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Martín Ignacio Loyola y Mallea

Biografía

Loyola y Mallea, Martín Ignacio. Éibar (Guipúzcoa), 1556 – Buenos Aires (Argentina), 9.VI.1606.

Misionero franciscano (OFM) en Oriente y en Paraguay y Río de la Plata, obispo.

Hijo legítimo de Andrés Martínez de Mallea y de Marina Usoa de Loyola, sobrino nieto de san Ignacio de Loyola, tomó el hábito franciscano en la provincia de Santiago, pero no contento con la determinación, en alas de mayor perfección, pasó a la recientemente reformada por san Pedro de Alcántara provincia de San José. Celebró su primera misa en Alaejos (Valladolid) dentro del decenio de 1700. El apelativo de Loyola lo adoptó, incluso en su firma de obispo, en reverencia a san Ignacio de Loyola, de quien era sobrino nieto.

Movido por el celo apostólico dirigió su mirada y luego sus pasos misioneros al Oriente, particularmente a China. A este efecto, siendo a la sazón superior guardián del convento franciscano de Fontiveros, fue inscripto en la Casa de Contratación de Sevilla con otros dieciséis franciscanos para ir con destino a Filipinas, pero no consiguieron la nave que los llevara (12 de mayo de 1580). Finalmente, se concretó su objetivo y salió de Sanlúcar de Barrameda rumbo al Celeste Imperio el 13 de junio de 1581 en una expedición de treinta y un franciscanos. El objetivo era plantar una base franciscana en China. Desembarcaron en Fukien el 28 de junio de 1582. Allí fueron sometidos a una serie de atropellos, vejaciones, y finalmente condenados a muerte, de la que fueron salvados gracias a la intervención del portugués capitán mayor de Macao Arias Gonzalo de Miranda. Se trasladó a Macao, y el comisario franciscano de la región creó, con el convento allí existente y el de Malaca, una Custodia, colocando al frente de la misma a fray Martín Ignacio de Loyola. Tomando por compañero a Juan Bautista Lucarelli, se dirigieron ambos a Malaca (27 de enero de 1583). La oposición de las autoridades le impidió cumplir la misión y se vio obligado a reembarcarse. Llegando a Ceilán y después de sufrir un ataque de moros en el mar, cruzando el golfo de Manaar arribaron a Tuticorín, pasaron por tierra el cabo Comorín y se detuvieron en Cochín seis meses, al cabo de los cuales se dirigió a Goa. De donde, en vista de tantas barreras, dio por terminado el intento y zarpó de regreso a Lisboa, donde hizo puerto en agosto de 1584.

Con ello Loyola realizó la aventura de toda una vuelta al mundo en tres años. Refiriéndose a esta “aventura” los Analecta Franciscana de Wadingo, dicen: “Qui primus omnium cun suis sociis totius terrae gyrum per circum-navegationem confecit”. (Fue el primero que entre todos dio la vuelta al mundo).

Durante la travesía fue confeccionando unos apuntes con los cuales Loyola escribió lo que se llamó Itinerario.

El agustino fray Juan González de Mendoza, con quien se encontró en Roma por el mes de noviembre, llevó a la prensa este escrito juntamente con otros dos textos que hablaban de la China, y lo dio a luz en Roma el año 1585. Texto que tuvo una gran difusión por toda Europa.

La idea de fray Martín era volver a China e intentar de nuevo una plataforma franciscana. Recurrió al papa Gregorio XIII, quien le recibió y otorgó su bendición y la bula “Exposuisti nobis” el 8 de diciembre de 1584. Con su beneplácito y el del Rey, el Consejo de Indias aprobó su nuevo proyecto y le autorizó el viaje. Esta segunda vez, llevando veinte misioneros consigo, comenzó el viaje marítimo desde Lisboa.

Partió en marzo de 1585 con rumbo contrario a la primera vez y llegó a Malaca el 15 de diciembre. Se trasladó de inmediato a Cantón, donde nuevamente los chinos le denegaron los permisos repitiéndose los maltratos y las cárceles. Quedaron reducidos a prisión él y todos sus compañeros, de donde salieron apenas con vida gracias a la intervención de algunos bondadosos portugueses que los libraron con la condición de que se marcharan del país y abandonaran la empresa. Había muchos intereses en juego sobre el dominio del mundo, mientras Loyola intentaba llevar a cabo su plan misionero. Vistas las dificultades, regresó a Macao, donde haciendo amistad con el prior de la Orden Agustina, escribieron una carta al Rey sobre el problema de la misión China (6 de julio de 1587). No obstante la prohibición, entró nuevamente en China, donde se encontraría aún el año 1588, pero en vista de lo imposible se resignó a regresar a España y tratar de una vez el problema con el Consejo de Indias. Hizo el viaje vía México. Llegado a España, se presentó al Consejo de Indias al que hizo relación verbal de su segunda misión a la China y segunda vuelta al mundo y segundo y definitivo fracaso.

Luego se retiró fray Martín al convento de Cadalso, donde vivió durante cinco o seis años el estilo de disciplina y austeridades de la reforma alcantarina de la que era miembro, mientras esperaba la resolución del Consejo que nunca llegó.

En vista de lo imposible, pero con la pasión misionera dentro del alma, fray Martín, preparó un cambio de rumbo y se decidió por la misión americana y dirigió su mirada hacia el Río de la Plata. Aprovechando que se hallaba preparada la partida de un grupo de veinte misioneros a cargo del experimentado y conocedor del Paraguay Alonso de San Buenaventura, se asoció a la expedición con la que salió el 23 de diciembre de 1594. El viaje se hizo por vía Pacífico, pasando por Cartagena y Perú llegando los misioneros a Santiago de Chile. Loyola encontró como gobernador en Chile a su primo hermano Martín García de Loyola, con quien sin duda se relacionó. Una vez en Chile, el jefe de la expedición Alonso de Buenaventura cayó enfermo y falleció en San Francisco del Monte en las cercanías de Santiago el 8 de diciembre de 1596. Por lo que los misioneros destinados a Paraguay tuvieron que partir bajo la dirección de fray Martín Ignacio y, cruzando los Andes y las pampas argentinas, arribaron al Río de la Plata en 1597.

Con su llegada, con cuatro frailes más, se potenció la misión guaraní y se le nombró a fray Martín custodio del Paraguay y Río de la Plata. Como misionero de cualidades y observador por naturaleza, iba recogiendo información, viendo las graves necesidades, y proponiendo soluciones, sus cartas son testigo de ese carácter observador. Fray Martín fue nombrado, en primer lugar, custodio del Paraguay y Río de la Plata y, posteriormente, obispo de Asunción. Loyola, en una de sus cartas al Rey, reconoció y alabó la obra de los franciscanos, sobre todo la realizada por los apóstoles fray Alonso y Bolaños, e hizo la audaz propuesta de que sólo los franciscanos, y un obispo de la misma Orden, se hicieran cargo de la misión paraguaya. Pero cuando estaba metido de pleno en la misión, sus parientes de España reclamaron su presencia y a ruego del duque de Lerma, tío de Loyola, el Rey expidió una orden para que volviese a España. “Tan soberano impulso fue necesario para apartarle de su empleo apostólico en cuyas fatigas vivía gozosísimo”, escribió el padre Lozano.

En su ida a España, el Cabildo y pueblo de Buenos Aires le dieron un poder a fin de que actuara ante el Rey y el Consejo Real en resguardo y apoyo a la ciudad y puerto de Buenos Aires, que corría riesgo de desaparición. Él mismo escribió un memorial argumentando y respaldándolo con sus observaciones personales. Mediante esta intervención suya y la del también franciscano, monseñor Hernando de Trejo y Sanabria, con fecha 20 de enero de 1602, el Rey concedió la apertura del puerto.

Celebraron el suceso Hernandarias y el pueblo de Buenos Aires con grandes demostraciones. Aprovechando su estadía en España y las recomendaciones llegadas sobre la calidad de su persona, el Rey le propuso la aceptación de un episcopado. En su humildad, rehuyendo los obispados de privilegio, expresó que no había de aceptar otra prelacía sino la mitra pobre del Paraguay por “pagar a aquellos bárbaros el agasajo con que lo hospedaron, atrayéndolos a la Fe” (Lozano, t. III: 498). En septiembre de 1602 fue propuesto a la Santa Sede y consagrado obispo de Asunción y Río de la Plata. Realizados los preparativos partió nuevamente rumbo a su sede, vía Cartagena, pasando por Chile, llegando a Buenos Aires el 1 de enero de 1603 al frente de veinte religiosos de su Orden. La acogida que le deparó el pueblo fue grandiosa.

Sin darse descanso se dispuso a visitar la diócesis juntamente con Hernandarias a fin de preparar lo que sería, dentro de su corto episcopado, su más feliz empresa: el primer Sínodo de Asunción y Río de la Plata.

La apertura del evento tuvo lugar el 4 de octubre de 1603. El Sínodo, además de dar la aprobación al Catecismo Guaraní de fray Luis Bolaños y hacer obligatoria su enseñanza, puso en marcha una organización ejemplar de toda la diócesis. En el contexto del Sínodo influyó sobre Hernandarias Saavedra, presente en el evento, para que hiciera una nueva redacción de las Ordenanzas a fin de mejorar las relaciones entre españoles y naturales.

Como su acto más importante, se cuenta el haber organizado el Sínodo. Sus varias cartas al Rey son dignas de recordar por la positiva incidencia de sus consejos en bien de la región. Su actuación abarcó otros aspectos de la vida de Asunción y Río de la Plata, fue una época de armonía con el gobernador, hizo la primera organización de la diócesis, ayudó a la construcción de un hospital, la “casa de Recogidas y Huérfanas”, apadrinó la “Escuela y Estudios para la Gente Moza”, bendijo la archicofradía de la Inmaculada Concepción, etc.

Cuando visitaba la diócesis y preparaba su regreso a Asunción para realizar un nuevo Sínodo, enfermó gravemente y falleció en Buenos Aires el 9 de junio de 1606 a las siete de la mañana. A su muerte, se dice como elogio que sólo dejó “gratos recuerdos y un muy pobre ajuar”. Loyola fue un franciscano misionero de los grandes, el obispo más cualificado de Paraguay y Río de la Plata, religioso coherente con la austera reforma de san Pedro de Alcántara por él adoptada.

Es “una de las figuras misioneras más grandes del siglo xvi”, el obispo más notable de Asunción y Río de la Plata en el período colonial.

 

Obras de ~: Itinerario. Viaje alrededor del mundo, Roma, 1585 (ed. introd. y notas de I. Tellechea Idígoras, Madrid, Historia 16, 1989).

 

Bibl.: L. Pérez, “Origen de las Misiones Franciscanas en el Extremo Oriente”, en Archivo Ibero-Americano (AIA), I y III (1914 y 1916), págs. 220-226 y págs. 396-412, respect.; I. Omaechevarría, “Tres veces la vuelta al mundo, Fray Martín Ignacio de Loyola, escritor, Misionero de China y Obispo del Paraguay y del Plata”, en Boletín de la Real Sociedad Vasca de los Amigos del País, V (1949), págs. 427- 442; I. Omaechevarría, “Siluetas misioneras. Fray Martín Ignacio de Loyola, O.F.M”, R. A. Molina, “Fray Martín Ignacio de Loyola, Cuarto Obispo del Paraguay y Río de la Plata (1603-1606)”, F. Mateos, “El primer concilio del Río de la Plata en Asunción (1603)”, y P. de Anasagasti, “Notas críticas sobre el ‘Itinerario’ Fray Martín Ignacio de Loyola”, en Missionalia Hispánica (MH) (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Santo Toribio de Mogrovejo, Madrid), años VIII y X, n.os 22 y 28 (1951 y 1953 y 1954), págs. 21-71, págs. 37-64 y págs. 579-596, respect.; F. Mateos, “Los Loyola en América”, en Razón y Fe, 702 (1956), págs. 164-176; C. Bruno, “Fray Martín Ignacio de Loyola, Cuarto Obispo del Río de la Plata”, en VV. AA., Historia de la Iglesia en la Argentina, t. II, Buenos Aires, Don Bosco, 1966, pág. 31-59; F. Mateos, “El primer concilio del Río de la Plata en Asunción (1603)”, en MH, año XXVI, n.º 78 (1969), págs. 257-359; J. I. Tellechea Idígoras, “Introducción”, en Itinerario [...], op. cit.; J. L. Salas, Fray Martín Ignacio de Loyola “Eje del desarrollo humano y cristiano del Paraguay y regiones vecinas” (Juan Pablo II) Primer Sínodo de Asunción. Su cuarto centenario. 1603-2003, Asunción, 2003.

 

José Luis Salas, OFM