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Cornelio de Saavedra

Biografía

 

Saavedra, Cornelio de. Potosí (Bolivia), 15.IX.1759 – Buenos Aires (Argentina), 29.III.1829. Militar y político.

Hijo de Santiago Saavedra, rico comerciante y hacendado bonaerense, y de la potosina María Teresa Rodríguez Michel. Casó por primera vez con su prima hermana María Francisca Cabrera y Saavedra; enviudó y contrajo segundas nupcias con Saturnina Otálora del Rivero. Siendo niño de trasladó con su familia a Buenos Aires, donde estudió en el Real Colegio de San Carlos, prestigioso establecimiento del siglo XVIII donde también recibieron su educación otros próceres argentinos como Rivadavia y Belgrano y donde se enseñaban las teorías escolásticas sobre soberanía popular. Formó parte del grupo criollo porteño que tomó en sus manos la situación del virreinato platense al producirse la prisión de Fernando VII y que constituyó la base para la organización posterior de la República Argentina.

Antes de entrar a la vida pública, Saavedra se dedicó a los negocios agropecuarios y comerciales en los cuales amasó una respetable fortuna, acrecentada con la de sus padres. En su condición de criollo prominente de la ciudad, Saavedra fue varias veces regidor del Cabildo, miembro del Consulado y administrador de Granos. Al empezar las invasiones inglesas al Río de la Plata en 1806, Saavedra actuó como militar y tuvo a su cargo la organización del Regimiento de Patricios. Participó, aunque sin éxito, en la defensa de Montevideo y al año siguiente, junto al virrey Liniers, dirigiría la tropa que iba a triunfar definitivamente sobre los invasores Al producirse la invasión francesa a la Península, Saavedra, junto a Belgrano y Pueyrredón, integró el partido carlotino que propugnaba la asunción al Trono del Río de La Plata de la princesa Carlota Joaquina de Borbón, hermana de Fernando VII y consorte del regente de Portugal, Juan VI. En la asonada de enero de 1809 defendió al virrey Liniers de los conjurados de Álzaga.

No sucedió lo mismo al año siguiente cuando se produjo la formación de la Junta Patriótica el 25 de mayo de 1810 en resguardo de los derechos del rey prisionero Fernando VII, pero sin sujeción alguna a las juntas peninsulares.

En esa ocasión, un Cabildo Abierto de la ciudad determinó cesar la autoridad del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, mientras Saavedra, refiriéndose al Consejo de Regencia, declaró, según consta en sus Memorias: “Y qué señor, este inmenso territorio, sus millones de habitantes, ¿han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y los pescadores de la isla de León? No señor, no queremos seguir la suerte de España ni ser dominados por los franceses: hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarlos por nosotros mismos”. Y, en alusión directa a Cisneros, dijo: “el que a Vuestra Excelencia dio autoridad para mandarnos ya no existe, de consiguiente tampoco Vuestra Excelencia la tiene ya, así que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en ella”.

Como presidente de la Junta del 25 de mayo, Saavedra tuvo que enfrentar a corrientes radicales y revolucionarias que no eran parte de su personalidad y convicciones. Se enfrentó muy pronto con su secretario de Guerra y Gobierno, Mariano Moreno, quien encarnaba el ideario emparentado con la Revolución Francesa propiciando cambios, no sólo en la fachada administrativa sino también transformaciones económicas y sociales más profundas a ser promovidas desde Buenos Aires. Saavedra, en cambio, representaba a los sectores conservadores y proclives al mantenimiento de la situación social anterior o, en el mejor de los casos, de un cambio gradual compartiendo las decisiones con los representantes de las provincias interiores.

Le cupo a Saavedra enviar al primer ejército argentino a las provincias alto peruanas (hoy Bolivia) a fin de mantenerlas leales a la Junta Revolucionaria de Buenos Aires y, de esa manera, disponer de la riqueza minera de Potosí y la disponibilidad en metálico de su Casa de Moneda. Este control era crucial y se necesitaba de forma dramática para financiar los gastos que implicaba un cambio de régimen. Pero tras un valioso triunfo militar en Suipacha, dicha tropa, bajo la dirección de Castelli y Balcarce, sufrieron una humillante y definitiva derrota en Huaqui, a orillas del lago Titicaca, frente a las tropas enviadas por el virrey de Perú, Fernando de Abascal, cuya tarea consistió en recuperar dichas provincias para Perú. Entre las causas de esa derrota se ha señalado, precisamente, la rivalidad extrema entre morenistas y saavedristas que se hizo patente en las órdenes militares, en el nombramiento de las divisiones del ejército porteño y en la conducción misma de la guerra.

El desastre ocurrido en Huaqui, precipitó la caída de Saavedra, quien debió marchar al Norte a fines de agosto de 1811 y su ausencia fue aprovechada por sus adversarios para tejer intrigas en contra suya. A los ocho días de haber llegado a Salta se le hizo saber su separación del Ejército y de la presidencia de la Junta, y se le ordenó entregar las tropas a Pueyrredón. De esa manera, el sector morenista recuperó el control de la situación y creó un nuevo poder ejecutivo llamado Triunvirato.

Después del segundo Triunvirato (que asumió el poder después de las derrotas sufridas por Belgrano en Potosí) en 1814 se hizo cargo del gobierno de Buenos Aires, con el título de director supremo, Gervasio Antonio de Posadas, quien amenazó con enjuiciar a Saavedra, por lo cual éste tuvo que refugiarse en Chile, acompañado de su hijo Agustín de diez años, pero su esposa Saturnina Otólora hizo gestiones ante San Martín, entonces gobernador de Cuyo, quien le permitió regresar y afincarse en San Juan.

En 1818, el Congreso Nacional lo declaró inocente de todas las acusaciones y Pueyrredón (nuevo director supremo) lo ascendió a brigadier general del Ejército Nacional (con efecto retroactivo a enero de 1811) y lo nombró jefe de Estado Mayor. Realizó varias inspecciones militares y logró sellar la paz con los indios ranqueles, etnia de progenie araucana que estuvo en permanente rebeldía contra los españoles. Durante la anarquía del año 1820, Saavedra se refugió en Montevideo, pero regresó a Buenos Aires durante el gobierno de Martín Rodríguez, sólo para retirarse a la vida privada.

En 1826, durante la guerra con Brasil se ofreció para incorporarse al Ejército, pero fue desestimado en razón de su avanzada edad, pues falleció tres años después. Sus memorias se publicaron en 1910 y se erigió una estatua en su honor en la ciudad de Buenos Aires.

Saavedra simboliza el espíritu del criollo americano que se manifestó vigoroso y militante a todo lo largo del proceso independentista que vivieron las naciones hispanoamericanas. Formó parte de un grupo que se distinguió por su activa participación tanto en los negocios como en la vida intelectual de Buenos Aires. Pese a la discriminación, y aun desprecio, que hubo de sufrir este estamento social a manos de los burócratas peninsulares representantes del poder borbónico, criollos como Saavedra, fueron totalmente leales y comprometidos con la Monarquía española, como en este caso se patentiza con su actuación durante las invasiones inglesas y su actuación posterior como primer jefe de gobierno en la República Argentina.

 

Obras de ~: Memoria Autógrafa, Buenos Aires, 1829 (Buenos Aires, Edición de Vidaurre, 1968).

 

Bibl.: E. Ruiz Guiñazu, El presidente Saavedra y el pueblo soberano de 1810, Buenos Aires, Ángel Estrada, 1960; G. Furlong (SJ), Cornelio de Saavedra: el padre de la patria argentina, Buenos Aires, Club de Lectores, 1960; E. Vidaurre, El brigadier general Cornelio Saavedra Rodríguez, Potosí, 1968; F. Pigna, “Cornelios Saavedra”, en www.elhistoriador.com.ar.

 

José Luis Roca