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Publius Cornelius Scipio Aemilianus Africanus Numantinus

Biografía

Cornelius Scipio Aemilianus Africanus Numantinus, Publius. Escipión el Africano (el Menor). Italia, c. 185 a. C. – Roma (Italia), IV-V 129 a. C. Militar y político romano, destructor de Numancia.

Hijo menor de Lucio Emilio Paullo, el vencedor de Pidna, y de Papiria, su primera esposa, fue nieto del cónsul homónimo derrotado en Cannas; adoptado el año 168 a. C. por Publio Cornelio Escipión, el mayor de los hijos de Escipión Africano, se convirtió formalmente en nieto adoptivo de éste; esta adopción le situó, al mismo tiempo, en relación familiar con los reformadores Tiberio y Cayo Sempronio Graco, hermanos de su esposa Sempronia y nietos del propio Escipión Africano. Tras sus éxitos militares, tomaría el nombre de Escipión Africano el Menor. Por las referencias de Cicerón, Livio y Polibio respecto a la edad que tenía en la batalla de Pidna, hay que suponer que nació a finales del año 185 o a comienzos del 184 a. C.; su muerte tuvo lugar entre los meses de abril y mayo del 129 a. C.

Se tienen noticias por Plutarco de que se escribió una biografía de Escipión Emiliano que no se conserva (Plutarco, Moralia, 199F) y Plinio (Historia Natural, 22, 13) refiere que hubo una estatua suya en el foro de Augusto en Roma a la que correspondería una inscripción hoy perdida (Dessau, ILS 43).

Para la tradición romana posterior, Escipión Emiliano ejemplificó la unión entre la fuerza militar propia de un período de importante actividad exterior de Roma, con la capacidad de liderazgo ante la población y el perfil intelectual de influencia griega tan de moda en los últimos tiempos de la República romana; ese modelo alejandrino reposa en parte en la obra de Polibio y en los fragmentos conservados de sus Historias, en donde la figura de Escipión se sitúa con precisión en su doble ascendencia de los Emilios y los Cornelios añadiéndole un perfil renovador que lo individualiza en la Roma de su tiempo.

Las primeras noticias sobre Publio Cornelio Escipión Emiliano le sitúan con diecisiete años de edad en el campo de batalla de Pidna, en la Tercera Guerra Macedónica el año 168 a. C., luchando junto a su padre Lucio Emilio Paulo (Plutarco, Emilio Paulo, 22) y colaborando en la consecución de la victoria.

Por aquellos años entró en contacto con el político e historiador Polibio de Megalópolis (Arcadia, Grecia; c. 200-118 a. C.), uno de los rehenes entregados por la liga aquea tras la batalla de Pidna y trasladados a Italia el año 167 a. C., quien fue su maestro en Roma y le instruyó en la cultura griega. La relación entre Escipión Emiliano y Polibio se prolongó durante casi cuarenta años, y Polibio se convirtió en compañía habitual del general romano en la mayor parte de sus campañas, hasta el punto de presenciar la destrucción de Cartago (146 a. C.; Historias, 38,19,1) y Numancia (Cicerón, ad fam., 5, 12, 2), es decir, los grandes hitos de la carrera militar de Escipión Emiliano; se sabe también que presenció la destrucción de Corinto (146 a. C.; Historias, 39, 2, 2); juntos viajaron por el norte de Italia, las Galias y los alrededores de Roma. Unas deliciosas páginas de las Historias polibianas (31, 23-30) narran el primer encuentro entre ambos y el desarrollo de la educación filohelénica del joven romano.

Los quince años de estancia de Polibio en Roma coincidieron con la muerte de la mayor parte de los allegados de Escipión Emiliano. El 162 murió Emilia, su abuela por adopción y esposa de Escipión Africano el Mayor; el año 160 fallecería su padre biológico Lucio Emilio Paullo y en el 159 lo haría su madre Papiria.

En la carrera de Escipión Emiliano se cruzó a mediados del siglo II a. C. la guerra de Hispania, que le daría ocasión para asumir un protagonismo político que encauzaría su carrera. Al tiempo que las tropas romanas se abrían paso en Lusitania y en la Celtiberia, con las primeras escaramuzas frente a Numancia, en la Roma del 151 a. C. un Escipión que ya había asumido la cuestura se convertía en el primer defensor de una línea de intervención dura, contraria a la negociación con las poblaciones locales. No sólo eso, sino que, ante las dificultades para reclutar nuevas tropas, el propio Escipión se llegó a ofrecer para dirigir las operaciones tras un reclutamiento extraordinario.

La ocasión de participar físicamente en el escenario militar llegaría pronto. La Cartago sometida al tratado del año 201 a. C. por Roma declaró la guerra el año 151 a. C. al reino numídico de Masinisa como respuesta a uno de los muchos conflictos regionales del período; la respuesta del Senado romano, inducida por Marco Porcio Catón, no se hizo esperar y se exigió a Cartago no sólo que desistiera en sus operaciones militares sino la destrucción de la propia ciudad; se trataba, evidentemente, de una exigencia que tendría una respuesta negativa y que en la práctica era una excusa para resolver definitivamente el problema de la hegemonía en el Mediterráneo occidental. El año 149 a. C. Roma declaró formalmente la guerra a Cartago, la Tercera Guerra Púnica (149-146 a. C.), a la que Escipión Emiliano se incorporó como tribuno militar, y se disponía a eliminar para siempre el enojoso problema de la ciudad norteafricana con la que el conflicto era casi centenario.

Tras dos años de guerra en el norte de África sin perspectivas de victoria, Roma había de replantear su estrategia frente a Cartago. Escipión Emiliano, sin cumplir aún los cuarenta años, obtuvo el 147 a. C. su primer consulado a petición popular y el mando de la guerra cartaginesa (Appiano, Libica, 112 y ss.). Las fuentes aluden a su reorganización de las tropas y a la restauración de la disciplina por parte de Escipión durante esta última parte de la Tercera Guerra Púnica, que terminó el año 146 a. C. con la destrucción de la ciudad de Cartago (Polibio, Historias, 38, 19-20; Appiano, Libica, 128 ss.). Una comisión de decemviros se encargaría después con el propio Escipión de organizar la nueva provincia romana de África.

Escipión volvió a Roma a finales del año 146 a. C. y celebró el triunfo, recibiendo el sobrenombre de Africano por sus éxitos en la guerra (Appiano, Libica, 135), que emulaban los de su abuelo de adopción, el vencedor de Aníbal en Zama medio siglo antes (202 a. C.).

Tras la guerra contra Cartago, Escipión Emiliano retornó a la política romana y tuvo ocasión de interesarse por los problemas de Hispania, que una década después debería resolver personalmente: en el año 144 a. C. quiso que su hermano Fabio Máximo, cónsul del año 145, permaneciese en la Península como procónsul y se opuso a que se enviara a uno de los dos cónsules para dirigir la guerra (Valerio Máximo, Hechos..., 6, 4); el año 142 desempeñó el cargo de censor y más tarde, entre 141 y 139 a. C., viajó por el oriente mediterráneo (Pérgamo, Babilonia, Alejandría, Menfis, Rodas...) como legado con poderes excepcionales.

Por aquellos años, Escipión, el “destructor de Cartago”, el Africano, gozaba de una gran popularidad en Roma y tenía una neta influencia política. A fin de obtener un mayor respaldo social, que había de ser muy útil en su futuro político, parece que apoyó la lex Gabinia tabellaria (139 a. C.) y la lex Cassia tabellaria (137 a. C.), impulsadas respectivamente por Aulo Gabinio y Lucio Cassio Longino (Cicerón, Leyes, 3, 35), que consagraban el voto secreto en las asambleas populares y que suponían el fin de uno de los medios de coacción de la nobleza senatorial, según ha puesto de manifiesto Roldán. Por las fuentes de esta etapa se conoce también de su posición contraria a la ratificación de un pacto con los numantinos el 136 a. C. y de su oposición frontal a las reformas agrarias de su cuñado Tiberio Graco, que como tribuno de la plebe militaba en el grupo senatorial de Apio Claudio Pulcher, uno de los grandes rivales políticos de Escipión.

Desde el año 135 a. C. las actuaciones de Escipión Emiliano comienzan a mirar hacia Hispania, en donde la guerra contra Numancia estaba enquistada y donde la política de expansión impulsada por él mismo había encontrado un importante freno. Formalmente, los acontecimientos de los años siguientes iban a estar plagados de actuaciones irregulares o, al menos, excepcionales.

La primera de ellas fue la suspensión de la ley que prohibía la iteración de los consulados, la lex annalis del 151 a. C., para permitir que Escipión Emiliano, a petición popular según las fuentes (Appiano, Iberia, 84), fuera elegido cónsul por segunda vez el año 134 a. C. Ésta era una condición indispensable para encomendarle el mando de tropas en Hispania. En segundo lugar, se le asignó el mando en Hispania ese año 134 sin sortearlo con el segundo cónsul, como era la costumbre.

Pero la mayor peculiaridad de esta contienda fue la estructura heterogénea de un ejército sin nuevos refuerzos, sin recursos económicos, que amigos y aliados formaron alrededor de Escipión Emiliano al modo en que se formarían años más tarde los ejércitos de mercenarios que darían pie al caudillaje de Mario, Sila o César. De ese ejército que sitió Numancia entre la primavera del año 134 a. C. y el otoño del 133 formaron parte algunas tropas enviadas por los monarcas amigos de Oriente (Antíoco VII y Atalo III de Pérgamo) al mando de su sobrino Quinto Fabio Buteo, algunos aliados itálicos, su hermano Q. Fabio Máximo Aemiliano, su cuñado el reformador Cayo Sempronio Graco, el tribuno y escritor Publio Rutilio Rufo —que escribiría luego una historia de esta campaña—, el propio Iugurta, que se presentó con doce elefantes, algunos arqueros y tiradores de honda (Salustio, Iugurta, 7) y con bastante probabilidad su inseparable Polibio. Con toda razón, Pareti ha supuesto que en la formación del estado mayor de ese ejército misceláneo, compuesto por militares, historiadores y poetas, se buscaba tanto el apoyo militar como la celebración histórica. Según Appiano (App. Ib. 92, 97), Escipión llegó a reunir cerca de sesenta mil hombres, de los que sólo veinte mil eran itálicos, entre los que se encontraba un importante número de auxiliares indígenas de diferentes zonas de Hispania.

Numancia fue destruida en otoño del año 133 a. C.

Según Floro y Orosio, no sobrevivió ningún varón de la ciudad; Appiano (Iberia, 98) añade que unos cincuenta supervivientes de Numancia fueron exhibidos en el triunfo de Escipión y los restantes vendidos como esclavos. También es Orosio quien asegura que no se recogió allí ningún botín; según Plinio (Historia Natural, 33,4) Escipión sólo pudo entregar siete denarios a cada uno de los soldados. Como se había hecho en Cartago, tras la caída de Numancia una comisión de diez senadores se trasladó a la Península para “organizar el estado de los pueblos de Hispania que Escipión había conquistado” (Apiano, Iberia, 99). El año 132 a. C., Escipión celebró el triunfo en Roma, el segundo de su carrera, y recibió el título de Numantinus (Apiano, Iberia, 98).

La repentina muerte de Escipión Emiliano en la primavera del año 129 a. C. y su oposición al programa de reformas de los Gracos hicieron correr los rumores sobre un posible asesinato que las fuentes no confirman. Aunque no tuvo un funeral público, su pérdida causó una gran conmoción en Roma y el aura de su caudillaje militar tuvo un gran eco en escritores posteriores.

 

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Juan Manuel Abascal

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