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Tito

Biografía

Tito. Flavius Vespasianus, Titus. Imperator Titus Caesar Vespasianus Augustus. Roma (Italia), 30.XII.39 – Aquae Cutiliae (Sabina, Italia), 13.IX.81.

Tal como estaba la situación, no se planteó ningún problema con el tema sucesorio. Tito recogió el testigo de la dinastía flavia como hijo y heredero del difunto Vespasiano, quien había sido enterrado en el mausoleo flavio y había recibido también los honores de la apoteosis.

Nació con toda probabilidad el año 39, aunque en alguna fuente se señala el año 41 como el de su nacimiento. Hijo de Vespasiano y de Flavia Domitila.

Murió el año 81 en Aquae Cutiliae (Sabina-Italia), donde dos años antes había muerto su padre. Se casó primero con Arecina Tertulla y al poco tiempo de su muerte con Marcia Furnilla a quien repudió después de nacer su hija Julia. Su vida personal y amorosa se verá marcada o mediatizada cuando, después de conquistar Galilea, conoce a Berenice, princesa e hija de Herodes Agrippa I; de todas formas, no llegó a contraer matrimonio con ella.

Accedió al Trono imperial el 23 de junio del año 79. Suetonio hace del nuevo Emperador un retrato personal muy laudatorio. Primero destaca su destreza y fortuna y otras excelsas cualidades por las que fue querido por todos sus súbditos calificándolo de “amor y delicia del género humano”. Luego habla de su hermosura física y fortaleza extraordinaria, memoria prodigiosa, hábil en el manejo de las armas, jinete consumado etc. También se destaca su bilingüismo (griego y latín) y sus conocimientos musicales. Todo ello da idea de la gran presencia de ánimo y de la alta estima de que goza en Roma y en las provincias imperiales.

Ya en época de su padre, como casi corregente, recibió los títulos de Augusto, Padre de la Patria y Pontífice Máximo y, por supuesto, Princeps. No hay una corroboración explícita por parte del Senado, pero es tan evidente que ni siquiera parece necesaria. Todo muestra a un Tito directamente unido al poder imperial de su padre, sobre todo a partir del éxito obtenido en la guerra judía. Por si fuera poco, también Tito obtuvo la Tribunicia Potestad y la denominación de Emperador. Para la época de crisis del año 68-69 ya era cuestor (desde el año 65) y legado de una legión, la XV Apollinaris, después de haber ejercido como tribuno militar en Britania y Germania. El año 71 fue un momento de éxito, ya que celebró el triunfo sobre los judíos con su padre. El grado máximo en la milicia lo obtuvo al recibir el imperium proconsulare como asociado al propio poder imperial.

Cuando llegó al Trono imperial, Tito tenía una reputación más bien negativa por su clara rebeldía, su vida disoluta e incluso su violencia; se insinuaba en algunos medios que había envenenado a su propio padre, hecho bien poco verosímil. Lo que sí se pone de manifiesto desde un principio es que Tito aprendió a gobernar al lado de su padre y como lema sabía compaginar sus intereses personales con las necesidades del Imperio. Como buen alumno formado para gobernar, siguió el camino marcado por su padre, pero, eso sí, añadiendo generosidad allí donde había predominado el rigor o, incluso, una cierta tacañería avariciosa.

Para conmemorar su llegada al poder concedió una paga extraordinaria a los soldados, confirmando los privilegios concedidos por su antecesor. Se cuidó de cumplir con escrupulosidad sus acciones de gobierno, actitud bien aceptada por el Senado, pues el Emperador, calificado de “déspota”, no utilizó la violencia como arma política. En líneas generales, se puede hablar de una política continuista: las mismas pautas y acciones llevadas a cabo por su padre, salvo en la administración provincial: la política italiana y occidental de Vespasiano se convierte con Tito en orientalizante. El gran progreso cultural, económico y monumental de Hispania y Gallia en la fase anterior dirigía ahora su tendencia a la promoción del Egeo oriental y Próximo Oriente. Grecia ejercía un atractivo especial que arraigará más con los Antoninos, sobre todo Adriano. El continuismo del actual Emperador con respecto a su padre se reveló también en la aplicación de algunas normas promulgadas en el imperio anterior. El camino utilizado tenía que ver con la ampliación de estatutos municipales siguiendo las premisas establecidas por la Lex Flavia Municipalis. África recibió el apoyo del Emperador con la reordenación del censo, claro indicativo de la preocupación por el desarrollo y la restauración de la vida provincial.

En Roma se inauguró el Coliseo como el gran estandarte de la dinastía flavia desde su grandiosidad y significado. Se había construido nada menos que en los terrenos hasta ese momento ocupados por la domus Aurea de Nerón. Era el símbolo de un altísimo nivel de esplendor urbano y punto de reunión de los amantes de los espectáculos. Al lado del éxito a veces están los fracasos y las desgracias. En este orden de cosas, se pueden señalar tres acontecimientos verdaderamente calamitosos: la erupción del Vesubio, un gran incendio en Roma y una muy peligrosa epidemia.

El 24 de agosto del año 79 la erupción del Vesubio asoló las ciudades de Pompeya, Herculano y Stabias en las proximidades de la bahía de Nápoles. La dirección de los trabajos de auxilio a los damnificados se encomendó a Plinio el Viejo, quien desempeñaba en esos momentos el cargo de prefecto de la flota de Miseno; también el Emperador se personó en los lugares del desastre. Se sabe que Plinio murió ahogado por los gases y humos del volcán, cuando se aproximó demasiado, sin duda por su curiosidad científica. Al mismo tiempo se nombró un procurador especial para regular las asistencias a quienes sufrieron las consecuencias de la erupción. La región de Campania, muy próspera económicamente, estaba ahora en una fase regresiva, prueba de lo cual es que las ciudades enterradas nunca fueron reconstruidas.

Y como las desgracias nunca vienen solas, mientras se intentaba subsanar los problemas graves derivados de la erupción volcánica, Roma sufrió un terrible incendio que duró tres días y tres noches. Quedó destruido el Campo de Marte y la zona del Circo Flaminio hasta el Capitolio. A los recursos del Estado se unieron los particulares con vistas a la reconstrucción, sobre todo y primordialmente del área del Capitolio, clave religiosa de la ciudad. Además de los auxilios prestados en Campania y los recursos aplicados en Roma, el Emperador emprendió otras construcciones nuevas y reconstrucciones en el campo de las infraestructuras viarias y de conducciones de agua para el abastecimiento de Roma. Por si todavía fueran pocos los males acaecidos, se presentó una epidemia general. La enfermedad requería de grandes recursos económicos, pero además se añadieron celebraciones religiosas para pedir las curaciones mediante rituales expiatorios y propiciatorios.

Todo redundó primero en crítica y más tarde en simpatía con respecto a Tito, a quien el pueblo calificó de benefactor del género humano. En el fondo el Emperador era un estoico convencido que procuró la clementia.

Si era liberal con los militares, era humilde con la plebe, aunque también es verdad que sabía mentir muy bien, en función de su propio interés político.

La política económica fue también continuista, aunque con más generosidad que la llevada a cabo por Vespasiano. Las inversiones en infraestructuras, referidas en lo que atañe a Roma, fueron también notorias en las aplicaciones en provincias. En Hispania hay constancia de reconstrucciones y restauraciones en diversas obras viarias. Algunos problemas en las fronteras de Britannia, Rin, Danubio, Oriente y África fueron resueltos con relativa rapidez y efectividad. En función de las distintas circunstancias surgieron nuevos establecimientos militares siguiendo la línea de las actuaciones anteriores de Vespasiano.

En las provincias, Hispania y Gallias, sobre todo, se puede reseñar una densa y cada vez más profunda romanización. Tito continuó con la política de promoción individual a través de acciones en política administrativa. Así proliferaron los municipios con la denominación Flavia.

La buena disposición con respecto a los militares llevó al Emperador a regular el acceso a la propiedad y favorecer procesos matrimoniales y derechos testamentarios.

En definitiva se trataba de dar solución a viejos conflictos territoriales y humanos.

La gran idea de Tito fue la de conseguir un cosmopolitismo políticamente arraigado y, como consecuencia, una libertad de acción social dentro de un contexto universal.

Tito murió el 13 de septiembre del año 81 de unas fiebres muy dañinas que le provocaron un rápido desenlace. Quizá su muerte tuviera relación con la epidemia general que asoló Roma. Algunas fuentes han acusado a Domiciano de haberlo envenenado, dado que siempre hubo problemas entre ellos. Tenía cuarenta y dos años y había ejercido el poder imperial durante dos (a partir del 23 de junio del año 79). El lugar de la muerte fue el mismo que el de su padre, la casa-balneario Aquae Cutiliae de la región Sabina, propiedad de la familia Flavia.

Fue un mandato breve en el tiempo, pero fructífero y positivo en la marcha del Imperio. Más tarde, su hermano y sucesor Domiciano no olvidará que las “dinastías” tienen sus propios turnos a los que hay que adaptarse.

 

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Manuel A. Rabanal Alonso

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