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Joseph Albo

Biografía

Albo, Joseph. ?, c. 1380? – 1433 post. Teólogo, rabino y talmudista.

Sabio judío, experto en Talmud, conocido principalmente como autor del trabajo sobre los fundamentos del judaísmo Sepher Hikarim. Pocos detalles se saben de su vida; ni siquiera el lugar y fecha de su nacimiento y muerte están claros, sino más bien confusos y llenos de contradicciones. En el prólogo de la obra citada se hace referencia a que fue vecino de Soria, pero en ningún caso natural de esa ciudad. Por otro lado, las informaciones provenientes de la Disputa de Tortosa, en donde participó activamente tampoco aclaran nada: según Jerónimo de Santa Fe es de Daroca; según Astruc ha-Levi, de Monreal. En cuanto a su lugar de fallecimiento, también es desconocido. No se puede fijar con exactitud la fecha de su nacimiento ni de su muerte, aunque esta última podría ser posterior a 1433, fecha en la que aparece mencionado como predicador en Soria con motivo de una circuncisión.

Joseph Albo es un personaje fundamental para comprender la evolución del pensamiento en la comunidad judía hispana. La época dorada del judaísmo había terminado y Albo no podía ni pretendía compararse con los grandes maestros: Maimónides, Crescas o Simón Duran, de los que, sin duda, su obra conocida se alimenta.

Cuando todo indicaba que el judaísmo iba a desaparecer bajo la oleada de conversiones masivas y la emigración tras las matanzas de 1391, Albo emergió como una roca firme a la que asirse los restos de la comunidad judía peninsular.

Jerónimo de Santa Fe logró convencer al papa Benedicto XIII de convocar una gran catequesis en Tortosa, que se conoce tradicionalmente como la Disputa de Tortosa, celebrada entre 1413 y 1414. Las comunidades judías de la Península no contaban ya entonces con los grandes oradores, ni con los líderes espirituales que como Nahmanides habían defendido el judaísmo siglos atrás en Barcelona, capaces de proteger a las aljamas del desaliento espiritual al que habían llegado y evitar la difusión de la escolástica y la influencia continua de los conversos, que actuaban como catalizador contra la propia comunidad judía. El aristotelismo, que había llegado al cristianismo a través de las traducciones judías y la escolástica, que se nutría esencialmente del racionalismo de Maimónides, se convertían ahora en los dos aguijones fundamentales contra un judaísmo que carecía de la formación talmúdica de antaño e incapaces, por tanto, sus rabinos de la agilidad en la respuesta y de mantener una dialéctica coherente con los eclesiásticos que llevaron la voz cantante en toda la Disputa. El desaliento, el desconocimiento y la debilidad, hicieron a algunos rabinos, seguidos por todas sus comunidades, abrazar la conversión al cristianismo en medio de la Disputa.

Joseph Albo, al frente de un pequeño grupo de rabinos fue el encargado, desde una enorme humildad, de representar el papel de defensor del judaísmo y, en lugar de hacer frente a los discursos brillantes y en algunos casos demoledores de los escolásticos que intervienen en la Disputa, se empeñó en actuar con unos métodos didácticos, con los que trató de demostrar que lo importante en el judaísmo no es la esperanza mesiánica, sino el cumplimiento de la Ley, hubiera o no venido el Mesías.

Para Albo, lo importante es el establecimiento de los dogmas fundamentales de la religión. Fue precisamente el desacuerdo entre los distintos sabios judíos en la Disputa de Tortosa, y la conversión al cristianismo de una gran parte de ellos, lo que le animó a escribir su tratado Sepher Hikarim, o Libro de los Principios.

De los tres tipos de leyes que hay. La natural, igual para todos los hombres y encaminada a promover los derechos necesarios para que una sociedad subsista; la convencional, dictada por hombres sabios y que regula aquello que es apropiado para la comunidad; y la ley divina que guía al hombre hacia la verdadera felicidad, la del alma y la vida eterna, la obra de Joseph Albo defiende la ley divina: la ley convencional, humana, cambia a lo largo del tiempo, mientras que la ley divina es inalterable. La felicidad humana depende tanto de la teoría como de la práctica. Pero la mente humana no es capaz de saber por sí misma la verdad sobre ambas cosas. Por tanto, se hace necesario algo superior a la mente humana que defina los derechos y las verdaderas ideas. Eso sólo es posible a través de la guía divina. Por lo tanto, es necesario saber cuáles son los principios sin los cuales la ley divina no puede existir. Mientras Maimónides afirmaba que son trece y Crescas que son seis, para Albo sólo hay tres: la existencia de Dios, la Revelación y el premio o el castigo tras la muerte. Todas las demás cuestiones analizadas por Maimónides son subsidiarias de estas tres, incluida la venida del Mesías, que estaría dentro del último de sus puntos. Por otro lado, Albo analiza hasta qué punto es bueno cuestionarse la religión que se profesa y buscar respuestas en otra. Llega a la conclusión de que eso causará más daño que bien, puesto que se puede llegar a dudar de las dos.

Critica la vía aristotélico-racionalista de analizar la religión, siempre referida al judaísmo y al cristianismo, ya que esta vía no contempla los milagros y su visión de la eternidad es herética.

El libro no fue escrito de una sola vez, incluso se puede decir que la primera parte del trabajo estaría escrita antes del fallecimiento de su maestro Hasday Crescas. Tales similitudes habría entre esta primera parte y el trabajo de su maestro que llegó a ser acusado de plagio por sus contemporáneos. También fue criticada la reducción a tres de los principios fundamentales, como si su deseo hubiese sido reducir a un número más práctico los artículos de fe enumerados por Maimónides. Para Joseph Albo la enumeración de dogmas fundamentales o principios religiosos es un resultado secundario, no el motivo primario y esencial para la existencia de la ley divina.

Albo fue el origen del judaísmo moderno desde el punto de vista de la ortodoxia, tal como lo entiende Graetz. La pequeña victoria de Joseph Albo en la Disputa de Tortosa convenció a los eclesiásticos de que el problema del judaísmo en la Península sólo tenía una solución: la expulsión.

 

Obras de ~: Sepher Hikarim, Soncino, 1485.

 

Bibl.: VV. AA., The Jewish Enciclopedia, New York, 1964; I. Husik, A History of Mediaeval Jewish Philosophy, New York, 1976; A. Sáenz-Badillos y J. Targarona Borras, Diccionario de autores judíos (Sefarad. Siglos x-xv), Córdoba, El Almendro, 1988; A. Sáenz Badillos, Literatura hebrea en la España medieval, Madrid, Fundación Amigos de Sefarad, 1991; J. Lomba Fuentes, “Yosef Albo”, en El Ebro: Puente de Europa.Pensamiento musulmán y judío, Zaragoza, Mira Editores, 2002, págs. 525-529; S. Rauschenbach, Josef Albo (um 1380-1444): jüdische Philosophie und christliche Kontroverstheologie in der frühen Neuzit, Leiden, Boston, Brill, 2002.

 

Fernando Suárez Bilbao y María Teresa Martiala y Sacristán