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García Álvarez de Toledo Osorio

Biografía

Álvarez de Toledo Osorio, García. Marqués de Villafranca del Bierzo (VI), duque de Fernandina (III). ?, c. 1590 – 21.I.1649. Capitán general de las Galeras de España y consejero de Estado.

Nacido en los últimos años del siglo xvi, García Álvarez de Toledo decidió continuar desde su juventud la tradición marinera de sus antepasados. Su abuelo, García de Toledo, hijo del virrey de Nápoles, había sido general de las Galeras de este territorio y capitán general de la Mar, además de servir otros empleos.

García de Toledo había contraído matrimonio con Victoria Colonna, con quien tuvo a Pedro de Toledo, general de las Galeras en Nápoles, gobernador del Milanesado, consejero de Estado y capitán general de las Galeras de España desde el 4 de junio de 1607.

Mantuvo así Felipe III la norma no escrita de nombrar para este último empleo a quien ya había desempeñado el mando de otras escuadras. Pedro de Toledo había casado dos veces, la primera de ellas con Elvira de Mendoza, y la segunda con la duquesa de Terranova, su prima hermana. Con la primera tuvo cuatro hijos: María, Victoria, Fadrique, los tres hermanos de García Álvarez de Toledo, el primogénito de la Casa.

Durante los primeros años del reinado de Felipe III García Álvarez de Toledo empezó a servir, a las órdenes de su padre, en la escuadra de Galeras de España.

Constituida en 1530, esta escuadra representaba la base fundamental de las fuerzas navales de la Monarquía en el Mediterráneo. Se encontraba, no obstante, en una situación lamentable, pues no pasaban de diez las galeras en condiciones de combatir.

A pesar de estas dificultades, esta escuadra empeñó sus esfuerzos en la lucha contra los piratas turcos y berberiscos que asolaban las costas meridionales españolas, tarea en la que García de Toledo destacó sobremanera. Fue recompensado por Felipe III, en los últimos años de su reinado, con el empleo que su padre, ahora destinado como gobernador de Milán, había servido con anterioridad: la capitanía general de las Galeras de España.

Este nombramiento se produjo en un momento clave, pues en 1618 se inició la Guerra de los Treinta Años, que habría de sacudir la práctica totalidad del suelo europeo. Iniciadas las hostilidades en Bohemia y el Palatinado, pronto la guerra se convirtió en un enfrentamiento entre católicos y protestantes, entremezclado con intereses políticos y territoriales. Felipe III se puso de lado del Emperador, y aportó tropas para enfrentarse a los protestantes reunidos en torno a la Unión Evangélica.

En 1621, tras la muerte de su padre, Felipe IV se convirtió en el rey de España, y nombró al conde duque de Olivares como su nuevo valido. En el primer memorial enviado al Monarca, Olivares expuso los que serían los objetivos de la política exterior española en los años venideros: la defensa del catolicismo y el mantenimiento de la supremacía de España en el concierto europeo.

A pesar del cambio de Monarca, García Álvarez de Toledo se mantuvo como capitán general de las Galeras de España. Su misión, pacificado sólo temporalmente el conflicto europeo, era la de proteger la costa mediterránea española de los piratas. Pero éstos incluso se atrevían a ir más allá del estrecho de Gibraltar, por lo que García de Toledo tuvo que rechazarlos varias veces en Arenas Gordas (Huelva) y en Cádiz, alcanzando cierto eco las victorias obtenidas.

Al mismo tiempo, Fadrique de Toledo, hermano menor de García, estaba al mando, ya desde el final del reinado de Felipe III, de la también maltrecha armada del Mar Océano. Como capitán general de la misma, Fadrique de Toledo, marqués de Villanueva de Balduesa, logró importantes triunfos en las Indias contra los invasores de los enclaves comerciales españoles en aquellas tierras, especialmente los holandeses.

Al comienzo de la década de los veinte (1620-1630), España, sumida en una profunda crisis económica, vio además abiertos varios frentes militares. Por un lado, rota la tregua con los holandeses, éstos reiniciaron las hostilidades, tanto por tierra como por mar, contra los intereses españoles, empresa a la que se sumaron los ingleses. Así, en 1625 Cádiz fue atacada por una escuadra inglesa que se apoderó de la ciudad sólo durante unas horas, pues García de Toledo, al mando de su escuadra de galeras, logró rechazarlos rápidamente. Por otro lado, en 1623 se había reiniciado el enfrentamiento en tierras europeas, en este caso con Dinamarca como principal protagonista. El rey Christian IV, dueño de un poderoso ejército, se involucró en suelo alemán en apoyo de la causa protestante.

La Monarquía católica española no tuvo más remedio que acudir otra vez en defensa del Emperador, con el objetivo de sostener la fe católica y la superioridad de la Casa de Austria en Europa. Gracias al apoyo de los Tercios españoles, los daneses fueron derrotados en la batalla de Lutter.

Idéntico resultado tuvo la tercera fase de la Guerra de los Treinta Años, en este caso con Suecia al frente de los protestantes. Incitados por la habilidad diplomática del francés Richelieu, los suecos entraron en el espacio alemán, pero fueron de nuevo derrotados por la infantería española en Nördlingen (1634).

Fue entonces cuando Francia decidió intervenir en la guerra, abandonando la causa católica, con el fin de acabar con la hegemonía española en Europa. En 1635 Francia declaraba la guerra a la Monarquía católica española.

Inmediatamente se iniciaron las hostilidades entre las dos potencias en buena parte del territorio europeo.

También se enfrentaron en el mar, donde García de Toledo, todavía capitán general de las Galeras de España, fue un excepcional protagonista. Así, en 1636 Toledo encabezó la conquista de las islas francesas de Lérins. En esta operación, en la que contó con la ayuda de las galeras del marqués de Santa Cruz, se aprehendieron dieciséis mercantes pequeños. El mismo año, concretamente el 28 de septiembre, logró García de Toledo una importante victoria sobre una escuadra francesa formada por ochenta navíos y diez galeras en defensa de las islas de Santa Margarita y San Honorato.

También las Galeras de García Álvarez de Toledo eran utilizadas para transportar tropas desde España a Italia y viceversa, para lo cual debía conservar seguro el pasillo marítimo entre España y la península transalpina.

Para ello optó por una táctica segura: mantener a raya a la escuadra francesa de Marsella pero sin atacarla, evitando así por otra parte pérdidas mayores en sus propios navíos. Protegió con eficacia las plazas españolas en el Mediterráneo, e incluso recuperó en 1639 la plaza de Salces, en el Rosellón, ocupada por los franceses.

Fue precisamente la campaña en el Rosellón, con la presencia de las tropas castellanas e italianas en Cataluña, la que encendió la mecha de la revuelta en este territorio. Aunque ya existía un importante caldo de cultivo (proyecto de Unión de Armas, política centralista de Olivares, etc.), lo cierto es que el 12 de junio de 1640 (Corpus de Sangre) se inició en Barcelona la rebelión que habría de poner en peligro la integridad de la Monarquía. Este movimiento secesionista en suelo español fue rápidamente aprovechado por Luis XIII, quien alentó y ofreció su apoyo a los catalanes, al igual que a los portugueses, que por entonces iniciaban también su separación de España.

Álvarez de Toledo hizo frente en el mar a la ofensiva francesa sobre Cataluña. Bloqueó Barcelona, y se ocupó de socorrer a las plazas acosadas por los franceses.

Especialmente meritorias fueron sus actuaciones para levantar los sitios de localidades como Tortosa, Rosas, a la que socorrió con un convoy de treinta y cinco navíos, y Tarragona. En este último caso, sitiada esta ciudad por la armada del arzobispo de Burdeos, consiguió Toledo, al mando de cuarenta y una galeras, romper el cerco y aprovisionar a la ciudad con municiones y víveres, con un coste, eso sí, de trescientos hombres y cuatro galeras. Además, poco después, con la ayuda de los galeones de la armada del Mar Océano, ahora dirigida por el duque de Maqueda, logró que los franceses levantaran definitivamente el sitio de Tarragona. Sin embargo, esta operación había de tener para él consecuencias insospechadas.

En efecto, Álvarez de Toledo fue acusado ante el conde duque de no haber acabado, quizás por un exceso de precaución, con la flota francesa. Olivares, que por lo demás tenía ya desde hacía tiempo una especial enemistad hacía la familia Toledo, no esperó más para destituir a Toledo de todos sus cargos y encarcelarle en la fortaleza de Odón. También fueron arrestados los duques de Maqueda y Medina Sidonia. Repitió así el conde duque la misma operación realizada con Fadrique de Toledo, hermano de García, a quien había encarcelado tiempo atrás acusándole de no querer cumplir la orden de volver al Brasil a proteger las propiedades españolas, alegando Fadrique que no disponía de los medios necesarios para cumplir la misión que se le había encomendado.

Murió Fadrique, preso y enfermo, el 10 de diciembre de 1634.

Sin embargo, la caída de Olivares en 1642 se tradujo en la inmediata rehabilitación tanto de Fadrique, devolviendo a su familia los honores alcanzados en vida, como de García Álvarez de Toledo. Éste fue restituido en el empleo de capitán general de las Galeras de España con todos sus honores y preeminencias.

No obstante, la prisión sufrida y el trato recibido le hicieron perder el entusiasmo antes demostrado: el ultraje recibido por su familia en general, y por él en particular, difícilmente podría ser corregido. Y así se lo expuso a Felipe IV en un memorial, donde le explicaba que poco era merecedor de aquella afrenta, pues sus servicios a la Monarquía eran muchos: se había criado desde niño en las galeras de su padre, había hecho presas más de sesenta galeras, recibido dos heridas e incluso había invertido su propia fortuna en alimentar y pagar a los hombres de sus galeras ante la falta de liquidez de la Hacienda real. Además, pedía al Rey retirarse del servicio activo, petición no atendida por el Monarca.

En 1643 no pudo ayudar, a pesar de contar con la ayuda del almirante Mencos, a la localidad de Rosas.

Totalmente desmotivado, volvió a solicitar al Rey licencia para retirarse, permiso de nuevo denegado por Felipe IV. Finalmente, fue sustituido por el duque de Tursi en el mando de las galeras de España y a él se le concedió plaza de consejero de Estado, honroso retiro para los últimos años de su vida.

Un año después de la Paz de Westfalia, que supuso la pérdida para España de Holanda y algún territorio italiano y que estableció un nuevo equilibrio en Europa, fallecía García Álvarez de Toledo el 21 de enero de 1649. Recibió durante su vida varios honores y dignidades: príncipe de Montalbán, caballero de la Orden de Santiago con la encomienda de los Bastimentos de León, VI marqués de Villafranca y III duque de Fernadina, títulos estos dos últimos heredados de su padre.

Murió García Álvarez de Toledo sin sucesión, por lo que su sobrino Fadrique de Toledo Osorio Ponce de León, quien también llegó a ser capitán general de las Galeras de Sicilia y Nápoles, le sucedió en los derechos de la casa familiar como VII marqués de Villafranca y IV duque de Fernandina.

 

Bibl.: F. de Paula Pavía, Galería biográfica de los Generales de Marina, t. III, Madrid, Impresión a cargo de J. López F. García y Cía., 1873; C. Fernández Duro, Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón, t. IV, Madrid, Establecimiento tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1898; R. de la Guardia, Datos para un cronicón de la Marina Militar de España, Madrid, Imprenta “El Correo Gallego”, 1921; J. de Atienza, Diccionario nobiliario español, Madrid, M. Aguilar, 1948; J. Guillén, Historia Marítima Española, vol. I, Madrid, Imprenta del Ministerio de Marina, 1961; F. F. Olesa Muñido, La organización naval de los Estados mediterráneos y en especial de España durante los siglos xvi y xvii, vols. I y II, Madrid, Editora Naval, 1968; J. L. Cano Sinobas, “Toledo, García de” y “Toledo, Pedro de”, en G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, t. I, Madrid, Alianza Editorial, 1979, págs. 779-781; F. Barrios Pintado, El Consejo de Estado de la Monarquía española. 1521-1812, Madrid, Consejo de Estado, 1984.

 

Carlos Pérez Fernández-Turégano

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