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Luis de Alarcón

Biografía

Alarcón, Luis de. Alarcón (Cuenca), c. 1490 – Granada, c. 1554. Predicador agustino (OSA), escritor espiritual.

La primera referencia biográfica de este escritor se debe a Antonio Nicolás (1684), que luego recogieron Christianus Jöcher (1750) y Ossinger (1768). Tal vez el apellido lo tomó de la villa de Alarcón, en la provincia de Cuenca, donde parece que debió de nacer hacia 1490. Alarcón estuvo bien relacionado con Carlos V y Felipe II, quizá debido a su ascendencia y probable nobleza de origen. El historiador Ossiger dejó escrito que Luis de Alarcón profesó en el convento agustino de Alcalá de Henares (Madrid), sin que se sepa la fecha ni dónde cursó los estudios, y en todo caso, no consta entre los alumnos del colegio San Ildefonso, fundado por el cardenal Cisneros. Según apunta Viñas, en 1520 estuvo de conventual en Valladolid.

Por un tiempo residió en Italia meridional, donde fue prior en 1540 del convento de Lucera, en la Apulia, a cuya provincia religiosa quedó adscrito por decisión del prior general de la Orden Agustiniana. En los primeros meses del año citado residió en España para redactar un memorial favorable a la observancia religiosa entre los agustinos españoles, dado que algunos religiosos de la provincia de Castilla, según él, no mantenían el espíritu de observancia. En el citado memorial se criticaba la conducta de algunos religiosos al tiempo que proyectaba la necesidad de una mayor observancia religiosa para poner fin a determinados abusos que Alarcón creía se daban en la provincia de Castilla. A mediados del año 1540 Luis de Alarcón solicitó permiso al prior general para ir a la Corte imperial, entonces residente en Bruselas. El 8 de agosto el general Seripando le concedió el permiso pedido y le envió el salvoconducto o testimoniales para el viaje de ida y vuelta. El citado memorial lo entregó en el verano de 1540 a la Corte. Este mismo año, el 25 de octubre de 1540 transmitió Carlos V dicho memorial al prior general de la Orden Agustiniana, rogándole protegiese a Luis de Alarcón, pues “se recela que algunos perlados de su orden se han indinado contra él, por aver venido a informar y entender en este negocio”.

La estrategia seguida por Alarcón no gustó a los agustinos castellanos, pues lo que buscaba era imponer ideas y cambios legislativos de índole reformista saltándose otras instancias existentes en su misma provincia religiosa, como el superior provincial y capítulo provincial. A su vez, los historiadores más solventes indican que el panorama espiritual de los agustinos castellanos no era tan desolador como lo presentaba Luis de Alarcón en su memorial. En todo caso, las recomendaciones y cambios de leyes propuestos por Alarcón no fueron confirmados, ya que realmente no hacía falta establecer nueva normativa en la provincia de Castilla al encontrarse, por lo demás, en su época dorada de las letras, espiritualidad y santidad. Desde esta perspectiva resulta fácil comprender que algunos religiosos se indignasen contra Alarcón y que el prestigioso historiador Tomás de Herrera guardase silencio de este autor en sus dos famosos escritos: Alphabetum Augustinianum (Madrid, 1644) e Historia del convento de San Agustín de Salamanca (Salamanca, 1652); Jerónimo Román le dedicó un recuerdo en su Chronica de la Orden de los Ermitaños del Glorioso Padre Sancto Augustín (1569).

De regreso en España, por indicación del mismo prior general Seripando en carta fechada en Sevilla el 25 de junio de 1541, Luis de Alarcón residió en el convento de Medina del Campo (Valladolid), hasta el Capítulo Provincial siguiente. Tal vez por entonces comenzase la redacción de su obra Camino del cielo, publicada en Alcalá de Henares (Madrid) en 1547, y tres años más tarde en la ciudad de Granada. El libro está dedicado a Felipe II y a su hermana, la infanta María. Por el título se conoce su finalidad: encaminar hacia el término feliz de la vida del hombre por medio de tres ejercicios: lectura, meditación y oración.

Es, pues, un breve tratado de espiritualidad en sintonía con otros que comenzaban a circular en la época, como el escrito de santo Tomás de Villanueva, De la lección, meditación, oración y contemplación, y Via spiritus, obra del franciscano Bernabé de la Palma.

En cuanto al valor literario de Camino del cielo, se sitúa entre las mejores de la época, según Juan Catalina García. El libro está dividido en tres partes. La primera, además de nombrar los libros y autores que considera favorecen o no la vida cristiana, versa sobre qué es la “lección devota y frecuentada [...] porque como nuestro corazón es como la rueda del molino, que nunca para de tratar e moler algún pensamiento, e lo que leemos e oímos es lo que a manera de semilla le echamos para que piense e muela; cual fuera la semilla, tal será la harina, e cual la harina tal el pan que della se amansa e después se come; [...] —la segunda parte trata sobre— la sagrada meditación [...] porque es obrado con la mente y pensamiento íntimo y profundo del hombre de dentro, ésta es propia y perfecta vía para venir el hombre al amor de Dios”; y la tercera parte de Camino del cielo está dedicada a la oración, mediante la cual el hombre conversa con Dios. Una cuarta parte sobre la contemplación se echa en falta, según los estudiosos, pero bien por el carácter divulgativo de la obra, o bien por la sospecha que por entonces levantaban los libros de contemplación a los ojos de la Inquisición, Alarcón desestimó tratar de esta materia. No obstante, el libro ofrece una sólida doctrina y amena lectura espiritual a quienes se acerquen a sus páginas.

Asistió al Capítulo Provincial celebrado en Dueñas (Palencia) en 1541, y posteriormente salió con destino a Italia. Por carta, escrita en Trento el 25 de octubre de 1551, el prior general Cristóbal Patavino autorizó su regreso a España, pudiendo elegir lugar de residencia, e incluso le dio poderes para fundar un nuevo convento, al tiempo que le confirmaba el título de predicador, y le dejaba elegir al religioso o religiosos que deseasen vivir con él. Previamente Luis de Alarcón había entregado al citado general una copia de la segunda edición de su memorial, y otra al cardenal protector de la Orden Agustiniana, Marcelo Cervini, luego Papa con el nombre de Marcelo II. Tampoco en este segundo intento reformista la propuesta de Alarcón fue aprobada por considerar el prior general que no eran necesarias nuevas leyes para la provincia de Castilla, sino que bastaba con exhortaciones para que se cumpliese la normativa vigente.

Los últimos años de su vida los pasó Alarcón en el convento de Granada, donde falleció hacia 1554.

 

Obras de ~: Camino del cielo en que se demuestra como se busca a Dios y halla Dios de todo coraçón christiano, y se declara la maldad y ceguedad deste mundo, Alcalá de Henares, Tipografía Ioan de Brocar, 1547 (reed. Granada, 1550; ed. de A. Custodio Vega, Barcelona, Juan Flors, 1959).

 

Bibl.: J. Román, Chronica de la Orden de los Ermitaños del Glorioso Padre Sancto Augustín, Salamanca, 1569; N. Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, vol. II, Madrid, Apud Joachimum de Ibarra-Apud viduam et heredes Joachimi de Ibarra, 1788, pág. 18 (trad. de G. de Andrés y M. Matilla Martínez, vol. II, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999, pág. 26); C. Jöcher, Léxico Eruditorum, vol. I, Lipsiae, 1750, col. 183; J. F. Ossinger, Bibliotheca Augustiniana historica, critica et chronologica, in qua mille quadringenti Augustiniani Ordinis scriptores eorumque opera tam scripta, quam typis edita inveniuntur, Ingolstadii, Imprenta Joannis Francisci Xavierii Craetz, 1768, pág. 19; J. Catalina García, Ensayo de una tipografía complutense, Madrid, Imprenta Tello, 1889, págs. 77-78; G. de Santiago Vela, Ensayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, vol. I, Madrid, 1913, págs. 76-78; I. Monasterio, Místicos agustinos españoles, vol. I, Madrid, Editorial Agustiniana, 1929, págs. 101-115; D. Gutiérrez, “Fray Luis de Alarcón, OSA. Documentos y notas en torno a su vida y actividades”, en La Ciudad de Dios, 170 (1957), págs. 242-257; A. C. Vega, “Introducción”, en L. de Alarcón, Camino del cielo, Barcelona, Juan Flors, 1959; E. Ferrero, “Cristo en nuestra vida espiritual según fray Luis de Alarcón”, en Casiciaco, 14 (1960), págs. 151-155; D. Gutiérrez, “Fray Luis de Alarcón (†1554) y la provincia agustiniana de España en el siglo xvi”, en Analecta Augustiniana, 24 (1961), págs. 30-90; A. Manrique, “Alarcón, Luis de”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 29; G. Díaz Díaz, Hombres y Documentos de la filosofía española, vol. I, Madrid, CSIC, 1980, págs. 110-111; T. Viñas Román, Agustinos en Cuenca, Cuenca, Diputación Provincial, 1998, págs. 78-80.

 

Rafael Lazcano González