en ella magnifica su resistencia ante la invasión romana, espejo en el que se miraban los patriotas de comienzos del siglo xix. Junto a nombres históricos como Viriato, Pelayo, Numancia y Sagunto aparecen curiosas escenas, como aquella en la que los indomables cántabros celebran sus juntas bajo el árbol de Guernica, símbolo de la resistencia española frente al invasor. Después de leer este drama, donde se afirma “sólo se llega a la inmortalidad por los trabajos”, da la sensación de que el X duque de Híjar es un noble patriota y un fervoroso poeta de ideas ilustradas.

En la Biblioteca Nacional de Madrid se conserva el Elogio del conde de Aranda (ms. 2.1847), sin que aparezca por ningún lado el adjetivo “fúnebre”. No esta fechado ni firmado y resulta ser una auténtica biografía, la primera que de Aranda se conoce, escrita por quien había sido testigo muy cercano de los hechos que comenta y oyente privilegiado de sus actividades públicas y privadas, narradas, como él mismo confiesa, al calor del fuego familiar.

En este Elogio hay alguno de los párrafos ideológicamente más avanzados de los ilustrados españoles, que dan fe del espíritu filosófico del siglo que anima al duque de Aliaga. Es una redacción absolutamente laica, en la que defiende la educación filosófica en el juicio crítico, sin necesidad de normativas basadas en ninguna revelación divina, lo cual no gustó nada a la Real Sociedad Económica Aragonesa y, a la postre, fue causa de que no llegase a publicarse, porque deseaba que “abundase más en hechos heroicos y acciones brillantes que ofrece la vida del héroe [Aranda]”.

Sin mencionar a Dios ni a una posible recompensa eterna, el panegírico se ciñe a las virtudes sociales que adornaron en vida al conde de Aranda, “infatigable en su celo por el bien público”. Hijo, al fin, de su siglo, el duque de Aliaga, Grande de España y amigo de reyes, escribe como un plebeyo: “de nada sirve el nacimiento, nada valen la riquezas, vanos son los honores, si no están acompañados de las virtudes sociales”, repitiendo con frecuencia dos palabras muy significativas: “patria” y “servicio”. Olaechea y Ferrer creen que el duque de Aliaga puso poco interés en el Elogio, y “esta designación resultó ser funesta para la memoria del difunto conde de Aranda”.

El X duque de Híjar falleció el 12 de septiembre de 1817, antes de cumplir los cuarenta y cinco años.

Dejó como heredera a su hija única, Francisca Javiera, que murió soltera en 1818. El título pasó después a su tío José Rafael, XII duque de Híjar y caballero del Toisón de Oro en 1829.

El duque-poeta es un hombre con la sensibilidad que acompaña en su evolución histórica al individuo que vive a caballo entre los siglos xviii y xix. Considera que el hombre ha de ser útil a la sociedad, benéfico para sus semejantes, promotor del progreso nacional, de manera que el epíteto que mejor valora en la figura del conde de Aranda es la de “buen ciudadano”.

En conclusión, el X duque de Híjar es uno de los más interesantes aristócratas ilustrados del siglo xviii español. Para más de un historiador será difícil asumir que un noble español, de tan rancia alcurnia, defienda los postulados de las luces más progresistas de Europa. Su Elogio del conde de Aranda está impregnado de ideas revolucionarias tanto en lo social como en lo político. Es un monárquico convencido que asume plenamente las tres palabras que se sacralizaron en Francia durante la Revolución (Patria, Razón, Libertad) que aparecen en el texto del Elogio, pero, lógicamente sin ir, en sus aspiraciones democráticas, más allá de lo que estaba deslindado por sus profundas convicciones monárquicas.

 

Obras de ~: Elejía al feliz cumpleaños de la Serenísima señora doña Carlota Joachina, infanta de España y Portugal, Madrid, 1786 (único ej. en la Biblioteca Menéndez y Pelayo, Santander); Exercicio público de Lógica, Ontología, Psicología y Teología, que ha de tener el conde-duque de Aliaga, en los Estudios de Madrid el día 15 de julio de 1787, asistido de su catedrático don Manuel Trabeso y Castro, Madrid, Viuda de Ibarra, 1787; Mohamet segundo o el fanatismo de la gloria. Tragedia en cinco actos para representarse en el teatro del excelentísimo señor duque de Híjar, en el carnaval del año de 1797, compuesta por el excelentísimo señor duque de Aliaga, su hijo primogénito, Madrid, 1797; Las Troyanas. Tragedia original en cuatro actos, para representarse en el teatro del excelentísimo señor duque de Híjar, en el carnaval del año 1799. Compuesta por el excelentísimo señor duque de Aliaga, su hijo primogénito, Madrid, 1799; Elogio del Conde de Aranda, s. l., 1799 (en J. A. Ferrer Benimelli, El conde de Aranda y la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País, Zaragoza, 1978); Amigo de su enemigo. Tragedia en cinco actos con un festejo análogo titulado “Las bodas de Bradamonte o el modelo de la amistad”, compuesta por el duque de Híjar, ms., copia de 1811 (inéd.); El templo del destino, o el tiempo futuro. Drama heroico en cuatro actos. Por el duque de Híjar, representado en el teatro de Cádiz en celebridad de los días del Sr. D. Fernando VII, el día 30 de mayo de 1812, Madrid, Imprenta Tormentaria, 1812.

 

Bibl.: “Noticias de los Exercicios públicos de retórica y poética, que en los Estudios Reales de esta Corte ha tenido el excelentísimo señor duque de Aliaga, hijo del excelentísimo señor duque de Híjar, en el día 15 de este mes [julio]”, en Memorial literario, 1786, págs. 337-343; Vizconde de San Alberto, Los directores de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País y las presidentas de su Junta de Damas de Honor y Mérito, Madrid, Talleres de El Eco Franciscano, 1925; M.ª J. Casaus Ballester, Archivo Ducal de Híjar: Catálogo de los fondos del antiguo Ducado de Híjar (1268-1919), Valencia, Diputación General de Aragón, Instituto de Estudios Turolenses, 1997; R. Olaechea y J. A. Ferrer Benimeli, El conde de Aranda, mito y realidad de un político Aragonés, Zaragoza, Ibercaja, 1998, págs. 425-227; A. Zamora Vicente, Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa-Calpe, 1999, págs. 112 y 114; F. Aguilar Piñal, “El primer biógrafo del conde de Aranda”, en El conde de Aranda y su tiempo, vol. II, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2000, págs. 259-271.

 

Antonio Astorgano Abajo

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