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Luis de Salazar y Castro

Biografía

Salazar y Castro, Luis de. Príncipe de los autores genealógicos. Valladolid, 24.VIII.1658 – Madrid, 9.II.1734. Historiador y genealogista.

Nació en Valladolid, en la calle de la Sierpe, y era hijo del bachiller Sebastián de Salazar, receptor de la Real Chancillería, que era el escribano encargado de las cobranzas y de recibir los escritos y declaraciones. Por línea paterna pertenecía a una familia hidalga de Pancorbo y, por la materna, era originario de Galicia, de donde provenía su madre, Luisa de Castro, natural de Castro de Rey, en la tierra de Lemos.

Quedó huérfano de madre a los cuatro años y de padre a los siete. Éste, que había vuelto a contraer nuevas nupcias, murió pobre y lleno de deudas en 1665, dejando encomendado a su hijo Luis a sus abuelos paternos, residentes en Pancorbo. Tras una corta estancia en esta villa, entró Salazar de paje al servicio del conde de Luque, estableciéndose por este motivo en la ciudad andaluza de Baena. Allí, en el Convento de Nuestra Señora de Guadalupe, de la Orden de Santo Domingo, estudió Humanidades y Latín, lengua que llegó a dominar. Su enorme laboriosidad, su gusto por los papeles antiguos y su espíritu ordenado le hicieron alcanzar pronto el cargo de secretario particular de este magnate. Fue por entonces cuando debió de enfrentarse con los primeros documentos históricos y genealógicos pues, fruto de esta estancia andaluza, fueron sus dos primeras obras, publicadas al poco tiempo de su traslado a Madrid: el Catálogo historial de los señores y condes de Fernán Núñez (1682) y el Memorial de los Condes de Luque (1684). También producto de estos años debieron de ser sus Árboles de costados de las primeras casas de estos Reynos, año 1683, aunque no se publicarían hasta mucho después de su muerte.

Por entonces —y muy joven— contrajo matrimonio con una señora de aquella ciudad, Magdalena Roldán de Padilla, hija de un familiar del Santo Oficio, de la que, sin embargo, quedó viudo a los seis meses. Parece que su temprana viudez o el deseo de abrirse camino en la Corte, impulsaron al joven Salazar a establecerse en Madrid, donde llegó con cartas de recomendación del conde de Fernán Núñez para el duque de Pastrana. Este señor le alojó en su casa, le otorgó 400 ducados anuales con el oficio de alcaide de la fortaleza de Pastrana y le abrió las puertas de su archivo con el encargo de su arreglo y ordenación. Fue entonces, en 1682, cuando, con sólo veinticuatro años, dio a la estampa su primera obra ya citada, que le dio merecida fama y que le abrió las puertas de los archivos, tanto oficiales como privados.

Madrid bullía, por entonces, en una auténtica fiebre y afición por los trabajos eruditos de investigación histórica. En 1679, acababa de morir Pellicer, el gran maestro de la genealogía —tan denostado y corregido luego por Salazar—. En la Corte destacaban, por encima de todos, el marqués de Mondéjar y Juan Lucas Cortés. El padre Moret publicaba por aquellos días sus Anales del Reino de Navarra (1684), el cardenal Aguirre compilaba sus colección de concilios españoles, y Nicolás Antonio su Bibliotheca Hispana. Se sabe que Salazar frecuentó la tertulia de Mondéjar, entonces la máxima figura de la erudición española, donde conoció a Juan Lucas Cortés y a Nicolás Antonio, pero también a muchos grandes señores, embajadores y ministros, tanto españoles como del resto de Europa. A todos sorprendió Salazar por sus excelentes condiciones: su clara inteligencia, su espíritu perspicaz e ingenioso, su sentido del humor y su asombrosa memoria, que, al decir de sus contemporáneos, le constituían en una verdadera “biblioteca viviente”.

Salazar y Castro se dedicó plenamente a la investigación en el campo que más le atraía: el de los estudios genealógicos, en el que llegó a ser al poco tiempo la más importante figura, no solamente de España, sino de toda Europa.

En 1685 publicaría su Historia genealógica de la Casa de Silva, dedicada en dos volúmenes a Gregorio Silva y Mendoza, duque de Pastrana y IX del Infantado, en la que Salazar se mostraría ya —a los veintiséis años— como un consumado genealogista. Su prestigio en la Corte iba al mismo tiempo creciendo, lo que le valió que, en ese mismo año, por Real Cédula de 18 de abril, el rey Carlos II le otorgara el nombramiento oficial de cronista de Castilla. Ese mismo año, además, el Monarca le premió con la merced de hábito de la Orden de Calatrava, que iba a resultar el destino principal de su carrera honorífica.

En torno a las pruebas instruidas para alcanzar el ingreso en esta Orden, se produjo la única sombra sobre la integridad de este personaje, que fue siempre, al contrario de buena parte de sus colegas, de una honradez ejemplar. La aparición en Valladolid de la partida de bautismo de Salazar y Castro, siendo así que en su expediente está transcrita una distinta tomada de su original en Pancorbo —original que no figura en el libro al que se remite—, hace ver que Salazar tuvo interés en que no constara su nacimiento en la ciudad del Pisuerga. ¿Pero, cuál era la finalidad de esta falsedad, teniendo en cuenta que la filiación reseñada en ambas partidas era la misma? Resulta evidente que Salazar y Castro no quería que se supiera que había nacido en Valladolid para evitar con ello que se llevara a cabo una información testifical en esta ciudad, en la que se habría sacado a relucir que su padre era escribano en la Real Chancillería, oficio éste que impedía, por su condición de vil, el ingreso en las Órdenes. La maniobra evidencia, por otra parte, que Salazar era ya muy influyente, puesto que para esta alteración, tuvo que ser necesario contar con la complicidad de los caballeros informantes. Con todo ello, el expediente de sus pruebas fue aprobado por Real Cédula de 29 de enero de 1686 y, ya flamante caballero de Calatrava, Luis contrajo segundo matrimonio, el 22 de mayo siguiente, con una distinguida señora de origen montañés, Manuela Petronila de Quevedo y Azcona, natural de Madrid, con la que no tuvo hijos, y que fue su fiel compañera durante más de cuarenta y cinco años y le sobrevivió a su muerte trece años más.

La labor de Salazar y Castro, en los años siguientes, fue verdaderamente colosal. En 1688 ofrecía sus Advertencias Históricas sobre las obras de algunos doctos escritores modernos, en las que refutaba, con gran aparato erudito y un atinado sentido crítico, muchas de las afirmaciones de los escritos genealógicos que habían sido publicados con anterioridad. Al mismo tiempo, mientras preparaba la que sería su gran obra, la Historia Genealógica de la Casa de Lara, daba a la estampa su estudio Reflexión histórica sobre los matrimonios entre las casas de Austria y Baviera (1689) y se dedicaba a evacuar todo tipo de informes y dictámenes sobre los más variados asuntos, así como a viajar como informante para la incoación de los expedientes de pruebas de aspirantes a ingresar en la Orden de Calatrava. Su carrera, además, seguía progresando: por Real Cédula de 22 de febrero de 1690 el rey Carlos II le nombraba su ayuda de cámara y guardajoyas; el año siguiente, en 1691, le concedía el mismo Monarca la encomienda de Zorita en la Orden de Calatrava y, cuatro años después, el 1 de agosto de 1695, era nombrado fiscal de la Orden.

En 1697 publicó Salazar en Madrid los cuatro volúmenes de la que sería su gran obra, la Historia Genealógica de la Casa de Lara. En ella desarrollaba con un gran rigor documental, impropio hasta la fecha en este tipo de obras, el origen, evolución y realidad histórica de este gran linaje castellano. Pero, ciertamente, la obra sobrepasa con mucho esta temática, pues estudia también cientos de otras familias, incluye un grueso volumen de documentos inéditos y ofrece en cada página sus atinados comentarios sobre las más variadas cuestiones históricas y sociales. Esta fue sin duda su consagración, aunque ya por entonces, Salazar gozaba de un gran prestigio y era autoridad reconocida, recibiendo multitud de consultas, tanto de la Corona como de los principales magnates del Reino. Luis mantenía por entonces correspondencia con los más eruditos autores de su tiempo, como Sousa, Franckenau o Imhoff, a quien parece que se debe la invención de su sobrenombre de príncipe de los autores genealógicos.

El 12 de abril de 1698, fue nombrado cronista mayor de las Indias; el 15 de diciembre de 1699 alcanzó, en la Orden de Calatrava, el cargo de procurador general, y el 12 de noviembre del año siguiente, ya reinando Felipe V, obtuvo la vara de alguacil mayor de la Inquisición de Toledo. Por otra parte, en el aspecto económico, sus escasas rentas como comendador de Zorita, se verían completadas con la administración de las encomiendas de las Casas de Córdoba en 1701 y de las Casas de Talavera en 1703. En 1705 sería nombrado además consejero honorario del de Órdenes, del que alcanzaría en 1721 el puesto en propiedad.

Durante todos estos años Salazar publicó diversos documentos en defensa de los derechos de su Orden, especialmente el titulado Manifestación de los agravios que ha padecido la Orden de Calatrava, dirigido contra las apetencias del obispo de Jaén. No obstante, consta también la publicación de algunos escritos anónimos y la elaboración de multitud de dictámenes jurídicos sobre derechos de la Orden y sucesiones nobiliarias que no se llegaron a editar.

Por fin, en 1715, publicó su última obra El Índice de las Glorias de la Casa Farnese, en la que expuso sus opiniones más contrastadas y definitivas. Desde entonces, hasta 1729, escribió también ocho obras, unas con seudónimo, otras anónimas, todas de tipo polémico, sobre diversas materias literarias y de costumbres. Ha señalado algún autor que por aquellos años era costumbre en Madrid atribuir a Salazar cualquier obra o libelo anónimo, siempre que éste estuviera bien escrito. En 1721, por decreto de 3 de marzo, fue nombrado superintendente de los Archivos de las Órdenes.

Sorprende hoy el que Salazar, con los dificultosos medios de la época, no se viera constreñido a abandonar sus estudios e investigaciones privados, a causa especialmente de las obligaciones de sus cargos. Se ha de tener en cuenta que no publicó ni la centésima parte de lo que dejó escrito, y que lo no impreso es casi todo de su propia mano.

Murió Luis de Salazar y Castro en Madrid, en su casa de la calle del Pez, n.º 4, el 9 de febrero de 1734, a los setenta y cinco años de edad, de resultas de unas fiebres malignas. Dejó usufructuaria de sus bienes a su mujer y heredero de ellos a su primo frey Manuel José de Salazar. Había elegido como sepultura el Monasterio Benedictino de Montserrat de Madrid, en la calle de San Bernardo, mandando que “todos sus libros, manuscritos, trabajos suyos y ajenos, que le debieron los mayores cuidados y desvelos, por las materias y noticias muy importantes y reservadas que contienen, se entregasen al referido monasterio y que en él se guardasen para pública utilidad, precaviendo con mucha seriedad que no se dé copia alguna de instrumento, sino las noticias que buscare algún interesado y éstas solamente en caso preciso”.

Examinada su obra con perspectiva histórica, la labor de Salazar y Castro fue verdaderamente formidable. No solamente dejó más de treinta libros impresos, cuajados de enorme erudición, sino que, además, legó otras muchas obras iniciadas; realizó multitud de dictámenes sobre los más variados temas; y copió, de su propia mano, cientos de documentos antiguos que, de no ser por su laboriosidad, se habrían perdido. En efecto, además de sus obras impresas, dedicó su tiempo a coleccionar toda clase de papeles, la mayoría de índole genealógica, pero dedicados en una gran parte a asuntos no directamente relacionados con la genealogía, como correspondencia de grandes señores sobre asuntos políticos de su tiempo; historias particulares con sucesos de interés local; documentos medievales transcritos por colaboradores o por él mismo; numerosísimos protocolos y documentos relativos a fundaciones y mayorazgos; y otras cuestiones de lo más variado y curioso.

Su anónimo biógrafo lo describe completamente rodeado de libros —que llenaban todas las estancias de su casa— y escribiendo incansablemente, a la luz de una vela, desde el propio lecho que utilizaba de escritorio. Salazar, que era un gran aficionado al rapé y al chocolate, gozó de una salud espléndida, sin necesidad de anteojos para leer y escribir y con el hábito diario de dar largos paseos acompañado de sus amigos, que disfrutaban así de su brillante y amena conversación.

Su descomunal colección, compuesta por más de mil seiscientos volúmenes, pasó primeramente, conforme a su última voluntad, al Monasterio de Montserrat de Madrid. Tras la desamortización, estuvo unos años en la Biblioteca de las Cortes, hasta que fue reclamada por la Real Academia de la Historia y fue trasladada a ella en junio de 1847. Su índice, elaborado por Baltasar Cuartero y el marqués de Siete Iglesias, y editado por la Real Academia entre 1957 y 1970, comprende cuarenta y nueve volúmenes.

 

Obras de ~: Catálogo historial genealógico de los señores y condes de la Casa de Fernán Núñez, Madrid, 1682; Árboles de costados de las primeras casas de estos Reynos (1683), Madrid, 1795; Memorial dilatado por el tercero Conde de Luque don Egas Salvador Venegas de Córdova, Madrid, 1684; Historia Genealógica de la Casa de Silva, Madrid, 1685, 2 vols.; Advertencias Históricas sobre las obras de algunos doctos escritores modernos, Madrid, 1688; Reflexión histórica sobre los casamientos de las Casas de Austria y Baviera, Madrid, 1689; Historia Genealógica de la Casa de Lara, Madrid, 1697, 4 vols.; Justificación de la Grandeza de primera clase que pertenece a don Fadrique de Toledo Osorio, VII Marqués de Villafranca, Madrid, 1704; Índice de las glorias de la Casa Farnese, Madrid, 1716; Examen castellano de la crisis griega, con que el reverendo padre Fray Manuel Bautista de Castro intentó establecer el Instituto Bethlemitico, Madrid, 1736; Examen castellano de la crisis griega, con que el reverendo padre Fray Manuel Bautista de Castro intentó establecer el Instituto Bethlemitico, Madrid, 1736; Historia genealógica de la casa de Haro, Madrid, 1920; Los comendadores de la Orden de Santiago, Madrid, 1949; Historia genealógica de la Casa de Haro: Casas de Llodio, Mendoza, Orozco y Ayala, Madrid, 1959; Genealogía de la Sereníssima Casa Gonzaga. Su tronco, y rama desde su principio hasta hoy, s. f.; Motivos con que el Conde de Salvatierra solicita que el Rey Nuestro Señor honre su persona y casa con la dignidad de Grande de España, s. f.

 

Bibl.: “Biografía” como pról. a L. de Salazar y Castro, Examen castellano de la crisis griega, con que el reverendo padre Fray Manuel Bautista de Castro intentó establecer el Instituto Bethlemitico, Madrid, 1736; S. de Ispizua, “Prólogo”, en L. de Salazar y Castro, Historia genealógica de la casa de Haro, Madrid, 1920; J. Moreno de Guerra, “Don Luis de Salazar y Castro”, en Revista de Historia y Genealogía Española (1927), págs. 173-178; Marqués de Siete Iglesias, “Las dos partidas de bautismo de don Luis de Salazar y Castro”, en Revista de Hidalguía (1958), págs. 217-228; B. Cuartero Huerta y Marqués de Siete Iglesias, Índice de la Colección de don Luis de Salazar y Castro, Madrid, 1964, 49 vols.; Marqués de Siete Iglesias, Don Luis de Salazar y su colección, Madrid, Real Academia de la Historia, 1973; E. Soria Mesa, La biblioteca genealógica de don Luis de Salazar y Castro, Córdoba, 1997.

 

Jaime de Salazar y Acha