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Lorenzo Suárez de Mendoza

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Biografía

Suárez de Mendoza, Lorenzo. Conde de Coruña (IV). Guadalajara, c.1518 – Ciudad de México (México), 29.VI.1583. Virrey y capitán general de Nueva España.

Fue Lorenzo Suárez de Mendoza el primogénito de diecinueve hermanos habidos en el matrimonio de Alonso Suárez de Mendoza, III conde de Coruña, con Juana Jiménez de Cisneros, sobrina del famoso cardenal.

Descendía por línea directa del tercer hijo de Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana, quien recibió del rey Enrique IV de Castilla el condado de Coruña en 1466.

En 1544, a la muerte de su padre, heredó Lorenzo el título de conde de Coruña (por el pueblo burgalés de Coruña del Conde) y vizconde de Torija. Fue el último miembro de su linaje en disfrutar de la encomienda de Mohernando en la prestigiosa Orden de Santiago, encomienda que durante generaciones había venido recayendo en los hijos primogénitos de esta Casa.

Como miembro de uno de los más altos linajes castellanos, participó en las campañas de Italia y en la conquista de Túnez, acompañando al emperador Carlos V. Años más tarde, ya reinando Felipe II, le vemos en el escenario flamenco, participando en la contienda entablada entre este monarca y sus súbditos rebeldes.

Contrajo matrimonio con Catalina de la Cerda, hija del II duque de Medinaceli, con quien tuvo dos hijos y dos hijas, de los cuales el primero murió antes que su padre, el segundo heredó el título, la tercera casó con Álvaro de Mendoza y Aragón y la cuarta fue mujer de Alonso de Leyva, general de las Galeras de España, muerto en la empresa de la Gran Armada contra Inglaterra.

Entre sus numerosos hermanos y hermanas cabe destacar por orden de mayor a menor a Francisco de Mendoza, mayordomo mayor de Juan de Austria; Juan de Mendoza, que murió en la jornada de Inglaterra al acompañar a Felipe II cuando fue a contraer matrimonio con María Tudor; Antonio de Mendoza, embajador en el ducado de Lorena y en Génova, y Bernardino de Mendoza, capitán de la caballería ligera en las Guerras de Flandes y embajador de Felipe II en Inglaterra y en Francia, autor de los Comentarios a las guerras de los Países Bajos así como de Teórica y práctica de guerra, y por último, dos canónigos de la Catedral de Toledo: Gaspar y Alonso de Mendoza. Además, Lorenzo Suárez de Mendoza era también primo segundo del que fuera primer virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza.

Fue Suárez de Mendoza aficionado a las Letras, llegando a componer algunos versos hoy desaparecidos, gozando de la estimación de algunos escritores contemporáneos, como por ejemplo Luis Gálvez de Montalvo, quien le dedica una alabanza en su novela El pastor de Filida. Gustaba de relacionarse con literatos y eruditos de su época, mostrándoles su afecto y simpatía. Fue patrono y protector de la Universidad de Alcalá de Henares, fundada por su egregio tío abuelo el cardenal Cisneros. Antes de su nombramiento como virrey, don Lorenzo tenía su residencia en Guadalajara, donde reedificó la casa solariega que su familia poseía en la plazuela de San Nicolás; aunque con motivo de las obras pasó largas temporadas en su castillo de Torija.

Fue nombrado por el rey Felipe II virrey de Nueva España el 26 de marzo de 1580, siendo el quinto de este territorio de Ultramar. De avanzada edad y ya viudo, realizó el viaje sin contratiempos hasta Veracruz, entrando en la ciudad de México, con mayor pompa y magnificencia que sus predecesores, el 4 de octubre de ese mismo año. Cuando llegó a México el virrey Suárez de Mendoza, la población de la capital contaba ya, según Torquemada, con cerca de siete mil españoles y ocho mil indios.

En el corto período que duró su virreinato, el conde de Coruña dejó tras de sí un buen recuerdo, como persona trabajadora, de gran honradez y de buen hacer, por lo que se ganó la simpatía general del pueblo mexicano.

Intentó sin éxito, no obstante, corregir los vicios y corrupciones de la administración, ya que éstos estaban muy arraigados y la Audiencia le limitaba su radio de acción. Pocas mejoras y sucesos notables tuvieron lugar en su corto mandato, siendo el más destacado de todos ellos la creación del Tribunal del Comercio o Consulado de México. Esta institución, que tuvo como modelo el Consulado sevillano y cuya real cédula no fue dada por Felipe II hasta el año de 1592, se creó para controlar los negocios mercantiles y principalmente de los que se llevaban a cabo en las importantes ferias de Veracruz y Acapulco, que se habían convertido en verdaderos emporios económicos. El Consulado tenía a su cargo la administración de justicia en primera instancia sobre causas y negocios mercantiles. Componíase de un presidente con el nombre de prior y de otros jueces llamados cónsules. El Consulado ocupó tres piezas del palacio virreinal, a condición de que fuera desalojado en caso de necesidad de espacio del propio virrey. También se fundó bajo su mandato el monasterio de Jesús María, a cargo de un grupo de religiosas que vinieron desde España para tal fin. Se dice que entre estas fundadoras venía una hija natural de Felipe II. En 1582 llegaron de Guatemala algunos mercenarios que, después de algunos años, fundaron conventos.

Viendo el virrey que la Audiencia no cumplía con sus deberes, que las rentas reales estaban mal administradas y que su autoridad no alcanzaba a remediar estos males, pues había sido ya restringida desde sus antecesores, pidió al Rey que le enviara un visitador, cargo que recayó en el arzobispo Pedro Moya de Contreras, quien al mismo tiempo fue presidente del Tribunal de la Inquisición y sucesor de don Lorenzo.

Iba a ser nombrado el conde de Coruña para el más prestigioso cargo de virrey del Perú cuando le sobrevino la muerte. Su cadáver fue depositado en la iglesia de San Francisco de la capital mexicana pero, cumpliendo con su testamento, sus restos fueron más tarde trasladados a España y sepultados en la iglesia parroquial de Torija, en Guadalajara, junto a los restos de sus familiares.

 

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Miguel Cabañas Agrela