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Alonso de Vera y Zárate

Biografía

Vera y Zárate, Alonso de. Juan Alonso. Chuquisaca (Argentina), c. 1578 – Córdoba (Argentina), VII.1633. Adelantado de Río de la Plata y gobernador de Tucumán.

Nació en Chuquisaca, provincia de Charcas, entre los años 1578 y 1580. Pertenecía a una ilustre familia, alrededor de la cual giró la política de Río de la Plata, en los últimos decenios del siglo XVI, a través de “tres actos jurídicos de diverso orden: una capitulación, un testamento y un matrimonio”: Felipe II celebró un “contrato” con Juan Ortiz de Zárate, facultándole para la elección de sucesor en el cargo de adelantado de la “extensa comarca a conquistar, poblar y colonizar”, y para ello designó, en primer lugar, a Juan de Torres de Vera y Aragón, oidor de la Real Audiencia de Charcas, casado con su hija Juana, dándole el título de adelantado, gobernador, capitán general, justicia mayor y alguacil mayor de las provincias de Río de la Plata. Le siguió en el cargo el hijo de ambos, su nieto, Juan Alonso (con el primer nombre igual al de su padre y el segundo al de su abuelo materno). Pero una real cédula prohibió este tipo de matrimonio como el que realizó el magistrado Torres de Vera en Indias (América), por lo que fue desposeído de su oidoría y se le impidió desempeñar personalmente el gobierno, siendo prisionero en Los Reyes, mientras que su mujer Juana fue retraída con su hijo en el Monasterio de Nuestra Señora de los Remedios de la Plata. Posteriormente, este joven pasó a ser tutelado por su pariente Fernando (Hernando) de Zárate, nombrado por el virrey del Perú para desempeñar el cargo de gobernador, capitán general y justicia mayor de las gobernaciones de Tucumán, Paraguay y Río de la Plata, que ejercitará por tres veces sucesivas. Como Juan Alonso realizó las mismas campañas que éste, se le concedió una encomienda en la Trinidad, en 1597.

Unos años más tarde, en 1602, Juan Alonso se casó en la Plata, con María de Figueroa (perteneciente a otra ilustre familia de conquistadores del Perú). Seguidamente, comenzó a tramitar el reconocimiento de los méritos familiares ante las autoridades de Charcas, Asunción, Concepción del Bermejo y San Juan de Vera, hasta que en 1607 viajó a España para continuar ante Felipe III los trámites de un expediente de méritos para su padre por las acciones desarrolladas en el Reino de Chile, así como la de su abuelo en Perú y de ambos en Río de la Plata. En el memorial pedía la merced “de un hábito de las tres órdenes militares (Santiago, Calatrava o Alcántara) para el dicho su padre y plaza de Presidente de una de las Audiencias de las Indias; y otro hábito para él con seis mil ducados de renta en estos reinos y título de marqués o conde, conforme a uno de los capítulos del asiento que el dicho su abuelo tomó. Y que este título con doce mil pesos ensayados en las dichas provincias del Río de la Plata, señalando por cabeza del dicho título una de las ciudades que el dicho su abuelo y padre poblaron, y otros diez mil pesos de renta en indios vacos del Piru [...]. Y que en cumplimiento del contrato que el dicho adelantado Juan Ortiz de Zárate tomó con su Majestad, se conserve en él el título de adelantado que conforme al dicho contrato ha de ser perpetuo en sus descendientes y en su casa y mayorazgo”. El 15 de mayo de 1610, el Consejo de Indias estableció un dictamen, por el que le nombró “adelantado del Río de la Plata”, y le concedió igualmente “un hábito de una de las órdenes militares [de Santiago] y dos mil ducados de renta en indios vacos del Perú, por dos vidas“, que firmó el Rey, y el 5 de diciembre de 1615 le designó también gobernador de Tucumán, cargo que ejerció durante diez años. De regreso a Río de la Plata, en 1617, fue apresado por los piratas holandeses en las costas de Brasil, pero, posteriormente liberado, llegó a Buenos Aires en abril de 1619, desde donde se trasladó a Córdoba (24 de mayo), para tomar posesión como primer gobernador criollo de la provincia de Tucumán, en Santiago del Estero. Seguidamente, partió para la ciudad de La Plata, con licencia del presidente y oidores “a negocios importantes del servicio de Dios y de su Magestad”, aunque realmente le movía atender asuntos familiares e ir a por su mujer, que había permanecido allí desde que él marchó a España.

Durante su mandato mostró un especial interés por la transmisión del mando, así como por el devenir de las encomiendas, de acuerdo a la problemática que planteaban las ordenanzas de Alfaro, para lo cual dictó dos autos en Córdoba, el 23 de julio de 1625 y el 5 de febrero de 1626, y una resolución específica relativa a la mita.

Asimismo, la información documental “nos muestra su vanidad y orgullo, como también su arbitrariedad y nepotismo. Hombre de fuertes pasiones, reaccionaba violentamente y adoptaba actitudes extremas, aunque su ánimo aquietábase con igual celeridad”, manteniendo varios enfrentamientos con el obispo y con otras personas con diferentes categorías profesionales, mientras que favorecía el nepotismo a favor de primos por parte materna y paterna, para desempeñar grandes cargos políticos y militares en el virreinato del Río de la Plata. En 1622, erigió el Colegio de la Compañía de Jesús de Córdoba, Universidad Pontificia de Córdoba.

E igualmente, movido por los recuerdos de su infancia vivida bajo influencia religiosa, intervino en el establecimiento del Monasterio de las Carmelitas Descalzas, las mojas de Santo Domingo, y en 1626, otorgó la escritura “de obligación a favor” de la priora y monjas del Convento de Santa Catalina de Sena, en Córdoba, a cambio de tenerle en sus oraciones, enterrar a su familia y conservar una capilla en su honor.

Con anterioridad, a pesar de que la Corona española había prohibido a través de diversas cédulas, provisiones y otras reales órdenes que ninguna comarca de las Indias pudiera comercializar con la metrópoli por una vía distinta a Sevilla y con las flotas que ponían a su disposición la Casa de Contratación y el virreinato de La Plata desde el puerto de Buenos Aires, se comercializaba ilegalmente vía Paraguay y Brasil con potencias extranjeras (Gran Bretaña...). Por este motivo la Corona dictó una Real Cédula el 7 de febrero de 1622, para establecer una casa de aduana, bajo el mando del gobernador Vera y Zárate, y que se pagase un cincuenta por ciento por los derechos de entrada a la ciudad de Córdoba.

En 1625 los holandeses se adueñaron de la bahía y amenazaron con invadir el puerto de Buenos Aires, y para su defensa el gobernador mandó un ejército desde Santiago del Estero, que se unió con los de otros puntos del virreinato. Dos años más tarde, a mediados de 1627, varios meses antes de cumplir los diez años de gobierno, Vera y Zárate entregó el mando de la provincia a Felipe de Albornoz, permaneciendo en la capital algún tiempo más, hasta que terminó el juicio de residencia, e inmediatamente después partió para La Plata, donde poseía sus haciendas y fortuna familiar, y que como indicaba en su testamento, consistía en un “socavón que llaman “Juan Ortiz de Zárate” y las minas de Mendieta, en el Cerro Rico de la Villa Imperial de Potosí; la estancia nombrada Chaguaya, en la villa de Tarija, con casas de vivienda y ganados mayores y menores; otra estancia en el valle de Tarqui, provincia de los Chichas; los molinos y haciendas de Charcaoma y tierras de Tacapaya y Sicha; la huerta de Mojotorillo, que formó parte de la dote de doña María; y el mayorazgo de Corocoro, instituido por Sancho de Figueroa, suegro de don Juan Alonso”. Asimismo tenía tierras, “cuadras“ y solares repartidos por la provincia de Río de la Plata, en Concepción de la Buena Esperanza, San Juan de Vera, Santa Fe, Buenos Aires y Asunción del Paraguay, ciudades todas ellas que, a excepción de la última, habían sido fundadas por su abuelo y padre o habían estado bajo el gobierno de algunos de ellos. También, era dueño en Tucumán de estancias en los valles de Salta y Choromoros, y titular de una encomienda de indios que abandonó al radicarse en Chuquisaca, e incluso en Sevilla, era propietario por parte de su tío abuelo, Lope de Mendieta, que fundó en Sevilla, para “dotas y casar doncellas pobres de su sangre“, y a pesar de esto, su biógrafo Luque Colombres dirá sorpresivamente que “esta larga enumeración, importaba una fortuna más aparente que real, dado el ínfimo valor de la propiedad raíz en aquellos tiempos [...]. De ahí que los últimos años de Vera y Zárate transcurrieran con ciertas apreturas económicas”, aunque esta idea expuesta por Luque se contradice a su vez con la carta testamentaria otorgada por María de Figueroa, viuda de Alonso de Vera y Zárate, que redunda en señalar la importancia y valor de los títulos y propiedades que heredan sus hijos, entre ellos Juan Alonso de Vera y Zárate.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias, Escribanía de Cámara, 1, Testamento de Juan Alonso Vera y Zárate; Archivo de los Tribunales de Córdoba (Argentina), Escribanía 1, leg. 60, exps. 4 y 8; Escribanía 2, leg. 8, exp. 7.

F. Centeno (dir.), Catálogo de documentos del Archivo de Indias, t. I, Buenos Aires, Imprenta y Casa Editora Juan A. Alsina, 1901; R. Levillier (dir.), Papeles eclesiásticos de Tucumán, t. I, Madrid, Imprenta de J. Pueyo, 1926, pág. 380; C. A. Luque Colombres, Don Juan Alonso de Vera y Zárate adelantado del Río de la Plata, Córdoba (Argentina), Universidad Nacional de Córdoba, 1944; J. Tudela de la Orden, “Alonso de Vera y Zárate”, en G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, Madrid, Alianza Editorial, 1981, 3 vols., 3 ts.

 

Miguel Héctor Fernández-Carrión

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