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Miguel Hidalgo y Costilla

Biografía

Hidalgo y Costilla, Miguel. Corralejo (México), 8.V.1753 – Chihuahua (México), 1.VIII.1811. Sacerdote y revolucionario.

Nació en el seno de una familia humilde, segundo hijo de Cristóbal Hidalgo y Costilla y de Ana María de Gallaga. Pasó los primeros años en la misma hacienda que le vio nacer, donde su padre era administrador, y de ahí marchó a estudiar en el colegio de San Nicolás de Valladolid, donde empezó a destacar en los estudios por su meticulosidad. En 1767, a los catorce años, se estableció en el colegio de San Nicolás Obispo. El 30 de marzo de 1770 recibió el grado de bachiller en Artes en la Universidad de México, adonde se acababa de trasladar. En 1773 se graduó como bachiller en Teología, actuando durante ese año como pasante de Gramática. Entre 1774 y 1779 fue presidente de las Academias de filósofos y teólogos y catedrático de Mínimos y Menores.

En 1781 ejerció como maestro de Filosofía presidiendo gran cantidad de actos públicos. En 1785 obtuvo la cátedra de Teología Escolástica en el Real y Primitivo Colegio de San Nicolás Obispo. En 1787 era ya vicerrector de este colegio, y entre 1788 y 1791 desempeñó el cargo de secretario del colegio y de catedrático de Moral. El 2 de febrero de 1792, Hidalgo abandonó definitivamente el colegio al ser nombrado como cura de Colima, donde tomó posesión el 24 de marzo del mismo año. El 22 de noviembre del mismo año se trasladó al curato de San Felipe de Torresmochas, dominado en aquel entonces por los franciscanos, pero adonde lo trasladó el obispo de Chichoacán, fray Antonio de San Miguel, debido a sus innegables dotes y talento natural para la organización y administración. Fue nombrado en este nuevo destino como vicario y juez eclesiástico, tomando formalmente posesión del cargo el 24 de enero de 1793.

En su nuevo puesto entabló amistad con José Dionisio Quintana, hacendado del lugar, con cuya hija Josefa tuvo Hidalgo dos hijas, Micaela y María, que llegaron a vivir en su misma casa. Sabido este hecho por la Inquisición, se le exigió que abandonara a los hijos ya que no se le estaba permitido vivir bajo el mismo techo. Después de una larga disputa, tuvo que trasladarse al curato de Dolores gracias a una permuta con su hermano Joaquín. Allí se mantuvo desde el 3 de octubre de 1803 hasta el 16 de septiembre de 1810. Hidalgo habitó la misma casa que le había vendido su hermano, convirtiéndola en un lugar donde se convocaban reuniones y charlas sociales y de toda naturaleza.

Durante su estancia en Dolores, Hidalgo se dedicó a sus labores evangélicas, pero también al cuidado de las industrias locales. Estudió los usos y técnicas de determinadas artesanías para poder posteriormente enseñar a otros trabajadores, lo que hizo florecer la alfarería o los textiles. Ayudó a establecer fábricas de loza, hornos de ladrillo y diversos talleres de industrias menores.

La invasión napoleónica de España en 1808, y la posterior convulsión provocada en las colonias trajo como consecuencia inmediata la caída y prisión del virrey de Nueva España Iturrigaray, así como la extensión en 1809 de un cierto movimiento revolucionario contra España. Hidalgo, que frecuentemente realizaba viajes a Querétaro por motivos sociales y de estudio, pronto tomó contacto en diversas reuniones con los personajes más destacados de los procesos revolucionarios de los siguientes años en México, como el corregidor Miguel Domínguez y su mujer Josefa Ortiz; los capitanes Ignacio Allende y Juan Aldama; el presbítero José María Sánchez o los licenciados Lazo, Altamirano y Parra. Pronto se hizo Hidalgo con los resortes de las reuniones y se encargó de encabezar el movimiento antiespañol que saltó en 1810.

Sabedor Hidalgo del sentimiento emancipador que se había ido extendiendo por el virreinato, y muy especialmente del odio hacia el español que había conectado con la mayor parte de las clases populares, reunió a sus simpatizantes en septiembre de 1810 para iniciar una revuelta abierta contra el poder establecido, que poco antes había derrocado al virrey, pero que en definitiva aún se mantenía en manos españolas.

El 15 de septiembre consiguió, reuniendo a un puñado de simpatizantes, que se libertaran a todos los presos políticos de la cárcel de Dolores y seguidamente reunió a gran parte de la población en la iglesia, aprovechando que era domingo, para anunciar el inicio de la rebelión. Al día siguiente pudo contar Hidalgo con una fuerza de alrededor de cinco mil hombres dispuestos a seguir sus consignas. Fue detenida gran cantidad de españoles, entre los que se encontraban el subdelegado Nicolás Rincón, que el día anterior se había mostrado reacio a las órdenes de Hidalgo. El famoso Grito de Dolores, se supone que se efectuó este día como momento previo a la partida de Hidalgo del pueblo.

La expedición partió hacia el pueblo cercano de San Miguel el Grande donde los españoles, una vez llegadas las noticias de Dolores, empezaron a organizar la defensa. Las huestes de Hidalgo iban comandadas por Allende y Aldana, y se presentaron con tal rapidez en San Miguel, que la muchedumbre los acogió con agrado. Las dos compañías del Regimiento de la Reina de San Miguel pronto se pasaron al bando de Hidalgo, e inmediatamente los españoles de la localidad fueron detenidos y encerrados. Entre los encarcelados se encontraban el administrador de Correos José Villaurrutia y varios de los principales oficiales del mencionado Regimiento.

Hidalgo y su cada vez más numerosa hueste siguieron su viaje hasta llegar al santuario de Atotomilco, donde hizo fijar una imagen de la Virgen de Guadalupe al final de su lanza, proclamándola seguidamente como la enseña oficial de su ejército. El 21 de septiembre las tropas de Hidalgo hicieron su aparición en Celaya y al día siguiente Hidalgo se nombró a sí mismo jefe supremo del ejército y repartió distinciones y honores militares entre sus lugartenientes. Una semana más tarde el ejército de Hidalgo, que ya superaba los cuarenta mil hombres, llegó a Guanajuato, donde tuvo que enfrentarse a una feroz resistencia a cargo del intendente Juan Antonio Riaño. Finalmente las tropas de Hidalgo llegaron a vencer la resistencia española, pero cometieron actos de extrema crueldad, al pasar a cuchillo a todos los defensores que se habían rendido. Esta acción hizo girar hacia el radicalismo el movimiento de Hidalgo, en el que las masas populares llegaron a tener un peso propio y en más de una ocasión actuaron sin control alguno, movidas únicamente por un odio irracional hacia lo español.

Las autoridades españolas, al ver el cariz violento que había tomado la revuelta, decretaron varias órdenes para detener y encarcelar a Hidalgo como principal responsable de la sublevación. Mientras tanto, estableció en la recién conquistada Guanajuato una fábrica de cañones y de municiones, al tiempo que se preparaba para la siguiente etapa. Estando allí recibió la noticia de que varios miles de mexicanos de Celaya le habían nombrado capitán general de América, ante las noticias de su levantamiento.

El 10 de octubre salió para Valladolid, donde entró el 20. En este intervalo la llamada Junta Nacional, que aglutinaba el sentir político de la revuelta, le ratificó en el cargo de comandante supremo militar, y le capacitó para tomar medidas legislativas de emergencia. En Valladolid pudo hacerse con más de un millón de pesos, y fue recibido con especial aclamación por todo el pueblo. Allí se le agregaron algunas tropas milicianas más, lo que elevaba la cifra total de hombres bajo su mandato a unos cincuenta mil. Nombró a algunos de sus lugartenientes con elevados rangos militares, como fueron los casos de Allende o Abásolo.

Inmediatamente después realizó una marcha por las poblaciones de Maravatío, Tepetongo, Jordán e Ixtlahuaca, llegando finalmente a Toluca, a tan sólo doce leguas de México capital, el día 27 de septiembre. El virrey Francisco Javier Venegas se encontraba con pocas fuerzas, pero los realistas aún controlaban la mayor parte del virreinato de manera que se aglutinaron tropas desde diversos lugares para acudir en socorro de la capital. El brigadier Calleja se encontraba en San Luis de Potosí reuniendo tropas, a las que se unieron las de Querétaro, con el fin de acudir a México. El coronel Torcuato Trujillo salió de la capital para hacer frente, al menos parcialmente, a las tropas de Hidalgo, llegando a fortificarse en el monte de las Cruces, dominando el paso hacia la ciudad. Las tropas de Trujillo fueron, sin embargo, derrotadas gracias al brusco y sorpresivo ataque de los regimientos de Hidalgo, quien, tras esta victoria, quedó libre para entrar en la capital del virreinato. Sin embargo, las noticias de que las tropas españolas de Calleja se encontraban cerca hicieron desistir a Hidalgo de su idea original de entrar en la ciudad, ya que no quería que sus fuerzas se vieran sorprendidas por la retaguardia, y además desconocía el grado de aceptación que tenía su levantamiento en el interior de la capital. Se produjeron entonces abruptas disputas entre él y sus lugartenientes, deseosos de entrar en México, pero finalmente se impuso la opinión de Hidalgo de partir hacia Valladolid, mientras Allende lo hacía en dirección a Guanajuato.

En Guadalajara también había triunfado el levantamiento, pero aquí se produjo una inusitada violencia contra los españoles. Aunque Hidalgo no estuvo presente, no impidió mediante ninguna orden que allí se cometiera todo tipo de crímenes contra los hacendados españoles. La muchedumbre, de varios miles de seguidores de la revuelta, estuvo varios días sin control. El 26 de noviembre llegó a Guadalajara Hidalgo con una fuerza de unos mil soldados. Entre tanto, las fuerzas españolas de Calleja entraron en Guanajuato sin apenas resistencia, ya que los insurgentes prefirieron concentrar sus fuerzas y no dispersarlas.

Mientras Hidalgo, Allende y el resto de lugartenientes esperaban en Guadalajara la batalla decisiva, Calleja se acercaba rápidamente para evitar que se unieran más hombres a la muchedumbre que se agolpaba en Guadalajara. El ejército insurgente contaba con unos ochenta mil hombres, aunque sólo unos miles tenían verdadera instrucción militar, más ochenta y dos cañones de diversos calibres. Las tropas de Calleja, que eran todas veteranas, contaban con algo más de nueve mil efectivos. Ambos ejércitos se dispusieron en orden de batalla en una gran planicie a las afueras de la ciudad. La derrota de Hidalgo fue completa, pese a la abrumadora ventaja numérica, pero la desbandada entre sus fuerzas fue la tónica general nada más producirse los primeros enfrentamientos.

Tras la humillación, tuvo que huir a Aguas Calientes y, desde ahí, hasta Zacatecas, donde se le fueron uniendo alguno de sus lugartenientes y destacamentos aislados. Reunidos mil doscientos hombres, partió hacia el Saltillo. La idea original, teniendo en cuenta que la derrota había sido completa y que la insurrección estaba siendo sofocada lentamente, era huir a Estados Unidos a través de Coahuila. Llegaron al presidio de Mesilla y luego a un lugar llamado Acotita del Baján, donde existía una antigua noria. El 21 de marzo de 1811 la partida de Hidalgo y sus seguidores, entre los que se encontraban todos sus principales lugartenientes, fueron rodeados por fuerzas de caballería y tomados prisioneros.

Hidalgo, Aldama y Allende fueron conducidos a Chihuahua. Se cree que fueron sometidos a tortura, especialmente Hidalgo, y después de un proceso judicial, acabó siendo fusilado el 1 de agosto de 1811.

Aunque la desaparición de Hidalgo supuso un freno momentáneo para la propagación de la insurrección independentista en México, se tuvieron que tomar medidas para evitar que se convirtiera en mártir de la causa, una de las cuales consistió en la prohibición de difundir su imagen durante un período de diez años.

 

Bibl.: E. Higuera, Hidalgo: Reseña biográfica con una iconografía del iniciador de nuestra independencia, México D. F., 1955; P. G. Macías, Hidalgo, reformador y maestro, nota prelim. de P. Ortiz Rubio, México, Imprenta Universitaria, 1959; J. I. Rubio Mañé, Datos históricos sobre los Hidalgo y Costilla, México, Boletín del Archivo General de la Nación, 1960; I. M. Altamirano, Biografía de don Miguel Hidalgo Costilla, primer caudillo de la independencia, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1960; J. R. Campusano, Hidalgo, padre y maestro de México, México, Editorial Cultural Guerrerense, 1964; H. M. Hamill, The Hidalgo revolt: prelude to Mexican independence, Gainesville, University of Florida Press, 1966; J. Mancisidor, Hidalgo, Morelos, Guerrero, México, Grijalbo, 1970; A. Junco, Un siglo de México: de Hidalgo a Carranza, México, Jus, 1971; J. N. Chávarri, Hidalgo, México, Editorial Diana, 1971; R. Blanco Moheno, Historia de dos curas revolucionarios: Hidalgo y Morelos, México, Editorial Diana, 1973; I. Vizcaya Urrea, En los albores de la independencia: las provincias internas de Oriente durante la insurrección de don Miguel Hidalgo y Costilla, 1810-1811, Monterrey, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores, 1976; J. Bazant, A concise History of Mexico from Hidalgo to Cárdenas, 1805-1945, London, Cambridge University Press, 1977; J. L. Razo Zaragoza, La barca que viera Hidalgo y su ejército insurgente, Guadalajara, Instituto Jalisciense de Antropología e Historia, 1980; P. García, Con el cura Hidalgo en la guerra de independencia, México, Conafe, 1982; VV. AA., Hidalgo, reformador intelectual y libertador de esclavos, Michoacán, Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo, 1982; J. Delgado, La Audiencia de México ante la rebelión de Hidalgo y el estado de Nueva España, Madrid, Porrúa, 1984; A. Lau Jaiven, Hidalgo: bibliografía comentada, México, Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, 1991; J. Meyer, Tres levantamientos populares: Pugachóv, Túpac Amaru, Hidalgo, París, Centro Nacional para la Cultura y las Artes, 1992.

 

José Manuel Serrano Álvarez

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