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Ettore Pignatelli

Biografía

Pignatelli, Ettore. Duque de Monteleón (I), en el Reino de Sicilia. ?, s. m. s. XV – Palermo (Italia), III.1535. Noble y gobernante napolitano de comienzos de la Edad Moderna.

Con la excusa de que los monteleoneses no habían rescatado la ciudad de la infeudación pagando la cantidad pactada con el Rey, Ettore compró la tierra de Monteleone convirtiéndose en su feudatario, lo que provocó la revuelta de los ciudadanos que le acusaban de haber falsificado los documentos. Giacomo Lo Tufo, enviado del nuevo señor, asesinó en el castillo a los líderes del levantamiento, lo que provocó la rebelión de los ciudadanos. Los Pignatelli eran una antigua familia noble radicada en los Reinos de Nápoles y Sicilia, con importantes feudos. A comienzos del siglo XVI su señoría en Calabria, además de Monteleone, comprendía los territorios de los actuales municipios de Ioppolo, Rosarno, Laureana di Borrello, y Feroleto della Chiesa. Dicha señoría se vio reforzada posteriormente como consecuencia de los altos cargos que ocuparon Ettore y sus sucesores.

En 1506, fue uno de los primeros feudatarios napolitanos que obtuvo del Rey la jurisdicción sobre las segundas causas civiles, criminales y mixtas en todas sus tierras. Según informa Luis Suárez, en diciembre de 1495 —y de acuerdo con los intereses del partido españolista— fue enviado a Barcelona por el rey Ferrante II de Nápoles, para tratar del matrimonio de éste con Juana de Aragón, hija en segundas nupcias de su abuelo Ferrante I y sobrina de Fernando el Católico.

En dicho viaje, al parecer, trajo a España la bula de Alejandro VI de 17 de diciembre de aquel año, en la que invitaba a Enrique VII de Inglaterra a adherirse a la Liga Santa contra Carlos VIII de Francia.

Una vez conquistado por Fernando el Católico el Reino de Nápoles, fue uno de los miembros más significativos e influyentes de la nobleza proaragonesa.

Adversario del Gran Capitán, alcanzó una gran relevancia política en los años posteriores al viaje del Rey Católico a Nápoles, en el que el Monarca —según ha estudiado Carlos Hernando— trató de contrarrestar la amplia red clientelar creada por Gonzalo Fernández de Córdoba. En noviembre de 1506 formó parte de una comisión nombrada por Fernando para dirimir las reivindicaciones feudales planteadas por los barones angevinos. En 1507, al regreso del Rey a España, fue uno de los miembros nobles nombrados para integrar el Consejo Colateral, encargado de asesorar al nuevo virrey, Juan de Aragón, conde de Ribagorza. Ocupó el alto cargo de escrivano de ración del Reino, y mantuvo su poder e influencia con el nuevo virrey Ramón de Cardona (1513-1522), de quien fue uno de los principales colaboradores. Su influencia —junto con la de los otros dos miembros nobles del Colateral: los condes de Cariati y Santa Severina— fue decisiva para que Cardona aconsejara al Rey que diera marcha atrás en el establecimiento de la Inquisición al estilo de España. En febrero de 1517 fue nombrado lugarteniente general de Sicilia, aunque no tomó posesión hasta mayo, poniendo fin a la etapa de interinidad del conde de Caltabellotta, quien desde julio del año anterior había sustituido como gobernador del Reino al virrey Hugo de Moncada.

El Reino que encontraba era un auténtico polvorín tras los tumultos contra Moncada iniciados en 1516, a la muerte de Fernando el Católico. En opinión de Traselli, su nombramiento pudo ser la recompensa por la energía que había demostrado con los rebeldes de Calabria. El 23 de julio de 1517, hubo de enfrentarse en Palermo al tumulto o conjura conocido por el nombre de su principal cabecilla Gian Luca Squarcialupo, miembro del patriciado urbano de la ciudad. La política represiva del virrey fue probablemente uno de los desencadenantes del tumulto, que se inscribe en la inestabilidad general del Reino durante aquellos años. De hecho, la revuelta se extendió por otras localidades de la isla con un marcado carácter antinobiliario, lo que favoreció la ruptura del frente palermitano y el asesinato de Squarcialupo (8 de septiembre), que dio paso a la reconstrucción del orden en Palermo (Monteleone había huido a Mesina).

A partir de octubre, las directrices fundamentales de la política de Monteleone fueron la recuperación del orden público, la represión de los culpados, y el restablecimiento de la política fiscal. Con la colaboración de cinco mil soldados de infantería y mil doscientos de a caballo, desembarcados en Mesina en enero de 1518, pudo restablecer el orden, aunque los conflictos continuaron prácticamente hasta 1524. En diversas localidades del Reino fueron ajusticiados algunos gentilhombres y un número más numeroso de plebeyos, si bien todo parece indicar que tanto el Rey como Monteleone prefirieron reconstruir la paz antes que averiguar a fondo las responsabilidades, sobre todo cuando se trataba de personajes importantes. En mayo de 1518 fue nombrado virrey, cargo que ocuparía durante un larguísimo período (hasta su muerte en 1535). Para restablecer el orden, anuló los avances obtenidos por los sectores populares en el gobierno de las universidades, lo que le permitió sanar la fractura producida en el bloque aristocrático en los últimos años del virrey Moncada. El Parlamento de 1518, en el que, el 15 de noviembre, el Reino juró lealtad a sus nuevos Soberanos —Mesina lo había hecho ya en marzo— cerró formalmente la convulsa transición entre los dos reinados.

El epílogo de la larga crisis iniciada en 1516 fue la llamada “conjura Imperatore”, otro hecho del que se sabe muy poco, pero que propició el castigo definitivo de algunos de los principales protagonistas de los anteriores conflictos. Con Monteleone, el Rey había puesto en marcha una revisión de cuentas y sindicación de oficios públicos de Sicilia mucho más amplia que la efectuada en tiempos de Moncada.

Tal iniciativa incrementó el malestar de muchos feudatarios y gentes que ocupaban altas magistraturas, afectados por dicha política. En marzo-abril de 1519, el sindicador Francisco Peyró fue asesinado, al parecer por orden del conde de Cammarata. En febrero de 1522, el virrey reunió el Parlamento, en el que el conde de Cammarata, el tesorero Leofante, y el jurista Blasco Lanza —vinculado años atrás a Moncada— argumentaron contra la concesión del donativo, fundamental en aquellos momentos para la política del virrey. Ésta fue la causa, en opinión de Traselli, por la que fueron arrestados en julio de aquel año, acusados de participar en una conjura profrancesa, junto con los cuatro hermanos Imperatore y otra serie de personajes. Federico y Giovan Vincenzo Imperatore, junto con otros dos encausados (Giacomo Spatafora y Giovanni di Sanfilippo), fueron ejecutados en Mesina en junio de 1523. Un mes después, en Milazzo, fue decapitado el conde de Cammarata, y ahorcados Leofante y Francesco Imperatore. En agosto, fue decapitado el barón de Cefalà, primo y homónimo de Cammarata. Otros, como Blasco Lanza —a quien no se acusó propiamente de intervenir en la conjura, sino de otros actos de deslealtad— recibieron penas menores. Además de la muerte, los rebeldes fueron condenados a la privación de bienes y a la condena a la infamia hasta la tercera generación. Sus cabezas, metidas en jaulas de hierro, se enviaron al palacio real de Palermo, para que sirvieran de perenne memoria de la suerte que esperaba a los traidores. En 1518, Monteleone se había hecho reconocer por el Parlamento como regnícolo y capaz, por tanto, de ocupar todos los cargos reservados a sicilianos. Carlos V le concedió el cargo hereditario de maestre portulano que había tenido Cammarata, y que él vendería a un genovés de la familia Spínola. Una vez superados los años de inestabilidad y revueltas, su principal preocupación como virrey de Sicilia siguió siendo el control y la defensa de la isla en una época caracterizada por la prosecución de las guerras de Italia y las amenazas de los turcos. Como escribiera Vittorio Sciuti-Russi, su política “suave”, hecha de mediaciones y compromisos, recompuso la unidad del baronazgo siciliano en torno al antiguo ideal de la “fidelitas”. Según Francesco Benigno, con una política hábil, supo crear un partido del nuevo Soberano, que asegurase la estabilidad en el gobierno de la isla. En este sentido, y con vistas al afianzamiento del dominio español, una de sus principales realizaciones fue la consolidación de los privilegios de la gran nobleza siciliana. En opinión de Giuseppe Giarrizzo, su política tuvo el objetivo de cerrar, a través de mediaciones y compromisos, las rupturas existentes en el frente nobiliario; si bien la identificación con la política imperial no logró superar la crisis de identidad y política de la clase dirigente de la isla. En Palermo, supo mediar en los frecuentes choques jurisdiccionales entre el gobierno de la ciudad (pretor y jurados) y el inquisidor, que se sucedieron entre 1525 y 1535. Pese al respaldo de Carlos V, la Inquisición no dejaba de suscitar protestas, y entre ellas las de los Parlamentos celebrados en estos años.

Como recompensa a su política, obtuvo el Toisón de Oro y la Grandeza de España en 1527. Carmelo Traselli indica que era jugador de ajedrez y leía a Savonarola, Erasmo, Maquiavelo, tratados de agricultura e historias de las ciudades sicilianas. Poseía además una buena colección de crónicas de Nápoles y Sicilia.

 

Bibl.: VV. AA., Enciclopedia Italiana di Scienze, Lettere ed Arti (Trecani), vol. XXVII, Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana, 1949; Lessico Universale Italiano di lingua, lettere, arti, scienze e tecnica, vol. XVII, Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana, Trecani, 1977, pág. 11; C. Traselli, Da Ferdinando il Cattolico a Carlo V. L’esperienza siciliana 1475-1525, Soveria Mannelli, 1982, 2 vols.; V. Sciuti-Russi, Astrea in Sicilia.

Il ministero togato nella società siciliana dei secoli XVI e XVII, Napoli, Jovene, 1983; A. Cernigliaro, Sovranità e feudo nel regno di Napoli, 1505-1557, Napoli, Jovene, 1983, 2 vols.; G. Giarrizzo, “La Sicilia dal Cinquecento all’Unità d’Italia”, en V. D’Alessandro y G. Giarrizzo, La Sicilia dal Vespro all’Unità d’Italia, en G. Galasso (dir.), Storia d’Italia, vol. XVI, Torino, 1989; G. Galasso, Economia e società nella Calabria del Cinquecento, Napoli, Guida, 1992; F. Benigno, “Mito e realtà del baronaggio: l’identità politica dell’aristocrazia siciliana in età spagnola”, en F. Benigno y C. Torrisi (eds.), Elites e potere in Sicilia dal medioevo ad oggi, Roma, Meridiana, 1995, pág. 73; L. Suárez, La España de los Reyes Católicos (1474-1516), vol. II, en J. M.ª Jover Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, t. XVII, Madrid, Espasa Calpe, 1999, págs. 402, 419 y 688; C. J. Hernando Sánchez, El reino de Nápoles en el Imperio de Carlos V. La consolidación de la conquista, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001; V. Vigiano, L’esercizio della politica. La città di Palermo nel Cinquecento, Roma, Viella, 2004; L. Ribot, “Revueltas urbanas en Sicilia (siglos XVI-XVII)”, en A. Merola, G. Muto, E. Valeri y M. A. Visceglia (coords.), Storia sociale e politica. Omaggio a Rosario Villari, Milano, Franco Angeli, 2007, págs. 459-494; Sistema Bibliotecario Vibonese, [en línea], disponible en http://www.sbvibonese.vv.it/.

 

Luis Ribot García

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