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Bernardo Ward

Biografía

Ward, Bernardo. Irlanda, f. s. XVII-p. s. XVIII – ? Economista.

Poco se conoce de la vida de Ward, un economista de origen irlandés, luego nacionalizado español, al servicio de Fernando VI, que llegó a España probablemente en la década de 1740, dedicándose al estudio de la nación “con el más vivo deseo de ser útil a un país en que había fijado su domicilio y vecindad”. En 1750 publicó Obra pía y eficaz modo para remediar la miseria de la gente pobre de España, en la que resalta la concepción del vasallo útil, el que trabaja y puede aportar ingresos al Estado, por su propio interés y el de la nación, de forma que fortalece al Estado el aumento del número de vasallos útiles. Distingue la verdadera pobreza, que se debe socorrer, de la pobreza fingida, no necesaria, que hay que castigar, es decir, entre la verdadera caridad, y la caridad mal entendida que aumenta el número de holgazanes, y diseña en esta obra un plan para erradicar la pobreza. Los estamentos privilegiados, es decir, las autoridades, el clero y la nobleza, están obligados a mantener a los impedidos, siempre que trabajen según sus posibilidades en un hospicio (el hospicio, como un lugar de trabajo especialmente dedicado a enfermos, es el núcleo del sistema caritativo de Ward), pero a la gente facinerosa se le dará un trabajo más fuerte y obligatorio, manteniéndola el Estado, pero tratando de hacerla gente útil para la sociedad. Y otro sector de la población que quiere incorporar al proceso productivo es el femenino, tarea que considera difícil de realizar y, dado que la coacción es imposible, propone utilizar la persuasión y para persuadir a las mujeres nadie mejor que los curas de almas. Es decir, Ward quiere que todos trabajen, incluso los niños de los menestrales, insistiendo sobre la necesidad de lograr el pleno empleo de la mano de obra que es necesario para el desarrollo de los sectores productivos.

En esta obra, Ward propone que “un sujeto propio para ese encargo diese la vuelta a los principales países de Europa, para ver y aprender en cada país lo mejor que se haya establecido en la materia que tratamos”. Fernando VI, conociendo la valía de Ward, y con deseos reformistas, le dio su Real Orden para que fuese a viajar por diferentes países de Europa, con la finalidad de que cotejando los adelantamientos de otras naciones en la agricultura, artes y comercio, propusiese los medios de perfeccionar en España la industria, emprendiendo estos viajes en julio de 1750. Ciertamente, Ward adquirió un claro conocimiento de los medios que las naciones más industriosas de Europa han ido poniendo en práctica sucesivamente, para emplear, útilmente, todo su pueblo en los ramos industriales, sacando de sus tierras todo el partido que les ha sido posible en la cosecha de frutos análogos a su calidad y climas diferentes, y reduciendo las primeras materias a las diversas manufacturas, de manera que no queden ociosos los hombres ni los campos. De sus experiencias dedujo que la finalidad pública consiste en animar el trabajo y favorecer la salida de los géneros industriales o naturales de un país, eliminando los obstáculos o los impuestos que pudiesen retrasar en España el crecimiento económico. Después de que finalizasen sus viajes en 1754, plasmó sus apuntes y observaciones en su Proyecto Económico en el que se proponen varias providencias, dirigidas a promover los intereses de España, con los medios y fondos necesarios para su planificación. La obra, concluida en 1762, se publicó póstumamente en 1779 por Pedro Rodríguez Campomanes, uno de sus lectores más distinguidos, y se reimprime en sucesivas ocasiones (el mismo año 1779, 1782 y 1787).

El Proyecto Económico de Ward, que fue nombrado a su regreso a España ministro de la Real Junta de Comercio y Moneda, se le encargó de la superintendencia de la Real Fábrica de Cristales de San Ildefonso, y llegó a ser miembro del Consejo de Castilla y del Tribunal de la Contaduría Mayor, fue objeto de una amplia polémica de plagio de las obras todavía inéditas de José del Campillo y Cossío. Esta polémica tuvo un amplio recorrido temporal, pues ya en el siglo XVIII Peñaranda y Castañeda acusó a Ward de copiar las obras inéditas de Campillo y Cossío. Con mucha posterioridad, en 1952, M. Artola señala que Ward copió literalmente el Nuevo sistema de gobierno económico para la América, con los males y daños que le causa el que hoy tiene, de los que participa copiosamente España, y remedios universales para que la primera tenga ventajas considerables y la segunda mejores intereses en la segunda parte del Proyecto Económico, amparándose en la circunstancia de encontrarse inédita la obra de Campillo. Por su parte, y para L. Sánchez Agesta, en 1953, no hay dudas del plagio, y Sarrailh, poco después, no sólo reconoce que la segunda parte del Proyecto Económico es idéntica al Nuevo Sistema, sino que también entiende que la primera parte del Proyecto Económico y la Obra Pía se inspira en otro escrito inédito de Campillo, Lo que hay de más y de menos en España para que sea lo que debe ser y no lo que es. Más recientemente, J. L. Castellano Castellano, en 1982, puntualiza que Ward copió mucho, muchísimo, del Nuevo Sistema de Campillo en la segunda parte del Proyecto Económico; en ocasiones Ward copió literalmente, suprimió frases o añadió otras y, a veces, resumió; en ocasiones conservó el significado primitivo de las frases que copiaba y, en otras, por el motivo que sea, cambió de significado. La copia de Ward, para Castellano, obedece a un nuevo planteamiento del problema, tiene un significado muy distinto, entre otras cosas porque el enfoque económico de Ward es muy diferente al de Campillo. En 1999, F. Estapé también mantiene la tesis del plagio evidente. En todo caso, la polémica sigue abierta. Su Proyecto Económico se divide en dos partes, una referida a España, y otra a las colonias americanas. Las cuestiones más importantes que, en conjunto, preocupan a Ward son las referentes a la población de España; la modernización de la agricultura; las fábricas y artes; el comercio exterior e interior; la navegación, el riego y los canales; el arreglo de las aduanas y tributos; una buena policía relativa a estos asuntos; el alivio de los pobres; el destierro de la holgazanería y la extinción de la mendicidad; la introducción del espíritu industrial en la nación y un nuevo sistema de gobierno económico en la monarquía española.

Para resolver los problemas planteados en España sobre cada uno de estos puntos, Ward propugna la aplicación de un conjunto de medidas, siendo las más importantes: una visita general del Reino (para conocer los atrasos de España y superarlos se deberá formar una comisión de sujetos inteligentes, activos y celosos que visiten todas las provincias y hagan las correspondientes observaciones); un Banco que no pueda quebrar y donde todo el que tenga dinero pueda depositarlo con la mayor seguridad al 4 por 100, facilitándose así la financiación de establecimientos útiles, por cuyo medio se logrará que circulen en el país los muchos millones que hoy quedan muertos en las arcas de los particulares, sin fructificar ni para sus dueños, ni para el público; una Junta de Mejoras para dirigir todo el Proyecto, y que fundándose en hechos ciertos y documentados que no admitirán duda, hará que nazca la ciencia del cálculo político que los ingleses denominan aritmética política y que es el verdadero fundamento del acierto en las materias de Estado; hacer navegables los principales ríos de España y construir canales, además de buenos caminos, que, en conjunto, permitan la comunicación de las provincias entre sí y de todas con el mar, eliminando una de las causas más importantes del atraso de España, cual es la inexistencia de un gran mercado nacional; fundar hospicios para criar para la industria a los hijos de la gente pobre y encerrar a los vagabundos; abrir las Indias a todos los productos del Reino, quitando las toneladas y el palmeo; establecer correos marítimos, y hallar un medio de obtener fondos para todo esto sin perjuicio para el Real Erario.

Un proyectista y realista como Ward, que aún participando de muchas de las ideas y de los instrumentos analíticos de los mercantilistas pertenece al período de la Ilustración, encuentra una línea argumental que da coherencia y sistematización a su Proyecto. Parte inicialmente del reconocimiento de la singular riqueza natural de España y de sus colonias, y, paralelamente, de la decadencia económica de España, fruto del mal gobierno de los tres últimos Austrias, radicando la mala situación de la economía española en que no se utilizan útilmente las tierras, ni los hombres, ni el dinero. Pues bien, para Ward, el conocimiento de los problemas, imprescindible en todo caso, como para todos los ilustrados, sólo tiene sentido si tiene un fin práctico: aumentar la riqueza y, por tanto, la felicidad de la nación. Para ello, es necesario el incremento de la población, pero de la población útil, activa; además, Ward propugna conseguir una fuerza de trabajo barata (prolongando la jornada laboral) y economizar trabajo, que se puede conseguir de mil maneras, entre otras con la enseñanza útil, la enseñanza para la producción. En el modelo de producción capitalista de Ward, el trabajo debe combinarse por el capital, siendo su enfoque transformar el dinero en capital a través de un Banco nacional. La producción capitalista debe orientarse al fomento de la agricultura, el sector más importante de la producción nacional, pero el crecimiento económico, el mayor poder de una nación, exige también el desarrollo de la industria (defiende la industria a domicilio frente a la gran fábrica) y del comercio (propugna la libertad del comercio interior y colonial y sigue criterios mercantilistas, proteccionistas, en cuanto al comercio con terceros países). Finalmente, el Estado, para Ward, es la instancia suprema a cuyo engrandecimiento se debe dirigir toda la producción. Su concepción económica aspira a la libertad y para ello es necesario un Estado más fuerte, para llevar a cabo su reforma. Un Estado que respete la propiedad privada, que no permita los monopolios ni los privilegios de los gremios, de las compañías de comercio y de la Mesta, y que utilice los derechos aduaneros y los impuestos no sólo para obtener ingresos y hacer así más poderoso al Estado, sino también para promover la creación de riqueza, ya que el Estado es fuerte porque la nación es rica.

En este contexto, Ward sostiene que, por un lado, las aduanas son la clave del gobierno económico del Estado y la regla por donde se nivelan y dirigen con acierto el comercio, las fábricas y la agricultura de una nación. Para Ward es necesario, en primer lugar, tener un conocimiento suficiente de la situación del comercio español con las demás naciones, de los productos que importa y exporta, con expresión de sus clases y cualidades, para determinar las fábricas que es necesario establecer o fomentar en orden a la fabricación de aquellos productos objeto de exportación y los productos que importamos que impiden el consumo de productos nacionales. Con estos datos disponibles se ha de proceder a una nueva reglamentación de los derechos aduaneros, causa en gran parte del atraso y decadencia de España, aconsejando Ward en un plano más concreto el establecimiento de derechos de aduana diferenciales para los productos extranjeros según cual sea su naturaleza.

En materia de impuestos, por otro lado, Ward también mantiene una postura reformadora, considerando necesario distinguir dos aspectos: el modo de imponer los impuestos y la forma de recaudación. Respecto al primer aspecto —modo de imponer los impuestos— Ward considera que es una cuestión que está en embrión en España, a pesar de lo mucho que se ha trabajado sobre esta materia. Sin embargo, Ward se pronuncia en términos concisos cuando señala que en el modo de imponer tributos se debe tener presente la diferencia de clases de los vasallos y la diferente calidad de los objetos que se han de gravar. Tres son, para Ward, los objetos sobre los que se debe fundamentar la carga tributaria: bienes raíces, los frutos de la industria (debiendo tener cuidado con no oprimirla por ser la que motiva, en su planteamiento, la felicidad y opulencia del Estado), y el consumo. En particular, Ward defiende que quede libre de imposición lo necesario para vivir y gravar todo lo demás en proporción a su mayor o menor necesidad, ya que el gravamen del consumo, excepto el de primera necesidad, es para él el modo más equitativo de hacer contribuir a los vasallos, pues cada uno contribuye voluntariamente lo que quiere y es el procedimiento menos sensible y que menos irrita a la mayoría de los sujetos. En concreto, Ward defiende con especial énfasis el gravamen del consumo de bienes de lujo, que además de enriquecer al Estado, por facilitar ingresos a la Hacienda, beneficia a los vasallos, por frenar el vicio.

En relación con la forma de recaudación de los impuestos, segunda cuestión abordada por Ward en el ámbito tributario, considera necesidad ineludible la reducción de los costes de tal tarea y, en consecuencia, propugna la modificación del sistema de recaudación, con la finalidad de disminuir los costes indirectos de la imposición, es decir la cantidad pagada por el vasallo que no entra en el Erario Real. En España es grande el desperdicio de sesenta a ochenta mil hombres, que serían muy útiles para labrar la tierra o para las fábricas, y se emplean en recaudar los impuestos, y más de otros tantos millones de reales que cuesta su manutención, pudiendo simplificarse esta operación y reducirse a la décima parte de gente y costo.

 

Obras de ~: Obra pía y eficaz modo de remediar la miseria de la gente pobre de España, Valencia, 1750; Proyecto Económico en el que se proponen varias providencias, dirigidas a promover los intereses de España, con los medios y fondos necesarios para su planificación, Madrid, 1762 (ed. y estudio prelim. de J. L. Castellano, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1982; pres. de J. A. Sánchez Asiaín, consideraciones prelim. de J. Caro Baroja, Madrid, Espasa Calpe, 1986, repr. facs. de la ed. de Madrid, Joachin Ibarra, 1779).

 

Bibl.: J. Sempere y Guarinos, Ensayo de una Biblioteca Española de los mejores escritores del Reinado de Carlos III, Madrid, Imprenta Real, 1789; M. Colmeiro Penido, Biblioteca de los Economistas Españoles de los siglos xvi, xvii y xviii, Madrid, Imprenta E. Martínez, 1880, págs. 223-224; J. Sarrailh, La España Ilustrada en la segunda mitad del siglo xviii, México, Fondo de Cultura Económica, 1954; M. Bitar Letayf, Economistas Españoles del siglo xviii, Madrid, Cultura Hispánica, 1968, págs. 127 y ss.; R. Calle Saiz, “La Hacienda Pública en España. El pensamiento financiero durante la época mercantilista: Ward y Campillo”, en Revista de Economía Política, n.º 26 (mayo-agosto de 1977), págs. 7-24 [reed. en R. Calle Saiz, La Hacienda Pública en España. Un análisis de la literatura financiera, Madrid, Fundación San Pablo (CEU), 1978]; J. L. Castellano Castellano, “Estudio Preliminar”, en B. Ward, Proyecto Económico..., Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1982, págs. IX-LXI; “Bernardo Ward”, en E. Fuentes (dir.), Economía y Economistas Españoles, t. III, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2000, págs. 185-200; L. Perdices, “Ward, Bernardo”, en L. Perdices de Blas y J. Reeder, Diccionario del Pensamiento Económico en España (1500-2000), Madrid, Síntesis, 2003, págs. 853-855.

 

Ricardo Calle Saiz