Ayuda

Pedro Benito Antonio de Quevedo y Quintano

Biografía

Quevedo y Quintano, Pedro Benito Antonio de. Villanueva del Fresno (Badajoz), 12.I.1736 – Orense, 28.III.1818. Obispo de Orense, teólogo, catedrático, cardenal y regente del Reino.

Su padre era caballero de Santiago. Estudió en el Colegio de Santiago de Granada y en el Colegio de Cuenca de Salamanca, del que fue colegial por oposición. Se graduó de bachiller en Filosofía y Teología en Granada en 1753 y se licenció en Teología en Salamanca en 1755. Al año siguiente fue profesor por oposición de la Cátedra de Artes de la Universidad salmantina. El 14 de mayo de 1757 fue nombrado canónigo lectoral de Zamora. Ordenado sacerdote el 22 de marzo de 1760, consiguió el doctorado en Teología en 1766 y fue canónigo magistral de la Catedral el 29 de noviembre de 1770. También fue catedrático de Artes y canciller de su Universidad en 1776. Preconizado obispo de Orense el 5 de abril de 1776, hizo su entrada en la diócesis el 13 de agosto de 1776. Renunció por dos veces, en 1783 y en 1812, a la propuesta del arzobispado de Sevilla, así como en 1783 al cargo de inquisidor general, pese a las insistencias del conde de Floridablanca.

Destacó por su espíritu de justicia y por su caridad.

De 1789 a 1792 dio cobijo a sus expensas a más de trescientos eclesiásticos franceses que buscaron refugio en Galicia, al ser suprimidas en Francia las órdenes religiosas y perseguido el clero a causa de la revolución.

Invirtió asimismo en donativos extraordinarios y obras de caridad, además de las rentas del obispado que le pertenecían, más 800.000 reales que recibiera de su patrimonio. Fundó el Colegio de niños expósitos de las Mercedes y destacó como uno de los obispos más virtuosos, caritativos y limosneros de su tiempo, organizando iniciativas generosas de carácter hospitalario siguiendo una tradición de la Iglesia que contribuyó con gusto a estas empresas, porque siempre las consideró como propias, a pesar de las estrecheces económicas en que se desenvolvió su pontificado orensano. Reguló los exámenes o concursos a curatos de la diócesis, y apoyó las misiones del padre Diego José de Cádiz.

Gracias a él pudo fundarse el Seminario Diocesano de Orense, cuyos primeros pasos se dieron en tiempos del obispo Alonso Francos Arango, que intentó fundarlo sobre las rentas de los prioratos, a cuya pretensión se opuso el abad de Celanova, y hubo que esperar a la expulsión de los jesuitas y a la promulgación de la Real Cédula del 14 de agosto de 1768 sobre la erección de seminarios conciliares para la educación del clero “en las capitales y pueblos numerosos” para que la idea tomase cuerpo, a pesar de lo cual no llegó a funcionar hasta 1804, cuando Quevedo y Quintano decidió dotarlo con nueve Cátedras. Destruido en gran parte por un incendio, lo reconstruyó a sus expensas, abriendo de nuevo sus puertas en 1817, y luchó hasta conseguir su incorporación a la Universidad de Santiago.

Reformador insigne de las costumbres y de la disciplina, fue luchador infatigable por la independencia de la patria.

Se negó a jurar la Constitución de José I y fue nombrado presidente del Consejo de Regencia de España el 29 de enero de 1810, pero renunció a este cargo ante las Cortes de Cádiz, que decretaron contra él la pena del destierro. Marchó a residir al pueblo portugués de Tourem, que pertenecía a la diócesis de Orense, y dirigió desde allí su diócesis durante los dos años que duró su confinamiento. Las Cortes gaditanas le declararon el 19 de agosto de 1812 “indigno de la consideración de español” y le castigaron con la pérdida de sus honores y empleos civiles y con la expulsión del territorio nacional en veinticuatro horas.

En palabras de Manuel Revuelta, “fue ésta una decisión iliberal, inspirada en el autoritarismo parlamentario que se manifestó en el rigor empleado contra los clérigos políticamente desafectos y una medida represiva ya que castigaba al obispo por no querer jurar la soberanía nacional, que repugnaba a sus convicciones.

Fue, además, una ingratitud con un político eminente y un desacierto político, pues muchos vieron en el expulso al mártir del despotismo parlamentario, no al reo político”. Con el destierro, Quevedo pagó por su firmeza en contradecir los principios de la Ilustración.

Tras la restauración absolutista, Fernando VII le condecoró con la Banda de María Luisa y con la Gran Cruz de Carlos III. Fue creado cardenal por Pío VII en 1816 y recibió el capelo en la Catedral de Orense el 19 de noviembre de 1816.

Destacó también por su actuación política, puesta de relieve por su protesta contra el nombramiento del rey José, y demanda que devolviera España a sus Reyes. Se justifica su intervención por el objetivo de poner fin al interregno, lo que aprovechó el obispo para hacer un repaso a la historia de España desde el siglo xvi desde su óptica personal. De nuevo en 1812 redactó desde su retiro de Tourem otra carta, que había dirigido al Supremo Consejo de Regencia, de la que había sido presidente, en la que les informaba de que se había enterado oficiosamente de su extrañamiento del Reino sin permitirle explicarse. Por ese motivo se fue a una parroquia de su diócesis en el Reino de Portugal. A continuación razonó su proceder con tanta sutileza como frialdad, declarando haber jurado la Constitución, pero manteniendo “varias protestas y reservas”, porque “jurar la Constitución no es jurar la certeza y la verdad de los principios en que se fundamenta”. Reconoció que no amaba la Constitución porque la consideraba “perjudicial y contraria al bien de la nación”, a la que sí amaba. Estas reflexiones son una prueba de la contundencia de sus ideas realistas y absolutistas. Pero su personalidad le permitía adentrarse en la maraña de los problemas sociopolíticos con gran capacidad de liderazgo. Tal vez la mejor prueba se encuentre en el papel destacado que le asignaron y que desempeñó en la pacificación de las revueltas sociales que tuvieron lugar en Galicia y Asturias a principios de la década de 1790. En aquel ambiente de violentas alteraciones con un claro matiz de protesta contra la presión y las reformas fiscales, en el que los cabecillas con hombres a sueldo impedían la celebración de las ferias y creaban un ambiente de terror, solicitaron la mediación de Quevedo Quintano, quien más tarde volvió a mediar para atenuar el castigo de los revoltosos, emitiendo su voto favorable a la consulta que se le hizo sobre la concesión de una amnistía de 1817. Fue un obispo que pidió austeridad en los comportamientos del clero, reformador de la disciplina en general, predicador y limosnero. Falleció en concepto de santidad en Orense, en cuya catedral está sepultado.

 

Obras de ~: Carta del Ilmo. Sr. Obispo de Orense al Supremo Consejo de Castilla, Madrid, 1808; Exposición que el Excmo. Sr. Obispo de Orense [...] hizo por escrito al tiempo de prestar su juramento de obediencia a la Constitución Española, en la que se expresa el verdadero sentido en que debía prestarlo, y efectivamente lo prestó, Mallorca, Oficina de Felipe Guasp, 1812; Carta circular [...] remitiendo a los párrocos y fieles de su diócesis exemplares de su “Representación”, Tourem, 1812; Manifiesto a la nación española, 1813.

 

Bibl.: J. M. Bedoya, Retrato histórico del [...] Señor D. Pedro de Quevedo y Quintano [...] con un copioso apéndice de documentos, Madrid, 1835; Sermón en la dedicación del panteón [...] del Emmo. Señor Cardenal de Quevedo y Quintano, Obispo de Orense [...] lo predicó el 9 de septiembre de 1840 en la Santa Iglesia Catedral de Orense, Orense, Imprenta de D. Cesareo Paz y Hermano, 1840; M. Amor Meilán, El Obispo de Orense O. Pedro Quevedo y Quintana, Lugo, 1908; E. López Aydillo, El Obispo de Orense en la Regencia de 1810, Madrid, Imprenta de Fortanet, 1918; R. Ritzler y P. Séfrin, Hierarchia catholica, vol. VII, Padua, Il Messaggero de S. Antonio, 1958, pág. 109; vol. VIII, Padua, Il Messaggero de S. Antonio, 1968, págs. 12 y 97; P. A. Perlado, Los obispos españoles ante la amnistía de 1817, Pamplona, Universidad de Navarra, 1971, págs. 19-157; M. Revuelta González, “La Iglesia española ante la crisis del Antiguo Régimen (1803-1833)”, en V. Cárcel Ortí (dir.), La Iglesia en la España contemporánea (1808-1975), Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1979, págs. 1-114; F. Díaz de Cerio, Regesto de la correspondencia de los obispos de España en el siglo xix con los nuncios, según el fondo de la Nunciatura de Madrid en el Archivo Vaticano (1791- 1903), vol. II, Città del Vaticano, Archivio Vaticano, 1984, págs. 473-474; A. Martínez Coello, El Obispo de Orense D. Pedro de Quevedo y Quintano, regente de España (1810): aspectos y contrastes; con “El Manifiesto del Obispo de Orense a la nación española” en los apéndices, Orense, Ayuntamiento, 1987; P. Gómez Antón, El cardenal Quevedo en Tourem, Orense, 1997; Un extremeño obispo de Orense, Orense, 1997; B. Barreiro Mallón, “La diócesis de Orense en la Edad Moderna”, en J. Aranda Doncel et al., Historia de las Diócesis Españolas, vol. 15. Iglesias de Lugo, Mondoñedo-Ferrol y Orense, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2002, págs. 497-498.

 

Vicente Cárcel Ortí

Personajes similares