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Alejandro Ramírez y Blanco

Biografía

Ramírez y Blanco, Alejandro. Alaejos (Valladolid), 25.II.1777 – La Habana (Cuba), 20.V.1821. Oidor, periodista, fundador superintendente hacendista, escritor.

Salió de su pueblo natal a los catorce años con gran cultura media, para estudiar el primer curso de Humanidades en la Universidad de Alcalá. Con precoz inteligencia, a los quince años publicó su primera obra literaria, lo que asombró a Jacobo de Villaurrutia, corregidor de la ciudad alcalaína, quien se constituyó en amigo y protector suyo. El joven se empleó como meritorio en la Contaduría de Rentas Decimales de Alcalá. Dos años después, en 1794, Villaurrutia fue nombrado oidor de la Real Audiencia de Guatemala y propuso al joven Alejandro que se fuera con él a América.

Aceptó y se trasladó, con su protector, a Guatemala, a donde llegaron el 15 de octubre de 1794.

La corta pero fructífera vida de Ramírez en América, en los tres países en los que prestó sus servicios a la Patria: Guatemala, Puerto Rico y Cuba, en los que dejó su buen hacer y éxitos económicos y financieros, se puede dividir en tres partes, correspondientes a su actuación en cada uno de los citados países.

Obsérvese, en primer lugar, que no culminó ninguna clase de estudios universitarios. Sin embargo, por sus actuaciones a lo largo de su vida, se le ha calificado por todos los historiadores como uno de los mejores hacendistas y economistas españoles en el siglo xix.

El primer destino del joven Ramírez en Guatemala fue como empleado en la llamada Contaduría de Consolidación. Pronto superó este trabajo y ascendió a otros empleos más importantes, siempre en lo que se puede designar como “asuntos de Fomento”.

En Guatemala, fue nombrado, el 24 de febrero de 1798, secretario del Consulado (que era como una oficina económica y algo más) y en 1802, con veinticinco años de edad, fue nombrado secretario del Gobierno y Cámara de la Presidencia y de la Capitanía General de Guatemala. Todos los cargos, importantes para ser desempeñados por un funcionario muy joven, los desempeñó “con celo y laboriosidad” (R. Ezquerra, 1979). Pero sus inquietudes, culturales sobre todo, excedían de sus estrictas obligaciones oficiales.

Así, en el mismo año de su llegada al Nuevo Mundo, fundó, con su protector Villaurrutia, la nueva Gazeta de Guatemala. Poco después, fue miembro muy activo de la Sociedad Económica de Amigos del País, de la que llegó a ser su secretario, por lo que publicó sus Memorias. Se le nombró socio de la Academia de la Historia. Fundó la Biblioteca Pública de Guatemala y varios colegios. Fue nombrado socio de mérito de la Sociedad Patriótica de Guatemala. Hizo un viaje de investigación a las islas de Barlovento (grupo superior de las pequeñas Antillas), introduciendo en Guatemala la yerba de Guinea para pastos, la caña de Otahiti para dar más calidad al azúcar en los ingenios, el árbol del pan y diversos tipos de especias (todo se aclimató perfectamente). En la Gazeta de Guatemala publicó numerosos artículos, tanto literarios, como económicos y científicos. Dice Ezquerra (1979) que “cultivó la poesía y oraciones suyas se insertaron en libros de devoción americanos”. Estas oraciones “contienen sentidísimas plegarias suyas para empezar, mediar y terminar el día” (Pezuela, 1866). No se ha encontrado ninguna huella de esta actividad literaria.

Solamente se lee en Bachiller (1953) que “en el devocionario de Lavalle hay composiciones poéticas suyas” (pág. 150). La American Philosophical Society de Filadelfia lo nombró socio correspondiente, siendo el primer hispanoamericano que recibió tal concesión, pues hasta los Estados Unidos llegó su fama de hombre sabio, tan inteligente como entusiasta. Los ayuntamientos de Comayagua, Sonsonete y Granada lo eligieron diputado para la Junta Central, pero Ramírez renunció por motivos que calificó de “patrióticos”.

En el difícil gobierno del teniente general Antonio González Saravia éste escribió: “en tiempos tan críticos no tuve más consejero, más censor, ni más acuerdo que mi secretario, en cuyo celo, tino y luces había encontrado todo” (Bachiller, págs. 149-150).

Desde Madrid recibió Ramírez el nombramiento de consejero de Indias, así como el título de intendente honorario.

No queriendo desaprovechar la regencia del Reino las excelentes condiciones de Ramírez, transformó el citado nombramiento de intendente honorario en efectivo y lo trasladó a Puerto Rico, en 1812, con el título de superintendente de Hacienda. Lo había recomendado el vicepresidente de las Cortes, diputado Ramón Power y Giral (1775-1813), fiado en su prestigio ya muy bien demostrado (Power no conocía personalmente a Ramírez, pero sí su buena fama de funcionario efectivo, así como sus estudios y artículos sobre economía política; además, su posible nombramiento lo consultó con todos los diputados americanos).

Después de un peligroso viaje de novecientas leguas se hizo cargo de la hacienda puertorriqueña en 1813. Se encontró una situación social y económica muy mala. En la Caja de Hacienda sólo había 500 pesos. Y no circulaba moneda, sino un “papel moneda”, que se imprimía en imprentas cuando hacía falta, es decir, que era “papel”, pues como “moneda” no valía nada. La agricultura estaba decrépita, peor estaba el comercio y había una completa ignorancia respecto a las artes y las industrias. Ramírez acometió reformas trascendentales, apoyándose en la llamada “Ley Power” que creaba la Intervención de Hacienda, claramente separada del Gobierno de la isla. Creó un sencillo organigrama de trabajo: Sección Administrativa (con contador, tesorero y administrador), Sección de Intervención y Sección de Juzgado (un asesor y un fiscal). Esta organización duró más de un siglo. Su primera providencia fue una Orden de diecisiete artículos, promulgada el 23 de marzo de 1813, abriendo al comercio libre los puertos habilitados de la isla, y habilitando, además, a aquellos que todavía no lo estaban. Bachiller (pág. 151) lo califica de “el reglamento más libre que se ha escrito en colonia alguna”.

Esta inmediata declaración de la libertad de comercio se tradujo en un rápido aumento de la prosperidad, y produjo en el primer año, 1814, un aumento de 242.842 pesos fuertes en la Hacienda de la isla.

Enseguida se liberó Puerto Rico del “situado” o subvención que regularmente recibía de la Hacienda de Méjico para subsistir. En 1815 las rentas públicas ascendieron a 561.161 pesos fuertes. Y, lo mismo que había hecho antes en Guatemala, batalló en diversos campos, que hicieron aumentar la riqueza pública sin oprimir a nadie. Estableció una Caja de Cambios y amortización para la extinción del papel moneda.

Creó la primera Lotería Provincial de Puerto Rico (1814). Y no solamente revolucionó el status fiscal y económico de la isla, que era su tarea fundamental.

También procuró el fomento de la instrucción pública.

Al ver que no existía, fundó la Sociedad Económica de Amigos del País (1813). También creó el Consulado de Agricultura y Comercio. Y para fomentar el concurso de capitales extranjeros que explotaran las riquezas del país, obtuvo del Gobierno de Madrid la Cédula de 10 de agosto de 1815, que fue calificada de “Cédula de Gracias” y también como “Cédula de población”. Ramírez, en apenas tres años, transformó un país hundido en la miseria en un país próspero.

Ya en 1814, a petición de los diputados a Cortes por Guatemala, fue nombrado jefe superior político de aquella provincia, pero no llegó a buen término dicho nombramiento, por ciertas acusaciones y calumnias motivadas por el partidismo político y los odios que despiertan a veces las grandes figuras. Se le “purificó” por constitucional y salió indemne porque demostró la claridad de su actuación, que siempre fue técnica, apartidista y beneficiosa para cualquier gobierno. Ello le valió para ascender un peldaño más en su carrera, y así, fue nombrado el 3 de julio de 1816 superintendente de Hacienda de la isla de Cuba e intendente de Hacienda de La Habana. Activamente ayudado por el buen gobernador y capitán general José Cienfuegos, tuvo Ramírez la gloria de cumplir el benéfico Decreto de 10 de febrero de 1818, por el que se abrían al comercio extranjero todos los puertos habilitados de la isla. Y, siguiendo su método anterior de Puerto Rico, aún habilitó muchos más que no lo estaban. El progreso económico fue fulminante. Aplicó también en la isla la Cédula “de población” de 10 de agosto de 1815, a consecuencia de la cual nacieron y se desarrollaron “como por encanto” (Pezuela, 1866) las localidades de Guantánamo, Nuevitas, Cienfuegos y el Mariel. Se calcula en unos diez mil los inmigrantes blancos que atrajo. El secular problema del cultivo del tabaco se arregló mediante el alzamiento, por el Rey, del histórico “estanco” del tabaco, con la consiguiente abolición de los antiguos privilegios de la Factoría, declarándose la más completa libertad del cultivo, venta y tráfico de la preciosa hoja de las vegas.

En el Real Decreto de 23 de junio “no había clausula que no respirase protección y libertad en el cultivo”.

En fin, los planes de Ramírez para el engrandecimiento de la isla, no se podían ceñir a la libertad de la propiedad y al aumento de la población. Cuando Ramírez fue director de la Real Sociedad de Amigos del País y presidente de su Sección de Educación, impulsó constantemente todo género de enseñanza, empezando por la primaria, y atendiendo con primor a la de las niñas, tan abandonada hasta entonces. Y mejoró la educación secundaria y la educación universitaria.

Modernizó esta última, que seguía programas y lecciones de siglos anteriores y uno tras otro, Ramírez creó: Cátedras de Anatomía y de Cirugía, un Museo de Anatomía, Cátedra de Economía Política, Escuela de Química, Jardín Botánico con Escuela de Botánica y una Escuela de Dibujo y Pintura, a la que la Sociedad de Amigos del País denominó de “San Alejandro”, en su honor. No olvidó en su filantropía la creación de casas de recogimiento para viudas pobres, así como de orfanatos.

La mejora de las condiciones de la isla de Cuba fue espectacular en el corto tiempo que Alejandro Ramírez dirigió todos sus asuntos económicos, fiscales y, además, como hemos visto, las áreas de instrucción y de beneficencia. En 1820 cuando el general Mahy se despedía en Madrid del ministro de las Indias Antonio Porcel, para ir a tomar posesión de la capitanía general y gobierno de la isla, escuchó del ministro estas palabras: “Usted encontrará en La Habana un Intendente que vale un imperio”. Ramírez es unánimemente elogiado por todos los historiadores, rindiéndose a la evidencia aquellos cubanos que siempre escriben sus Historias de Cuba quejándose de la actuación española. Por ejemplo, en La Enciclopedia de Cuba (1975) se lee (vol. IV): “De ‘revolución económica’ ha sido calificada la obra del gran funcionario.

Él elevó mucho las rentas de Cuba, pero su obra más notable fue la de regular definitivamente la situación de los que poseían tierras consideradas del Rey [...], lo que permitió la división de haciendas y la multiplicación del número de propietarios rurales [...] Por propia iniciativa extendió a todos los agricultores y artesanos de Cuba beneficios concedidos exclusivamente a los nuevos pobladores blancos [...] Y supo rodearse de cubanos eminentes, reconociendo su capacidad y atendiendo sus consejos” (pág. 307).

Al implantarse el régimen liberal en 1820, cundió por la isla la indisciplina y el desorden, y Ramírez, a pesar de su competencia y honradez y sus antecedentes liberales, sufrió ataques calumniosos en la prensa.

De las calumnias del periódico El Tío Bartolo (Pezuela, 1866, dice que lo dirigía “un hombre guiado por el resentimiento de haber perdido un pleito en el juzgado de la Real Hacienda”, pág. 333) salió a defenderlo en un folleto José Arango (Manifiesto [...], 1820), quien tuvo que imprimirlo bajo el anonimato de “un habanero”. A pesar de todo, la calumnia prendió y el populacho invadió el Palacio del Gobierno el 17 de abril de 1820 pidiendo la destitución de Ramírez.

Tantos disgustos y el trabajo constante, hicieron mella en Ramírez, quien, atacado de fulminante apoplejía, falleció el 20 de mayo de 1821. Contaba cuarenta y cuatro años de edad. En Madrid se le nominaba ministro de Hacienda para suceder a Canga Argüelles. Se le hicieron grandes honras fúnebres y los empleados de la Hacienda de Matanzas grabaron estos versos: “Aquí sobre esta losa / Lágrimas vierta quien llorar supiere / Cuando un padre, un Ramírez, es quien muere”.

Ramírez había casado con una hija de su antiguo protector Villaurrutia y dejó ocho hijos huérfanos de poca edad. Hubo que hacer en La Habana una suscripción, que produjo más de 25.000 pesos, que se entregaron a su viuda.

 

Obras de ~: Respuestas de Sanchico Panza á dos cartas que le remitió su padre desde la Insula de Barataria, que consta por tradición se custodiaron en el archivo de la Academia Argamasillesca. Primera que publica en honor de la verdad, y de la fama y familia de los Panzas, Ramon Alexo de Zidra [anagrama de Alejandro Ramírez], Alcalá, Isidro López, 1791; Memoria sobre la navegación del río Motagua en el Reyno de Guatemala, por Don Alejandro Ramírez, Guatemala, 1799; Memorias del Secretario, con cuya lectura se abren anualmente las sesiones de la Junta de Gobierno. Quaderno I. Contiene desde [17]99, y un extracto de las anteriores, desde la erección, Nueva Guatemala, 1799 [el secretario era Alejandro Ramírez]; Resumen General de las familias españolas y ladinos domiciliados en el Reyno de Guatemala, con distinción de los que viven en pueblos de Indios, villas o reducciones separadas, haciendas y valles, los que son propietarios y arrendatarios de tierras, jornaleros y gentes de oficio, Guatemala, 1804 [citado en Historia General de Guatemala, vol. III, 1994, pág. 130]; Informe de la Diputación de Policía al Excelentísimo Señor Presidente Gobernador y Capitán General, del estado de las tareas y providencias que deben adoptarse para conservar la pública tranquilidad, Habana, Oficina de Arazoza y Soler, 1816, 13 págs. [Firmado por siete autores, en pág. 6; el primero es Alejandro Ramírez]; D. Alexandro Ramírez, intendente de exercito, superintendente general, subdelegado de real hacienda de esta isla de Cuba de la Real factoría de tabacos, &, con real Orden de 29 de junio [...] se me ha comunicado el [...] decreto del 23 del mismo mes, sobre desestanco de las labores del tabaco, La Habana, Oficina de Arazoza y Soler, 1820.

 

Bibl.: J. Arango y Castillo, Manifiesto de las interesantísimas públicas tareas del señor don Alejandro Ramírez, Intendente, etc., desde su venida a América. Escrito por un habanero, La Habana, Oficina de Arazoza y Soler, 1820; Biografía de Don Alejandro Ramírez, Madrid, Est. Tipográfico de A. Vicente, 1858; J. de la Pezuela, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de la isla de Cuba, vol. IV, Madrid, Imprenta del Banco Industrial, 1866, pág. 333; Historia de la Isla de Cuba, vol. IV, Madrid, Carlos Bailly-Bailliere, 1878, págs. 68-70 y 98; J. M. Beristain de Souza, Biblioteca Hispano Americana Septentrional, vol. III, Amecameca, Tipografía del Colegio Católico, 1883, págs. 2-3; J. T. Medina, La Imprenta en Guatemala, t. II, vol. I, Santiago de Chile, 1910, pág. 333; C. M. Trelles, Bibliografía Cubana del Siglo xix, vol. I (1800-1825), Matanzas, Quirós y Estrada, 1911, págs. 85, 137, 170-171; VV. AA., Enciclopedia Universal Europeo-Americana [...], vol. LXIX, Madrid, Espasa Calpe, 1929, pág. 515; M. Isidro Méndez, El Intendente Ramírez. Trabajo leído en recepción pública la noche del 14 de diciembre de 1944, La Habana, Academia de Historia de Cuba, Imprenta El Siglo XX, 1944; VV. AA., Historia de la Nación Cubana, vol. IV, La Habana, Ed. Historia de la Nación Cubana, 1952, pág. 280; A. Bachiller y Morales, Galería de Hombres Útiles, La Habana, Instituto Nacional de Cultura, 1953, págs. 147- 167; C. Márquez Sterling, Historia de Cuba [...], Madrid, Las Americas Publishing Company, 1969, págs. 87-89; The National Union Catalog. Pre-1956 Imprints, vol. 128, London and Wisbech, Mansell, 1971, pág. 605 y vol. 480, 1978, pág. 251; VV. AA., La Enciclopedia de Cuba, Vol. IV, San Juan y Madrid, Enciclopedias y Clásicos Cubanos, Inc., 1975, págs. 271, 272, 274, 275, 296, 301, 306, 307, 308, 309, 394 y 399; L. E. Martínez Vales, Alejandro Ramírez y su tiempo. Ensayos de historia económica e institucional, Río Piedras, Puerto Rico, Ed. Universitaria, 1978; A. Palau y Dulcet, Manual del Librero Hispanoamericano [...], vol. XV, Barcelona, Librería Palau, 1982, pág. 45, n.º 246.627; J. Suchlicki, Historical Dictionary of Cuba, Metuchen, N. J. & London, The Scarecrow Press, Inc., 1988, pág. 237; VV. AA., Historia general de Guatemala, Vol. III. Siglo xviii hasta la Independencia, Guatemala, Asociación de Amigos del País, 1994, págs. 130, 574, 575, 576, 633, 660; Enciclopedia of Latin American History and Cultural, vol. IV, New York, etc., Charles Scribner’s Sons, 1996, pág. 535; Gran Enciclopedia de España, vol. XVIII, Zaragoza, Enciclopedia de España, S. A., 2003, págs. 8600 y 8601.

 

Fernando Rodríguez de la Torre