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Pedro de Carranza

Biografía

Carranza, Pedro de. Sevilla, 1567 – Buenos Aires (Argentina), 29.XI.1632. Carmelita (OCarm), pre­dicador, miembro de la Inquisición y primer obispo de Buenos Aires.

Hijo de Francisco de Carranza y Elvira de Salinas, fue bautizado en la parroquia sevillana de San Julián. El 25 de noviembre de 1583 hizo la profesión en el convento de carmelitas de su ciudad natal.

Pudo haber estudiado en la Universidad de Osuna y haber conseguido el magisterio en Artes y Teología, aunque no se conocen pruebas documentales. Du­rante diez años enseñó estas disciplinas. Fue prior en distintos conventos y provincial de los carmelitas de Andalucía en 1613. Fue también consultor y califica­dor del Santo Oficio y de la Inquisición de Granada y Sevilla.

Gran predicador de su tiempo, estaba en Madrid cuando Felipe III lo propuso para el obispado de la recién creada diócesis de Buenos Aires el 6 de abril de 1620. El 9 de enero de 1621 llegó a Buenos Aires e inmediatamente comenzó la visita a la ciudad. El panorama era deplorable. Todos, incluso las autori­dades coloniales, pasaban estrecheces. La iglesia que servía de catedral era “inferior a las de los pueblos de pastores de España”. El 5 de mayo de 1621 empren­dió viaje a Santiago de Estero y allí fue consagrado obispo por Julián Cortázar el 29 de junio. El viaje de regreso a Buenos Aires fue penosísimo, a caballo, en balsa y también a pie hubo de hacer largas caminatas. Este viaje le permitió ponerse en contacto con sus diocesanos, y lo aprovechó para confirmar a nu­merosos indios.

El obispado contaba con unos 2.500 habitantes, so­metidos a sequías, plagas de langosta y epidemias. Ca­rranza no se desanimó y organizó la diócesis. El 12 de mayo de 1622 erigió la catedral y organizó diversos actos que revistieron gran solemnidad. Con este mo­tivo creó cinco canónigos.

Pronto surgieron diferencias con los capitula­res (éstos acusaban al obispo de que no necesitaban su obispado) y con el cabildo seglar por cuestión de diezmos.

A otros problemas, también graves, hubo de hacer frente: el de los judíos y el de los indios. “Según in­forme gubernamental de 1606 —citado por el padre Egaña—, dentro de una población española, no supe­rior a 100 habitantes, convivían extranjeros. En 1624, el padrón subió a más de 1.200 habitantes, muchos de ellos portugueses [...], y muchos de ellos solteros, y no pocos judíos [...] gente poco segura en las cosas de nuestra fe católica, judaizantes”, por lo cual creó en el Río de la Plata el tribunal de la Inquisición.

Más grave era el asunto de los negros, cuya presen­cia, en la ciudad especialmente, era cada día mayor y después muchos fueron deportados al interior, parti­cularmente a las minas de Potosí. Una Cédula Real de 2 de febrero de 1625 disponía que todos los negros, por el mero hecho de pisar el suelo bonaerense, quedaban libres, facultando al obispo y a los prela­dos regulares para que entendieran en el asunto, con exclusión del gobernador, y enviarlos para que “su miseria y falta de sustento, no los acabe y consuma, usando en todos los medios más convenientes [...] Así podía intervenir el obispo [...] Hubo de limitarse a procurarles doctrina [...]”.

Le esperaba todavía una prueba de fuego. El 20 de diciembre de 1622 fue nombrado gobernador Fran­cisco de Céspedes, quien llegó a Buenos Aires el 17 de septiembre de 1624. El nuevo gobernador hizo nombramientos que contravenían las ordenanzas. A su hijo Juan, de veintidós años, lo nombró maestre de campo y a José, de dieciocho años, sargento mayor. El obispo protestó ante la Corona: “Son tres los gober­nadores y traen muy afligidos a estos pobrecitos veci­nos y moradores, que todo el pueblo no tiene cien ca­sas y la mayor parte, por no tener capas ni mantos, ni con qué cubrir sus carnes, no salen a Misa, trabajando en el campo para valerse de las sementeras y frutos que la tierra produce y con ellos vestirse y sus mujeres y hijos; atraviesan y compran todas las mercaderías y demás cosas que vienen de fuera y hacen de todo estanco, hasta de las carnicerías, vendiendo todos los artículos a subidos precios”.

El obispo pedía al Rey que se obligara a los gober­nadores a recoger en sus pueblos a los naturales “sin consentir, ni dar lugar a que los saquen y lleven fuera de ellos a los campos a vaguear, y recoger ganado va­cuno cimarrón y a hacer cueros del dicho ganado, aunque los mismos indios digan que quieren ir de su voluntad”.

Creyó el gobernador que las denuncias provenían de Juan de Vergara y lo encarceló. Hubo también otras causas, relacionadas con el comercio. El hecho es que el obispo, acompañado del vecindario, de frailes do­minicos y mercedarios fue a la cárcel y entre todos libraron a Vergara. Las cosas se pusieron tan tirantes que el gobernador intentó prender al obispo con fuer­zas armadas, pero éste, vestido de pontifical, salió a las puertas de la catedral y fulminó excomunión contra él y contra sus secuaces; al desistir de sus planes, el obispo levantó la excomunión. Ocurrieron estos su­cesos en los meses de agosto y septiembre de 1627.

Un informe anónimo de finales del año 1627 elogió la actividad del primer obispo bonaerense. “Ha visi­tado, dice, todo el dicho obispado del Río de la Plata personalmente con mucho trabajo y riesgo de la vida, por aver andado por tierras mui ásperas, i despobla­das, con gran fruto de los naturales confirmándolos, i reduciéndolos a la Fe. Todo esto sin llevar ninguna ayuda de costa, antes gastando todo quanto ha tenido i adquirido de sus rentas: i principalmente en la erec­ción i adorno de la iglesia Catedral de aquel obispado, hecha en su tiempo i con su promoción.” El 16 de septiembre de 1628 salió de Buenos Aires, para asistir al concilio provincial de Charcas, convo­cado por Fernando Arias Ugarate. “Es justo confesar que el obispo del Río de la Plata desempeñó un bri­llante papel y que su figura se destacó en el concilio que allí se celebraba, no sólo por su clara inteligencia, sino por la facilidad de su palabra, que bien pronto le conquistó fama de elocuente orador.” Fue uno de los padres que más contribuyó a fijar las líneas doctrina­les y disciplinares del concilio.

“El 29 de noviembre de 1632 falleció el obispo car­melita, cuya actuación se vio condicionada por el es­tado caótico de la ciudadanía capitalina; no siempre fue suficientemente perspicaz ante las circunstancias ni siempre buen catador de hombres, bien intencio­nado y ejemplar en su vida de fraile pobre.”

 

Obras de ~: Sermón que predicó en la ciudad de Granada. En la fiesta de la beatificación del beatísimo Padre Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, Córdoba, 1610.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias, Buenos Aires, 601 y 606.C. de Villiers, Blibliotheca carmelitana, Aurelianis, 1752, 2 vols. (ed. Gabriel Wessels, Roma, 1927); J. Torres Revello, “Fray Pedro de Carranza, primer obispo de Buenos Aires”, en Archivum, 2 (1944), págs. 5-48; A. Rodríguez Moñino, “Catálogo de memoriales presentados al Real Consejo de In­dias”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), 131 (1952), págs. 81-179; B. Velasco, “El concilio provincial de Charcas”, en Missionalia Hispanica, 21 (1962), págs. 1-56; A. Ecaña, SI, Historia de la Iglesia en América española. He­misferio Sur, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1966, págs. 157-160; B. Velasco, Historia del Carmelo español, vol. III, Roma, Institutum Carmelitanum, 1990-1994, págs. 502-505; C. P. Guerrero Soriano, “Cambios fundamentales en la región rioplantense: la reforma de los diezmos, 1762-1776”, en Castilla y León en América, vol. III, Valladolid, Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, 1991, págs. 33-57; B. Velasco, “Obispos carmelitas en Amé­rica”, en BRAH, CXCV (1998), págs. 422-426.

 

Balbino Velasco Bayón, OCarm.

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